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jueves, 30 de junio de 2011

Relato romántico: El reencuentro

Este es el relato que hice para Las alas de la libertad y que quedó segundo. Pronto comunicaré otra buena noticia: por el momento no me dejan, pero estoy muy contenta...

El reencuentro

Desde que Marga y su novio Aidan lo dejaron, se había esforzado por fingir que todo iba maravillosamente. Para ello, recomendada por su libro de autoayuda, se arreglaba cuidadosamente todos los días y, con su mejor sonrisa, salía por las zonas de la ciudad que él solía frecuentar. Quizás así, cuando Aidan se encontrara con ella, se daría cuenta de que podía vivir sin él y de que no era tan dependiente, lo que invalidaría el único motivo válido que Aidan dio cuando la dejó.
Pero claro, cuando estaba en casa la cosa cambiaba. Se vestía con el pijama y se dedicaba a ver los videos en los que aparecían juntos, inflándose a helado de chocolate. Luego, se sentía culpable por haber comido tanto dulce y se mataba a hacer deporte para quemar las calorías consumidas (después de todo, cuando saliera por ahí con la esperanza de encontrarse con su ex, no podía estar como una vaca), tras lo cual volvía a empezar el ciclo.
Fue en uno de esos momentos, recién duchada y con el dvd cargándose, cuando se dio cuenta de que su único sustento (el helado de chocolate belga) se había acabado. No solo eso, sino que encima no quedaba más que una onza de su tableta de chocolate y, por más que buscó, no pudo dar con galletas, bombones ni cualquier otro dulce. 
Con todo su pesar, se dio cuenta de que tenía que ir a la tienda. Como Aidan no vivía por esa zona (y tampoco iba a tardar tanto, porque el supermercado estaba en la calle de enfrente) se puso el chándal y bajó en zapatillas de andar por casa. Ya en el supermercado, cogió una cesta de la compra y fue directa a la sección de dulces, con tal mala suerte de que, cuando tenía la bolsa ya medio llena de chucherías y helados, creyó ver a su ex.
Soltó un gritito, se agachó detrás de un mostrador de productos y comenzó a espiarle. Para su horror, parecía mejor que nunca e iba acompañado de una mujer preciosa e increíblemente escultural. Se sintió ridícula. Sabía que Aidan no podía entrar en un supermercado sin llevarse unas palmeras de chocolate, así que se desplazó sigilosamente, ante las miradas atónitas del resto de clientes, a la sección de dietética, donde perdió de vista a la pareja. Una vez a salvo, cerró los ojos y respiró hondo.
-¿Marga? –escuchó sobresaltada decir a Aidan a su espalda. Se sintió como si estuviera en una película de terror, cuando el malo estaba detrás de la chica y ella no quería volverse para no ver el rostro de su asesino. Pero quien estaba detrás era su ex, lo cual era mucho peor teniendo en cuenta las pintas que llevaba.
Tierra trágame, pensó. Pero, como la tierra no la hizo caso y seguía firmemente anclada a ella, se giró lentamente con una sonrisa forzada y saludó con falsa alegría:
-¡Aidan! ¡Qué sorpresa! ¡Estás estupendo!
El hombre de su vida la miró incómodo, sin saber qué responder.
-Vaya… parece que te vas a dar un buen atracón –dijo, y señaló su cesta de la compra.
-¿Esto? No, esto no es para mí. Bueno, no es solo para mí. A una amiga le ha dejado su novio y he montado una fiesta del pijama para darle apoyo moral –improvisó Marga con una sonrisa–. Me había olvidado por completo de que era esta noche, porque he estado muy atareada, y me he acordado justo ahora, que estaba a punto de hacer deporte. Así que ya ves, ¡qué pintas llevo!
- Comprendo… -dijo él-. Me alegro que te vaya todo bien.
Acto seguido, se marchó junto a su pareja a otra sección.
Marga salió del supermercado roja como un tomate, con varias bolsas de chucherías y lágrimas en los ojos. Se sentía como una idiota: tanto tiempo planeando el reencuentro para que fuera perfecto, y al final se produjo estando él felizmente emparejado, mientras ella estaba sola, con chándal, zapatillas de andar por casa y a punto de darse el atracón de dulces del siglo. Nunca había pasado tanta vergüenza.
-¡Eh, Marga! –escuchó gritar a Aidan al ir a cruzar la calle. Haciendo de tripas corazón, volvió a girarse.
-¿Si?
-Dime, si no estás ocupada mañana, ¿podríamos salir a tomar un café y hablar un poco?
-¿Y a tu chica no le importará? –preguntó Marga con un rayo de esperanza.
-Dudo que le importe, porque es mi prima y se va esta noche –respondió Aidan con una risa. Marga soltó el aire que había estado conteniendo-. ¿Sabes? Creo que quizás me equivoqué contigo. Casi había esperado que hicieras como en esos estúpidos libros de autoayuda y me buscaras por toda la ciudad con tus mejores galas para hacerme ver que estás genial, pero ya veo que has seguido siendo tú misma a pesar de todo. Eso me gusta.
Marga le evaluó con escepticismo durante un rato, incrédula. Finalmente dijo:
-¿Mañana dices? Creo que podré hacerte un hueco a las diez.
Aidan le respondió con una sonrisa.
-Perfecto. Te esperaré mañana donde siempre.
-De acuerdo. Ahora tengo que irme. Me queda mucho por hacer y poco tiempo hasta que mis amigas vengan. ¡Hasta mañana! –dijo alegremente antes de meterse en su portal. Una vez fuera de su vista, soltó un pequeño grito de alegría. Al final, el reencuentro había sido perfecto a pesar de todo.

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3 comentarios:

  1. me alegra que te guste. La verdad es que con este me lucí XD

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  2. Muy bien escrito, y con un punto de simplicidad de esa que te saca una sonrisa ^^

    Un besitoo!

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