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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

jueves, 3 de agosto de 2017

Relato breve: El bravucón

Un nuevo relato corto con el reto de escritura creativa palabras olvidadas. Me aburro si lo hago solo con una, así que he intentado meter todas las posibles en un único relato. Al final cogí bravucón (Esforzado o valiente solo en la apariencia), Apremio (Acción y efecto de apremiar (dar prisa, compeler a alguien a que haga algo con prontitud)), Anonadado (Que manifiesta estar abrumado o muy desconcertado), Dantesco (Dicho especialmente de una escena, una imagen o una situación: Que causa espanto) y Deleznable (Despreciable, de poco valor).
palabras olvidadas bravucón, apremio, anonadado, dantesco, deleznable
Palabras diseñadas por @brunospagnuolo, @rodrigo, @arigola, @jmherrera y @JordiIglesias

 El bravucón

Tomás era un bravucón que se pegaba la gran vida como matón de una taberna. Los tirillas que la frecuentaban no se atrevían ni a toserle, así que no había problema para controlarles: bastaba con su fama y una mirada de irritación para bajarle los humos a cualquier parroquiano que se pusiera un poco gallito.
Tenía, además, un truco muy eficaz para mantener su estatus intacto: siempre madrugaba, bajaba varios kilómetros hacia una pequeña loma desde la que se veía el camino por el que todos los viajeros llegaban al pueblo y, cuando veía que se acercaba un tipo duro, corría de vuelta a la taberna para avisar al dueño de que ese día no iba a trabajar.
Por supuesto, el truco no podía ser infalible y tarde o temprano tenía que fallar. Un día, uno de los tipos duros a los que evitaba elegantemente se volvió tan violento que el dueño de la taberna mandó llamar a Tomás aun cuando fuera su día libre. La camarera que había ido a buscarle estaba tan nerviosa que simplemente le dijo con apremio "Ven conmigo, te necesito" antes de tirar de él para que la siguiera. 
Tomás, anodadado por la interrupción de su noche de borrachera, dedujo que por fin, tras años de insinuaciones, le llevaba a su casa para que tuvieran una noche loca y, cuando quiso darse cuenta de su error, ya estaban a las puertas de la taberna. Al abrirlas, se tuvo que enfrentar a un espectáculo dantesco: varios hombres yacían en el suelo con las extremidades en ángulos extraños y uno colgaba de la lámpara del techo mientras el hombre de cuyo enfrentamiento había huido permanecía en el centro de la estancia, con el ansia de sangre insatisfecha. Por supuesto, nada más ver a Tomás, la atención del matón se centró en él y los ojos del violento brillaron por el anticipo. 
Fue el momento cumbre de la carrera de Tomás: todos le miraron esperanzados y él, en un acto deleznable, empujó a la camarera contra su adversario para despistarle y salió por patas.
Nunca llegó a saber lo que pasó en la taberna después de su marcha, pues corrió hasta su casa, hizo su macuto y se marchó del pueblo. No paró su huida en varios días y, cuando ya estuvo a suficientes kilómetros de distancia, entró en la primera taberna que encontró. Al ver que no tenían matón particular, se puso a fanfarronear. Era lo que mejor se le daba, seguro que le contrataban como matón.

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