martes, 10 de mayo de 2022

Relato: Una gesta sin igual

Nuevo lanzamiento de dados para hacer un relato corto...

 Una gesta sin igual

Relatos que inspiraron el relato Una gesta sin igual
Tenía que correr. No. Tenía que volar
para entregar el mensaje al general a tiempo. Si no, cruzarían la frontera y no habría nada que hacer para atraparlos. Pero él era el mejor mensajero y, cuando los soldados que hacían guardia le avistaron, había llevado a cabo una gesta sin igual, atravesando incluso una tormenta de nieve sin reducir la marcha aunque apenas tenía ropa para protegerse de la tempestad. 
Así pues, se sintió de lo más satisfecho cuando, tras entregar el sobre cerrado, le dieron ropa de abrigo, unas buenas botas y hasta una bufanda para que su cuerpo se recuperara de su hazaña en el lugar más cercano al fuego de la hoguera central del campamento.
El general, sin embargo, no estaba tan satisfecho. Lo había planeado todo al detalle con su esposa y el amante de esta: debían fugarse en el momento en que él estuviera en un lugar tan remoto que, cuando le llegara el aviso, ya hubieran huido del país, o estuvieran tan cerca de la frontera que ya no se pudiera hacer nada. Así, podría repudiarla sin problemas y casarse con la mujer a la que amaba mientras ella vivía feliz con su hombre al otro lado de la frontera.
Ahora que había sido avisado, sin embargo, eso ya no era posible. Se esperaría de él que hiciera todo lo necesario para salvar su honor, es decir, debía comenzar una carrera frenética hacia la frontera para interceptarles y matarlos a ambos como venganza. A no ser que no hubiera recibido el mensaje a tiempo...
Salió de su tienda con aire enfadado y le dijo a uno de sus hombres:
-¿Dónde está ese estúpido mensajero? Me ha entregado un sobre vacío.
Inmediatamente fueron a buscarle y el mensajero se presentó, desconcertado, en la tienda del general. El sobre pesaba y dentro debía de haber, al menos, un par de papeles. No tenía sentido. Por suerte, memorizaba sus mensajes al detalle antes de empezar a correr, por si perdía el sobre, así que se lo recitó y el general le lanzó una mirada grave:
-¿Le has contado esto a alguien más del campamento?
-Por supuesto que no, señor, he hecho voto de respetar la priva... -No pudo continuar porque el general había tomado los dos extremos de la bufanda y empezado a apretar. Ni siquiera tuvo oportunidad de ofrecer resistencia; estaba demasiado débil y él era demasiado fuerte.
-¡Guardias! -gritó el general cuando yació muerto en el suelo. Al entrar estos, les explicó que apenas había empezado a recitar su mensaje cuando se había caído al suelo, desmayado y sin pulso.
Sus hombres hicieron pobres intentos de reanimarle, sin esperanza alguna.
-Dijo que había venido corriendo desde la capital. Corriendo. Sin detenerse durante un día y medio, y con este tiempo -se excusó uno de sus guardias al ver que nada se podía hacer-. Ningún cuerpo aguanta eso.
-Maldito sea, podría haber aguantado vivo hasta darme el mensaje, antes de colapsar. Un sobre vacío de poco me sirve para averiguar qué diablos pasa, solo balbució algo sobre mi mujer antes de caer redondo. ¡Hay que ver lo que son capaces de hacer algunos para complacer a una dama hermosa! Y seguro que es alguna tontería que se le ha ocurrido...
Los guardias rieron con él y no dudaron ni un segundo a la hora de seguir sus órdenes: enterrar al mensajero en las afueras del campamento y mandar un mensajero a la capital para ver qué le pasaba a su mujer. El general suspiró aliviado cuando se quedó solo. Era una pena haber tenido que matar a un hombre como ese, capaz de hacer una hazaña semejante. Pero la vida de un desconocido no valía tanto como la de dos personas a las que tenía cariño, así que dejó la culpa a un lado y siguió con sus asuntos.

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