Inmortal
Estaba harto de su inmortalidad, solo quería morirse y acabar con todo de una vez. Pero no había manera: las heridas le sanaban de inmediato, el veneno no le hacía efecto y ningún conjuro podía anular su estado. Hacía siglos que ni siquiera se molestaba en intentarlo hasta que, en un mercadillo de esas odiosas ciudades modernas, se topó con el manuscrito. Y en el manuscrito hablaba de la magia perdida y daba la fecha exacta en que dejó de estar disponible: el mismo día en que él hizo el conjuro para ser inmortal.
Se maldijo a sí mismo por no haber caído en ese detalle mucho antes. Por desgracia, los primeros siglos en los que disfrutó de su inmortalidad estaba demasiado eufórico por su nueva condición para percatarse de nada que no fueran sus propios placeres terrenales. Y él había seguido usando sus poderes como si nada. No se había preocupado por otra cosa que no fuera él mismo hasta que ya lo había experimentado todo y empezó a aburrirse de todos los vicios. Para entonces, la magia había desaparecido hacía siglos. Y él, como un tonto, había pensado que no había perdido la suya gracias a su condición de inmortal.
Había estado ciego. La razón por la que podía seguir haciendo magia en un mundo que no la tenía era porque para desafiar a la naturaleza y ser inmortal necesitaba absorber mucha. Toda la del mundo, de hecho. Si se libraba de ese poder, se libraría de su inmortalidad.
Fue fácil, una vez supo el origen del problema. El poder salió de él como un chorro y por fin pudo morir. Se apresuró a hacerlo; por eso nunca supo el caos que generó en el mundo moderno el regreso de la magia. Pero eso es otra historia.
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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia