La dama ya estaba harta, y su mal humor se demostraba en su forma de bordar, usando las agujas con fiereza, como si fueran puñales con los que apuñalar las ilusiones frustradas. Quién le iba a decir a ella que iba a acabar así, sin más tarea que esperar bordando a un hombre al que ya no quería. Quién le iba a decir que su caballero, su rescatador, iba a acabar siendo causa de una forma distinta de encarcelamiento. ¡Cuán ilusionada había estado cuando su caballero abortó su secuestro y la tomó por esposa! Entonces se había sentido amada; ahora sabía que los grandes amores de su esposo eran la espada y el escudo, y ella era sólo una bonita decoración que le curaba las heridas cuando regresaba a casa y le entretenía hasta que volvía a marcharse.
Su único consuelo habían sido sus hijos, los dos varones, pero sólo hasta que su padre les había regalado unas espadas de madera y había decidido que eran bastante mayores para ser escuderos. Entonces se los había entregado a otros caballeros para que les enseñaran el arte de la guerra.
Con una ligera sonrisa tocó su vientre abultado y pensó “Una niña. Será una niña”. Pero luego lo pensó mejor. No quería que su hija acabara como ella, sola en una torre cosiendo mientras esperaba a su marido. “Mejor otro niño”, rectificó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Muchas gracias por visitarme y comentar! Espero que lo que publico te haya gustado pero, si no es así, por favor, ¡dímelo de forma constructiva! Tus comentarios me ayudarán a mejorar.