sábado, 16 de octubre de 2010

Relato: Qué fácil amargarse


Amaneció en la ciudad amenazando tormenta, y, con gran pesar, Lucas se levantó después de un largo fin de semana de fiesta, andando como un zombi y realizando sus abluciones como un auténtico autómata. Sentía la boca como pastosa y sabía por experiencia que no sería persona hasta después de tomarse un par de cafés bien cargados y pasar una hora de adaptación encerrado en su coche mientras el tráfico avanzara con la lentitud habitual.
Mientras se juraba a sí mismo que el siguiente fin de semana no haría más esfuerzo que ver unas películas romanticonas con su novia Silvia, que bastante le aguantaba, miró el reloj y se dio cuenta de que iba muy pillado de tiempo, así que bajó medio corriendo medio tropezando las escaleras, saludó lo más alegremente que pudo a su novia (esfuerzo nada desdeñable teniendo en cuenta las circunstancias), se bebió la última taza de café que quedaba y salió por la puerta dando un involuntario portazo que hizo que su cabeza palpitara aun más.
***
Amaneció en la ciudad amenazando tormenta, y, con gran pesar, Silvia se levantó con un humor hecho a medida del día, maldiciendo al idiota que inventó los lunes, a sus jefes por hacerle levantarse a esas horas intempestivas y a sí misma por dejarse arrastrar una vez más por su novio Lucas a una de esas fiestas de todo el fin de semana, que la impedían descansar, cuando lo único que quería era pasar un par de días viendo comedias románticas con él.
Maldiciendo por lo bajo, se acicaló y se entretuvo en el baño un poco, tras lo cual bajó a desayunar y se dio cuenta de que quedaba una sola taza de café. No le dio tiempo a bebérsela, no obstante, porque cuando estaba a punto de agarrarla, un saludo que más parecía un gruñido le anunció la llegada de su novio, que pasó a su lado como una exhalación, prácticamente le robó su café de las manos y, sin ningún pudor, se lo bebió de un trago y salió dando un portazo.
¿Pero qué demonios le pasa? ¿a qué viene eso? ¿me ha saludado con tono de enfado o no era realmente así? ¿pero si no está enfadado por qué ha dado un portazo? Porque eso ha sido un portazo con mala leche en toda regla. Será posible, ¿pero yo qué le he hecho? ¿Será por el fin de semana? Vale que sus amigos no me caen del todo bien, pero yo lo disimulo bien. Aunque bien visto, últimamente le he notado algo raro. No sé qué será, pero se le ve raro. Habló muy poco conmigo, y con los demás estaba constantemente hablando.¿Qué he hecho yo mal? Un momento… ¿y si ya no me quiere? Visto así, ahora que lo pienso en la fiesta del sábado habló más con las chicas que con los chicos. Ya está, me engaña con otra. Y encima se ha bebido mi café, el muy cretino. Pues se va a enterar.
***
Lucas llegó a casa casi de buen humor, a pesar de que tenía la sensación de que todos los semáforos habían conspirado contra él, poniéndose en rojo. Debido a eso, le extrañó que aun no hubiera luces en la casa, ya que normalmente, a esas horas, Silvia ya solía estar en casa. Resignado, abrió la puerta pensando en hacerle la cena a su novia, nada especial pero tampoco cualquier cosa. Cuando encendió la luz, se llevó un susto al comprobar que efectivamente Silvia estaba en casa, a oscuras y mirándole fijamente desde las sombras.
-¿Y bien? –dijo ella, en un tono que no presagiaba nada bueno.
-¿Y bien qué?
-¿No tienes nada que contarme?
-No, que yo sepa.
-Ya, claro, seguro. Será mejor que lo sueltes ya, antes de que sea peor.
-Realmente no sé de qué me estás hablando.
-El hecho de que ni siquiera sepas de qué te hablo muestra a las claras la mentalidad que tienes ¡Retorcido!
Silvia subió las escaleras furiosa y Lucas, desconcertado a más no poder se quedó callado y se dirigió a la cocina. Realmente, tenía que preparar una cena buena de verdad. Pero ¿qué había hecho? Por más que le daba vueltas a la cabeza, no lograba encontrar el motivo de la discusión. Frunciendo el ceño, empezó a pensar en lo maravillosa que era su relación anteriormente y el calvario que tenía que soportar ahora con ella cuando le daba el venazo. Quizás debería haberla dejado antes de irse a vivir con ella, ahora que compartían la hipoteca, los amigos y todo ya no podía dar marcha atrás. No tenía solución. Con un suspiro nostálgico, decidió que debía insistir en el tema, no fuera que hubiera hecho algo mal realmente y ella le guardara rencor durante varios días. Mejor prevenir que curar.
Llamó a Silvia y le sirvió la mejor cena que había preparado en años. Ella ni le dirigió la palabra.
-Realmente, Silvia, mejor cuéntame lo que tengo que contarte y nos ahorraremos unas cuantas molestias.
- ¿Te crees que no me doy cuenta de las cosas, infiel desagradecido?
Lucas se quedó blanco.
-¡Yo no te soy infiel!
-¡Mentiroso, pedazo de embustero! ¡Claro que lo eres!
-Pero ¿qué dices? ¿y cómo iba a serlo, si todo el tiempo que no estoy trabajando estoy contigo?
Silvia se quedó un buen rato callada, pensativa. Finalmente dijo:
-Entonces, no me eres infiel.
-No, ¡claro que no!
-Y entonces ¿por qué estás de malas conmigo?
-¡Yo no estoy de malas contigo!
-¡Ves como eres un mentiroso! ¡Si sabré yo cuándo estás de malas conmigo y cuándo no!
Esto comenzó una acalorada discusión cargada de reproches que duró hasta bien entrada la noche. Finalmente, Lucas, que apenas había dormido y necesitaba descansar un poco, se encomendó a todos los santos e hizo lo posible para apaciguar a su novia. Tras varios minutos de esfuerzo vano, lo consiguió y se dirigieron los dos a la cama. No obstante, cuando Lucas estaba a punto de apagar las luces, Silvia hizo la pregunta maldita:
-Entonces, ¿me quieres?
-Sí
-¿Realmente?
-Sí, realmente.
-Pero ¿realmente realmente?
-¡SI
-¿Ves como estás de malas conmigo?
Lucas miró al techo con desesperación… prometía ser una noche muy larga.

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