Sí, lo sé, hace mucho que no os traigo un relato, pero tengo mi último examen de la carrera la semana que viene y son como 160 páginas... Todo esquemas. Así que ando un tanto liadilla... y más con el lanzamiento de Viajera interdimensional (por cierto, llevan verificando los archivos de mi libro de prueba 3 días en la imprenta... y no puedo hacer el pedido hasta tenerlo en mis manos y ver si está todo correcto... de modo que para variar estoy en el aire...).
Pero bueno, recientemente se falló un concurso de relatos románticos y no hubo suerte, pero como me encantó cómo quedó mi relato os lo comparto. Esun poco mucho más largo de lo habitual (así compensa la carencia de relatos que ha habido últimamente... y la que posiblemente habrá con un motivo más alegre: la feria del libro de Madrid y el lanzamiento definitivo de Viajera interdimensional ^^).
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Pero bueno, recientemente se falló un concurso de relatos románticos y no hubo suerte, pero como me encantó cómo quedó mi relato os lo comparto. Es
Amante prohibido
Desde que ese ídolo
adolescente de pacotilla había manifestado públicamente que estaba
locamente enamorado de ella, la vida de Lara se había convertido en
un culebrón de esos que detestaba tanto. Por desgracia, al contrario
que lo que ocurría en la tele, no podía cambiar de canal.
El cantante/actor en
cuestión, de nombre Cameron, ni siquiera le gustaba. No es que fuera
feo, de hecho era la clase de tipo que conseguía enloquecer sus
hormonas cuando era adolescente. No obstante, ahora, con esa etapa de
su vida ampliamente superada, lo único que podía pensar de él era
que, a pesar de ser de su edad, tenía cara de yogurín.
Lo de yogurín, por otra
parte, no se limitaba a su rostro. Era uno de esos tíos que, por más
que lo intenten y se maten a hacer pesas, no pueden calificarse de
otra forma que escuchimizados. Sí, ni un gramo de grasa, pero los
músculos brillaban por su ausencia. Tampoco era de esas mujeres que
se pirran por los chulitos de gimnasio, eso era pasarse, pero ¡donde
estuviera una tableta de chocolate bien marcada, que se quitara el
palillo ese!
Además, si a la cara de
niño y el cuerpo enclenque le sumabas su indumentaria, propia de los
chiquillos que le seguían, y su incapacidad de hablar con nadie sin
meter una muletilla cutre e intentar encaminar la conversación a los
dos únicos temas de conversación que dominaba, es decir, él mismo
y sus propiedades, era comprensible que Lara pensara seriamente en
clavarle algo cada vez que le veía. Desde su famosa declaración, en
medio de un concierto televisado mundialmente, pensaba que el
apuñalamiento era una muerte demasiado piadosa para ese zoquete.
Había acudido allí sólo
porque, en un momento de poca lucidez, había regalado las entradas
con el pase al backstage (que a su vez le habían sido regaladas por
su jefe, el representante de Cameron) a su sobrina y su mejor amiga.
En ningún momento pensó que a su hermana no le daría la gana ir y
le tocaría acompañar a las dos mocosas al "día más
alucinante de su vida". Y alucinaron en colores cuando su ídolo
hizo subir a su aburrida acompañante al escenario para declararle su
amor con la que sin duda era la canción más pastelosa de la
historia de la música.
Lo único que impidió
que le rompiera su nariz de niño en medio del escenario fue que
estuvo en estado de shock. Sólo se liberó de la estupefacción
cuando pretendieron que le diera una respuesta ahí mismo. En ese
momento, sus mecanismos de supervivencia discotequeros, algo
oxidados, se pusieron en marcha y dijo:
—Lo siento, pero tengo
novio.
Por supuesto, si hubiera
estado más espabilada hubiera puesto otra excusa, como que era
lesbiana. Tanto el idiota del cantante como los medios de
comunicación consideraron que ningún novio estaba a la altura del
famoso del momento y que sólo se había negado por deferencia al
pobre infeliz, para romper con él oficialmente antes de empezar el
idilio con el hombre con que "toda chica sueña".
Desde ese día su vida se
había convertido en un circo. Al acoso del famoso memo y de los
medios de comunicación se había sumado una oleada de llamadas de
conocidos de los que apenas se acordaba y con los que nunca mantuvo
el contacto. Su sobrina la odiaba por quitarle sus esperanzas con el
cantante, pero intentaba por todos los medios pasar más tiempo con
ella con la esperanza de volver a coincidir con él. Y todo el mundo
preguntaba una y otra vez por el misterioso novio, que por supuesto
no existía más que en su imaginación.
La mitad de los hombres
que conocía habían pasado de ignorarla a asediarla, y había sido
atacada un par de veces por fans histéricas. Para colmo, su jefe,
que estaba al tanto de lo poco que le gustaba Cameron, había
insinuado veladamente que cualquier manifestación pública de su
disgusto provocaría su despido. Sin embargo, y era lo único bueno
de todo el asunto, su sueldo había aumentado sustancialmente, y la
habían hecho por fin fija. Claro que era un chantaje para que no
acudiera a los medios con historias, pero no se iba a quejar de eso.
Alguna compensación necesitaba. Por supuesto, no dijo a nadie que en
su vida iba a caer tan bajo de ir a la prensa rosa para nada. Ya les
odiaba antes de que todo el asunto estallara, pero ahora le daban
escalofríos cada vez que pensaba en ellos. Y cuando aparecían mejor
ni hablar.
Lo que más rabia le daba
era que sus esperanzas de salir con el hombre que realmente le
gustaba se habían quedado en nada. Porque ese hombre, el sexy
mánager de Cameron, no iba a arriesgar su carrera. De modo que todas
sus esperanzas de tener una noche de sexo apasionado con ese semental
se habían ido al garete. Meses de coqueteo tirados a la basura.
Sabía que le había
tenido en el bote (su erección no dejaba lugar a dudas) cuando se
puso su minifalda y comenzó a provocarle junto a la máquina de café
el día que se pasó por la oficina para ultimar algunos detalles con
su jefe. Por desgracia, sólo unas horas después empezó el infierno
y desde entonces, por más que intentaba captar su atención, él
fingía no darse cuenta de sus provocaciones y la rehuía.
Frustrada tras su última
intentona, se repantingó en su silla y lanzó por la ventana el
nuevo ramo de flores de su mesa, sin siquiera mirar la tarjeta. Poco
importaba que fuera del cantantucho o de otro de los imbéciles: las
flores no le gustaban y, para colmo, le daban alergia. Pero claro,
los chalados obsesivos no se molestan en comprobar esos detalles.
—¿Acabas de lanzar el
ramo por la ventana? Era el más caro, no sé por qué no te gusta.
Lara se encogió de
rabia, pero al instante se dio cuenta de que era la oportunidad de
poner al bobo en su sitio. No era un secreto en el trabajo que no le
soportaba, y no estaban los medios cerca para hacer público su
desplante.
—A ver, anormal.
¿Cuándo te va a entrar en la cabeza que ni todos los regalos
ridículos del mundo van a conseguir que me interese por ti?
—Ah, sabía que dirías
eso —el ídolo sonrió como en las portadas de sus discos y sacó
su guitarra—, por eso he venido preparado.
—¡Ni se te ocurra! Tu
mierda de música lo único que hará será empeorarlo. ¡Si yo soy
de rock duro, por el amor de Dios! Mi novio te da mil vueltas en
todo, ¿cómo te lo hago entender? Ni aunque fueras el último hombre
sobre la faz de la Tierra me gustarías. ¡Y tus putas flores me dan
alergia, joder, no paro de moquear desde que dijiste esa gilipollez
en el concierto porque me asedian con plantas a cada sitio que voy!
Déjame en paz de una santa vez, que tengo trabajo.
—Escucha, Cameron —dijo
entonces su mánager. Era gracioso, pero ni siquiera sabía su
nombre. Tenía mucho más morbo así. Lara se sintió excitada sólo
con su voz grave y se giró para apreciar mejor a ese dios entre los
hombres. Para cualquier otra mujer no era más que un hombre del
montón, pero a ella le encantaba su rudeza apenas contenida y su
nariz algo torcida. Sí, sin duda uno de los mayores motivos para
odiar al cantantucho era que la hubiera privado de las mieles de
saborear ese cuerpo de arriba a abajo—. ¿Por qué no te vas a casa
mientras yo cierro los acuerdos? —bajando la voz, pero no lo
suficiente para que Lara no lo escuchara—. A veces, con las mujeres
lo mejor es replantearse la estrategia, antes que insistir en lo
mismo.
—Cierto... Dime ¿crees
que le gustarán los bombones?
—No si los mandas tú.
Y déjame en paz de una maldita vez.
Por suerte, el cansino
tuvo el sentido común de marcharse y se quedó frente a frente con
el mánager cañón.
—Sería más fácil si
estuvieras loca por él. Se cansaría de ti en seguida, como siempre.
—Pero no le aguanto.
Así que más te vale encontrar otra forma de que me deje tranquila.
—¿Crees que me voy a
arriesgar a ponerme a malas con mi cliente sólo porque no le
aguantas? Lo siento, querida.
—No creo que tengas
elección —se enfadó ella—. Hoy mismo recibirá una notificación
amistosa de mi abogado pidiéndole amablemente que me deje tranquila.
Con notarios de por medio y todo. Si no para, no me quedará más
remedio que ponerle una demanda. Menuda imagen para el dulce y
encantador ídolo adolescente, obligar a la mujer de la que
supuestamente está enamorado a recurrir a esos extremos.
—No serás capaz. Tu
jefe no tardaría en despedirte.
—¿En serio? ¿Justo
después de interponer una demanda contra uno de sus clientes, que
seguro que gano porque todas las pruebas están a mi favor, y al poco
de hacerme fija? Quedaría como un proxeneta.
—Veo que lo tienes todo
calculado.
—No podréis decir,
ninguno de vosotros, que no lo he hecho por las buenas antes de
recurrir a medidas más extremas. No te haces una idea de lo infernal
que es mi vida desde lo del concierto.
—Veré qué puedo
hacer.
—No has llegado a tu
posición viendo qué puedes hacer. Hazlo.
Él soltó una carcajada
y entró en el despacho de su jefe, que llevaba esperando ya un rato.
***
Una semana después, su
situación había mejorado un poco, ya que aunque no se podía hacer
nada con los medios de comunicación, las fans, los cotillas y los
interesados, al menos no tenía que soportar al causante de todos sus
males. No obstante, el hecho de que alguien como él, incapaz de ir
al retrete sin tuitearlo, no hubiera publicado en ningún sitio que
iba a desistir en sus intentos de conquistarla era preocupante.
Sus sospechas se vieron
confirmadas cuando, acabada la jornada laboral, el mánager la
interceptó antes de que entrara en el ascensor.
—Te parecerá bonito
—dijo simplemente.
—Como no me des más
detalles... te aseguro que no tengo ni idea de qué me parecerá
bonito.
—Cameron, el ídolo pop
juvenil, lleva la última semana intentando componer rock duro para
complacerte.
Lara no pudo evitar
reírse a carcajadas al imaginarlo.
—Apuesto a que es mil
veces peor que componiendo esas ñoñerías. ¿Te le imaginas
intentando rocanrrolear en el escenario, con su carita de niño
bueno?
—Sí, me lo imagino
perfectamente. Y no me gusta en lo más mínimo —frunció el ceño—.
Escucha, acepta una cita con él. Inventaremos una historia o alguna
cosa para que no tengas ni que besarle y para predisponerle en tu
contra. Te aseguro que en cuanto vea que muestras interés se echará
para atrás.
—No.
—Puedo hablar con tu
novio. Te aseguro que llegaré a un acuerdo con él para que no se
sienta avergonzado si los medios os graban juntos.
—En primer lugar, no
tengo novio. En segundo lugar, aunque lo tuviera no tendría que
pedirle permiso para salir con quien me diera la gana. La cuestión
es que no me da la gana.
—¿Que no tienes novio?
—preguntó él pausadamente, en un tono difícil de interpretar.
—¿Algún problema con
eso? —él rodeó su cintura repentinamente y la atrajo hacia sí
para besarla. Atónita, Lara no pudo sino reaccionar devolviéndoselo,
aprovechando para recorrer su cuerpo y comprobar que era tan duro
como parecía—. ¿Y eso a qué ha venido?
—He pasado las últimas
semanas huyendo de ti porque pensaba que tenías pareja y que me
habías tomado el pelo con tu coqueteo. Estoy recuperando el tiempo
perdido.
—¿Y tu cliente?
—A la mierda con él.
Ella, completamente de
acuerdo, le besó con pasión, algo preocupada por si les veían. Por
suerte, el cuartito de mantenimiento estaba cerca y, casi
automáticamente, ambos comenzaron a moverse hasta entrar en él y
comenzar a quitarse ropa de encima.
Él fue trazando un
reguero de besos desde su mandíbula hasta su clavícula, mientras
Lara le provocaba con sus manos...
—Sí, Carmelita, como
te digo, mi nuera ha decidido redecorar toda la casa —se escuchó
entonces. Ambos se miraron y se quedaron muy quietos, reaccionando
justo a tiempo para evitar que la mujer de la limpieza pudiera abrir
la puerta bloqueándola con sus cuerpos semidesnudos—. Espera niña,
ahora te llamo, la puerta del cuartito no se abre y tengo que avisar
al de mantenimiento.
Lara cogió su móvil a
toda prisa y llamó al hombre, soplando cuando lo cogió. Se escuchó
entonces a la señora refunfuñar sobre que el de mantenimiento
siempre comunicaba y sus pasos se alejaron. Cuando consideraron que
no había peligro, ambos salieron algo apurados y se metieron en uno
de los despachos para vestirse convenientemente. Poco después de que
la mujer de la limpieza volviera, acompañada del conserje, ambos
salieron del despacho con total respetabilidad. No es que hiciera
falta, porque el cuarto de mantenimiento era de nuevo sede de
escarceos amorosos clandestinos, y la pareja no se dio cuenta de que
se metían en el ascensor.
Al llegar abajo salieron
al exterior y Lara comenzó a proferir maldiciones contra el paparazi
que había en la acera de enfrente.
—No creas que te vas a
librar tan fácilmente —dijo él, girándose para que fuera
imposible leerle los labios.
—¿Deduzco que no
quieres que nadie se entere? —respondió ella haciendo lo mismo, al
ver la mueca de su amante, soltó una carcajada—. ¡Es coña!
Además el secretismo le da más morbo.
—No lo dudo. Tendrás
noticias mías... pronto —prometió con voz seductora. Lara sintió
un poco de tembleque en las rodillas pero siguió con el juego.
—Eso espero, tío sexy.
Aunque es posible que si no te das prisa satisfaga mi calentón en
otra parte...
—No te vayas a dormir
muy pronto —se apresuró él a responder—. Esta misma noche
pasaré por tu casa.
Con una carcajada, ella
se giró sensualmente y se alejó contoneándose, sabiendo que iba a
pasar una noche memorable.
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Todas las historias y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
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