La impureza te hará rico
El enano, aprendiz de sacerdote desde que tenía uso de razón, odiaba el sabor del alcohol. Mal asunto, si tenemos en cuenta que el líquido bendito de su raza no era agua, sino aguardiente, y que los clérigos tenían la obligación de fabricar su propio caldo para las ceremonias. Debido a su aversión a las bebidas alcohólicas, sus brebajes eran de una impureza insólita y sabía de buena tinta que no iba a pasar el examen de sacerdote, pero de todas formas lo intentó por tercera vez y fue expulsado del templo por ateo.
Años después, convertido en el más rico comerciante de la región, se reiría de la decepción que sufrió ese día. Los humanos tampoco podían soportar el fuerte aguardiente enano, aunque adoraban su sabor. Cuando él puso a la venta su delicioso aguardiente impuro fue un éxito de ventas, hasta el punto de lograr el monopolio en el mercado. Desde entonces, todos los días pasaba por la puerta del templo de los enanos, agitando ante la mirada de reproche de sus antiguos maestros las monedas de oro que pretendía donar a su nuevo dios, un dios humano cuya agua bendita era sólo eso: agua.
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jajajaja. moraleja?
ResponderEliminarYo me atrevería a decir que cada cuál acaba encontrando su lugar en el mundo...
XD no se me ocurría un final malo para este cuento. El pobre enano ya había sufrido bastante
ResponderEliminarY tanto que habia sufrido Deborah jajja!
ResponderEliminarhombre que sí. Odiar el alcohol y que todos tus conocidos lo amen es muy duro XD
ResponderEliminarJajaja buen relato xD Y vaya con el enano, al final triunfó.
ResponderEliminarMuy bueno, que original, muy inspiradoras tus musa. Yo todavía pensando que me puede salir jaja!!
ResponderEliminarBesos!!
no me puedo quejar de mis musas, la verdad. A veces me abandonan por un tiempo, pero la mayor parte del tiempo me acompañan
ResponderEliminaro.o Anda, hizo rico al odiar el alcohol, jajaja. Me recordó a una frase de que lo bueno y malo dependen del punto de vista xD
ResponderEliminarMuy interesante XD
Hola, me encanto el relato, me recuerda a las viejas moralejas que me contaba mi abuela... no hay mal que por bien no venga. FELICIDADES
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