martes, 19 de abril de 2022

Relato: Somos nuestros disfraces

Hoy tocaba hacer un relato con la consigna: Tus protagonistas estaban en una fiesta de Carnaval y de pronto se han convertido en sus disfraces.

 Somos nuestros disfraces

Lo de convertirse cada cual en lo que se disfrazaba hubiera sido maravilloso de no ser porque también se veían obligados a actuar como el personaje al que habían emulado. Así, atrapados en su propio cuerpo, se veían obligados a hacer lo que no deseaban: el grupo de enfermeras sexies comenzó a actuar como si estuviera en una película porno, las princesas entraron en pánico y se desmayaron, el ladrón desvalijó a todo el que tenía alrededor, el Sombrerero Loco se agenció una taza de té y comenzó a reírse a carcajadas sin poder parar, y la pareja de trogloditas no entendía cuanto les rodeaba y se quedaron en un rincón, atacando a quien se acercara. 
Para colmo, los que iban de objetos inanimados habían alcanzado una inmovilidad preocupante, y un comecocos se estaba comiendo a un grupo de gente que había tenido la genial idea de vestirse de frutas. El remate fue cuando el asesino siniestro comenzó una matanza; habría sido suficiente con que los que iban de policías intervinieran, pero el superhéroe tenía que dar el espectáculo y no controlaba sus poderes, así que la casa acabó destrozada, derrumbándose una sección sobre las enfermeras.
Ana se maldijo a sí misma por ser tan idiota. Todo había sido idea suya y había prohibido las brujas y personajes mágicos en la fiesta para ser la única con poderes, convencida de que el encantamiento no la afectaría. Pero sí que le había afectado y ahora, disfrazada de animadora, daba saltos estúpidos mientras todo se iba al garete.
No se dio cuenta del verdadero alcance de su broma hasta que el hechizo perdió fuerza y todos recuperaron el control de sus cuerpos. De los disfrazados de fruta solo quedaba una masa sanguinolenta, y el comecocos se quitó la vida, incapaz de soportar lo que había hecho. Los que el asesino había matado antes de que le matara a su vez el superhéroe tampoco se levantaron, al igual que las enfermeras, aplastadas por el derrumbe, y el propio superhéroe, que perdió su poder en pleno vuelo y se partió el cuello en la caída.
Ana se planteó llamar para pedir ayuda, pero sabía que su condena por lo que había hecho sería una vida entera encerrada en una prisión de contención mágica por convertirse en una bruja oscura, aunque sus intenciones iniciales no fueran malas. Así pues, antes de que nadie pudiera escapar, lanzó un hechizo de sueño sobre todos e incendió lo que quedaba de su hogar. Si alguien investigaba, acabarían comprendiendo lo ocurrido, pero la casa estaba alejada y nadie se enteraría de la tragedia en horas. Entre eso y lo que tardaran los investigadores paranormales en darse cuenta de que había magia de por medio, ganaría tiempo suficiente para huir y localizar a los brujos oscuros. Seguramente la aceptarían: tenía una excelente carta de presentación. 

https://deborahfmunoz.com/mis-obras/ 

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