-Extrañas circunstancias en las que nos encontramos, para que un Powem cite a un Moskley para negociar algo –dijo éste con voz intrigada.
-Alianzas más extrañas aun están en marcha, y tenemos un negocio entre manos que puede beneficiar ambas casas.
-Me intrigas, mi noble amigo, por favor, continua. Cualquier posible beneficio es digno de ser estudiado.
-La casa Velhame tiene interés en rodear a la casa Moskley para atacarla por ambos flancos y para ello se ha fijado en nuestra casa, en busca de una alianza contra la vuestra.
-¿Y qué os lleva, pues, a querer negociar con nosotros?
-Sus condiciones no nos favorecen todo cuanto deberían, y no desean ceder. No obstante, nos favorecería mucho una alianza con la casa Moskley, tanto por cercanía como por la posibilidad de librarnos de un rival en el Juego.
-Continúa.
-Al parecer, para llevar a cabo su plan, necesitan llevar a la mitad de sus mercenarios hasta nuestra área de influencia. No nos agrada la idea de que infesten nuestras tierras de esa clase de gente, con la que no tenemos ni queremos tener trato. Para que sus hombres pasen a nuestro territorio, además, deberán hacerlo por vuestras tierras a escondidas y de noche… y ahí es donde entráis vosotros.
-Comprendo. ¿Sugieres, pues, una emboscada? ¿Qué ganaría la casa Powem con esto?
-No solamente librar nuestras tierras de una plaga de mercenarios pagados por los Velhame. Tres de nuestros hombres se han infiltrado en ese ejército de mercenarios. Serán fácilmente reconocibles por su vestimenta. Si estáis dispuestos, proponemos lo siguiente: debéis matar a todos y dejar con vida solamente a nuestros hombres, que están dispuestos a dejarse capturar y ser llevados ante nuestro familiar, el rey. Cuando sean interrogados, están dispuestos a declarar que son miembros del ejército de los Velhame, mandados por el hijo de la Mano Derecha, Spirf. Además, dejarán el aire la sospecha de que también está implicado Tonegr. Eso es motivo más que de sobra para que se forme un Tribunal, que investigará las intrigas que está llevando a cabo nuestra Mano Derecha. En menos de una semana, la guardia real prenderá a Tonegr, porque está claro que, a pesar de la prohibición de que el Mano Derecha siga llevando los asuntos de su familia, Tonegr sigue haciéndolo. Sólo se necesitan sospechas sólidas para abrir el Tribunal, y esas las proporcionarán los soldados que capturaréis.
-No puedo aceptar vuestras condiciones sin consultar con los que están por encima de mí, pero os aseguro de que hay muchas posibilidades de que esta alianza vea la luz… y de sus frutos -dijo el hombre, tras lo cual se dio la vuelta y se perdió entre las sombras.
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Un mes después, una multitud se agolpaba en la plaza mayor de Capital. Las ejecuciones de altos mandatarios no eran comunes, y mucho menos las de un Mano Derecha. La grada que habían dispuesto para los nobles también estaba a rebosar. Sólo faltaban los miembros de la familia Velhame, por razones obvias. La conspiración de los Moskley y los Powem había supuesto un durísimo golpe para la familia, un golpe que les había sacado completamente del Juego en medio de la más absoluta vergüenza y deshonor, del que tardarían años en recuperarse.
La multitud se sumergió en un respetuoso silencio cuando el cortejo real hizo su entrada. Los tres primeros, por supuesto, eran el propio rey; su bella reina, Cont, una mujer de la que no se sabía nada porque al parecer ni siquiera era noble; y Speau de la casa Unmerko, su nueva Mano Derecha. El rostro del rey era una máscara pétrea. Por el contrario, el rostro de su nuevo heredero, aunque pretendía disimularlo, reflejaba su contento y se pavoneaba triunfal mientras avanzaban. Sólo un paso detrás de él, se encontraba Raming de la casa Powem, que seguía ostentando el puesto de Segundo Consejero, pero que, por su propio porte e indumentaria, pasaba muy desapercibido.
Cuando se hubieron sentado en sus lugares de honor, la multitud estalló en vítores a su rey que, debido a sus políticas en beneficio de los no privilegiados, era muy querido por el pueblo. Luego se volvió a hacer un pequeño silencio cuando los sentenciados entraron al patíbulo, pero esta vez no duró mucho, porque pronto empezaron a proferir todo tipo de insultos y gritos contra ellos, tirándoles objetos contundentes y basura con objeto de humillarles.
Conservando la dignidad hasta el final, Spirf y Tonegr de la casa Velhame escucharon sus acusaciones con la cabeza alta y, sin suplicar, dirigieron su última mirada a los miembros de la casa Powem, sus auténticos verdugos, cuando les ponían la soga al cuello. En sólo unos pocos segundos, todo había acabado.
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La casa Unmerko estaba en su mejor momento. Una vez que había caído la casa Velhame, los corsarios que le habían hostigado en nombre de ésta se habían pasado a su bando. Ahora, formaban parte de su red de contrabando. De hecho, su buena suerte había sido mayor que eso. Todos los condados de la costa, a excepción de la costa del extremo sur, perteneciente desde hacía siglos a la casa Powem, se habían unido a la casa Unmerko cuando les habían llegado rumores de su relación con los corsarios. Ahora, monopolizaban tanto el comercio marítimo legal como el ilegal, dado que la casa Powem no tenía ninguna relevancia comercial en el reino, aunque últimamente llegaban desconcertantes rumores sobre sus buenas relaciones comerciales con el país vecino.
Con toda la confianza que despertaba el saber que más de la mitad del poder comercial del reino le pertenecía a su casa, Speau de la casa Unmerko paseaba por las inmediaciones del palacio real como si ya le perteneciera. Al rey no le interesaba deshacerse de él como Mano Derecha, porque eso podía ser desastroso para la economía general. Su única preocupación, pues, era mantenerse con vida y, quizás, buscar una esposa bonita cuya familia perteneciera al área de influencia de los Moskley.
Pensando en su buena estrella con una inmensa sonrisa de superioridad en su rechoncha cara, tropezó con una raíz que sobresalía un poco del camino. Eso le salvó la vida. Una flecha de ballesta pasó rozando su costado, de no haberse caído le habría atravesado el corazón con excelente puntería.
-¡Asesino! ¡Un asesino en palacio! –gritó histéricamente -¡Guardia! ¡A mí la Guardia!
Rápidamente, aparecieron soldados en el camino y se dirigieron al asesino que, viéndose acorralado, agarró un extraño recipiente que colgaba de su cuello y bebió de él, poniéndose rápidamente rígido y cayendo muerto al suelo antes que los guardias llegaran hasta él.
Todavía con el susto en el cuerpo, se encaminó a sus aposentos, agradeciendo su buena estrella más que nunca. Necesitaba tiempo para estar a solas y pensar en su venganza. Sólo había un grupo de asesinos cuyos miembros se suicidaran de ese modo cuando fallaban en su misión. Y era un secreto a voces que recibían su sueldo de los Moskley.
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-Nuestro asesino ha fallado –dijo el Jefe de Estrategia de la casa Moskley a Casob, el cabeza de familia de ésta.
-Lo sé –respondió el hombre con total tranquilidad. Las noticias corrían veloces cuando había una red de espías tan intensa, que rivalizaba incluso con los de la casa Unmerko.
-Deduzco que estabais preparado para tal eventualidad, mi señor.
-Desde luego que sí. Yo pondero siempre todos y cada uno de los posibles inconvenientes y les doy solución antes de que pasen. Ya he dispuesto algunos de mis espías cortesanos para que sigan a Speau Unmerko y para que mantengan cerca a los guardias reales. Ese hombre es tan idiota que seguramente ni siquiera va a esperar a que otro haga el trabajo por él. Cuando esté contratando a un asesino para que acabe conmigo, nuestros cortesanos solamente tendrán que avisar a la guardia haciéndoles creer que se trata de una conspiración contra el rey.
-¡Magnífico plan mi señor! Pero hay muchas posibilidades de que Speau salga de ésta.
-Tampoco hay motivos de preocupación por eso. Ya hay un par de asesinos más en camino –dijo Casob con una cruel sonrisa en el rostro.