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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

lunes, 26 de marzo de 2012

Relato: Clases amenas

 Este es el proyecto de este mes de Adictos a la escritura. Me daban una frase y tenía que hacer un relato a partir de ella. Esta era la mía: "Miró atenta la expresión en su rostro tratando de adivinar qué pasaba por su cabeza, se le notaba resignado: esta vez sintió que lo perdía".


Clases amenas
Miró atenta la expresión en su rostro tratando de adivinar qué pasaba por su cabeza, se le notaba resignado: esta vez sintió que lo perdía.
¡Maldita sea!, exclamó para sí. Ya no sabía qué hacer para llamar la atención del joven conde, al que daba clase por mandato de su padre, el viudo duque de Nortwest. Elisa, que desde que había empezado su carrera como institutriz se vanagloriaba de que siempre había logrado que sus alumnos aprendían cuanto les enseñaba, comenzaba a pensar que el muchacho era un caso perdido.
No era de extrañar, siendo conde tan joven. Eso debería estar prohibido, pero al morir su abuelo materno y pasar el título sólo a los varones, el maldito niño había heredado el condado con tan sólo siete años. No es que tuviera un poder real, ya se encargaba su padre de administrar sus bienes y de ponerle en cintura, pero el título nobiliario se había subido a la cabeza del muchacho y había decidido que no tenía necesidad de aprender nada, ya que tenía su vida resuelta.
Desde que había emprendido la titánica tarea de meter conocimientos en esa cabezota, había aprendido dos cosas: que si el niño se quejaba tenía que amenazar con hablar con su padre y que si quería que aprendiera algo tenía que hacer las clases amenas. A la larga, había podido dejar las amenazas a un lado, pero el problema es que había hecho tan amenas las clases durante tanto tiempo que el niño se había acostumbrado y volvía a ser difícil hacer que atendiera, especialmente cuando ya llevaban un rato dando la lección. En cuanto pasaban veinte minutos, la atención del niño empezaba a decaer, la miraba con resignación y empezaba a ignorarla. Si se le ocurría una idea divertida para despertar de nuevo su entusiasmo, podía pasar otro rato enseñándole hasta que el niño volvía a aburrirse y el círculo se repetía.
Ese día no estaba por la labor. De hecho, consideraba que sus intentos por llamar la atención del muchacho para que atendiera sus explicaciones empezaban a ser excesivos. Sólo había que ver cómo había tenido que ataviarse para esa clase sobre la historia reciente de los Estados Unidos -con un tocado de plumas y la cara pintarrajeada– y lo ridícula que se había sentido interpretando la danza de la lluvia cuando su estúpida indumentaria había dejado de fascinar al chico.
Supo en el momento exacto en que lo había perdido: su cara de resignación y aburrimiento era un cuadro y la miraba sin ver, con la mente perdida en quién sabe qué mundos. Se preguntó qué más podía hacer ahora para que volviera a atender, porque sin duda sacar el tambor y enseñarle a hacer señales de humo estaba fuera de sus posibilidades.
Finalmente, decidió que lo mejor era continuar la clase en el jardín y rezar para que el chico no se distrajera con el vuelo de la primera avispa que pasara por delante suya. Para su desgracia, no sólo olvido quitarse el tocado y la pintura de la cara, sino que para colmo se cruzó con el señor de la casa cuando iban a traspasar el umbral.
El duque de Northwest era el hombre más imponente que había visto nunca y cuando estaba frente a él sólo podía encogerse y esperar que pasara el trago. Por suerte, por lo general no le veía nada más que una vez a la semana, cuando la hacía acudir al despacho para que le informara sobre los progresos de su hijo.
-Señorita Middletown. ¿Puedo preguntar qué hace vestida así? -inquirió él alzando una ceja, con un rastro de humor en sus ojos.
-Intento que su hijo me atienda, milord -le replicó, con más valor del que había esperado reunir nunca en presencia del duque.
-Comprendo... ¿y acaso lo consigue?
-Durante un rato.
Él se la quedó mirando intensamente, como siempre, y luego se marchó sin decir palabra a su despacho. En cuanto cerró la puerta del mismo, soltó una carcajada y se reclinó en su sillón. Cuando esa institutriz había aparecido en la entrevista había tenido dudas al contratarla, pero algo en ella le atrajo irremediablemente. Se alegraba de ver que esa intuición que le había llevado a contratarla se debía a sus cualidades como maestra y no sólo a esos dulces labios que se moría por besar.


 

jueves, 22 de marzo de 2012

Amor platónico, un relato

Ella era su amor platónico desde la infancia, pero apenas se conocían y solo se saludaban con cortesía cuando se veían, así que nunca se atrevía a decirle nada.
Él era su amor platónico desde la infancia, pero era tan tímida que nunca se había atrevido a decirle nada más que un saludo cuando se veían.
De nuevo se cruzaron y se saludaron amablemente, tras lo cual siguieron su camino.
-Ojalá me amaras –dijeron a la par, cuando ya se habían perdido de vista el uno al otro.
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lunes, 19 de marzo de 2012

Recopilatorio y contacto

Ya salió el recopilatorio de Adictos a la escritura: sensaciones. ¿A que mola la portada? La hice yo... También podéis encontrar, junto con muchos otros relatos, el mío, Cubo de Rubik.
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Aprovecho la entrada para hacer un recopilatorio de dónde podéis encontrarme...
Ya sabéis que siempre estoy en escriboleeIncursores de la nocheCrónicas del Criper (aunque menos), escriboleeoviajera interdimensional. Todos los blogs tienen sus respectivas páginas en facebook y en networked blogs, por si no tenéis perfil para seguirlos en blogger.
También podéis encontrarme en fernandezdeborah13@gmail.com
Tengo un perfil de facebook que visito varias veces al día. Mientras no invadas mi muro con spam (todo el que lo hace está en mi lista negra), estaré encantada de añadir a todo el que me mande solicitud ^^.
Y poseo un Perfil de twitter que procuro visitar al menos una (aun no me acostumbré a esta red). Podéis buscarme como @deborahfmu.
También estoy (pero como si no estuviera) en Google + y Tuenti.
Además, puedes encontrarme en Scribd y Literatura nova.
En principio creo que eso es todo... 

jueves, 8 de marzo de 2012

Relato: Ósculo

 Este es el relato de la consigna de marzo: ósculo.

Ósculo

La cena fue estupenda, yo creí que habíamos conectado. Pero cuando nos despedimos fue muy raro. Yo preparándome para el beso más intenso y maravilloso del mundo y él me mira como si estuviera loca y se limita a darme un ósculo rapidísimo antes de salir por piernas. ¡No le gusto! No ha llamado, aunque sólo han pasado un par de horas. Pero no, no va a llamar. ¡No volveré a saber de él!, pensó Miriam, dando vueltas por la habitación. Llevaba esperando ese día semanas, y ahora que había pasado sólo podía sentirse deprimida y preguntarse qué había hecho mal. Justo cuando empezaban a dolerle los pies de dar vueltas sin haberse quitado aun los tacones, con los que se sentía siempre mejor, sonó el timbre.
***
Javi esperó pacientemente a que Miriam abriera. Se sentía como un idiota, porque le gustaba tanto que, a la hora de despedirse, se había amedrentado y había acabado besándola en la mejilla, temeroso de su rechazo.
-¿Qué diablos hago aquí? Seguro que se cree que soy un chalado… -dijo para sí, dándose la vuelta para bajar las escaleras. Justo en ese momento se abrió la puerta y la vio, aun vestida con su despampanante vestido y sus preciosos tacones. Volvió a sentir que el valor se le escapaba cuando ella se quedó mirándole en silencio, sin decir nada. 
***
Miriam no sabía qué hacer, ni entendía bien por qué se había plantado él en su casa, a esas horas, después de una despedida tan increíblemente mala.
-¿Qué haces aquí? –preguntó por fin.
-Olvidé algo –tartamudeó él, mirándola a los ojos. Por fin, encontró las fuerzas suficientes para acercarse a ella y hacer lo que llevaba deseando toda la noche, atreviéndose a confiar en que Miriam sintiera lo mismo y le devolviera el beso. Cuando sintió que ella lo hizo, apasionada y amoldándose a la perfección a su abrazo, su felicidad fue tal que supo que adoraría a esa chica durante el resto de sus días.

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