- Acción
- Diálogo
- Detalles íntimos
- Punto de vista interior (reacción/reflexión/revelación)
- Punto de inicio y punto de fin definidos
Para
complicarlo todo un poco más, había que plantear un personaje que
deseara un objeto con todas sus fuerzas, darle veinticuatro horas de
vida y obligarle a elegir entre el antídoto a su mal y el objeto en
cuestión.
Yo, en vez de una escena, he hecho un relato-escena siguiendo estos puntos, ¿qué os parece?
La espada o la vida
Rowan entró despacio en
la galería y esperó unos segundos a que su vista se adaptara a la
penumbra. Se acercó a la espada como si tuviera todo el tiempo del
mundo, aunque en realidad ardía en deseos de cogerla y de salir de
allí cuanto antes. No obstante, el sigilo era su mejor baza en este
caso y caminó con cuidado de no hacer sonar las tablas chirriantes
del suelo.
«Ya está, ya casi lo
tengo», pensó, y alargó el brazo para coger el arma.
—Sabía
que vendrías a por ella —dijo una voz a su espalda. Rowan se giró,
tenso, y encontró a Damon sentado con comodidad en un sillón, en el
que sin duda llevaba un buen rato esperándole.
—Esta
espada me pertenece por derecho, y lo sabes. Como también sabes que
me la llevaré por la fuerza si es preciso y que no tienes habilidad
siquiera para detenerme unos minutos hasta que lleguen los refuerzos
—gruñó él.
—Sí, lo
sé —respondió su enclenque hermanastro—. Sin embargo, te
ofreceré algo a cambio de que la dejes donde está.
—¡No
puedes ofrecerme nada que sea más importante que mi legado!
—El
remedio para el veneno que ahora corre por tus venas. Seguro que ya
has empezado a notar el hormigueo que precede a la parálisis. —Rowan
frunció el ceño, dolido por la traición: a pesar de todo lo que
les separaba, se sentía muy unido a su hermanastro y pensaba que era
mutuo. Damon intuyó por dónde iban sus pensamientos y suspiró—:
No te creas que tengo nada que ver con esto. Ha sido el viejo. Sabía
que ibas a hacerte con la espada tarde o temprano y que no tenía
medios para detenerte. Así que ha recurrido a la táctica más sucia
para evitarlo y librarse de ti de una vez por todas, solo que no
contó con que yo estuviera cerca y le robara el antídoto que había
preparado. Sin embargo, sabes que no puedo dejar que te lleves esa
espada, porque sería una catástrofe para nosotros, así que te
ofrezco un trueque justo: el antídoto si me das tu palabra de que
dejarás el arma donde está.
Rowan dudó.
Sabía que lo que decía su hermano era verdad y consideró la
posibilidad de aceptar, pero era un hombre honorable y eso
significaba renunciar a la espada para siempre. Por otro lado, si
cogía el arma y moría antes de llevarla a un lugar seguro, ¿de qué
iba a servir? Sin embargo, su vacilación finalizó pronto: prefería
tirar la espada al fondo del mar antes de morir a dejar que
permaneciera en manos de su padrastro.
—No espero
que lo entiendas... —dijo Rowan, con la voz entrecortada. Damon
frunció el ceño de dolor al verle avanzar de nuevo y coger el arma,
pero no hizo amago de detenerle ni de avisar del robo. Rowan enfundó
la espada y se dirigió al pasadizo por el que se había colado en el
castillo. Antes de llegar al final, sin embargo, oyó de nuevo la voz
de su hermanastro a su espalda:
—Maldita
sea. ¡Toma! —Rowan se giró justo a tiempo para coger el frasquito
que contenía el antídoto. Se lo bebió de un trago y, a pesar de
que el tiempo corría en su contra, retrocedió para abrazarle—.
Márchate ya, antes de que me arrepienta —dijo Damon en voz baja.
Rowan asintió y desapareció por el pasadizo, prometiéndose a sí
mismo que volvería en cuanto hubiera dominado el poder del arma y
sacaría a su hermanastro de ese lugar que, más que un hogar, era
una prisión.
Todas las historias y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
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