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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

miércoles, 15 de febrero de 2012

La bella (dos caras de un mismo cuento)

 Esta es mi parte del reto Las dos caras del mismo cuento. La primera parte (desde la perspectiva de la Bestia) la hizo Astarielle y podéis leerla aquí.

La Bella
Bella se ha refugiado en la biblioteca del castillo. Lleva ya varios días presa en aquel lugar y, al haberse dado cuenta de que su actitud no iba a serle de ayuda, ha decidido cambiarla, lo que no quiere decir, en absoluto, que haya dejado de sentirse ofendida y enfadada con la Bestia. Siempre ha sido una joven testaruda, orgullosa y con carácter y nadie, por más bestia que sea, va a cambiar eso. Ni siquiera su horrible apariencia la asusta ya, y no va a dejarse doblegar, ni tiene intención de ponérselo fácil.
Ella siente a la Bestia antes siquiera de que haga notar su presencia, pero prefiere ignorarle y no decir nada, siguiendo con su metódico escrutinio de los maravillosos libros cubiertos de polvo que tiene en la biblioteca. Leer ha sido siempre su gran afición y tiene que reconocer que esa biblioteca es un auténtico tesoro, aunque duda de que la Bestia se haya molestado siquiera en hojearlos, visto el estado de abandono en el que se encontraba la estancia.
-Hola, Bella –le dice la Bestia, en un tono ligeramente menos terrorífico del que suele utilizar habitualmente.
-Hola –le contesta seriamente, fingiendo que no le importa en absoluto tenerle cerca pero dándole a entender que no quiere hablar con él.
-¿Te gusta alguno? Si lo deseas, puedes quedarte los que quieras –le ofrece la Bestia. Bella le nota nervioso y se pone en guardia, por si hay tras el ofrecimiento dobles intenciones.
-¿Quedármelos? ¿Me los estas ofreciendo? –le pregunta, confusa.
-Si, esto… Sé que no hemos tenido el mejor de los comienzos pero me gustaría arreglarlo –explica él.
El carácter de Bella sale a relucir en ese momento y le mira furiosa, incapaz de creerse que el muy bruto piense que por hacerle un regalo –incluso uno tan magnífico como ese –va a compensar el hecho de tenerla encerrada en un castillo, sin dejarla marchar.
-¿Arreglar el qué? ¿Qué me vea presa en un castillo enorme con una bestia? ¿Cómo podrías recompensar que haya perdido mi libertad? –le recrimina con seguridad.
-Perdona, Bella, yo no quería que esto fuese así, de verdad, créeme. Pero no tengo más remedio.
-¿Qué no? Es sencillo, déjame ir. Solo tú puedes hacerlo –contesta Bella, a la que las excusas de la Bestia no le parecen razonables.
-¿No estas bien aquí?
-¿La verdad? –pregunta Bella, que no puede evitar ser sincera. La estancia en el castillo está siendo agradable, pero no lo suficiente como para que ella pudiera soportar la pérdida de su libertad-. Estoy algo mejor de lo que pensaba. Tus curiosos empleados son muy agradables conmigo, siempre están pendientes de mi y este lugar, si estuviera recogido y algo más limpio, sería de lo más acogedor. Sin embargo, no me gusta estar aquí obligada, ni secuestrada por ti.
-Lo siento, de verdad –le dice la Bestia en tono suplicante-. Ojala todo fuese diferente, pero no puedo, aún no puedo dejarte marchar.
-¿Por qué? –pregunta Bella, incapaz de comprender sus motivos. Desde luego no es para hacerle daño, porque la trata como si fuera una princesa de cristal a la que hay que conceder hasta el más mínimo capricho, pero no se le ocurre ninguna otra razón lógica para su encarcelamiento-. Dame una razón para que me debas tener aquí, enclaustrada un día más.
-Llámame egoísta, pero necesito que te enamores de mí.
-¿Qué me enamore de ti? –Bella le mira, desconcertada por un momento, y sólo es capaz de preguntar-: ¿Y pretendes conseguirlo teniéndome presa en este castillo?
-No tengo más forma que esta. Si te dejara ir, no volverías y yo me quedaría encerrado en este estúpido cuerpo.
-¿Todo esto es por tu apariencia? –quiere saber Bella, algo indignada por la superficial respuesta de la Bestia.
-¿Te parece poco?
-Pues sí, me parece poca cosa. Lo importante, la verdadera belleza, lo único que puede conseguir que alguien se enamore de ti, está en tu interior. El resto es un simple envoltorio que se estropea a medida de los años –explica ella. La Bestia pone una extraña cara y Bella se da cuenta de que está sonriendo.
-Puede ser. ¿Pero sabes qué? Creo que sólo tú puedes sacarme de este pozo.
-¿Yo? ¿Por qué? ¿Qué tengo de especial? –pregunta ella, que siempre se ha creído del montón y que no considera que tenga una cualidad en particular que pueda conseguir lo que la Bestia desea de ella.
-¿Que qué tienes de especial? ¿No lo sabes? ¿Aun no te has dado cuenta? Tú eres la única persona que tanto en mi vida humana, como en ésta, me ha puesto nervioso, que me ha enfadado y a los dos segundos me ha hecho sonreír, la única que me ha hecho plantearme si mi forma de actuar es la correcta y la única que me hace ver que mi vida puede ser diferente. ¿Esto también te parece poco? –afirma la Bestia con el tono más suave que ha empleado nunca desde que ella está allí.
Por primera vez en su vida, Bella se queda sin palabras, completamente en blanco, y farfulla:
-No… Perdona… No sé que decir.
-No digas nada y quédate a mi lado. Prometo cambiar, pero ayúdame y no me rehúyas. No soy tan ogro como crees y te necesito. No por mi apariencia, si no porque no me imagino mi vida sin ti. Por favor, toma los libros que quieras como regalo y disculpa de estos primeros días. Prometo cambiar, si no lo consigo, podrás irte, pero darme una oportunidad.
Bella le observa salir de la biblioteca, completamente descolocada por lo que acaba de decir y algo desconcertada al darse cuenta, quizás por primera vez, de que bajo esa capa de maleducado, superficial y autoritario es posible que se encuentre una persona con buen fondo, que sólo busca un poco de compañía en una vida solitaria. Aun así, sus métodos son bastante desdeñables y sigue sin hacerle gracia estar allí recluida, por lo que las declaraciones de la Bestia sólo han tenido en ella un efecto parcial. No obstante, por el bien de los dos, ya que no va a tener más remedio que convivir con él, decide darle una oportunidad. Quizás, si él se sigue comportando como ese día y no como el bruto que había demostrado ser hasta entonces, pudiera hacerle comprender que la amistad, y el amor, son algo que se deben dar libremente y sin condiciones.

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