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martes, 1 de marzo de 2016

Acabar con todo, un relato de fantasía

Esto es lo que ha salido del último Vuestras consignas, mi relato. ¡Gracias a María Coll (Cazadores de libros) y a Judith (Zona excéntrica) por sus palabras! Esta vez eran alas, luna y diccionario.

Acabar con todo

Abrió las alas y dejó que la luna le acariciara una última vez. Aunque no recordaba nada, le habían dicho que era un ángel y él, tras buscar el significado de esa palabra en el diccionario, había aceptado su condición con agrado. Pero sus esfuerzos por ayudar a los demás no se agradecían y, para colmo, los que le buscaban para hacerle pruebas y examinarle le obligaban a huir cada vez que veía posibilidades de tener una vida normal.
Así que había decidido acabar con todo, porque nada ya tenía sentido, y saltó al vacío con la intención de no abrir sus alas, pero las muy traidoras no le obedecieron: en el último momento empezaron a moverse para frenar su caída y, cuando el suelo estaba ya tan cerca que pensó que iba a conseguirlo, comenzó a ascender.
Frustrado, notó que no podía dejar de moverlas pero sí elegir dónde le llevaban, así que se dirigió hacia el mar, con la intención de volar en círculos hasta que sus alas se quedaran sin fuerza y ya no pudieran evitar su caída. Pero, por más horas que estuvo en el aire, no logró cansarse lo suficiente, por lo que finalmente se dio por vencido y continuó hasta alcanzar tierra firme. Había más formas de morir, sin embargo, así que no se rindió e intentó suicidarse de todas las maneras que pudo concebir, siempre sin éxito.
Después de varios días en esa situación, recordó que el antónimo de ángel era demonio y supo que la única forma de acabar con su existencia era a manos de uno, pero no tenía ni idea de por dónde empezar a buscarlo. Esta tarea le llevó muchos años, pero al fin localizó a una súcubo y se puso en contacto con ella. Para su alivio, aceptó encantada acabar con su vida, así que acudió al punto de encuentro con la certeza de que iba a morir al fin.
Cuando la miró a los ojos, sin embargo, perdió todas las ganas de acabar su existencia. Algo cambió también en ella: soltó el arma que había preparado con mimo para acabar con su adversario ancestral en un intento por volver a dar sentido a su vida y se dirigió hacia él, embobada.  Desde que los labios de ambos se juntaron, supieron que una nueva era había comenzado. El mundo ya no necesitaba ángeles o demonios, pero ahora que se habían encontrado el uno a la otra, eso tampoco les importaba ya.

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