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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

domingo, 31 de enero de 2016

Relato: Cuchipanda

El otro día, mientras navegaba por revistas de marketing, me topé con que Proximity había creado La tienda de palabras olvidadas, una iniciativa que pretende difundir palabras con poco uso pues, según los expertos, solo usamos unas 2000 palabras de las casi 94000 que tiene nuestra lengua.
La idea es "comprar" dichas palabras (cada una con un diseño especial), no con dinero sino compartiéndolas en redes sociales. Pero yo he decidido ir más allá. Tras echar un vistazo a las palabras (la mayoría de las cuales yo sí uso, por cierto, aunque alguna que otra no la conocía) me he dado cuenta de que me complicaría un montón la existencia hacer un relato corto con cada una de ellas. Y contribuiría a que una iniciativa genial tuviera visibilidad ^^.
No significa esto que vaya a dejar la iniciativa "Vuestras consignas, mi relato" (la última quedó bien, ¿a que sí?), pero iré alternando. ¿Qué pensáis, os gusta mi nuevo proyecto?

La primera palabra elegida es cuchipanda.  Significado: Comida que toman juntas y regocijadamente varias personas. / Reunión de varias personas para divertirse comiendo y bebiendo, normalmente sin moderación.

Cuchipanda

Hacía treinta años que Manolita no montaba una buena cuchipanda, como en los viejos tiempos, así que decidió volver a reunir a la panda, de la que tenía tan buenos recuerdos, con la excusa de la jubilación de su Alfredo.
No obstante, desde el primer momento las cosas se le torcieron: el teléfono del Lolo estaba fuera de servicio y tuvo que remover cielo y tierra para encontrarle, solo para descubrir que una enfermedad degenerativa le había dejado postrado en la cama, sin posibilidad de moverse. Lo de él lo entendía, pero el Piti estaba recuperándose de la operación de caderas y, aunque ya casi estaba bien, no tenía ánimos para fiestas. La Almu tenía que cuidar de su nieta y tanto la Mariche como la Pepa le dijeron que tenían estrictamente prohibido por sus médicos tomar aunque fuera una gotita de alcohol, por no hablar de que sus estómagos delicados les impedían cualquier exceso. Ninguno de ellos, por más que insistió, accedió a unirse a su fiesta.
Manolita, al borde del llanto, comunicó a su marido que la cuchipanda se suspendía y volvió a sus tareas deprimida y sin pizca de ilusión. Pero Alfredo no soportaba verla así y, además, él también tenía ganas de juerga. ¡Que sus amigos de la juventud no estuvieran para fiestas no significaba que ellos dos no pudieran tener una! Así pues, cogió la agenda y comenzó a hacer llamadas.
Una semana después, Manolita subió a casa con paso cansino, desganada, y abrió la puerta dispuesta a pasar otro rutinario día más. Nada más dejar las bolsas de la compra en la cocina, se dirigió al salón solo para casi acabar con un pie en la tumba con el enorme grito de "Sorpresa" que resonó en la estancia. Alfredo, sonriente, se acercó y le pasó una copita de champán mientras sus amigas del bingo, los colegas del bar de su marido y muchas de las personas con las que compartían su día a día se acercaban a felicitarla por esa fiesta tan estupenda.
-Hacía treinta años que no veíamos a esos amargados, que ya eran viejos antes de serlo realmente -le dijo Alfredo al oído, con una palmadita en el trasero que hizo a Manolita soltar una risita-. ¿Para qué intentar recuperar los viejos tiempos, teniendo a tantas personas a nuestro alrededor que comparten nuestras ganas de divertirnos?
Manolita sonrió y se unió a la fiesta, contenta. Echó un vistazo a su alrededor: muchos no podían con sus huesos, pero movían sus bastones al ritmo de la música ochentera. Alguno incluso había llevado a sus nietos o bisnietos a la reunión y les vigilaba sin dejar de prestar atención a las anécdotas de los demás. En la mesa, lo que predominaba era el licor sin alcohol y la comida sana, con alguna que otra dieta especial para los diabéticos y los alérgicos, pero eso no era impedimento para que todos llenaran sus estómagos con fruición. En definitiva, su marido había montado una buena cuchipanda y Manolita se dio cuenta de que no necesitaba recuperar a sus amigos de la juventud para sentirse joven: era algo que se llevaba por dentro y solo tenía que rodearse de la gente adecuada para divertirse.

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2 comentarios:

  1. Hola!!
    Que bonito y tierno relato, me gustó mucho!!
    No tenia idea de esta palabra, es que los españoles usan mas palabras que nosotros y lamentablemente cada vez usamos menos, parece que la cultura y la educación decidió jubilarse, ni modo. Muy buen proyecto!! Besos.

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    Respuestas
    1. En este caso, yo tampoco la conocía. Es una palabra muy rara, seguro que no se usa casi en ningún sitio.

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