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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

jueves, 15 de junio de 2017

La declaración, un relato breve romántico + Enemigos o algo más en kindle

Lo primero, compartir con vosotros la primera reseña de Enemigos o algo más en La puerta de los libros infinitos.
Hablando de Enemigos o algo más, ¡ya tenéis disponible la versión digital! Podéis haceros con ella aquí:
Y ahora el relato corto: lo he hecho para el concurso Relatos al viento de Zenda e Iberdrola. El único requisito, aparte de la extensión, era que contuviera la palabra Viento. ¡Espero que os guste!

La declaración

Mi declaración se la llevó el viento. Literalmente: una ráfaga me la arrebató de las manos y no pude sino verla revolotear, fuera de mi alcance, hasta que desapareció. Me sentí hundida: había trabajado durante días para dar forma a las palabras, para que fuera hermosa, ingeniosa, divertida y conmovedora. Era la declaración perfecta... y la única copia me había sido arrebatada por ese aire infernal apenas unos minutos antes de llegar al restaurante en el que la leería en voz alta.
Consideré por un momento anularlo todo, pero ya estaba en marcha y sabía que era el día propicio, así que hice de tripas corazón y entré en el local, donde ya esperaba mi chica, con un aire de expectación difícil de ignorar. Eso hizo que me pusiera aún más nerviosa y que se instalara una tensión creciente. Tanto fue así que ella comenzó a mostrarse preocupada, de modo que decidí cortar por lo sano e intentar decirle de memoria todo lo que había escrito tan minuciosamente. Por desgracia, mi memoria no es muy buena y convertí la perfecta declaración en un perfecto desastre de palabras enmarañadas que la hicieron reír a carcajadas. Luego, cuando se calmó, me hizo levantar la vista y, con una mirada pícara, me dijo:
—Tú solo dilo, sin pensar.
Entonces le abrí mi corazón y le expliqué, con torpeza, lo mucho que la quería y el honor que me haría al convertirse en mi esposa. Su «sí» me hizo sentir la mujer más afortunada del mundo y lo celebramos hasta bien entrada la noche.
Cuando salimos, el viento travieso estampó un papel contra mi cara. Desconcertada, observé la declaración perdida unos instantes antes de hacer un avión de papel con ella y dejarla ir para siempre. Respondí a la mirada interrogante de mi futura esposa con un encogimiento de hombros: de poco me servía ya; además, mis palabras torpes, pero sinceras, habían llegado a su corazón mejor que mil declaraciones espectaculares.

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