Glasgow
Como recordaréis, en la crónica anterior me quedé en cuando llegamos a
Glasgow y solo os anticipé que era una
ciudad fea y sin encanto que estuvo poblada de millonarios porque era punto de comercio con Nueva York. No podéis siquiera imaginar la
decepción de ese primer paseo: era una ciudad con edificios normaluchos, tiendas que se ven en cualquier país (franquicias, vamos) y repleta de borrachos (eran las 9 pasadas, lo que para ellos es el equivalente a las 2 de la mañana, os podéis imaginar cómo iba el personal), así que, desolada, volví al hotel
Premier Inn Charing Cross para descansar antes del día 7.
La cama era buena (menos mal, porque después de lo del Kings Arms, alias "Batcueva", lo necesitaba) y el desayuno estaba bien, así que me metí en el autobús con energía, esperando que la panorámica de
Glasgow redujera un poquito mi decepción. Nos llevaron a los dos únicos edificios de interés de la ciudad: el
hospital y la
catedral, que están juntos. Al fondo, la
necrópolis, que me hubiera gustado visitar, pero no pudo ser. Nos hablaron de esos edificios y de los milagros de san Mungo y todo fue interesante, pero ni eso ni el resto de lo que vimos fue suficiente como para que mi sensación de que odiaba esa ciudad decreciera.
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Glasgow: calle principal, y Glasgow: la única zona interesante |
Stirling
Por suerte, no pasamos allí todo el día, sino que fuimos a
Stirling y visitamos el
castillo. Esa sí que fue una visita genial: lo que nos contaron en relación al castillo y su historia era fascinante, había
toros peludos (
Heilan Coo) escoceses pastando cerca, estaba muy bien
ambientado (incluso había gente disfrazada de época para darle más realismo) y tenía un montón de sitios de interés que ver cuando nos dieron tiempo libre, incluyendo las vistas al
monumento a William Wallace, el
salón del trono, donde podías sentarte; las
cocinas, mucho mejores que las de Eilean Donan; el
cuarto de la pólvora... Vamos, que esta visita me encantó.
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Castillo de Stirling con Heilan Coo pastando (sup izq), cañón con vistas al monumento a William Wallace (inf izq) e interiores del castillo (der) |
Parque Nacional de los Trossachs
Luego nos montamos en el autobús y nos dirigimos al
parque Nacional de los Trossachs, camino del cual vimos el castillo de
Los caballeros de la mesa cuadrada, más conocido como el castillo de Invernalia en
Juego de Tronos. De camino nos fueron contando varias cosas interesantes, como la historia de
Bob Roy. Ya en el parque nos dejaron en el
lago Katrine que tanto inspiró a
sir Walter Scott y dimos un paseo, aunque se me olvidó hacer mi
ofrenda a las hadas.
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Lago Katrine en el Parque Nacional de los Trossach |
Más Glasgow
Acabada la visita, volvimos de nuevo a
Glasgow. Ya he dicho que no me gusta
Glasgow. Hubiera sido mejor hacer el viaje de vuelta a
Edimburgo ese día, haber dormido allí, y así habríamos disfrutado de esa preciosa ciudad en vez de quedarnos en una que
no tiene nada de interés, por no hablar de que no habríamos tenido que pasar tantas horas en el aeropuerto al día siguiente (ya entraré en eso más adelante).
Pero bueno, el programa decía Glasgow y llegamos a la hora de comer. Tuvieron la buena idea de dejarnos en el
museo Kelvingrove. Otro museo
genial, interactivo y caótico que tiene una figura de Elvis al lado de esculturas de corte clásico, al lado de animales disecados, al lado de una sala histórica, al lado del
Cristo de san Juan de la Cruz de Dalí, donde además puedes
comer escuchando la música de un órgano en directo. Me encanta. Visité la parte dedicada a los
Vikingos y a
arte Egipcio, entre otras muchas salas interesantes.
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Museo Kelvingrove y una foto no especialmente fea de la fea Glasgow |
Debí haberme quedado en ese museo hasta el cierre, pero por desgracia me fui antes con la intención de hacer algunas compras. De libros. Grandísimo error. En todas las tiendas (de souvenirs, o de cualquier cosa) de todos los lugares que había visitado en los seis días anteriores había muchos libros sobre
historia de Escocia. Muchos se repetían constantemente y al mismo precio, así que cometí la estupidez de pensar: "No voy a comprarlo ya para no ir cargada: me espero a
Glasgow y lo compro allí". Un error gravísimo porque en
Glasgow las tiendas de souvenirs solo venden souvenirs y
no hay ni una puñetera librería, aunque di vueltas para encontrarla. Dice mucho de una ciudad que sea una odisea encontrar una librería, ¿no os parece? Otro motivo más para odiar
Glasgow: solo encontré, en una tienda de souvenirs supercutre, algunos libros finitos de los clanes rebajadísimos porque el tipo no había debido de vender casi ninguno: quería dos, pero solo tenían el de
MacDonald. De los otros que quería, ni rastro en ningún sitio.
Prolongué mi búsqueda hasta las 6, momento en que ya cerraba todo y no tenía sentido seguir buscando (aunque encontrara la famosa librería, estaría cerrado) y, como no había nada que hacer porque ya había visto todo lo que había que ver, me fui al hotel y me puse a
leer hasta la hora de dormir. Tenía los pies hinchados, con ampollas y hechos polvo: por
Edimburgo o por cualquier otro sitio de interés me hubiera aguantado y habría seguido caminando, pero
por Glasgow no merecía la pena el sufrimiento.
La vuelta
Al día siguiente, a las 9 de la mañana, nos metimos en el autobús directos al aeropuerto de Edimburgo. Llegamos a las 10 y poco y nos hicieron quedarnos allí a nosotros también, a pesar de que nuestro vuelo salía casi a las 2 de la tarde y
podríamos haber ido a Edimburgo aunque fuera una horita (lo cual habría sido suficiente para despedirnos de la ciudad... y hacer las compras que no pude hacer en
Glasgow). Pero "no querían arriesgarse", así que nos tocó tragar en el aeropuerto, donde afortunadamente había uno de los libros que no pude comprar en la maldita ciudad de
Glasgow,
Scotland, History of a nation. El resto del tiempo lo pasé leyendo o hablando con el resto de compañeros de viaje que tuvieron la desgracia de contratar los vuelos a Madrid con Politours. Por supuesto, el
avión salió con retraso, lo que nos generó muchísima tensión porque apenas teníamos tiempo para hacer el enlace. Pero, como
el otro avión también iba con retraso y, gracias a algún milagro,
no tuvimos que pasar otra vez por aduanas, nos dio tiempo a aburrirnos en el aeropuerto de
Londres, donde acabé picando y comprando
How to be a Victorian, que no tiene nada que ver con
Escocia pero que me pareció interesante. Y para rematar, en el vuelo de
Londres a Madrid no me dieron de comer, aunque supuestamente la comida estaba incluida.
Al final, llegué a Madrid a las 9 de la noche pasadas, lo cual significa que pasé 11 horas (un día entero de mi vida) entre aviones y aeropuertos, cuando existían cómodos vuelos directos que salían a las 12 y con los que hubiera llegado a casa a eso de las 5 de la tarde. Y desde el aeropuerto a mi casa hay un largo trecho, así que hasta las 11 y pico no pude descansar tranquila. Moraleja:
nunca aceptar un vuelo con enlaces existiendo vuelos directos. Aunque te lo intente imponer la mayorista y te digan que saldrá horriblemente caro. Ahorrarse once horas de desesperación en un aeropuerto bien vale 100€ más de gasto en el billete. Y al final tampoco es tanta diferencia, porque lo que gastas de más en el billete te lo ahorras en no tener que pagar el doble de tasas aéreas.
Balance del viaje
Pero bueno, acabada la narración, hagamos balance del viaje:
- Lo mejor: Edimburgo, el lago Ness y Urquart, Eilean Donnan (por fuera) y el castillo de Stirling.
- Lo peor: los aeropuertos, el hotel Kings Arms de Skye y Glasgow.
- Total gastado entre tours, aviones y hoteles con suplemento individual: 2060€
- Total gastado en comer, los tres libros, el adaptador, la falda y el marcapáginas: 54 libras.
- Lecciones que he aprendido: no contratar vuelos con enlace si hay vuelos directos, no dejar las compras para la última ciudad por no ir cargada.
Información práctica que os puede resultar útil si queréis viajar a Escocia:
- Creo que esto es bien conocido por todos: conducen por la izquierda. Así que, para cruzar la calle, hay que mirar al revés. Además, los semáforos para peatones duran apenas 5 segundos y tardan un montón en ponerse en verde. Vamos, que hay que ir con cuidado si no queréis que os atropellen.
- Usan enchufes de tres clavijas, así que... mejor llevar un adaptador.
- Nada mejor para comer barato y bien que los meal deal de los supermercados.
- Todo cierra muy pronto. Tres o cuatro horas antes de lo que estamos acostumbrados. Así que preparaos para visitar museos antes de las 5, tiendas antes de las 6 (solo las concurridas, las otras a las 5 cierran), sitios para cenar antes de las 9...
- La mayoría de los museos son gratis, aunque puedes (y deberías) hacer donaciones para ayudar a su mantenimento.
- Hay infinidad de tiendas de segunda mano, casi todas solidarias, donde podéis encontrar cosas de mayor calidad y a mejor precio que en las tiendas de regalos.
- En algunos baños públicos hay que pagar 30 peniques simbólicos para ayudar al mantenimiento de las instalaciones y para caridad, pero muchos de ellos son gratuitos y están bien indicados con flechas, así que es fácil llegar a ellos.
- Si quieres comprar libros, hazlo en cualquier sitio menos en Glasgow.
- La acampada es libre en Escocia si te atienes a ciertas normas básicas. Así que, si os gusta (yo no acampo ni loca: soy de hoteles buenos con baño en la habitación y un buen colchón), es una opción barata.
- El tiempo está loco pero, si vais en verano, con llevar camisetas de manga larga, algo que sea fácil de quitar y poner (sudaderas...) y un chubasquero es más que suficiente. Además, el sol pega un montón cuando sale, así que os recomiendo llevar protección solar (no es broma, me quemé). También recomendaría llevar repelente de mosquitos si vais a una zona con agua y hay previsión de tiempo soleado.
- En Escocia acuñan moneda propia, lo cual es interesante, pero luego puede haber algunas dificultades para volver a cambiar a euros aunque sus libras son de curso legal.
- El agua de todo el país es rica, así que no hay necesidad de comprar botellas de agua mineral.
- Si queréis probar el haggis no lo podéis tener más fácil: a veces lo ponen hasta para desayunar. También tienen un frito de patata muy rico y os prevengo de que lo fríen todo: hasta las barritas de chocolate Mars.
Por supuesto, tengo clarísimo que
volveré a
Escocia, a
Edimburgo, con un vuelo directo y ya por mi cuenta. Puede que contrate también alguno de los tours interesantes de Viajar por Escocia cuando haga esos viajes de regreso, dependerá del presupuesto.
Pensándolo en frío, me he dejado un ojo de la cara, porque es un viaje muy caro, pero merece la pena: ha sido una experiencia maravillosa y fascinante, que os recomiendo a todos, a pesar de los vuelos, del horrible hotel de
Skye y de la fea
Glasgow, cosas que, sabiéndolas, os podéis saltar fácilmente. Y, escrito esto, doy por finalizada la crónica, que ya son unas cuantas palabras y más horas de las que quiero contar rememorando y escribiendo sin parar. Espero que os haya gustado y que hayáis encontrado estas entradas útiles e interesantes ^^.