sábado, 19 de septiembre de 2020

Pesadilla-viaje a Barcelona: modernismo y desastres varios

 Todo sobre la pesadilla del viaje a Barcelona el primer día y el pequeño alivio del día dos (que tampoco fue una maravilla, pero fue algo mejor).
El día 3 empezó con un cambio en el sitio donde desayuné. Allí fueron amables conmigo y además el desayuno estaba bueno, así que pensé que empezaba bien. Hasta que miré el móvil y me encontré con otro tour anulado, aunque este era del modernismo y tampoco es que me llamara demasiado la atención, porque ya había visto buena parte de los edificios modernistas en mis paseos previos. Así que decidí hacer lo que me faltaba por ver por mi cuenta.

La Sagrada Familia y la No-Visita al Parque Güell.

Mi primera parada fue la Sagrada Familia y debo decir que, aunque de lejos y en fotos es impresionante, de cerca me sentí bastante decepcionada. No es mi estilo para nada. Para gustos los colores pero, visto el exterior, entrar me pareció innecesario.
Luego me dirigí al Parque Güell haciendo un pequeño rodeo por el centro modernista de Sant Pau, que estéticamente me gustó. Llegué al Parque Güell tras varios kilómetros cuesta arriba andando bajo un sol de justicia, solo para encontrarme con que me cerraban el paso. Al preguntar, me enteré de que, contrariamente a lo que me dijo la de la oficina de (des)información turística, la parte gratuita ya no es accesible a no ser que seas ciudadano de Barcelona o que pagues 10 €, que es más de lo que costaba la entrada antes del Covid.
“Me sabe mal”, dijo una de las chicas de la puerta. “Es la única forma de que los barceloneses podamos entrar gratis y seguros en el parque”, oí más adelante, mientras buscaba en mi teléfono fotos del sitio para ver si merecía la pena y lo comentaba por teléfono. Creo que esa frase fue la gota que colmó el vaso de un viaje que ya estaba bien lleno de frustraciones desde el primer día. Mi cabreo fue tal que ni siquiera entré. Tampoco creo que lo hubiera hecho a pesar de esa bordería, porque en el móvil solo se veían fotos desde un par de ángulos muy concretos y, francamente, para tirar cuatro fotos y hacerme un selfie con mascarilla en el mismo sitio donde se tira la foto todo el mundo, no le veía la gracia a la entrada. Así que todo cuesta abajo para una comida rápida y una pequeña siesta en el hotel.

Más trampas y planes fallidos

Plan de la tarde: intentar adelantar mi regreso a Madrid y visitar casa Ametller, la catedral y el Museo de Historia de Barcelona. ¿Cuando he intentado yo anular un viaje antes de tiempo? Nunca. Creo que eso lo dice todo. Nunca me sentí más maltratada, por no hablar de que no me había sentido segura en ningún momento por el mal uso de las mascarillas y de la distancia de seguridad
Decidí empezar con los planes museísticos, no fuera que cerraran. Además, eran mi última oportunidad hacia la ciudad. Si salía bien, no intentaría cambiar el billete. No salió bien.
Empecé por casa Ametller. Me habían comentado que era gratuita y te daban chocolate. Con la excusa del Covid-19, cerrado y cartel diciendo que volverían en agosto... Cobrando. Cerrada esa posibilidad (por el chocolate probablemente hubiera pagado entrada, pero era julio), me fui a la catedral. Si miras en Internet, se pueden ver gratis algunas zonas y la entrada a las zonas de pago como mucho era a un precio de 7€. Pero llego y antes de entrar ya te avisan de que serán 9€. Tenía todavía el cabreo por el parque Güell y mi reacción fue la misma: dar media vuelta y tragarme mi enfado por lo estafada que me sentía. Y no, no era por los dos euros de más. Era, de nuevo, por el concepto de “me aprovecho de ti porque no tienes opciones”. Aun así, decidí darle la oportunidad a la última parada. 
Viaje a Barcelona: Sagrada familia, varios edificios modernistas, Plaza del Rey, Plaza Cataluña
Viaje a Barcelona: Sagrada familia, varios edificios modernistas, Plaza del Rey, Plaza Cataluña

El Museo de Historia de Barcelona

Me habían dicho que, por la situación, habían puesto la entrada del Museo de Historia de Barcelona a 3€. Pero yo pagué precio completo, no sé si por turista o porque la oferta había finalizado. Eso sí, ni audioguía, ni recursos interactivos, ni están abiertos la mitad de los espacios a los que se puede acceder con la entrada. Pero bueno, lo pagué porque consideré que esta entrada sí que merecería la pena, aunque el que me vendió las entradas era tan borde que casi me dieron ganas de darme la vuelta también allí.
El museo no está mal, apenas tiene piezas y algunos carteles me desconcertaron un poco, pero contiene un yacimiento arqueológico muy grande en torno al cual se articula una de las exposiciones y eso lo compensa. La mayor parte del yacimiento es de época romana e incluye varios espacios, como una lavandería o un negocio de salazón de pescado. También había alguna cosa de época bizantina y encontrabas carteles aquí y allá explicando las cosas, aunque sentí que me faltaba algo más de explicación. Fuera del yacimiento también se hablaba bastante de la época medieval. El caso es que me entretuve durante cosa de hora y media o dos horas, pero no logró compensar mi depresión y mis ganas de salir de la ciudad.

¡Solo quiero salir de aquí!

Al salir del museo, fui a Plaza Catalunya, donde me habían dicho que había un centro comercial que además era una antigua plaza de toros con un gran mirador. Hasta donde yo sabía, había unas escaleras mecánicas que te llevaban arriba gratuitamente, pero solo encontré un ascensor al que la gente estaba accediendo mostrando códigos que le permitían subir. Estaba demasiado desanimada como para indagar más y no tenía fuerzas para hacer una búsqueda más profunda (al día siguiente lo haría).
Finalmente, fui a la estación de Sants intentando que me cambian el billete. Allí me dijeron que no podían hacerlo porque lo había hecho a través de Atrápalo, así que contacté con Atrápalo. Tras una odisea para que me atendieran y se enteraran de lo que necesitaba, porque la llamada no paraba de cortarse, me encontré con que, aunque había pagado un extra por la tarifa flexible, pretendían cobrarme un recargo tan abusivo por el cambio que se salía de mi presupuesto. Desesperante, tiempo perdido y el broche final para un mal día. 

Últimas horas del viaje a Barcelona

Al día siguiente, desayuné en el mismo sitio y volvieron a ser amables conmigo. También lo fue la chica del check-out, para el que esperé hasta el último momento. Cuando me preguntó qué tal el viaje, me eché a llorar a lágrima viva. Tal cual. Y también fueron amables en dos de las tres tiendas en las que entré, pero me habían dado tantos palos que no quise seguir tentando a la suerte.
No tenía nada que hacer hasta la salida del ave (estaba tan baja de ánimos que ni me molesté en buscar nuevos planes), así que decidí subir andando al Castillo de Montjuic, pero la ola de calor pudo conmigo y, cuando vi las escaleras frente a la Fuente Mágica (ni siquiera estaban encendidos los chorros), primera etapa de la subida que me esperaba, mi depresión decidió por mí que hasta allí había llegado. Lo que se podía ver en el castillo no me llamaba la atención lo suficiente para compensar el riesgo de un golpe de calor o uno de mis mareos que me impidieran tomar el tren de vuelta. 
Así que pasé el resto del día leyendo en un banco y en la antigua plaza de toros-centro comercial, donde encontré las famosas escaleras mecánicas y pude ver la panorámica de Barcelona. Y por fin me planté en Sants para coger el ave que me sacaría de esa ciudad para (espero) no volver.

Y con eso (no) acaba todo

Lo cierto es que tenía muchas ganas de viajar a Barcelona desde hacía mucho tiempo y que jamás lo había pasado tan mal en un viaje. A posteriori, unos cuantos me dijeron que ellos habían vivido situaciones similares pero que no me habían dicho nada porque me veían muy ilusionada y no querían quitarme la ilusión. Ojalá no se hubieran callado; habría viajado a otro sitio o, al menos, no me habría pillado tan desprevenida. 
Lo más triste es que publicar un breve resumen de lo ocurrido en redes sociales tuvo como consecuencia que algunos me insultaran, dijeran que mentía interesadamente (¿qué interés podría tener en mentir?) y me llamaran catalanófoba. Como si una catalanófoba gastara medio sueldo y su única semana de vacaciones en una ciudad catalana. ¿Nos hemos vuelto locos? También intentaron arrastrarme en generalizaciones y debates de todo tipo. Y no entro al trapo. Ya he comentado que me topé con gente amable, pero tuve la mala suerte de toparme con mucha más gente maleducada y grosera. Por desgracia para todos los que viven en la ciudad, dicha gente maleducada y grosera abunda en los puntos de interés para los turistas y me espantaron. Literalmente, me dieron ganas de huir y desde luego se me quitaron las ganas de seguir explorando la ciudad.
 

martes, 15 de septiembre de 2020

Relato histórico: Una huella pequeña pero imborrable

Hoy el reto era este: Infórmate bien sobre un suceso revolucionario feminista y basa tu relato en ello. No quería caer en los tópicos de sufragistas y de mujeres que lucharon por los derechos femeninos, aunque son dignas de elogio, así que he buceado un poco más. Y he encontrado muchas mujeres que fueron importante en diversas revoluciones, que demostraron que sin nosotras no se habrían podido conseguir muchas cosas... y que tristemente cayeron en el olvido. La Compañía de Santa Bárbara fue uno de esos grupos.

Una huella pequeña pero imborrable

La guerra había acabado, por fin habían aplastado a los franceses. Y ellas miraban al futuro con optimismo. Habían demostrado su valor en incontables ocasiones, y no solo manteniendo el suministro bajo el fuego enemigo, auxiliando a los heridos o evacuando el hospital. Habían peleado como hombres, incluso tenían su propia estructura militar y, si no hubiera sido por ellas, la ciudad de Girona habría caído.
El día en que algunas integrantes de la Compañía recibieron premios en homenaje a su honor y al valor mostrado, muchas lloraron de emoción, al igual que cuando anunciaron que harían un monumento en su honor en la Iglesia de San Félix. Pero el monumento nunca llegaba y el rey tenía otros planes para el país. Unos planes en los que no tenía cabida ninguno de los avances que había traído la revolución: había que volver a la normalidad, y en la normalidad el lugar de las mujeres estaba en casa.
Ellas no tuvieron más remedio que aceptarlo, como tuvieron que aceptarlo los que habían apoyado la Constitución, que ya era poco más que papel mojado. Las cosas se ponían feas, así que pensaron en sus familias, guardaron sus cintas rojas y convirtieron los recuerdos de su pasado luchador en historias para contar a sus hijos y a sus nietos. 
Cuando la última de ellas dio su último suspiro, se fue con el pensamiento de que su lucha había sido en vano. Todo se había olvidado. Ni siquiera se había hecho todavía ese monumento en su honor que tanto habían esperado.
Pero sus nietas sí que verían cómo su valor dejó una pequeña huella que no pudo ser borrada del todo; la huella del uno de los primeros de muchos pequeños pasos que aún hoy se siguen dando en busca de la igualdad.

https://deborahfmunoz.com/mis-obras/ 

sábado, 12 de septiembre de 2020

Pesadilla-viaje a Barcelona: Barcino, Barrio Gótico, un respiro

Todos los chascos del día anterior del viaje a Barcelona en esta entrada

El día 2 empezó con un desayuno pésimo tras haber dormido bastante mal (la cama y las almohadas no eran buenas, no cogí el punto al aire acondicionado y la habitación era ruidosa, escuchándose cada coche que pasaba como si estuvieras en la acera). Tampoco permití que me aguara el día, que no fue ideal pero sí un pequeño respiro con respecto al día anterior y los siguientes, y me dirigí al punto de encuentro del FreeTour de la Barcelona romana.

Freetour de Barcino

Estaba yo sola apuntada, pero aun así fue encantadora y decidió hacerlo. De contenido era bastante básico y apenas duró una hora (encontramos el templo de Augusto y las termas romanas cerrados, lo que no ayudó a alargarlo), pero se agradece tener una toma de contacto con la ciudad más allá de pasear por ella sin saber qué estás viendo. Además, vimos puntos curiosos como un lugar con tumbas romanas, el mural de la libertad, el acueducto, zonas de la muralla, el trazado de las calles que se conserva de la ciudad original... Así que me dije a mí misma que por lo menos algo no había salido desastrosamente mal y seguí adelante.

Buscando qué hacer en Barcelona

Cementerio: va a ser que no

Había decidido irme al cementerio de Montjuic, pero, tras una larga espera en la parada, me encontré con que los autobuses no admitían el pago en el propio vehículo por culpa del Covid-19. Un señor me miró como si fuera tonta cuando pregunté y me dijo que tenía que pagar un billete de 10 viajes en un estanco o buscarme la vida en el metro. No tenía intención de usar 10 viajes, así que me busqué la vida en el metro. En el metro había billetes sencillos que costaban la barbaridad de 2,40€ y no especificaba que se pudieran usar en el autobús. Tampoco apareció nadie a quien preguntar. 
Para cuando quise recopilar toda la información que necesitaba, se empezaba a hacer tarde. Tendría que esperar otro autobús más de media hora, si es que los horarios eran correctos, más lo que tardara en la vuelta y en el propio cementerio, con lo que me arriesgaba a llegar tarde al tour, al que me había apuntado por tercera vez (si eso no es optimismo...). Además, gastar casi 5 € en ir a un cementerio que dada la situación podría estar cerrado, y que de todas formas tampoco tenía tantas esculturas de interés artístico, si hacíamos caso al mapa que me había descargado, me hizo pensármelo dos veces. Decidí no ir.

Una exposición militar: Ingenieros, soldados, sabios

No me había salido una a derechas en la ciudad, pero bueno, plan ¿D, E...?: ir a la playa, aunque fuera a mirar, dado que tengo alergia al sol y no podía bañarme porque no estaba equipada. De camino, ¡sorpresa! Algo salió bien. Me topé con la exposición gratuita (¡milagro!) Ingenieros, soldados, sabios. Con ese título podía significar cualquier cosa, así que pregunté al de la puerta de qué iba la exposición. Él me miró de arriba a abajo, alzó una ceja ante mis pintas de turista hippie y respondió: “De cosas militares”. Creo que se sorprendió cuando entré y más aún cuando no salí hasta que no hube recorrido todas las salas, leído todos los carteles y visto todos los vídeos. Iba, principalmente de las funciones del Real Colegio de Cirugía y la Real Academia de Matemáticas y Fortificación de Barcelona, aunque sobre todo se centraba en las distintas fortificaciones e instalaciones hechas por los ingenieros y arquitectos militares, una parte realmente fascinante.
También hay una sala dedicada a la historia militar de España en relación con Cataluña en unos pocos objetos y vitrinas, pero estos me parecieron bastante aleatorios y se dejaban muchas cosas en el tintero. Otra pega es que no me dejaron entrar al baño antes de salir, aunque había estado bastante tiempo. Es una cosa en la que deberían pensar. Pero por lo demás fue un rato satisfactorio y un respiro entre tantos planes truncados.

La playa y el barrio de pescadores

Al salir de la exposición, retomé el plan de ir a la playa, que estaba vacía. Algo bueno tenía que tener el Covid, al menos para los bañistas. Hablando del Covid, allí no se toman nada en serio el uso de la mascarilla. Como ya he comentado, al margen de las muchísimas personas que encontraba por la calle sin ella, aunque fuera obligatoria, hasta en los negocios cerrados me atendían con ella mal puesta o directamente sin ella. Durante mi paseo por el barrio de pescadores (que no tenía nada sobresaliente, pero que no está mal para dar una vuelta si estás por la zona) entré en varios establecimientos (de restauración y tiendas) y parecía que la norma era no ponerse la mascarilla correctamente o no ponérsela en absoluto. Eso sí, si usaba mi propio hidrogel en vez del que daban en la entrada (algunos me dan alergia), bien que me ladraban. Me parece un poco fuerte que una persona sin mascarilla me grite por usar mi propio gel en vez del de la tienda. Pero claro, era una turista y al turista hay que tratarle mal... Lo triste es que no pasó en un solo sitio...
Aproveché también el camino hacia el punto de encuentro para dar un rodeo y visitar la Catedral del Mar, famosa por el libro del mismo nombre.
Viaje a Barcelona: Plaza de Ramón Berenguer, muralla romana, mural de la libertad, playa de la Malvarosa, Catedral del Mar, Los cuatro gatos, gárgola-Unicornio de la catedral
Viaje a Barcelona: Plaza de Ramón Berenguer, muralla romana, mural de la libertad, playa de la Malvarosa, Catedral del Mar, Los cuatro gatos, gárgola-Unicornio de la catedral

Freetour por el barrio gótico con Cat tours

Después de comer me fui al punto de encuentro del Freetour de la Barcelona Gótica. Afortunadamente, decidieron hacerlo a pesar de que solo estaba yo. Creo que les di pena. Este tour me reconcilió con la ciudad durante unas horas. Mi guía, Gerardo, era muy majo y se notaba que sabía un montón. Me contó muchos secretos sobre Barcelona y sobre el Barrio Gótico, enseñándome todo tipo de rincones interesantes a los que no sueles prestar atención si no te los señalan y explicándomelos como a mí me gusta: con muchos datos y con detalles jugosos. Vimos, entre otras cosas, el restaurante los Cuatro Gatos, un buzón que dejó en evidencia a los abogados, una plaza donde corría la sangre, lugares asociados a la leyenda de Santa Eulalia, la catedral, el puente del Bisbe y su siniestra calavera, el lugar donde lanzaron de las primeras bombas experimentales con aviones en la Guerra Civil... Una cosa que me pareció muy chula, y que me ayudó a entretenerme posteriormente en la ciudad, es que Barcelona está plagada de dragones. Así que puedes dedicarte a buscarlos en distintos elementos urbanos...

Gerardo también me hizo unas cuantas recomendaciones de qué hacer en Barcelona sin gastar mucho en la situación rara en que estábamos (por desgracia, buena parte de esas recomendaciones también se me cayeron por diversos motivos, como comentaré más adelante en la crónica).

Así que el día no acabó tan mal

Cuando acabó el tour, me fui al parque de la Ciudadela y estuve paseando por él un buen rato viendo la fuente monumental y una especie de castillo, entre otras cosas. Nuevamente me encontré con unos cuantos barceloneses que se saltaban a la torera el uso de la mascarilla; en el parque eran mayoría sobre los que la llevaban, pero bueno, en los momentos en los que se podía mantener la distancia me pareció perdonable (aunque no siempre se podía guardar la distancia y no hacían ni amago de ponérsela). 
Después vi el Arco del Triunfo y, ya con los pies hechos polvo, decidí subir al hotel andando, que era una buena caminata por el Paseo de Gracia y la Diagonal.
Viaje a Barcelona: Arco del triunfo, fuente monumental del parque de la ciudadela, edificios decimonónicos
Viaje a Barcelona: Arco del triunfo, fuente monumental del parque de la ciudadela, edificios decimonónicos
 
Esa zona es bastante decimonónica, no tendría nada especial con respecto a cualquier otra ciudad europea si no fuera porque está aderezada con algunos edificios modernistas. Es un estilo arquitectónico original y con muchas formas orgánicas, pero yo no puedo decir ni que me gusten todos los edificios ni que me desagraden todos: tengo que decidirlo uno a uno. Aunque, desde luego, rompe la monotonía. Y eso es todo lo que puedo decir: lo decimonónico me gusta, el modernismo a veces sí y a veces no, pero en general es una zona por la que me agradó pasear (a pesar de los incumplimientos en el uso de las mascarillas).
Y así acabó el día, que no había sido perfecto porque me habían tratado bastante mal en varios sitios, pero que, si hacía balanza, lo positivo pesaba algo más. Esperaba que la racha continuara, pero no... solo podía ir a peor... Pero eso lo contaré en la próxima entrada sobre el viaje. 
 

sábado, 5 de septiembre de 2020

Pesadilla-viaje a Barcelona: primer contacto con la ciudad

Mi viaje a Barcelona fue durante el julio postconfinamiento, con el rebrote de Covid-19 muy presente. Y es que ni siquiera reservando con apenas un mes de antelación se libra una de los rebrotes (que en teoría iban a ser en octubre). Así que hasta el último momento no supe si me iba o no (perdiendo, de paso, el dinero). Una mala experiencia previaje: esperar que lleguen tus vacaciones con más miedo que ilusión. Pero de eso no tenía la culpa nadie y de veras que necesitaba salir de Madrid, así que decidí irme. Ojalá me hubiera quedado, porque el viaje fue un infierno.
Mira que he viajado, pero nunca encontré una ciudad que maltratara más al turista. Tanto peor que aprovechen una enfermedad para maltratarlo más. Pero no ha sido culpa del Covid-19. Ha sido la gente que trabaja cara al turista y la forma que tienen de tratarlo.
Es de lejos el peor viaje de mi vida, nunca imaginé que intentaría volver a casa antes, en plenas vacaciones. No me dejaron, mala suerte. Me han tratado tan mal, tantas veces en tantos sitios que, al ir a hacer el checkout, la chica me preguntó amablemente qué tal el viaje y me eché a llorar a moco tendido. Hasta ese punto ha sido horrible. No vuelvo. Pero vayamos desde el principio

Una llegada que empieza con un chasco tras otro

El viaje empezó mal: perdí el abanico al reventar (literalmente) mi mochila, el viaje en ave fue un infierno con dos niñas escandalosas detrás y un señor a mi lado que no paraba de carraspear y al llegar al hotel discutí a la hora del check-in porque me pedían una tarjeta de crédito o 50€ de aval... Si no, no me dejaban entrar. Eso no estaba en las condiciones, pero al final respiré hondo y entregué mi número de tarjeta de crédito porque no quería malos rollos.
No ayudaba a empezar con buen pie la ola de calor y el agobio constante de la mascarilla, de la que no pude prescindir en todo el viaje porque YO SÍ ME LO TOMO EN SERIO. No como buena parte de las personas con las que me topé en Barcelona, incluyendo dependientes de tiendas y personal de las atracciones turísticas, que llevaban la nariz fuera de la mascarilla, si es que se la ponían.

Museo Egipcio de Barcelona

Me habían anulado, esa misma mañana temprano, el Freetour de las 3.30 y lo había cambiado a las 6.30, lo que me obligó a cambiar los planes que había hecho a última hora. Así que lo primero que hice no fue ver alguna de las atracciones barcelonesas clásicas, sino comprar una mochila nueva y pasar por el Museo Egipcio, pequeño y caro pero con chicha e interesante. Tiene una audioguía que descargas en el teléfono (lo cual no me hizo gracia, porque mi móvil ya va bastante petado) y que desglosa dos plantas de exposición permanente y una con dos temporales: la primera de Tutankamón, que sabe a poco tras mi visita a la expo en Madrid Tutankhamon: la tumba y sus tesoros, y otra de mujeres y hombres en Egipto, también bastante básica. Los carteles de las temporales estaban en catalán, pero en la app que te tenías que descargar estaban las traducciones.
Duración de la visita: una hora, por eso lo de que me parece caro, aunque el museo no está mal y cubre bastantes aspectos aunque no tenga un exceso de piezas ni profundice demasiado. Confieso que esperaba bastante más en un museo 100% dedicado a Egipto y fue un pequeño chasco, pero claro, no soy el perfil de gente al que está dirigido: habiéndome hecho tres o cuatro cursos de egiptología, soy un poco exigente. 
A todo esto, el que vendía las entradas fue el único de todos los empleados de museos que fue amable conmigo en todo el viaje. 
Viaje a Barcelona: edificio modernista cerca del museo Egipcio, Plaza de España, Catedral, Puerto Nuevo, Estatua de Colón y la Rambla
Viaje a Barcelona: edificio modernista cerca del museo Egipcio, Plaza de España, Catedral, Puerto Nuevo, Estatua de Colón y la Rambla

¿Y ahora qué hago en Barcelona?

La oficina de (des)atención turística

Al acabar, aún quedaba rato hasta el Freetour, así que me quedé dentro un rato antes de continuar. A pesar del descanso, y de que Google en esa ciudad no calcula bien las distancias, habiendo que echarle al menos el doble de lo que te dice que tardarás, llegué con mucha antelación a la Plaza de España. Hice tiempo dando vueltas por la zona hasta que se me ocurrió mirar el móvil y me encontré con que había sido cancelado por segunda vez en el último momento.
No me quise desanimar, ya estaba preparada para encontrarme cosas cerradas o que me anularan algo; plan C: ir a la oficina de turismo para que me dijeran qué hacer en Barcelona el resto de la tarde. Tuve que ir de una a otra y esperar un buen rato hasta que abriera la única que había (“vuelvo en 15 minutos” debe de significar algo distinto para ciertas personas, porque estuve más de media hora esperando) y allí pedí un mapa. La que me atendió me dijo que el mapa oficial costaba 1€, a lo que le respondí que no necesitaba un mapa oficial, solo un mapa. Con cara de mala leche, sacó un mapa más cutre, pero igual de útil, y lo puso de malas maneras sobre el mostrador.
Le pregunté qué podía hacer esa tarde, ya que me habían anulado un Freetour por el barrio gótico. Siguió un rapapolvo por usar freetours, porque no son oficiales. Le respondí amablemente que de todas formas no había tours oficiales disponibles y que, en un freetour, al menos se lo curran porque les pagas en función de cómo lo hagan. A lo que continuó despotricando y diciendo que “no sabes qué se pueden estar inventando” y todo tipo de cosas similares. Al final, zanjé el tema diciendo que, si se inventaban algo pero al menos me hacían pasar un buen rato, se habían ganado el dinero igual... Y que, por favor, nos centráramos en el tema, que era qué hacer por Barcelona sin gastarme un dineral en entradas a monumentos.
Eso también la cabreó, pero me señaló varias cosas (muchas de pago, pero que se pueden ver por fuera). Cuando le pregunté si ya se podía ver la parte gratuita del parque Güel, me dijo que sí, que podía ir a verla (más adelante descubriría que eso era mentira) pero que esa parte era un asco y que lo suyo sería que pagara la entrada a la zona “bonita”, que solo eran 8€ (otra mentira). Yo le dije que, en función de lo que me encontrara en la parte gratis, decidiría si pagaba o no y la conversación acabó con un seco “haz lo que te dé la gana”.

Vagabundeando sin planes

Me fui directa a la Catedral de Barcelona, donde empecé a subir las escaleras junto a un par de italianos, solo para que un guardia de seguridad nos ladrara que no se podía entrar. Cuando le pregunté si era en ese momento por algo especial o si podría visitar el templo en algún momento, me ladró que volviera en otro momento pero que ahora no entrábamos. Tal cual. Me encogí de hombros y, con una sonrisa de disculpa a los italianos por el mal trato recibido, me di la vuelta con la idea de volver otro día.
Total, que a falta de más cosas que hacer, al final me di una vuelta de varias horas por el barrio gótico sin saber muy bien lo que estaba viendo (cosa que no mola tanto como que te lo cuenten), tras lo cual volví al hotel pasando por el Puerto Nuevo y subiendo con la Rambla, despoblada y sin ningún ambiente. 

Y así concluye mi primer día del viaje a Barcelona

¿Dejé que eso me desanimara? No, al contrario. Tenía una larguísima lista de planes alternativos para el resto de mi estancia y un día malo lo tiene cualquiera. ¿Quién iba a decirme que iba a ser así casi todo el viaje? Continuaré narrando mi pesadilla en Barcelona en próximas entradas.

Todo sobre el día 2 en Barcelona, un pequeño respiro por la Barcelona Romana y el Barrio Gótico. También fueron mal algunas cosas, pero haciendo balance pesaba más lo bueno.

 Todo sobre el día 3 en Barcelona, cuando alcancé el límite y quise volver a casa antes de tiempo. Modernismo y Museo de Historia de Barcelona.

Vídeo del viaje