sábado, 27 de diciembre de 2008

Encuentros (parte 1)

Domingo por la mañana. Vestíbulo del centro comercial

Estrella

Era principio de mes y, como acostumbraba, se iba a aprovisionar de libros con el dinero de la paga que le daban sus padres. ¿Qué mejor sitio que un centro comercial para ello? Así que allí estaba, mirando el cartel informativo para ver a qué planta tenía que dirigirse, porque era la primera vez que visitaba el centro comercial, inaugurado, no obstante, hacía varios meses.

En el momento que se giró para ir a las escaleras, le vio. Ese idiota del primo de su mejor amiga, Roberto.

No tenía nada de ganas de hablar con él, así que pensó “Haré que no le he visto”

Roberto

Ese día prometía ser un auténtico aburrimiento. Tenía que comprarle un regalo a su prima y, como no, no tenía ni idea de qué comprarle. Aunque se llevaban bien, no salían con la misma gente, ni tenían los mismos gustos en nada.

Mirando el cartel, mientras hacía tiempo hasta que se le ocurría algo, la vio. La friki de la amiga de su prima Sara, Estrella.

No le gustaba demasiado y nunca había intercambiado con ella más de tres frases seguidas, así que pensó “Fingiré que no la he visto”

Sección de música del centro comercial

Estrella

Ya que estaba allí, iba a comprarse un disco. Había sido una decisión espontánea, algo poco propio de ella, que acostumbraba a planificar hasta el más mínimo detalle cuando se trataba de administrar su paga, ya de por sí escasa. No obstante, guardaba un pequeño fondo para ese tipo de caprichos sin planificar, y ahora iba a aprovecharlo para comprarse el CD nuevo de su grupo favorito. Ese día había decidido que, por un mes, no se lo iba a gastar todo en libros.

Una vez localizado el disco que quería, se encaminó hacia las escaleras para subir a la cuarta y última planta que, cómo no, era la de los libros. Y allí estaba él otra vez. Lo cierto era que ya tenía bastante con tener que tratar con él y su aire de superioridad las escasas ocasiones en que su amiga Sara se paraba a hablar con él, así que, por segunda vez, fingió no haberle visto.

Roberto

Ya que tenía que pasar por el calvario de encontrar un regalo decente para su prima, había decidido que lo mejor era darse un capricho antes. Se fue directo a buscar el CD nuevo de su grupo favorito y se encontró con que la extraña mujercilla que se decía amiga de su prima estaba con el mismo CD que él quería en la mano. “Quizá no tenga tan mal gusto como creía” se dijo a sí mismo mientras, fingiendo mirar otro estante, esperaba a que ella se decidiera, ya que si se acercaba no tendría más remedio que hablar con ella.

Por fin se dio la vuelta hacia las escaleras disco en mano, y le lanzó una mirada rápida. “Me ha visto, vaya, ahora tendré que hablar con ella”, pensó. Pero ella pasó de largo sin decirle ni un solo hola. “Si es que esa chica está siempre en las nubes, hay que ver, no darse cuenta de que estoy aquí… ¿O sí se ha dado cuenta?” Pero eso era imposible, porque era raro que las chicas le ignoraran de una forma tan descarada, a menos, claro, que fuera una de esas ridículas estrategias para ligar, y no solían durar mucho. “¿Por qué estoy dando vueltas a esto? Me haya visto o no, es una suerte que no me haya hablado” Pensaba esto, pero lo cierto es que se había quedado algo mosqueado con el no-saludo de Estrella.

Sección de librería del centro comercial

Estrella

Cargada de libros, tanto que apenas podía ver por donde pasaba, calculó que aun así le quedaba la mitad del presupuesto, porque, por suerte, sus padres le habían dado una paga extra por sus buenas notas. Así que decidió ir a su sección favorita: la de literatura fantástica y de ciencia ficción.

Aunque lo cierto era que leía de todo, su pasión por este tipo de libros la había dado la fama de “friki”, lo que a su vez había ocasionado una escasez en su lista de amigos. Por suerte, hacía dos años había encontrado a Sara, que compartía sus extraños gustos literarios pero era algo más abierta con los demás. Desde entonces, se había integrado a la perfección en su grupo de amigos. “Va a ser su cumpleaños dentro de poco, tengo que comprar mi parte del regalo”, recordó de repente. Sus amigos y ella habían planeado comprarle cada uno un libro de una saga que quería, y todos lo tenían ya comprado menos ella, que nunca tenía dinero a no ser que fuera a principios de mes. Por suerte, localizó el regalo de su amiga en seguida “Menos mal que no está agotado, como la última vez…” Lo cierto era que no quería ni recordarlo. Se había recorrido todas las tiendas en un radio de 25 kilómetros a pie, para al final encontrarlo en la última tienda visitada. Aunque andaba rápido, le había llevado casi un día entero encontrarlo, porque encima se perdió.

Dejando el montón de libros que ya iba a comprar a un lado, se puso a mirar con detalle todas las novedades que habían salido. Y en un momento dado, le volvió a ver. “¿Este bobo en la sección de librería? Cualquiera lo diría…¡Y yo que pensaba que lo máximo que alcanza a leer son los carteles publicitarios, y porque tienen poco texto!” Volvió a ignorar su existencia, aunque la había visto, y siguió con las novedades. Cuando acabó con ellas, se acuclilló y miró todos los libros del estante de abajo, perdiendo la noción del tiempo.

Roberto

Desesperación. No había otra palabra que definiera mejor lo que sentía en esos momentos. Había recorrido las secciones de DVD, música, ordenadores… sin éxito. Ya llevaba tres llamadas a su tía para ver si tenía algo interesante, y la respuesta siempre había sido “Sí que lo tiene”. Finalmente, había decidido probar con la sección de librería. Su prima leía mucho, aunque no tanto como la loca de su amiga. Esa llevaba un libro hasta para ir a la piscina., la muy cutre.

Antes de irse a la sección de frikis, tomó la decisión de pasarse por las que le gustaban a él. Filosofía, narrativa, en otros idiomas… Al contrario de lo que se solía pensar debido a su imagen de chico popular, él también era un ávido lector (de cosas normales, eso sí), y lo cierto era que sacaba unas notas muy buenas. Pero no iba por ahí pregonando sus méritos como Estrella. De alguna forma, ella se las ingeniaba para que todo el mundo supiera que era la niña modelo. Insufrible.

Fue con esa última palabra pensada cuando volvió a verla. Esta vez no se extrañó ¿Dónde, si no, iba a estar la intelectual? Esta vez, ella levantó la cabeza y cruzaron una mirada. Esta vez sí que era imposible que no le hubiera visto. Pero, por tercera vez en ese mismo día (ahora estaba seguro de que así era), le volvió a ignorar. Ni una sonrisa, ni un gesto, ni un saludo, simplemente cogió otro libro y se puso a leer la contraportada. “¿Pero qué le pasa a esa chica? ¿Es que pretende fingir que no me ha visto? ¿Quién se cree que es para ignorarme así? Pero, por otro lado ¿Por qué me importa tanto?” Pensaba malhumorado, mientras buscaba algún libro que le animase.

Luego llegó el momento fatídico. Lo había demorado un montón, pero ya no tenía excusa. No le quedaba nada más que una sección. Y allí se fue. Por suerte, se había ido ya esa maleducada. O al menos eso pensaba, hasta que la vio al otro lado del expositor de novedades, tirada en el suelo y mirando la contraportada de otro libro, con una enorme pila de libros a su lado coronada por el CD de su grupo favorito.

Ella le había ignorado, y él hizo lo mismo. Hasta que la desesperación pudo con él. No sabía qué comprarle a su prima… y ella era su mejor amiga. Era su oportunidad de averiguar qué comprarle… aunque para ello tuviera que soportar un rato de charla con esa chica insoportable.

Estrella

Tan ensimismada estaba con la lectura del argumento del libro que tenía en mano que cuando alguien la tocó el hombro para llamar si atención pegó un gran bote y se dio con la cabeza contra la estantería en que estaba apoyada. El que es torpe es torpe, qué se le va a hacer. Levantó la cabeza para ver quién era el causante y se encontró cara a cara con los ojazos azules del primo de su amiga. “¡Maldición! ¿Es que este chico no capta las indirectas? ¿Qué debo hacer para que se de cuenta de que no quiero hablar con él? ¿pegarme un cartel en la frente?” Resignada, preguntó

-¿Sí?

-Eres amiga de mi prima –dijo él tan tranquilo. “Comprobado, es tonto”

-Sí –respondió, sin saber qué más decir.

-¿Sabes que va a ser su cumpleaños? –volvió a decir. “¿Quiere ir a parar a algún sitio o solo quiere hablar por hablar?”

-Sí –volvió a responder. En otra situación, le habría respondido con algún sarcasmo, pero es que estaba totalmente desconcertada. Y lo cierto era que el chico imponía. Le gustaba, por lo menos en el ámbito físico, y su cercanía le provocaba una revolución hormonal siempre, pero desde el primer momento había decidido que era un idiota y ella siempre tomaba sus decisiones y hacía sus amistades con racionalidad. Y su razón la decía que se alejara de él.

-¿Sabes ya qué comprarle? – preguntó Roberto indeciso. “¿A qué viene el interrogatorio”

-Sí –repitió “¿Qué hago para librarme de este pesado?”

-¡Estupendo! Me preguntaba si podrías ayudarme a buscarle un regalo adecuado –dijo con la que seguro era su sonrisa más encantadora. Seguro que con esa sonrisa conseguía que cualquier chica hiciera lo que él quería… Pero ella no era una chica cualquiera y encima se había dado un golpe en la cabeza por su culpa. No estaba por la labor.

-¿Qué te ayude? Estás que sí, majo- a Roberto le cambió la cara. “Jajaja, apuesto a que no esperaba esta respuesta”


(demasiado largo para una sola entrada: continuará...)

domingo, 21 de diciembre de 2008

los magos para libros

Cuando me dio el venazo por la escultura, hice también unos magos muy monos para sujetar los libros, aprovechando que necesitaba unos urgentemente para que mis preciados libros no se deformasen en mis nuevas estanterías, más grandes que las anteriores. Ahora, más que sujetar adornan porque las estanterías se han vuelto a llenar con sorprendente rapidez y empiezo a verme de nuevo con problemas de espacio.

viernes, 5 de diciembre de 2008

La vida en unos pocos objetos

Respondiendo al reto que me mandó http://victorgreenblog.blogspot.com, aquí están mis objetos definitorios. Reglas: Los abajo nominados deberán sacar una foto de al menos CINCO útiles que definan su estilo o personalidad. Queda descartada la ropa interior, complementos demasiado evidentes ni materiales fungibles. Cada uno de los encadenados deberá encadenar a un mínimo de CINCO blogs y siempre hará referencia a el blog http://eleganciaperdida.blogspot.com/ como creador de este juego.
No se me ocurren cinco blogs para encadenar, así que cuando los sepa ya actualizaré la entrada.
Bien, estos son:
  1. Cómics: me chiflan los comics, especialmente los mangas, lo que se refleja mucho en mis dibujos. He elegido Rurouni Kenshin para la foto porque es mi preferido: los niños tienen héroes como superman o spiderman, el mío era Kenshin. Descubrí el anime cuando era un micajo y me reenganché hace poco. Por suerte, poco después salió la edición integral desde el principio.
  2. MP3: la música es mi pasión y mi vida, no hay tarea que pueda desempeñar sin música. ¿El estilo? Desde pop a música celta, pasando por indie, rock...
  3. Pelotita antiestrés: no hay mucho que añadir a eso, el nombre lo dice todo. Me estresa todo, hasta no hacer nada, y mi hermano, siempre tan atento, tuvo el detalle de regalarmela. La uso tanto que me sorprende que aun conserve el dibujo de la carita.
  4. Libros: son lo que más me define. Leo una media de 3 libros por semana, la mayoría de fantasy. Elegí El elfo oscuro porque es mi preferido: lo compré por impulso aunque era carísimo y no me llamó la atención, y puedo asegurar que mereció la pena. Memorias de Idhun o Eragon me introdujeron en el friki mundo del fantasy, pero El elfo oscuro (una trilogía que tiene 200 y muchos euros en secuelas que, por cierto, tengo todas) marcó un antes y un después. Si alguien quiere leer buena literatura, aunque no le guste el fantasy, sabrá apreciarlo.
  5. Pendientes: son mi complemento base: puedo ir hecha un desastre, pero nunca salgo sin ellos y nunca repito dentro del més. Si un día voy sin pendientes, me siento desnuda. Esos pendientes en concreto me encantan por una sencilla razón: los hago yo.
  6. Colgantes: los llevo sólo en verano, porque no tiene sentido ponermelos bajo 4 capas de ropa. El corazón con mis iniciales me lo hizo mi padre en bronce (yo hice el molde en cera) y le tengo cariño. El mago lo hago yo y es uno de los que más me pongo.
  7. La libreta: compañera infatigable de fatigas, va conmigo a TODAS PARTES. Muchos relatos y gran parte de mi libro han pasado por sus páginas, así como apuntes (si se me olvidabe el cuaderno). Me ayuda a matar el aburrimiento

viernes, 28 de noviembre de 2008

El crack del 29

Mi queridísima prometida:
Bien sé que tú mereces toda la riqueza que yo ya no puedo darte. Todos mis ahorros estaban invertidos, y no solo mis ahorros, sino mucho más, todo el dinero que había pedido prestado al banco y que pensaba devolver en cuanto hubiese logrado duplicar o incluso triplicar mi inversión. Porque realmente parecía que la inversión iba a ser rentable. Tenía la esperanza de poder enriquecerme rápidamente para así demostrar a tu padre que era digno de ti, para que al fin nos permitiera casarnos y para que me tuviera algo de respeto. Lo he perdido todo en un solo día. Aún no me explico cómo ha podido pasar, aunque debí haberlo previsto porque hace unos días estuvo a punto de pasar lo mismo. Pero esta vez nadie salió al rescate. Todos queríamos vender, pero nadie quería comprar. Y cundió el pánico. Tanto, que la policía tuvo que desalojar el edificio de la bolsa. Es la ruina, la mía y la de todos los demás, incluso la de muchos de eso ricos que solíamos observar soñando que así seríamos nosotros en unos años. Ahora no podré mirarte a la cara nunca más, y mucho menos a tu padre. Espero que encuentres a alguien digno de ti.

Adiós
John Loser, 24-Octubre-1929

Las aguas se estrellaban contra los muelles del Lower de Manhattan. Un hombre miraba con tristeza el atardecer pensando en los hombre que se habían tirado de los rascacielos sabiendo que su buena vida se había acabado y estaban en la ruina. De repente, vió un bulto en el agua.

Unas horas después de haber llamado a la policía, vió a una guapa joven de clase alta aparecer y hablar con uno de los policías. Llevaba un papel arrugado en la mano. Al parecer, era la novia del hombre. Del hombre muerto. Aún sentía escalofríos al pensar en el momento en que había descubierto que lo que flotaba en el agua era un hombre muerto. Se acercó un poco, y pudo oir el nombre:

-Loser. Se llamaba John Loser.- la muchacha quedó en silencio un momento, con la mirada perdida- aquí fue donde nos conocimos.

jueves, 27 de noviembre de 2008

dragones: mi pasión

Mi personaje mitológico preferido es el dragón, y eso se ve reflejado claramente en mis dibujos y esculturas (no en los relatos cortos, porque es complicado meter un dragón en tan poco espacio, aunque sí aparecen en mi saga de libros, Diltania, aun en proceso de creación) Según mis cálculos, el 25% de los dibujitos que hago en clase cuando me aburro son dragones. Eso dice mucho...

En cuanto a las esculturas, comencé a hacer colgantitos de fantasy para sacar algo de dinero (ya me extenderé con eso en otra ocasión) y un día se me pasó por la cabeza que podía hacer una escultura grande de un dragón. Todo sea dicho, no tengo ni idea de arte, dibujo y menos de escultura, pero se me metió entre ceja y ceja. El resultado de mi primer intento, hace 2 años o así, fue el siguiente:

Decepcionada por el resultado (lo sé, parece un híbrido entre dragón y burro, pero es bastante mono) dejé de hacer dragones de escultura y me pasé a hacer magos, hasta hace poco. La escultura es un buen método para matar el estrés, aunque sea chapucera, así que hace un par de semanas decidí probar otro intento. El resultado me gusta bastante, es muy mono, pero es que así me los imagino yo (muy monos, pero feroces)

viernes, 21 de noviembre de 2008

Misión contra los elfos oscuros

El país estaba plagado de orcos y goblins. Los magos habían muerto uno tras otro desde que empezó la guerra contra los elfos oscuros, que pretendían invadir el país con sus esclavos y beneficiarse del saqueo, y ahora habían decidido que, siendo inútil luchar contra un enemigo tan poderoso, no merecía la pena hacerlo, por lo que se habían atrincherado en su alta torre y no dejaban viva a ninguna criatura que se acercara. De los elfos no se sabía nada, aunque nunca se había sabido demasiado. Ellos se limitaban a esperar a que la situación la solucionaran los humanos, observando desde su bosque, sin dejar entrar a nadie en él. En cuanto a los enanos, bastante tenían ya con conservar sus extensas galerías subterráneas, y no podían prescindir de uno sólo de sus guerreros para enviarlo en su auxilio. No, los humanos estaban solos, como siempre, y, si conseguían la victoria, los magos y los elfos harían una intervención de última hora como siempre y en la historia quedaría reflejado que fue sólo gracias a su ayuda que humanos y enanos ganaron la guerra. Así, hasta que hubiera otra invasión, y todo volviera a ocurrir de nuevo, como se había repetido la situación durante siglos.

-¡Así se pudran todos ellos, elfos y magos, en sus bosques y en su torre! –dijo Cesem, gran héroe guerrero de los humanos, conocido por sus golpes de mal humor, su falta de inteligencia y sus alocadas acciones de guerra, así como su buena estrella a la hora de realizarlas. Lo que más molestaba a Cesem de esa guerra era que, tras incontables batallas y escaramuzas, no había conseguido matar, ni siquiera vislumbrar, a uno de esos malditos elfos oscuros. Pero todos sabían que debían estar ahí, porque era imposible que apestosos orcos y goblins inmundos se organizaran para el combate de forma tan eficaz.

-¡Paparruchas! Acudirán ahora como acudieron siempre llegado el momento –dijo uno de sus hombres, que había oído tantas historias sobre la perfección de los elfos de la luz que era incapaz de creer que permanecieran sin intervenir mucho más tiempo.

-¡Silencio! Como sigas diciendo eso, te mandaré de emisario a sus bosques para que te maten con sus flechas como a los demás. ¡A ver si antes de morir recuperas la sesera!

-¿Y qué hacer sino tener esperanza? –preguntó el hombre apesadumbrado.

-Dejar de tenerla y pensar en un plan efectivo, para variar –rugió Cesem, con la cara roja. Sus hombres bien sabían que era mejor hacer que se calmara, o destrozaría todo a su alrededor.

-¡Matemos a todos los malditos elfos oscuros que están detrás de esto y los orcos y goblins se matarán entre ellos! –dijo el semielfo Ofem, conocido por tener ideas más descabelladas que el propio Cesem.

-¿Y cómo sugieres que lo hagamos, semielfo? ¿Acaso te han crecido alas para atravesar sus líneas y matar a todos con tu invisibilidad?

-Esperan un grupo grande, no pequeño, y podremos colarnos fácilmente entre sus filas disfrazados. Luego, sólo tenemos que encontrarlos antes de que nos descubran.

-¡Bah! ¡Disparates y más disparates! Propón algo sensato, para variar –dijo otro de los hombres, conocido por su falta de apoyo a los planes descabellados de su jefe.

-¡Silencio! –le gritó Cesem –Semielfo, tú y yo nos entendemos bien. No sé cómo no se me ha ocurrido antes. ¡Por los dioses, que no moriré sin que mi espada cate la sangre de un maldito elfo oscuro! O, a falta de mi espada, lo hagan mis puños, mis flechas o mis pequeñas trampas.

Así se decidió todo. Ofem explicó su plan y Cesem lo dispuso todo. Casi todos sus hombres se ofrecieron voluntarios, pero sólo escogió a cinco de los mejores, aunque al semielfo lo dejó fuera, a pesar de sus protestas, porque según él era el único lo bastante alocado como para asumir el mando en su ausencia y mantener a todos vivos hasta su regreso. Aunque Cesem presentía que no habría regreso.

Estaba previsto que partieran al amanecer, pero un joven bardo de aspecto desaliñando insistía en acompañarles en su misión. El bardo, llamado Raelem, aseguraba tener el poder de la invisibilidad y ser buen guerrero, y deseaba contar la verdadera historia de los héroes de la guerra cuando ésta acabara. Cesem sabía que si no lo hacía, los elfos lo harían por él, así que quedó pensativo un rato antes de decir.

-¡El siete es el número de la suerte! ¡Apuesto a que nos serás útil, bardo, porque estás tan loco como nosotros!, pero una vez salgamos de nuestro territorio no quiero oír canción alguna, que el silencio es nuestro amigo.

Y Raelem demostró su utilidad horas después, convirtiéndose en el cocinero oficial del grupo de guerreros, lo que fue de agradecer para todos.

No fue difícil encontrar una patrulla orca y apoderarse de sus malolientes armaduras para hacerse pasar por un grupo de ellos. Nada difícil, porque estaban por todas partes. Cuando cruzaron el área que controlaban totalmente los elfos oscuros, a menudo tuvieron que luchar contra pequeñas patrullas que los tomaban por desertores de su raza, y más a menudo tuvieron que huir y esconderse cuando las patrullas eran grandes. Dos de los hombres cayeron en las escaramuzas, abatidos por flechas y no por espadas, y dos veces tuvieron que parar su marcha y hacer una pira funeraria improvisada para evitar dejar los cadáveres a la vista de más patrullas y despertar sospechas.

Una semana después de empezar la marcha, las ligeras esperanzas de triunfo se desvanecieron por completo cuando vieron el campamento enemigo al pie de la montaña. Miles de tiendas había en ese campamento, lo que significaba un mayor número de orcos y goblins. Los humanos no podían resistir a semejante ejército después del desgaste al que les habían sometido todos esos años.

Pero el héroe Cesem no permitía a sus hombres dejarse llevar por el desánimo. Les llevó al grupo de tiendas más apartadas e hizo matar a sus ocupantes. Tras esconder los cadáveres, las ocuparon ellos mismos y descansaron hasta que cayera la noche montando guardias por parejas. Y al caer la noche, el héroe partió solo al centro del campamento para reunir información. Descubrió que los elfos oscuros se ocultaban en una cueva al este de ahí, así como la disposición de sus guardias.

Volvió al su pequeño campamento con una sonrisa de triunfo, truncada al ver que otros ocupaban su campamento. Unos orcos, al parecer, habían tenido la misma idea que él mismo para conseguir unas tiendas donde descansar, aunque muchas se habían quemado. Cuando estaba desenvainando la espada para vengar a los suyos, una mano le retuvo. Volviéndose, no vio nada.

-No te lo recomiendo –dijo la voz conocida del bardo, Raelem. Ante la sorpresa del heroe, añadió -Te dije que podía invisibilizarme

-¡Más te vale que me digas qué ocurrió o te echo al fuego! –amenazó Cesem.

-Atacaron por sorpresa y eran demasiados. Matamos a cuatro por cada uno de nosotros pero nos acabaron por vencer. Yo sobreviví sólo porque puedo hacer que no me vean, y a duras penas.

-¡Maldición! ¿Y los cadáveres?

-Tuve a bien quemar el campo de batalla para que no se les reconociera. No sé si apagaron el fuego a tiempo o no.

-¡Vamos, sígueme bardo! Hay que acabar con esto antes que nos maten a nosotros también. –dijo Cesem dirigiéndose al refugio de sus enemigos tras realizar una oración funeraria por sus compañeros caídos. Sólo podía estar seguro de que Raelem le seguía por el ruido de sus pisadas.

Llegaron a la cueva después de perderse más de una vez, por suerte cuando amanecía. No les gustaba el sol ni a orcos, ni a goblins, ni a elfos oscuros, y eso les daría ventaja. Con señas indicó al bardo dónde debían estar los guardias y a quienes tenía que matar con el mayor silencio posible. Si le había entendido o no, no lo sabía, porque al parecer no iba a renunciar a su invisibilidad. Los guardias estaban donde debían y murieron como debían. Con ingenio, se las arreglaron para mantenerlos de pie en sus puestos por un rato, luego entraron a escondidas. Los elfos oscuros estaban reunidos en una zona de la cueva de gran amplitud.

Una docena. Una docena han causado tanta muerte –pensó irritado Cesem. Raelem, por el gruñido que soltó, parecía pensar lo mismo. No pasaron mucho escuchando para enterarse de que dos de ellos eran los militares, y el resto eran comerciantes interesados en los bienes de la superficie que pudiera proporcionarles la guerra.

Esperaban su oportunidad para atacar, pero alguien descubrió el destino de los guardianes demasiado pronto. Sin pensarlo dos veces, atacaron en el momento que los elfos oscuros se ponían en guardia y desenvainaban. Cesem mató a uno de los militares antes de que reaccionara y el bardo se ocupó del otro. Pero los comerciantes también sabían luchar, y pronto aparecieron más guardias para ayudar a sus amos.

Estaban rodeados, y lo sabían. Ni siquiera Raelem, con su invisibilidad, podía salir sin que le pilaran. Pero Cesem tenía un as en la manga. O dos, mejor dicho. Espera diez segundos, tápate los ojos y sal de aquí -le dijo con gestos a Raelem. Esperaba que lo hubiera visto. Contó hasta once y activó uno de los dos regalos que le había hecho un mago hacía tiempo. Un ramalazo de luz salió de su anillo de la mano izquierda cegando a sus enemigos. Oyó al bardo escapar y activó el anillo de su mano derecha. Una explosión de fuego salió de él y consumió a elfos oscuros, a sus guardias, y al mejor héroe de los hombres del momento.

Raelem lo vio todo a distancia segura y, llorando, se dio la vuelta perdiéndose en las sombras antes que le descubrieran. Logró llegar de vuelta al campamento a pesar de sus muchas heridas y del cansancio. Contó al semielfo lo que había ocurrido antes de caer desplomado al suelo, y tardó una semana en despertar de nuevo. Cuando lo hizo, los dioses le habían bendecido enviándole una musa que le inspiró para narrar lo sucedido con maestría. Y él, un bardo que era más bien poca cosa, creó la balada más grande y hermosa escrita jamás por un hombre en honor al héroe Cesem, que cayendo le salvó.

Los clanes de orcos y goblins se empezaron a matar entre ellos nada más perder a sus amos, y los humanos tornaron la guerra en su favor. Los magos y elfos de la luz aparecieron poco después de enterarse del cambio de tornas. Cuando acabó la guerra, pretendieron llevarse el mérito, pero una balada muy extendida, que llegó incluso a otros países, impidió que eso ocurriera contando la verdadera historia. Y el bardo Raelem y el semielfo Ofem se encargaron de que no se perdiera en el olvido.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Guillotina

Marie paró a descansar un poco los brazos. Hacía rato que llevaba su carga a la granja y estaba agotada. No entiendo cómo Nicole y Jean-Jacques pueden llevar tanto peso de un tirón, pensó con todo el cuerpo dolorido.
Hacía más de un año que tenía que realizar esas horribles tareas, para protegerse. Tendrían que haber huido a Inglaterra cuando retuvieron al rey en el palacio de las Tullerías, pero sus padres habían sido orgullosos hasta el final y habían permanecido en el castillo esperando que todo pasara. Acabaron con las cabezas clavadas en una pica. Ella y su hermana habían escapado gracias a Nicole y Jean-Jacques, que eran sus siervos por entonces. Su hermana no era de ayuda. Tantas muertes la habían enloquecido y vivía creyendo que seguía siendo todo como antes de esa horrible noche en que se vieron obligadas a huir. Sabían que tarde o temprano las descubrirían por su culpa, así que la habían encerrado.
A Marie no le gustaba pensar en el pasado, porque luego la realidad la golpeaba más fuerte, pero a veces no podía evitarlo. Recordaba las fiestas, los bonitos vestidos, las reuniones sociales, sus viajes a París, sus padres… y, en definitiva, todos esos años en los que cargar con un montón de forraje para los animales era algo inimaginable. Ahora estaban todos muertos o exiliados.
Lo irónico de todo era que la situación la habían desencadenado los nobles, todo por no querer pagar impuestos. O, más bien, por su orgullo, ya que los impuestos no les iban a arruinar, pero ¿cómo iban a ponerles a ellos a la altura de los plebeyos? Ahora, los nobles no solo estaban a la altura de los plebeyos, sino que además eran gente sin identidad: si alguien los descubriera a las autoridades, serían guillotinados junto con el resto. Los había visto morir a todos, uno por uno.
Volvió a cargarse el forraje a la espalda y se dirigió a la granja. A veces deseaba soñar todo el día, como su hermana, sin ser consciente de la realidad. Porque la realidad era más que espantosa. Pasaba hambre, estaba cansada y sucia, y vivía con miedo constante. Suspiró y continuó andando.
Cuando llegó a la granja, Jean-Jacques salió corriendo de la casa con cara de preocupación.
-¡Marie! -dijo cuando llegó a su altura. En otros tiempos la había llamado mi señora.- Jeane ha desaparecido, no la encontramos por ningún lado.
Marie soltó el forraje en el acto y corrió hacia la casa, donde Nicole la esperaba ya con la capa puesta. Corrieron por el camino hacia el pueblo; no era probable que hubiera echado a andar campo través. No se equivocaron.
-…¡Vamos! ¿a qué estás esperando? Te digo que tienes que avisar al rey de que he sido secuestrada y tratada con tan poco respeto ¡Date prisa, plebeyo, o te haré encarcelar! ¡No me hagas que te lo vuelva a repetir!
-¡Jeane! -lo que estaba diciendo era motivo más que suficiente para acabar en la guillotina. La más mínima sospecha o acusación falsa eran bastante-. Querida, desvarías. Perdónela, señor, desde la muerte de los nobles para los que trabajábamos, ella se cree una de ellos -dijo con su mejor sonrisa al hombre al que su hermana había gritado en medio de la calle, rezando por dentro para que lo pasara por alto. Pero, una vez más, Dios hizo oídos sordos a sus plegarias.


Estaba atada con las manos a la espalda, la última de una larga fila de personas que esperaban para ser ejecutadas. Nicole y Jean-Jacques se habían salvado por muy poco, ya que eran queridos en el pueblo y el resto respaldó su versión de que habían contratado a Marie sin saber quién era y de que no sabían de dónde había salido Jeane. Ahora estaban ahí, en medio de la turba, para demostrar que odiaban a los nobles y el resto de los traidores, para salvarse. Le tocó el turno a Jeane.
-¡Esto es indignante! ¡El rey os hará matar a todos! Plebe -no llegó a terminar la palabra, pero quedó suspendida en el aire.
La fila fue haciéndose más corta, hasta que le llegó el turno a Marie. Rezó por que acabara rápido. En cierto modo, la estaban liberando, porque lo que había tenido que soportar era peor que la muerte. No le quedaba nada, y todos se habían ido. Ahora por fin se reuniría con ellos.
La hoja de la guillotina cayó como un rayo, y Marie descansó al fin en paz.