NOTA: la ratoncilla es Déborah Libros, mi nuevo avatar literario. Próximamente presentación
jueves, 24 de diciembre de 2009
felices fiestas!
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domingo, 20 de diciembre de 2009
Miradas de navidad 5
martes, 8 de diciembre de 2009
Día rebelde
Él había sido un hijo no deseado por su madre, que de adolescente había tenido un novio no demasiado conveniente. Su madre había sido una rebelde, pero cuando se quedó embarazada y su novio la dejó plantada al enterarse de ello, tuvo que someterse a los deseos de sus padres si no quería quedarse sin nada.
El aborto era una cosa impensable en esos momentos, en que todos sabían ya que estaba embarazada, pero si ella hubiera sido más discreta, un aborto en secreto hubiera sido menos vergonzoso que la situación en la que se hallaban.
Nunca llegó a conocer a su verdadero padre, ni supo nada de él, más que algunas cosas sueltas que oía comentar a los adultos. Sus abuelos superaron la vergonzosa situación casando a su hija con un joven heredero de una familia bien posicionada. Fue un matrimonio ventajoso para ambas familias, que aumentaron considerablemente su poder en la población. Aunque al principio fue un matrimonio infeliz, tanto por la forma de ser de los dos como por las circunstancias, pronto la pareja comenzó a entenderse. Lo único que enturbiaba su felicidad era la pequeña vida que crecía en el interior de ella.
Nada querían al bebé que nació, pero cara al exterior les alegraba tener un hijo. Y así pasaron los primeros años de su vida, con indiferencia en la intimidad y afecto en la vida pública. Él creció deseando estar siempre con gente ajena a la familia, donde su vida era todo cariño.
En cuanto tuvo edad suficiente, sus padres le dijeron que sólo era hijo de su madre y le mandaron a un colegio interno, de pago. Sólo salía en vacaciones para visitar a su familia, pero él pasaba los días deseando que esos momentos no llegaran nunca. Su hermana pequeña nació poco después de que él fuera enviado al internado, y cuando volvía a casa siempre se encontraba la misma escena de felicidad, en la que él sobraba. Se sentía un intruso, un extraño al que su familia tenía que tolerar porque llevaba la misma sangre que su madre, pero al que nunca aceptarían del todo porque su sangre estaba también manchada por un hombre que no era ni mucho menos aceptable. La única que le mostraba cierto afecto era su hermana pequeña, pero siempre lo hacía cuando sus padres no estaban presentes, a escondidas, como si intuyera, aun siendo tan pequeña, que su hermano no era del todo de su clase, que era un paria en la familia y que no se aprobaría ninguna muestra de cariño hacia él.
Si siempre odiaba ir a visitar a su familia, temía profundamente las escasas ocasiones en las que tenía que visitar a sus abuelos. Eran ellos dos personas dominantes, orgullosas de su linaje, que se tenían a sí mismas en un pedestal y que cuando le miraban sólo veían una mancha en su inmaculada vida, un error grave, un incordio. Si su familia sólo mostraba hacia él una profunda indiferencia, sus abuelos no dudaban en demostrarle su desprecio, su odio por todo lo que él representaba.
Bien sabía él que lo que cara al exterior parecía inmaculado no lo era para nada en realidad. El error de su madre no había sido salir con alguien inconveniente o quedarse embarazada: había sido dejar que los ajenos a la familia se enteraran de sus deslices. Si la gente del exterior viera a la familia desde dentro, sin duda alguna ya no vería la perfección, sino una familia llena de manchas. La gran regla era que se podía hacer cualquier cosa, siempre que la gente de fuera no se enterara.
Su infancia había dado paso a la adolescencia, que dedicó a sacar buenas notas para complacer a la familia. Nunca fue suficiente, y todo lo que se alejara del 10 y del número uno, aunque fuera una sola décima o un solo puesto, era motivo de miradas de decepción.
Peor fue cuando el director del centro informó a sus padres de que no se relacionaba con los demás jóvenes. Al día siguiente, recibió una lista de personas con las que se debía relacionar sin dilación, y los demás chicos le aceptaron en deferencia a sus padres. Esos eran los únicos a los que tenía permitido acercarse, los demás no eran importantes para los intereses de la familia y por tanto no debía perder el tiempo con ellos.
La adolescencia había sido tan desastrosa como su niñez, pero entonces contó con la ventaja de poder ir de vacaciones a otros lugares, en vez de tener que soportar los días en la prisión que era su casa, o en la sala de torturas que representaba para él la casa de sus abuelos. Aunque no le cayeran bien sus amigos impuestos, era mejor soportar sus miradas de burla que el desprecio de sus abuelos y la indiferencia de sus padres.
Pocas eran las alegrías que recibía, y la mayoría de ellas venían de su hermana. Ella se había convertido en una jovencita preciosa de mucho carácter, y entonces, al contrario que durante su niñez, sí que le brindaba su afecto en público y en privado, a pesar de las miradas de su padres o quizás gracias a ellas. Sólo podía desear que esa cierta rebeldía fuera siempre suficiente para disfrutar de su afecto pero no lo bastante para arruinar su vida a ojos de la familia.
Cuando llegó el momento de entrar en la universidad, de la mayoría de edad, no pudo sino pensar que ya era libre. Nada más lejos de la realidad. En sus sueños, se veía a sí mismo en una universidad modesta estudiando arte. En la realidad, su padrastro rellenó su solicitud por él y movió los hilos para que estudiara económicas en una universidad prestigiosa, y para colmo le puso a trabajar de becario en una de sus empresas para que aprendiera el oficio. Siempre había odiado las matemáticas y todo lo relativo a los números. Odiaba aun más el hecho de que no se libraba de relaciones impuestas ni siquiera en la universidad. El día antes de su llegada a la residencia, recibió otra lista de nombres y relaciones. Una lista de relaciones aseguradas por su padrastro, y otra lista de relaciones que debía conseguir a toda costa, aunque fuera arrastrándose ante esas personas. Esa herida a su orgullo había sido más de lo que iba a tolerar, así que se limitó a mantenerse alejado de esas personas y a decir que simplemente le había sido imposible caerles bien. Los miembros de su familia, que le tenían por inferior, no hicieron ningún comentario y se limitaron a ignorarle.
Estaba ahora de vacaciones, aunque seguía teniendo un rígido horario que debía seguir a la perfección. No obstante, la noche anterior todo había cambiado. Había escuchado a su padrastro negociar un contrato de matrimonio: el de su matrimonio. Eso había sido la gota que colmó el vaso, y había pasado prácticamente la noche en vela retorciéndose de frustración debido a eso. Le habían impuesto su infancia, su adolescencia, sus relaciones, su universidad, su carrera, su trabajo, su vida. Ahora pretendían imponerle una esposa, una desconocida para compartir el resto de su vida, para quitarse de en medio a un hijo poco deseado y de paso enriquecer un poco más a la familia. Estaba realmente cansado de esa situación, y no pensaba tolerarlo. Lo había hecho demasiado tiempo.
Por eso, cuando esa mañana sonó el despertador, no se movió. Y le mandaron a buscar, pero contestó con enfado que no se iba a mover de allí. Supusieron que, tan sumiso como era él, estaría enfermo, así que le mandaron una aspirina y una nota diciendo que esperaban verle recuperado para la fiesta de la noche.
Una vez se quedó sólo, escribió una solicitud para estudiar lo que quería en la universidad que quería. Posiblemente era tarde, pero le dio igual. Ya decidiría qué hacer si no le admitían. Luego, cogió las listas de contactos y se dedicó a llamar a todas y cada una de las personas que había en ellas para decirles exactamente lo que pensaba de ellos. No eran, desde luego, pensamientos agradables, y esas personas le colgaron furiosas. Con una sonrisa en el rostro, dedicó el resto del día a hacer lo que le dio la gana. Lo primero de todo, quemar los horarios, las listas y todo lo que significara la planificación de su vida por personas ajenas a ella. Una sensación de liberación le invadió, y, por primera vez en mucho tiempo, sonrió de verdad.
Llegada la hora de ir a la fiesta, lanzó a la papelera el esmoquin que tan atentamente le habían elegido y planchado, fue al armario y cogió unos vaqueros gastados y una camiseta que, por algún milagro del destino, habían escapado de la mirada de aquellos que le elegían el vestuario, evitando así acabar en la basura. Así fue como se presentó a la fiesta, y por primera vez en toda su existencia llegó tarde. Antes de que su padrastro, su madre y sus abuelos lograran detenerle, cogió una copa de champán, se subió a una mesa y propuso un brindis.
-Propongo un brindis por mi familia. Una familia perfecta, para todos vosotros. Lo que no sabéis es que vista desde dentro no es tan maravillosa. Por ejemplo, ahí tenéis al patriarca, mi respetado abuelo. Qué sorpresa os llevaréis todos cuando descubráis que hace doble contabilidad y que tiene cierta tendencia a estafar a la gente. O mi inmaculada abuela, a la que le encanta la caseta del jardinero, eso sí, siempre que el jardinero está dentro. Y qué decir de mi padrastro. ¿Cuántas secretarias te han denunciado ya por acoso? ¿Y cuántas han retirado la demanda por puro miedo a las represalias? Por no hablar de su adicción a la bebida, que tan bien sabe ocultar. ¡Y mi queridísima madre! ¿Quién no sabe cómo se quedó embarazada? Lo que sin duda no sabéis es que casi lleva a esta familia a la ruina por su ludopatía y su adicción a las compras ¿quizás porque se siente culpable de tratar a su hijo como si no existiera? Bien, eso sería si tuviera corazón. En realidad, sus adicciones son un medio de llenar un poquito su vacío corazón helado. En cuanto a ti, querida hermana… tú si que eres buena, no sabes cuánto agradezco que no hayas salido a ninguno de estos monstruos. ¡Chin, chin! Ah, se me olvidaba. Querido padrastro, búscate a otro a quien cargarle el muerto con un matrimonio concertado. No estoy por la labor, como habrás podido comprobar. Y si te atreves a obligar a mi hermana a casarse contra su voluntad, te gustará saber que hay unos cuantos trapos sucios más que no han salido a la luz, pero que me encargaré de hacer llegar a la prensa si lo haces. ¡Buenas noches!
Dicho esto, saltó de la mesa y se marchó de la sala sin mirar atrás. Después de 20 años sin poder vivir su vida como deseaba, había llegado el momento de disfrutar de la libertad.
domingo, 29 de noviembre de 2009
nuevo experimento con arcilla
sábado, 21 de noviembre de 2009
Mi primer relato en un libro
domingo, 1 de noviembre de 2009
El precio de la inmortalidad
domingo, 18 de octubre de 2009
carbón
No salió de su asombro cuando se enteró de qué había provocado semejante trauma en los pequeños: un niño más mayor, enojado porque Santa Claus le había llevado carbón el año anterior, había realizado un malévolo dibujo en que se le veía muerto en la nieve por causa de un plátano, lo había fotocopiado y lo repartió entre los chiquillos.
Ese año, el travieso niño volvió a recibir carbón.
miércoles, 12 de agosto de 2009
Mariposa
Tardé 2 años en acabarla, porque sólo la hacía entre bloque de estudio y bloque de estudio. Lo cierto es que ha sido el colmo del aburrimiento, un trabajo chino. Es más grande que la palma de mi mano y he necesitado gran parte del hilo naranja que había por casa, pero queda muy mona colgada en la pared.
miércoles, 29 de julio de 2009
Flechazo (parte 2)
Por fin llegó el momento en que se ponían las bandas y ese ridículo gorrito de graduado, pero el mirar el programa del acto le dio un vuelco al corazón al ver que detrás de esta parte (la única que debería haber, por otro lado, porque más que graduaciones, lo que hacían en ese instituto parecía una serie de conferencias y lecciones magistrales sin fin). Cuando Amanda salió a recoger su banda, estiró el cuello para verla mejor, lo que llamó la atención de sus padres, que, al menos eso creía Alejandro, estaban preocupados por su falta de interés por las chicas ¿Cómo interesarse por ninguna, si todas parecían cortadas por el mismo patrón? Pero Amanda no.
-No sabía que te interesara Samanta –dijo su padre en un susurro, con una nota de alivio que fue incapaz de disimular.
-La que me interesa es Amanda, la que lleva pantalones –respondió él, con intención de escandalizarles. Pero su padre le miró con comprensión y su madre no objetó nada porque no llevara un vestido azul cian y rosa, tal era su alivio porque su hijo se interesara por alguien.
La ceremonia continuó durante un rato más, hasta que llegó el momento de la matrícula de honor. Su padre tenía la costumbre de ofrecer un empleo de verano al que se la llevaba, con la idea de fichar a los buenos estudiantes mientras aun eran baratos, por lo que los estudiantes hacían lo imposible para lograrla, algo difícil porque el instituto sólo concedía una. Para desgracia de su progenitor, su hermana no había sido una de las agraciadas por semejante honor, no habiendo llegado siquiera a acercarse a las notas mínimas. Él, en cambio, sí que la había logrado invirtiendo muchas horas (después de todo, prefería quedarse a estudiar antes que salir con sus compañeros) y se había pasado todos los veranos siguientes trabajando para su padre gracias a ello.
Cuál fue su sorpresa cuando dijeron el nombre de Amanda. Ella se levantó sin fingir sorpresa como habría hecho cualquier otra, se dirigió al escenario ignorando por completo a todos sus compañeros, que no paraban de cuchichear, y recogió su diploma con una sonrisa. Después, se dispuso a dar el tradicional discurso. Era la parte que más difícil le había resultado a él, porque redactar un discurso para leerlo después de horas de ceremonia resultaba agotador. Pero lo cierto era que ella no parecía nerviosa, ni preocupada por no poder gustar. Posiblemente fuera igual que con su atuendo, que realmente le daba igual. Eso la hacía aun más admirable.
- He pasado mucho tiempo buscando las palabras adecuadas para este discurso, y no he encontrado nada que decir. Nada que añadir a lo que nos han repetido mil veces ya, a los consejos de los que tienen experiencia. Por todo esto, seré breve. No soy quien para aconsejaros, porque estoy en vuestra misma situación. En realidad, todo cambia y a la vez nada. Quizás lo que ahora va a diferenciar nuestra vida será que podremos elegir. Elegir qué queremos hacer, dónde queremos hacerlo, con quien. Elegir si dejarnos influenciar en nuestras decisiones, o si a pesar de todo las tomaremos por nosotros mismos. Elegir si regirnos por un código moral propio, o si por el contrario nos regiremos por uno ajeno. Elegir, en definitiva, qué hacer con nuestra vida. Espero sinceramente equivocarme lo menos posible en mis decisiones (porque estoy segura de que me equivocaré) y os deseo lo mismo para vosotros. Gracias a todos, y buena suerte.
Nada más acabar, sin quedarse parada a que acabaran los aplausos (que eran bastantes, probablemente en agradecimiento por la brevedad y simplicidad de ese discurso), se encaminó a su sitio y no enseñó la matrícula a los que tenía alrededor, probablemente porque ellos eran demasiado orgullosos para pedirle que se lo enseñara (aunque estiraban la cabeza para ver si podían verlo de refilón) y ella no lo enseñaría si no se lo pedían. ¡Qué chica más peculiar!
La ceremonia duró dos discursos más y por fin, acabó. Después llegó el tentempié de antes de la cena, a la que estaban invitados todos los asistentes. Era interminable, porque después de cenar los alumnos se irían de fiesta y probablemente sus padres le obligarían a asistir para que vigilara a su hermana. Ya lo habían hecho más de una vez.
Allí, sus padres se acercaron a su hermana para felicitarla y, después, toda la familia se dedicó a hacer relaciones sociales. Alejandro localizó a Amanda y, estratégicamente, comenzó a dirigir a su familia en su dirección. Cuando su padre también la vio, se acercó a ella para realizarle la oferta de empleo. Amanda, demostrando una prodigiosa seguridad en sí misma (había que tenerla para tratar con su padre) escuchó lo que tenía que decirle y, lo que es más, negoció las condiciones del empleo con gran habilidad. Su padre, en vez de indignarse por sus exigencias, parecía encantado por su nuevo fichaje y acabó por ceder en varios puntos, hasta que estuvieron de acuerdo los dos. Para cuando acabaron, Alejandro estaba más fascinado que antes y su hermana estaba que echaba chispas. Mirando a Amanda con auténtico odio, trató de avergonzarla de todas las formas posibles, pero ella redirigía los insultos de tal forma que era su hermana la que acabó por pasar vergüenza y, disculpándose ante sus padres, se marchó a otro lugar.
Finalmente, logró llevarse a Amanda aparte para pasar un rato a solas con ella, por lo menos, todo lo a solas que podían estar en esa sala llena de gente.
- Me ha encantado tu discurso –dijo sonriente.
-¿De veras? Lo cierto es que, aunque dijera que he pensado mucho en ello, lo improvisé ayer por la tarde, porque se me había olvidado por completo. ¡Vaya, se me ha escapado! No se lo cuentes a tu padre, no sea que piense que soy olvidadiza –le respondió con un guiño y una gran sonrisa.
-Mis labios están sellados, será nuestro secreto.
-La verdad es que no estaba enterada de que tu padre ofreciera un puesto de trabajo a los alumnos con matrícula, y me ha sorprendido bastante, espero que no se me haya notado demasiado. ¿Tú también trabajas para él durante los veranos?
-Sí, la verdad es que yo también tuve la matrícula. Cuando venia al instituto, no tenía nada mejor que hacer que estudiar.
-Eso es exactamente lo que me ha pasado a mí. La verdad es que he sido invisible para todos hasta el día de hoy, y no precisamente por mi discurso o por ser la alumna con mejor nota. Cambiando de tema, ¿Entonces somos compañeros de trabajo?
-¡Es cierto! ¡No sabes cómo me alegro de eso! Eres la primera persona con personalidad que sale de este sitio. No te imaginas cómo era la chica que logró la matrícula el año pasado.
-Apuesto a que si se hubiera graduado este año, habría llevado un vestido cian o rosa, súper tacones y micro bolso.
- Yo también me atrevería a afirmarlo. Espero que este verano decida irse de vacaciones y no trabajar, porque involuntariamente convirtió mi vida en un infierno el verano pasado con sus tonterías.
-No sería para tanto.
-Digamos solamente que si dieran premios a la estupidez, ella se llevaría el primer premio y le sobraría para ganar el segundo y el tercero. No sé cómo pudo lograr la matrícula.
-Yo creo que el nivel de estupidez tiene un límite… y no se puede superar, por más que las chicas de este instituto se esfuercen día a día por hacerlo. Sencillamente es imposible.
Pasaron bastante tiempo hablando, y en la cena se sentaron juntos, porque al parecer la familia Amanda se encontraba en el extranjero y no habían podido ir a su graduación. Todas las chicas que se acercaban se tenían que dar la vuelta desilusionadas o enfadadas cuando se encontraban con la cara larga de Alejandro y las réplicas mordaces y comentarios sarcásticos de Amanda. Ojalá la hubiera conocido antes y ojalá le hubiera acompañado a todas las aburridas veladas que había tenido que tragarse solo desde hacía años. Se habría ahorrado un montón de conversaciones banales con niñatas coquetas que ardían en deseos de conquistarle, quien sabía si por un reto personal o por su dinero.
Finalmente, todo acabó. Por primera vez en mucho tiempo, no se había aburrido ni había mirado el reloj. Despidiéndose de Amanda, prometió llamarla al día siguiente.
Se fue entonces con sus padres, que habían comenzado a despedirse de los presentes. Por suerte, esa noche no tendría que hacer de niñera de su hermana pequeña.
-Esto no te lo perdono nunca –dijo su hermana en un susurro. Sorprendido, la miró sin comprender. –Me has arruinado la graduación, el día más importante de mi vida, y me has avergonzado delante de todos al pasarte la noche con esa buscona.
-No es una buscona –la defendió Alejandro. No le gustaba que hablara mal de la única chica que le había gustado nunca.
-¿De veras lo crees? Apuesto que lo tenía todo planeado, su ropa, su estilo, incluso su forma de comportarse. Esa rata es realmente lista. Sabía perfectamente qué hacer para cazarte. Te ha manipulado a ti y ha manipulado a papá. Le ha salido rentable la noche.
-Te aseguro que no es una manipuladora. Y aunque lo fuera ¿Qué? ¿Acaso tus amigas no lo han intentado una tras otra? Realmente no te molesta, ni te importa, que me manipulen, sino que lo haga una persona que no te gusta –la respondió él.
Pero su hermana había sembrado la sombra de la duda. ¿Y si era cierto que le había manipulado, que todo era falso? Finalmente, se encogió de hombros para sí mismo. ¿Qué importaba realmente? Al fin y al cabo, había encontrado a alguien con quien poder matar el aburrimiento en esas absurdas y aburridas fiestas.
miércoles, 15 de julio de 2009
Flechazo (parte 1)
Pero no es oro todo lo que reluce. Muchos de los allí presentes estaban deseando que la tarde pasara lo más rápidamente posible. Deseando que terminara de una vez, poder irse a casa. El instituto no había significado mucho para ellos. En un lugar como ese, de pago, los que no vistieran de marca y no aceptaran el rol impuesto por el grupo, no eran bien recibidos. Era un grupo cerrado, y todos daban su amistad a cambio de algo. De ayuda al hacer los ejercicios, de amistad con uno de los líderes, o incluso, de formar parte del propio grupo. Ese ambiente de amistad condicional no terminaba de agradar a los que habían llegado en los últimos cursos, y, aunque con el tiempo se habían logrado acostumbrar unos cuantos, otros tantos aun se sentían incómodos entre esa masa egoísta, aunque procuraban, por su bien, disimularlo de la mejor forma que podían.
Alejandro conocía bien este ambiente, porque él había vivido la misma situación hacía tan sólo dos años. Por suerte, su paso por el instituto había pasado bastante desapercibido, y había tenido la suerte de ser aceptado por todos desde un primer momento, quizás porque su padre era una persona poderosa y lo bastante influyente como para que todos le tuvieran en cuenta. Ahora estaba allí otra vez, por suerte, esta vez, para ver la graduación de su hermana. Había venido toda la familia, al igual que el resto de las familias estaban allí casi íntegramente. Este tipo de actos también servían a los padres para hacer vida social. Él hubiera deseado no estar allí, no tener que pasar por lo mismo por lo que pasaba casi cada mes, cuando el instituto de su hermana o la universidad, o la empresa de su padre realizaban una fiesta. Y él siempre tenía que estar allí, como primogénito de la familia, soportando a los aduladores y contestando cortésmente a las mismas preguntas una y otra vez “¿Qué estás estudiando?” “¿pretendes tomar las riendas de la empresa cuando seas mayor?” “¿qué se siente al ser el hijo de alguien tan importante?”
Se aburría horrores. Había llegado una hora antes, como era costumbre en su familia, debido a que su padre pensaba que era poco elegante llegar con la hora ajustada, aunque la verdadera razón era que los momentos antes de las ceremonias eran buenos para hacer negocios y contactos. Aun así, no habían sido los primeros, ya que muchos otros habían tomado ejemplo de las costumbres de su padre.
Tras los saludos a los presentes, su hermana se había dedicado a presentarle a todas las amigas que iban llegando, también a algunos chicos. Lo cierto era que ella sí que se había adaptado a la perfección al entramado de relaciones hipócritas que había en el instituto. Todos eran iguales. Observó con cierta sorpresa que todas las chicas llevaban vestidos increíblemente similares, coincidiendo incluso en los colores. Todas peinadas con recogidos ostentosos, bolsos diminutos en los que no entraba nada y zapatos de tacones imposibles. Y todas le miraban con interés, como lo habían hecho sus compañeras en el instituto y seguían haciendo en la universidad, coqueteando con él de manera descarada unas, otras más sutilmente, pero todas ellas sin verdadero interés en lo que él era en realidad, en sus opiniones.
Mirando el reloj continuamente, los minutos parecían horas. Horas largas. Cuando miraba a la mareada de gente que ya le había saludado, y pensaba en la que aun quedaba por saludar, se ponía enfermo. La ingente cantidad de mujeres (tanto madres como hijas) vestidas de rosa y azul cian le sorprendía. El hecho de que los estampados que estaban de moda fueran tan psicodélicos le mareaba.
Fingiendo que se iba al baño, logró escabullirse a la parte trasera durante unos minutos. Allí vio de lejos a una chica que le llamó la atención. No llevaba vestido, sino pantalones de corte sencillo, y llevaba una blusa bonita pero informal. Su pelo, largo y moreno, estaba suelto, y, algo realmente sorprendente, no llevaba tacones aunque no era demasiado alta. Su bolso tenía el tamaño lógico de un bolso (no inmenso, pero sí con el suficiente tamaño como para que le entrara algo más que la tarjeta de crédito, un gloss y la raya del ojo), y sus complementos no eran esas horribles joyas que estaban de moda, sino adornos discretos que resaltaban sus rasgos. No había duda de que no podía ser una alumna (ninguna se atrevería a ir así a un acto como ese), pero no sabía de ninguna nueva profesora, y era imposible que fuera una madre, pero no obstante, se dirigió al lugar donde estaban reunidos todos con una seguridad en sí misma que era impresionante. Fascinado, decidió que ya era hora de volver al lugar de reunión, pero, por desgracia, había mucha gente y alguien le paró a saludarle. Cuando volvió a mirar, la chica misteriosa no estaba.
Volvió a donde estaba su hermana y se vio obligado a disculparse por la tardanza ante ella y sus amigas. Despistado, no paraba de mirar de un lado a otro buscando a la chica, pero sin éxito, hasta que una mirada enfurruñada de su hermana le obligó a prestar más atención a la banal conversación que estaban manteniendo los protagonistas de la noche.
-¡Santo cielo! ¿Es que nadie ha avisado a esa loca de que este es un acto serio? –dijo de repente una de las amigas de su hermana. Todo el grupo se giró a la vez, y Alejandro tuvo que hacer lo mismo. ¡Era ella! Dedujo por la cara de todos los presentes que era realmente una alumna, y que se iba a graduar también ella ¡Qué valor tenía para aparecer allí vestida en contra de la moda de ese año!
-¿Quién es? –preguntó admirado. Su hermana le miró con un gran reproche al advertir su tono de voz, pero no obstante respondió:
-Es una tal Amanda. Vino hace dos años, pero yo no me había enterado de que existía hasta que nos enteramos de que Samanta tenía que salir con ella a recoger el diploma. ¡Le dimos instrucciones detalladas de lo que tenía que ponerse! ¿Cómo se atreve? ¡Pobre Sam! –exclamó, tras lo cual se marchó corriendo a consolar a la tal Sam, que estaba teniendo un ataque de nervios bastante profundo en la otra punta de la sala.
Cuando ya estuvo más calmada, ambas se dirigieron hacia Amanda en actitud desafiante. Aunque cualquiera se hubiera amedrentado ante las dos chicas más poderosas del instituto, ella se quedó tranquilamente apoyada en la pared, sin ninguna intención de huir de las dos fieras que se le acercaban.
-Oh, Amanda, qué bien que hayas venido, pensábamos que no llegabas. –oyó decir a su hermana - Pero de qué vas vestida, querida, que guasona. Será mejor que vayas a cambiarte antes de que empiece la ceremonia, no vaya a ser que por la tontería no te de tiempo y tengas que ir así a la fiesta.
-Oh ¿disfraz decías? Parece que aquí todos hemos tenido la misma ocurrencia. Sí, será mejor que vosotras también vayáis a cambiaros, parece que todas hayáis comprado el vestido en el mismo todo a cien. ¿No os mareáis con tanto rosa y cian en estampados psicodélicos? –respondió Amanda con sarcasmo. Esa chica era impresionante, pero parecía que no se daba cuenta de que las dos fieras habían aumentado tanto su enfado que estaban a punto de saltar sobre ella. Antes de que las dos respondieran a la provocación con una de sus maldades, Alejandro se adelantó.
-¿No me vas a presentar a tu amiga, hermanita? –dijo con la mayor de sus sonrisas. Su hermana le fulminó con la mirada, pero hizo lo que acostumbraba a hacer: comportarse como una perfecta damita de alta sociedad.
-Te presento a Amanda. Se va a graduar con nosotros, pero ha tenido la ocurrencia de venir vestida de esta forma. Ahora mismo se va a su casa a cambiarse.
- ¿A cambiarse? ¿Pero por qué ibas a hacer tal cosa, Amanda? Estás estupenda así vestida. De hecho te felicito por ser la única mujer en esta sala que no marea con su vestido. Escucha, falta aun un rato para que empiece la ceremonia. ¿Quieres venir a tomar un poco el aire? Por estos lares está bastante cargado de malas vibraciones.
- Sí, me parece una buena idea –dijo ella, siguiéndole afuera. Una vez allí, añadió –Gracias por tu intervención, empezaba a pensar que se abalanzarían sobre mí de un momento a otro. ¿Puedo preguntar el nombre de mi nuevo héroe?
Echándose a reír, Alejandro respondió:
-Soy Alejandro, y una de las fierecillas es mi hermana. Tienes valor, eso te lo reconozco. Hasta a mi me dan miedo. A veces.
-Pensé que no importaba demasiado cómo fuera vestida, porque después de todo ya no les voy a ver más y, ya de venir a este solemne aburrimiento, quería venir cómoda. No se me ocurrió que podría ser el objetivo de un linchamiento de fashion victims…
-Has hecho bien, en serio. Ojalá yo hubiera tenido el valor de vestirme original el día de mi graduación, aunque supongo que mis padres habrían hecho lo imposible por impedirlo. Es lo que tiene pertenecer a una familia influyente.
-¿Debería impresionarme?
-Te agradecería que no lo hicieras. No lo soporto.
-Me alegro mucho, porque no tenía intención de hacerlo -dijo ella con una sonrisa. Mirando por encima del hombro, añadió -Va a empezar la ceremonia, debo irme. Gracias de nuevo -gritó mientras corría de nuevo al interior del edificio. Sonriendo como no lo hacía en años, él también se dirigió al lugar de la ceremonia, donde se reunió con sus padres, que levaban ya un rato esperándole.
domingo, 28 de junio de 2009
Deliriel y Leroel
Así pues, contó a Deliriel sus dudas y le pidió que postergaran la boda, para poder salir a conocer mundo y a vivir aventuras. Deliriel, reticente, le dejó marchar, confiando en que volviera pronto.
Pero los años pasaban y Leroel no se cansaba de aventuras, ¿cómo regresar, si quedaba tanto por ver? Aun así, cada ciudad visitada, cada aventura vivida, le hacían anhelar más al bosque y a Deliriel. Debido a esto, finalmente, tras 190 años lejos de su amada, el elfo volvió a su hogar.
Pero Deliriel no salió a recibirle, tal y como había esperado. Extrañado, preguntó a la reina qué ocurría. Ella le condujo a un bello sauce llorón a las afueras de la ciudad.
-Lo plantó el día que te fuiste. Pasaron los años, creció alto y poco a poco se marchitó y murió. Habían pasado tantos años sin noticias tuyas, que Deliriel perdió la esperanza. Una semana lloró entre sus ramas, hasta que su esencia se fundió con el árbol, que resucitó.
Llorando, Leroel exclamó:
-¡Pero yo la amo! ¡Volví para casarme con ella!
-Con el tiempo, el amor puede seguir fuerte, pero no el corazón del que espera. Su corazón se rompió al tiempo que veía morir este árbol. –respondió la reina, tras lo cual se marchó.
Leroel permaneció abrazado al sauce una semana, hasta que su esencia se fundió con él. Ahora son uno dentro del árbol, entre cuyas ramas los elfos se juran amor eterno.
viernes, 8 de mayo de 2009
Espejito, espejito...
domingo, 12 de abril de 2009
El asedio
sábado, 28 de marzo de 2009
Un making off: El juego
Pensé que lo primero que se necesita para hacer política es un país, así que abrí el paint, hice un burruño y puse líneas al azar con la herramienta lapiz. Después le di a esa que parece un cubo de pintura y pinté al azar con tres colores las provincias. ¿Por qué tres colores? Porque con dos no me iba a dar para el mínimo de páginas y con cuatro iba a ser muy lioso.
En ese momento no tenía ni idea de qué hacer. Me gustaba lo del nombre de El juego, y lo puse: era uno de esos relatos en que el título se crea antes, condicionando todo lo demás. Quería una monarquía, pero poco juego puede haber si el rey es fuerte. Y ya tenía una primera frase: "Era un monarca débil..." A partir de entonces, las normas del juego salieron solas.
Ahora necesitaba nombres para mis colorines y vi en una de las pegatinas del portátil "empowering technology" y pensé: pues ya está: Powem. Decidí que, dado que era el primer nombre que se me ocurría, eran los que ganarían. Luego pasó una mosca por delante y pensé: Moskley. No tengo idea de cómo me vino a la cabeza Velhame y Unmerko, pero me da que salieron solas. El nombre del rey Nolog vino del libro No logo. Casob vino de un error al escribir otro relato y lo había guardado en la memoria para la ocasión, Tonegr de una etiqueta, Speau de speed en francés (sin comentarios, sólo decir que era por la mañana temprano y a esas horas se me ocurren cosas raras), Raming de memoria RAM acabada en ing... y un largo etcétera.
Una vez tuve nombres, busqué cargos importantes y necesarios para la creación del relato.
Luego me emparanoié con estrategias, contraestrategias, asesinatos, alianzas, traiciones y todo lo que harían las casas por separado y juntas en su ascenso en el poder. Lo peor era hacer que todas esas estrategias se entremezclaran para que dieran lugar a un todo coherente, y lo que empezó con una mañana de aburrimiento se convirtió en todo un acertijo mental que tardé 2 días en resolver... cuando se me ocurrió que el rey no sería tan tonto como parecía y que la casa Powen triunfaría por su planificación a largo plazo.
Tardé un día más en montar todo el armazón y otra mañana buscando errores y corrigiéndolos.
El resultado es, según mi opinión, el relato más currado y coherente que he hecho nunca, aunque a los jueces del concurso no les debió de gustar demasiado. Pero eso no me importa demasiado, porque disfruté mucho escribiéndolo y me gusta leerlo de vez en cuando.
sábado, 14 de marzo de 2009
El juego (parte 4)
-Me parece que no os he presentado debidamente –dijo el rey con una sonrisa de satisfacción en el rostro. –Wesd, Jefe Estratega de la casa Powem, te presento a Casob de la casa Moskley, antigua Mano Derecha, traidor y, dentro de poco, cadáver.
-¡Un falso asesino!
-Así es, querido traidor. Reconozco que no esperábamos que tu objetivo fuera mi encantadora esposa, y nos pillaste desprevenidos. Por suerte para nosotros, más de la mitad del gremio de asesinos está bajo mi control, lo que nos permitió infiltrar a nuestro Jefe Estratega… y hacer que acudiera a tu llamada él en vez de un asesino de verdad.
-¡Pero es imposible! ¡El rey no puede jugar al Juego!
-Esa afirmación no es exactamente cierta, aunque lo era hasta hace poco. De todos modos, poco importa ya. Por primera vez en la historia del Juego, una familia lo gana completa y absolutamente. Dentro de poco el Juego será un recuerdo.
-¿¡Cómo!? –preguntó Casob entre contrariado y perplejo.
-Puesto que morirás de todas formas, te lo contaré.
“Nuestro propio Juego, el de mi familia, comenzó en el mismo momento en que murió el monarca del Primer Juego. La familia real se vio en la obligación de salvar la vida huyendo, puesto que los primeros jugadores no querían arriesgar el sistema que tanto habían hecho para crear, y la familia real era su mayor riesgo. Sólo la casa Powem y nuestros aliados tradicionales permanecimos fieles a los legítimos herederos. Nuestro poder se había visto menguado debido a la oposición del resto de nobles, por lo que por entonces no podíamos hacer nada. Pero trazamos un plan con vistas al futuro.
“La familia real huyó al país vecino, donde les dieron asilo. Con el tiempo, la familia real de allí se fundió con la de nuestro país. Mientras, nuestra casa escalaba poco a poco posiciones sin hacerse notar. No representábamos ningún peligro serio para nadie, y cuando alguien nos quería eliminar sobrevivíamos gracias al respaldo de nuestra familia real, que por entonces ya gobernaba a nuestros vecinos.
“Forjamos una poderosa economía cuando todos pensaban que estábamos casi en la ruina. Fuimos asalariando espías, mercenarios, corsarios, asesinos y otra gente indeseable mientras todos creían que no teníamos trato alguno con ellos. Y mientras tanto, investigábamos cómo era posible que los reyes siguieran el Juego.
“Fui yo quien, cuando era un muchacho, hice una observación que nos encaminó en la dirección correcta. –Ésto es una tontería –recuerdo que dije cuando me obligaron a investigar a mi también viejos pergaminos repletos de polvo –Lo único que tienen en común todos los reyes es la maldita corona.
“Nada más decirlo, todos los adultos presentes tuvieron la misma idea. Consultaron a los magos. Y ellos, tras investigar un poco, descubrieron que, efectivamente, era la corona la que hacía al rey tan voluble.
“Me tocó a mi convertirme en la Mano Derecha para dar paso a la segunda parte del plan. Fui osado. Cuando encontré el momento, me cité con nuestro antiguo monarca. Intrigado y sabiendo que era intocable, acudió solo tal y como preveía. Le expliqué la situación y le propuse un trato. Le libraría del influjo de la corona sobre su mente a cambio de que me convirtiera en su Mano Derecha de por vida. El rey aceptó sin dudarlo un momento, pues era un hombre orgulloso. Un hombre que no aceptaba ser manipulado, mucho menos por un objeto inanimado, como era la corona.
“El resto fue muy sencillo. Creamos a escondidas una réplica exacta de la corona del rey, las cambiamos temporalmente y la original la llevamos a los magos para que anularan los hechizos. Luego las volvimos a intercambiar. Costó una pequeña fortuna, pero ¿Qué importaba el dinero, si podíamos ganar un reino? Y lo ganamos, vaya si lo hicimos.
“El rey, por supuesto, quiso que su familia le sucediera tras pasar un tiempo sin la influencia de la corona. Pero nosotros le hicimos creer que él ya no era intocable, que también habíamos quitado los hechizos que le protegían a él de la corona. Eso le frenó en sus planes y le instó a cumplir nuestro trato. Idiota. Si hubiera pensado un poco en ello detenidamente, se hubiera dado cuenta de lo poco que nos interesaba que la figura del rey ya no fuera intocable… porque a partir de entonces yo iba a ser el rey…
“Afianzada mi posición, me casé. Pero no con una mujer cualquiera. No es una simple amiga de la infancia sin ninguna posición, como os hicimos creer a todos. Es la legítima heredera de este reino. Por tanto, mi reinado no solamente es legítimo para los nobles de este país, sino también para los del país vecino… y para los Powem.
“Muerto el rey, todo ha ido mucho mejor de lo que esperábamos en principio. Confiados en los misteriosos hechizos que sabíais que obligaban al rey a seguir el Juego, esperabais que os atacaran desde todos los frentes… pero no os esperabais un ataque desde arriba, desde vuestro rey. Tampoco os percatasteis, y los que lo hicisteis no os resultó sospechoso, de que Raming permaneciera en un alto cargo muy próximo a mi desde el principio, porque le descarté como Mano Derecha al poco tiempo.
“Tonegr de la casa Velhame fue la primera víctima. El muy estúpido quiso aliarse con mi casa, desconfiado por la preocupante información que se había filtrado entre sus espías y confiando en que tendríamos más miedo a la traición que ellos. No fue difícil traicionarles ni aliarnos con tu casa para colgarle después. Pero tú eras el más listo y te reservábamos para el final. Así que elegí como Mano Derecha a Speau de la casa Unmerko. Era idiota como nadie y fue fácil manipularle mientras creía que me estaba manipulando a mi. Le saqué mucho dinero, pero ni me molesté en buscar un plan para liquidarle. Sabía que tú lo harías rápidamente. Fue un plan muy ingenioso por tu parte, pero yo te di una ayudita. Saqué al asesino que contrató para matarte de la cárcel y le proporcioné medios para que se vengara. Una pena que fuera un estúpido y lo hiciera sin consentimiento de su gremio.
“Y todo eso nos lleva a ti, el último obstáculo eliminado. Me he reído mucho al ver tu frustración por no poder manipularme. No te haces una idea de cuánto. Sólo podías ver cómo poco a poco perdías poder y todo se desmoronaba poco a poco. Apuesto a que ni siquiera tú, el gran previsor, habías previsto las consecuencias de eliminar a la mayoría de los jugadores. Yo tenía vía libre para hacer lo que quisiera y para que tú echaras la culpa de todo a mi mujer y a Raming.
“Infiltré a mi Jefe Estratega entre los asesinos y le creé una buena fama falsa. Tú querías un buen asesino, y te fue recomendado… por un cortesano que creías tu aliado pero que está a mi servicio desde hace años. Y luego lo confirmaste con tus contactos de la taberna, a los que también tengo en nómina. Nos pilló por sorpresa la primera vez, y no podíamos probar nada porque tomaste muchas precauciones, así que nos reunimos rápidamente y decidimos fingir la muerte de la reina. Te mandamos a un escudero de confianza, que al parecer es un actor consumado para que examinara tu reacción al enterarte de la noticia. Nos confirmó que eras tú el que lo contrató. Y realizamos una magnífica actuación, pero ayudó que, en tu alegría, veías sólo lo que querías ver. El resto, te lo puedes imaginar.
El rey lo miraba con una expresión de triunfo y mofa al mismo tiempo, al igual que el resto de los presentes. Medio enloquecido, escupió a los pies del monarca y gritó
-¡El resto de nobles no lo permitirán! ¡Se alzarán contra ti y acabarás con la cabeza en una pica!
-¿De veras piensas que lo harán? El pueblo me quiere. Les he dado poder, y con la igualdad impositiva he reducido sus impuestos, lo que hace que me quieran más aun. Bastará con un comentario en mi contra para que todos se echen encima del que lo pronuncie. La Ley de Sucesión ya está redactada y preparada, y mañana por la mañana se aprobará y anunciará públicamente junto con la Ley de Igualdad, de la que no te hemos hablado aunque hemos trabajado en ella desde que te nombré Mano Derecha, y la proclama de tu ejecución mañana por la tarde. Y aunque alguien fuera en contra de mí, no me preocupa. Después de todo, el rey es intocable.
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Todo lo planeado por Nolog de la casa Powem se cumplió con increíble precisión.
La Ley de Sucesión y la Ley de Igualdad fueron antecedentes de un proceso democratizador parecido al que se había llevado a cabo en el país vecino hacía ya un siglo, en el que el rey gozaba aun de un gran poder, limitado, eso sí, por el pueblo llano. La nobleza pasó a ser, simplemente, una fuerza política más, sin el poder ilimitado del que habían gozado hasta entonces. Muchos fueron los nobles que se rebelaron contra ese nuevo sistema, y lograr la cabeza del rey pero el pueblo no deseaba cambiarlo, y fueron ellos quienes acabaron con la cabeza en una plica.
Casob, el último noble con bastante poder para evitar sus planes, fue ejecutado en la Plaza Mayor de Capital a la tarde siguiente por una larga lista de delitos: alta traición, varios intentos de asesinato, intrigas, trato con bandidos y robo al tesoro real eran sólo algunos de los cargos contra él. Su muerte no fue digna, ni mucho menos, proporcionando con sus acciones tema para las habladurías durante muchos años. Enloquecido, había afirmado cosas tales como que el rey era un traidor, (cosa imposible, por otro lado) y había alternado esa clase de comentarios con peticiones de venganza. En efecto, uno de los nobles aliados a su causa, arruinado tras perder a su protector, lo intentó allí mismo, en la plaza, delante de la multitud. Cogió a todos desprevenidos y la guardia no reaccionó a tiempo… pero el rey era intocable.
FIN