Este es mi proyecto de Adictos a la escritura de este mes. En esta ocasión, el relato tenía que tratar del Titanic. La cuestión es que estoy saturada de Titanic (documentales, noticias, películas... una acaba hartándose, y mira que me gusta el tema) y he decidido darle un toque sobrenatural al asunto. El resultado es un tanto extraño y el Titanic no es el protagonista, sino que he relegado el hundimiento a un mero escenario para la resolución de un conflicto entre dos razas de magos enfrentadas desde hace siglos... ¡Espero que os guste!
Oportunidad
La pequeña comunidad de
magos boriedanos que viajaba en el lujoso barco no podía estar más
consternada al enterarse por uno de los aprendices de que había un
hechicero khalatiano a bordo, más concretamente uno del más alto
nivel, capaz de derrotarles a todos aun cuando se unieran para
luchar. Naturalmente un poder tan inmenso explicaba por qué había
sido capaz de conseguir un billete en primera clase a pesar de todas
las medidas de prevención para evitar, precisamente, que un
khalatiano contaminara con su presencia esa maravillosa obra de
ingeniería que habían realizado los humanos. El Titanic, el
inhundible, de repente ya no les parecía tan seguro.
***
El khalatiano no era, ni
de lejos, tan maligno como los boriedanos pensaban. De hecho, ni uno
solo de su raza lo era. La única razón por la que llevaban la
etiqueta de malvados era que habían perdido la guerra hacía
quinientos años. Si el resultado hubiera sido otro, ahora los que
tendrían que usar triquiñuelas para entrar en un barco de lujo, o
circular libremente por el mundo, serían los boriedanos.
La situación, al
parecer, estaba a punto de cambiar y según el oráculo lo haría
gracias al Titanic, aunque el hechicero no tenía ni idea de cómo
podía ser así. Había una docena de magos borideanos de rango medio
y otras dos docenas de rango bajo y aprendices que hacían las veces
de criados de los primeros, pero cualquier intento de acercamiento
por su parte, bien sabía él, sería considerado como un acto de
maldad destinado a hechizarles o hacerles algo malo. Eso no impedía,
no obstante, que siempre hubiera uno o dos boriedanos siguiéndole a
todos los rincones del barco y haciendo guardia mal disimuladamente
frente a su lujoso camarote en la cubierta B.
El desconcierto sobre la
profecía del oráculo aumentó aun más cuando, cuatro días después
de zarpar, el barco chocó contra un iceberg. ¿Cómo iba a mejorar
la situación de su gente si todos iban a pensar, como era probable
que ocurriera, que él había sido el responsable? Ni siquiera se
molestó en ir en busca de un bote: refunfuñando y maldiciendo al
oráculo, que había hecho una predicción completamente errónea,
inició los preparativos para conjurar un portal de huida en su
camarote.
***
Los boriedanos lograron
que sus mujeres entraran en los botes, pero eran demasiado honorables
como para colarse mágicamente en uno de ellos y salvarse a costa de
las mujeres y niños humanos que tenían preferencia sobre ellos. Así pues,
abandonaron la cubierta en busca del khalatiano, convencidos de que
era cosa suya y dispuestos a hacerle pagar por ello.
Abrieron su camarote con
una onda de energía y el hechicero levantó la vista brevemente de
sus preparativos.
—Fuera —ordenó,
irritado, mientras seguía colocando los componentes.
—¡Maldito monstruo!
¡Sabíamos que estabas aquí por alguna razón oscura! ¡Pero te
haremos pagar por ello antes de morir en esta tumba flotante! —exclamó el líder de los boriedanos.
—Podéis intentarlo, pero
antes de hacernos perder el tiempo a todos deberías preguntarte cómo
he hecho lo que quiera que crees que he hecho si en todo momento he
tenido a uno de los vuestros siguiéndome como una sombra y no
he realizado ninguna magia en todo el viaje —le respondió
tranquilamente el khalatiano, sin molestarse en mirarles ni en dejar
lo que estaba haciendo—. Mi magia es poderosa, pero no lo es tanto
como para realizarla sin que os deis cuenta. Y no podéis culparme de
la estupidez humana.
Los boriedanos se miraron
entre sí y los que le habían estado vigilando
asintieron, no quedándoles más remedio que admitir su razonamiento:
estaba claro que el hundimiento se debía a un error humano y no a un
siniestro hechizo. Derrotado, el líder estaba a punto de ordenar a
los otros que salieran para intentar idear una forma de sobrevivir
cuando se dio cuenta del conjuro que iba a realizar el khalatiano.
—Estás haciendo un
conjuro de teletransporte —dijo con voz ahogada. Una chispa de
astucia encendió los ojos del khalatiano.
—Deduzco que vosotros no
tenéis el poder ni los conocimientos para realizar uno —respondió
el otro, entendiendo por fin al oráculo. Por poco poderosos que
fueran, los boriedanos no podían permitirse la pérdida de tantos
magos, y ellos lo sabían, por lo que harían cualquier cosa con tal
de salvarse—. Supongo que podría ampliar mi hechizo para que todos
me acompañárais... si aceptáis mis condiciones.
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