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sábado, 13 de agosto de 2011

Relato: La ventaja de comprar libros compulsivamente

 Hoy ha sido complicado para la maratón de escritura. Tantos días escribiendo me han pasado factura y las musas me han abandonado. A la falta de inspiración se le ha unido lo tarde que me he levantado hoy, empezando ya de por sí con retraso, y que el capítulo 8 de mi novela romántica es algo complicado, porque va a resultar un punto de inflexión importante en la historia. No obstante, al final, acabando a las cinco (dos horas más tarde de lo habitual) he acabado haciendo mucho más de lo exigido:  el capítulo 8, que ha ocupado 6 páginas justas, y un microrrelato de 19 líneas, que es el que compartiré a continuación.
De todas formas, la prueba de fuego vendrá mañana, que tengo que salir de casa a las 4 de la tarde para estar en el ikea a las 16.30 y claro, cuando llegue a casa a las 11 y pico de la noche no me voy a poner a escribir... Así que tendré que madrugar un poco si quiero acabar la última jornada con éxito (que también sería mala leche, acabar todas menos la última...).

La ventaja de comprar libros compulsivamente

La compradora compulsiva de ropa va tranquilamente andando por la callejuela para atajar y llegar antes a la tienda. Cargada de bolsas y con unos estrafalarios tacones de aguja, es presa fácil para el atracador, que le exige la cartera. Ella, medio histérica le pega con su bolsa, pero le hace poco daño y él, cabreado, además de quitarle el bolso y las bolsas cargadas de ropa nueva, le roba los zapatos, que son de los caros.
Las compradoras compulsivas son muy lucrativas, piensa mientras localiza a una nueva presa, cargada de bolsas. Esta no va con tacones, sino con zapatillas, y hay algo en su aspecto que le hace dudar, pero acaba venciendo su reticencia y se planta delante de ella, exigiéndole todo lo que lleva encima. También le pega con la bolsa… y le tira al suelo del golpe. Aturdido desde el suelo, observa cómo ella abre la bolsa con que le ha pegado y saca un libro cuya pasta ha quedado ligeramente deformada, tras lo cual le mira con cara de odio y empieza a darle patadas.
-¡Desgraciado! ¡Era una edición descatalogada en perfecto estado y tu cara me la ha destrozado! ¡Te vas a enterar de lo que es bueno, ladrón de pacotilla!
Un rato después, cuando ella se aleja ya cansada de darle patadas, el ladrón se promete a sí mismo comprobar el contenido de las bolsas antes de atracar a su presa. Las compradoras compulsivas serán muy lucrativas, pero las que compran libros son una excepción.
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3 comentarios:

  1. Alguna ventaja teníamos que tener las compradoras compulsivas de libros!
    Muy buen texto!
    Un besito

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  2. Jajaja, es lo que no entienden en mi casa, por qué no me da miedo salir a cualquier hora con una cartera grande :-P

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  3. XD a mí no me da miedo cuando voy con los bolsones

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