miércoles, 19 de diciembre de 2018

El tesoro, un relato corto

Toca hacer un relato corto con todas las palabras que recibí en el último "Vuestras consignas, mi relato". Fueron demasiadas:
  • Niños, naturaleza y familia (Cantimploraventu)
  • Caverna desconocida (Dio Der): dada la ausencia de comas, doy por supuesto que quería que fueran juntas...
  • Pareja, machismo, futuro (Vapornosotras)
 Así que lo que voy a hacer es lo de costumbre: dividirlas para hacer dos relatos cortos. Me quedo de momento con las cuatro primeras (contando caverna desconocida como una única palabra) y más adelante haré otro texto con las tres restantes.

El tesoro

Los niños habían encontrado una caverna desconocida y la familia al completo, que visitaba esos parajes todos los fines de semana para disfrutar de la naturaleza, se debatía entre la prudencia y la tentación que suponía entrar a explorar la cueva.
Al final, la curiosidad se impuso y decidieron que uno de los adultos se adelantaría para asegurarse de que la caverna era segura antes de que los demás, en especial los pequeños, pasaran al interior. El elegido fue Jonás, el tío soltero, al que no le hacía ninguna gracia la idea de ser la avanzadilla:
«Mandemos a Jonás. Total, él no tiene mujer ni hijos, es prescindible», pensaba, amargado, para sí, hasta que, tras una curva cerrada, la sorpresa detuvo esos pensamientos funestos: había llegado a una sala repleta de cofres llenos de tesoros.
Estuvo a punto de correr al exterior para contarles a los demás un descubrimiento, pero algún diablillo egoísta le susurró al oído: «Ya que has sido tú solo quien se ha arriesgado, es lo justo que te quedes con toda la recompensa».
Jonás asintió y, cuando salió de la cueva, dijo a todos, con tono grave:
—Lo único que hay es un desprendimiento de rocas. Donde ha habido un desprendimiento, puede haber más, mejor no arriesgarnos a que los niños entren... De todas formas, no hay nada que ver.
Ninguno sospechó jamás que hubiera mentido, ni siquiera cuando se enteraron de que visitaba la zona con cada vez más frecuencia, incluso entre semana. Tampoco nadie cuestionó que, cada vez que hacían una excursión por los alrededores, insistiera en mantener a todos alejados de la cueva.  ¿Acaso no lo hacía porque adoraba a sus sobrinos y quería protegerles?
No obstante, un día, Jonás fue incapaz de resistirse a ir a echar un vistazo a su tesoro, con el que cada vez estaba más obsesionado, y uno de los niños le siguió lo más silenciosamente que pudo. Le dio un poco de miedo entrar en la caverna, pero no tardó en vencerlo y adentrarse. Cuando vio a su tío sentado en el suelo, contando monedas de oro, no pudo evitar soltar una exclamación ahogada.
Con la mirada enloquecida, Jonás agarró a su sobrino y comenzó a zarandearle:
—No se lo dirás a nadie. ¡No se lo dirás a nadie! —gritaba, y el sonido comenzó a reverberar en la caverna. Lo que se había inventado Jonás era, en realidad, verdad: la cueva no era estable, y el ruido rompió el equilibrio que tenía, pero él estaba demasiado ocupado en gritar a su sobrino para advertirlo. El niño, sin embargo, sí que se dio cuenta y pegó una fuerte patada a su tío, que le hizo soltarle, antes de salir corriendo. Él escapó por los pelos, pero Jonás, que cojeaba por el dolor de la patada, no tuvo tanta suerte y fue sepultado por las rocas.
Cuando el pequeño llegó hasta su familia y contó todo, ninguno se creyó la parte del tesoro y de la locura de su tío, pero corrieron a la cueva y llamaron a las autoridades para intentar salvarle. No había nada que hacer: mover las rocas era un peligro y era imposible que Jonás hubiera sobrevivido. Todos dieron por hecho que el niño había entrado en la caverna a explorar y que su tío había ido tras él para salvarle, así que, en el imaginario de la familia, se convirtió en algo así como un santo. Sin embargo, el niño nunca olvidó la verdad y, cuando creció, se la contó a sus hijos. Uno de ellos, ya adulto, se las arregló para que le dieran permisos para realizar excavaciones arqueológicas en la zona. Tras varios años despejando las rocas de la antigua caverna, la expedición encontró una fortuna en monedas de oro y un montón de huesos aplastados.

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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

1 comentario:

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