Las armas chocan con estrépito, y los dos duelistas empiezan a cansarse. Pronto, uno de ellos cometerá un gran error y la victoria será de su contrincante. No obstante, ambos son grandes guerreros y no se darán por vencidos fácilmente. Al fin, uno de ellos ve un hueco en la guardia de su rival y lanza una estocada al estómago de su enemigo.
—¡¡¡¡Auuuuuu! —llora el niño perdedor al recibir el palazo en el estómago.
Su hermano mayor, que no se arrepiente en absoluto, ríe y se burla hasta que, de repente, una sombra amenazadora le cubre y enmudece
—¿No te he dicho un millón de veces que no pegues a tu hermano? ¡A tu habitación!
El niño se enfurruña y, pegando una patada a lo que hacía unos momentos era su espada, se mete dentro de la casa.
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