miércoles, 23 de noviembre de 2022

Relato: Algo más allá

Un nuevo lanzamiento de dados:

Algo más allá

Dados en los que se basa el relato Algo más allá
Tenía que haber algo más allá. Las tierras de su familia llegaban hasta donde se perdía la vista y más. Ellos eran el centro de todo, como demostraba que prácticamente todos los edificios, los jardines y hasta las personas llevaran la L que les marcaba como propiedad de su familia. 
Pero tenía que haber algo más allá. Había visto las granjas de donde venía la comida, todas de la familia. También las ovejas con las que se hacían la mayor parte de las prendas de vestir, el lago donde pescaban los peces y en el que descansaban los patos que cenaban a veces, los extensos y peligrosos bosques de donde sacaban la madera, hasta los cultivos de especias. Todo lo básico se producía ahí, sí, pero ¿de dónde salían las sedas, el oro o las joyas de su madre? 
Sus progenitores le aseguraban que no había nada, pero averiguar ese misterio se convirtió en su obsesión. Cuando descubrió que dos de los criados de su padre se marchaban con los carros llenos de alimento y volvían con joyas y bagatelas, les abordó:
-¿De dónde habéis sacado todo eso? ¿Es que hay algo más allá?
-Los traen los barcos de velas blancas, mi señor -tartamudeó uno de ellos. No se les permitía hablar con el primogénito, pero tampoco podía desobedecer una orden tan directa.
El joven pareció conformarse, pero su nueva obsesión fueron esos barcos de velas blancas. Así que, la siguiente vez que vio a los hombres de su padre marcharse con el carro, les siguió. Atravesaron el bosque, laberínticos acantilados y hasta una ciénaga antes llegar a un pequeño puerto.
Y allí, el único lugar de esas tierras que no pertenecía a su familia, y en el que residían muchos que habían huido de su tiranía, ese joven inocente que no había visto el mundo más allá de la finca que le protegía, y que llamaba la atención con sus ropajes y actitud, se convirtió en una presa muy jugosa para mucha gente. Para su desgracia, los que querían vengar todas las afrentas fueron más, y más violentos, que los que querían usarle para enriquecerse. Nunca llegó a ver las velas blancas de los barcos.
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