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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

domingo, 15 de mayo de 2016

Relato: Amanecer

¡Hola a todos! Ya sé que, por lo general, no publico entradas en domingo, pero he estado tan ocupada con el lanzamiento de 126 trocitos que ayer no me dio tiempo. ¡Y esta semana todavía no he publicado ningún relato! Como ya dije, quiero cumplir eso de un relato por semana, así que hoy tocaba saltarse la costumbre para no saltarse la costumbre ^^.
El relato de hoy viene del último Vuestras consignas, mi relato. Recibí un montón de palabras: sencillo, maravilla, impredecible (Babel), despertador, cementerio (Judith), tren y desencanto (José Viruete). Como son sencillamente demasiadas para hacer un micro, haré como siempre y montaré dos relatos. El primero tendrá las palabras sencillo, maravilla, despertador y tren. El segundo tendrá las palabras impredecible, cementerio y desencanto. Así que vamos con el primero:

Amanecer

Sonó el pequeño despertador portátil y me estiré en la medida de lo posible con una mueca de dolor. Cuando planeaba ese viaje, pensaba que dormir en una litera de un tren en marcha sería divertido, pero después de dos noches podía decir que era lo peor de esa aventura. Tenía mucho sueño, pero volver a la incómoda cama no me ayudaría a sentirme más descansada y, desde luego, hacerlo implicaría perderme el precioso amanecer, así que me vestí en silencio y me encaminé al restaurante, desde donde podría disfrutar del paisaje y de un sencillo desayuno sin las protestas de mis compañeras de viaje porque la luz no les dejaba dormir.
Llegué al vagón justo cuando estaban abriendo y un camarero con cara de sueño me sirvió lo que pedí. Satisfecha, me acurruqué en la mesa frente al ventanal con mi chocolate caliente y me dispuse a disfrutar del juego de luces del alba.
—Qué maravilla —dijo una voz, a mi espalda. Me giré para encontrarme con un hombre de mi edad. Su rostro no tendría nada de especial, salvo por unos espectaculares ojos verdes y una preciosa sonrisa—. ¿Puedo sentarme?
Asentí con la cabeza, porque no quería ser descortés, aunque no me hacía mucha gracia la idea. No me gustaba conversar mientras desayunaba, y menos cuando había un espectáculo tan sublime reclamando mi atención. Sin embargo, él se limitó a acomodarse en la silla de enfrente con su café y a compartir en silencio conmigo ese maravilloso momento. Solo cuando el sol estaba ya algo alto y el vagón restaurante comenzó a llenarse de gente volvió a hablar conmigo y descubrí que, entre muchas otras cosas, que su viaje era similar al mío. Desde entonces, continuamos la aventura juntos. Una aventura que hoy, diez años después, todavía no ha terminado.
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1 comentario:

  1. Te quedó una preciosa historia, muy tierna y a la vez sencilla, muy buena.
    Besos.

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