sábado, 13 de noviembre de 2021

Viaje a Italia 2: Venecia monumental

Viaje a Italia el día anterior:

Tour por la Venecia Monumental

Dormir en mi habitación era casi como dormir dentro del campanario de una iglesia cercana. Por suerte las campanas se detenían a las doce de la noche, eso sí, a las siete de la mañana tenía el despertador. No se desayunaba hasta las ocho, y fue un desayuno bastante decente para lo que me esperaba. El caso es que, con el madrugón, me sobraba tiempo para llegar al tour, pero salí con mucho tiempo de margen para no perderme.
Sorprendentemente, llegué sin perderme demasiado y el guía, que ya estaba allí, me sugirió que me acercara en el rato que faltaba al Puente de la Academia, que tiene vistas preciosas. Ya había estado la noche anterior, durante mis vagabundeos, pero no se veía casi nada. 
El tour empezó en el Campo Santo Estéfano y era un recorrido por la zona más turística de la ciudad: la de San Marcos. A lo largo del mismo nos hablaron de los orígenes de la ciudad y la República, de cómo se hicieron con el monopolio de la ruta de la seda, de los carnavales o de los mejores lugares para comer. 
Visitamos todos los lugares emblemáticos, como el puente Rialto, el teatro Fenice y, por supuesto, la plaza San Marcos, que tiene una gran belleza en ella y sus alrededores. Allí finalizamos el recorrido a eso de las doce del mediodía. 

Vistas desde el puente de la Academia, puente de los Suspiros, puente Rialto, basílica de san Marcos y Palacio Ducal
Vistas desde el puente de la Academia, puente de los Suspiros, puente Rialto, basílica de san Marcos y Palacio Ducal
Basílica de San Marcos y Palacio Ducal por dentro

Como era pronto para comer, me puse a la cola de la basílica. 3€. Una hora, más o menos, aunque hay que tener en cuenta que todavía hay poco turismo y además era temporada baja. El interior era muy bonito, casi agobiaba tanto oro. Bizantino, por supuesto, dado que casi todo venía del saqueo de Constantinopla. Acercarse al altar o subir implicaba un gasto extra que no estaba dispuesta a asumir, pero aún así eché un buen rato en el sitio. 
Después fui a comer a una pizzería que nos había recomendado el guía, Rossopomodoro, me perdí para volver al hotel a lavarme los dientes y acabé otra vez en el Palacio Ducal, que no tenía casi cola. Eso sí que era casi un milagro, así que renuncié a volver al hotel y allá que me quedé. Apenas esperé. 
La entrada cuesta 25€ y la audioguía 5 más. Esta última me la podía haber ahorrado porque era un tostón. Pero bueno, el Palacio por dentro era una maravilla. El equivalente a cualquier Palacio Real, en realidad. También se atravesaba el Puente de los Suspiros por dentro para llegar a la cárcel, donde tienes un recorrido pequeño. 
La putada es que la entrada te permite visitar también otros museos, pero dichos museos cierran a las cuatro y abren a las once. Eran las 4:10 cuando llegué al primero, así que no me dejaron entrar. Al día siguiente en mi tren salía casi pegado a la hora de apertura de los museos, así que lamentablemente no pude aprovechar la entrada y me quedé con las ganas. 

Últimos paseos por Venecia

Pero bueno, con los museos cerrados ¿qué podía hacer en Venecia? Eso le pregunté a la señora de la oficina de turismo, que básicamente me invitó a pasear o a meterme en alguno de los buses acuáticos para visitar algunas de las islitas. 
Así que en pasear se me fue la tarde, encontrando de camino la librería más maravillosa y extraña que he encontrado nunca: Acqua Alta. No solo está llena de gatetes, sino que además los libros los tienen que tener en balsas y góndolas porque, cuando se inunda, hay que protegerlos. También tienen una escalera hecha de libros desde la que te puedes asomar a un canal. Y muchos marcapáginas y monerías literarias a los que no pude resistirme.
Otra cosa que visité con calma fue el Puente Rialto, donde vi atardecer. Y no tardé mucho más en volver al hotel, ya que empezaba a estar oscuro y, para qué engañarnos, me dolían los pies. 
Solo me quedaba una mañana en Venecia y esa también quise aprovecharla al máximo. Como la campana de la iglesia me despertó implacable a las 7, aproveché esa hora hasta que abría el desayuno para acabar de hacer la maleta y dejarlo todo listo. 
Luego, desayuné y salí a la plaza de san Marco (a esas horas, maravillosamente vacía) para hacer un último intento de entrar en la biblioteca, aunque fuera, pero no, había que pasar por el museo sí o sí, y eso hasta las once no abría. Así que me limité a pasear por la zona hasta que llegó la hora del check out. 
Cerrado el periplo del hotel, me encaminé directamente a la estación. Tenía tiempo de sobra, pero esa zona no la había explorado y quería tomármelo con calma. El camino a la estación casi no parece Venecia: es una calle ancha y sin apenas recovecos y puentes. Los souvenirs en esa zona, por cierto, son más baratos.
A pesar de todo llegué a la estación pronto, así que seguí el canal hasta el puente de Calatrava, un horror resbaladizo salvo en una pequeña zona central, y di unas cuantas vueltas por la zona antes de meterme en el tren. Los asientos no estaban numerados y mi ticket no entraba en la máquina, así que entré sin más, sin saber si lo estaba haciendo mal... Pero eso es otra historia, que contaré en próximas entradas.

El viaje a Italia los días siguientes



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