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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

sábado, 4 de diciembre de 2021

Escapada a Pamplona

El viaje a Pamplona fue una sorpresa. Recordaréis que hace un tiempo hice la reseña de Ocho velas, una novela divertida y original que me encantó. Pues bien, había una frase oculta en el libro y un sorteo de este pedazo de viaje entre los acertantes. Y fui la afortunada ganadora, aunque casi lo pierdo porque el mensaje se me fue a spam. ¡Y además coincidía con el viaje a Italia! Por suerte, cuando lo comenté con el autor pudimos retrasarlo un día y no tuve que renunciar al premio. Así que llegué de Milán a la una de la noche y a las nueve estaba en un Alvia rumbo a Pamplona
Llegamos a eso de las 13.30 y, tras pasar por el hotel Tres Reyes (maravilloso en todos los aspectos: desde las habitaciones hasta el desayuno), Jon Ander, el autor, nos dio los vales para el restaurante y la ruta de pinchos (todos los locales son escenarios de la novela) que también estaban incluidos en el premio. 
Luego buscamos un lugar donde comer en la Plaza del Ayuntamiento y nos fuimos al museo de Navarra, también escenario de la novela, en el que teníamos una visita guiada. Nuestra guía era estupenda, nos contó muchas cosas sobre la historia de Navarra, sobre  el museo y sobre algunas piezas destacadas del mismo. Resultó interesantísimo, descubriendo muchas cosas en algunas piezas que en principio no llaman la atención pero que tienen grandes secretos. También especulamos con el fantasma del museo, que en el libro se llama Juancho y tiene un papel importante. Preguntando a los guardias de seguridad, uno nos habló, de segunda mano, de un par de fenómenos inexplicables. 
Cuando acabamos en el museo, Jon Ander nos acompañó para enseñarnos la ciudad. Vimos todos los puntos importantes de Pamplona: el lugar de donde salen los toros de los sanfermines y su recorrido; la catedral, en la que entramos; una zona más medieval y diferente del resto de edificios del centro; la zona de tapas; la plaza de toros y la estatua a los sanfermines; el monumento a los fueros; la Plaza del Castillo... 
También conocimos algunos lugares de la novela, como un casino privado donde se desarrolla una fiesta y el callejón de la Jacoba, y hablamos de la novela y libros en general. Finalizamos la jornada cenando en el Pasaje de la Jacoba, que parece un bar de copas pero abajo tiene restaurante. Nos trataron de maravilla y la comida era deliciosa, así que fue un gran cierre de jornada.
Plaza del ayuntamiento, museo de Navarra, Plaza del Rey, Muralla
Plaza del ayuntamiento, museo de Navarra, Plaza del Castillo, Muralla
 A la mañana siguiente, empezamos por los parques. Visitamos primero los Jardines de la Taconera, donde tienen fosos con animales de granja (gallinas, ocas, pavos reales...) y supuestamente también había ciervos, aunque no vimos ninguno, así que deduzco que los han llevado a otro lugar más adecuado. 
Luego visitamos la ciudadela, en cuyo centro hay varias edificaciones que se utilizan como casa cultural, con exposiciones de arte moderno. Había gente grabando un cortometraje y te hacían esperar para atravesar varias zonas, pero lo vimos bastante rápido. Aun así, ya empezaba a acercarse la hora de comer y ese día la comida y la cena eran a base de tapas, así que volvimos al centro. 
Primero fuimos al emblemático Café Iruña, relacionado con Hemingway (Pamplona debe su fama mundial al autor de Fiesta, un libro que ya reseñé en el blog y no me gustó). El sitio es espectacular, merecería la pena ir solo por la decoración, y allí tomamos una tapa de queso y cebolla caramelizada. Luego nos tomamos un espectacular frito de huevo en el bar Museo, un calabacín relleno en el bar Txoco y una tapa de lomo con bacon y salsa agridulce en el bar Kiosco. Para entonces ya estábamos rodando y nos dejamos las dos tapas que nos quedaban para cenar.
Bajamos la comida subiendo hasta el Portal de Francia y caminando por la ronda del Obispo Barbazán hasta el Fortín de San Bartolomé. Luego visitamos el Parque de la Media Luna (muy pequeño) y bajamos hasta la plaza de la Libertad para finalmente subir por la avenida Carlos III (la zona pija, según el de la oficina de atención turística) y volvimos al centro. No podíamos quedarnos tampoco sin visitar la Iglesia de San Fermín, que por cierto no es el patrón de la ciudad. 
Y ya con esto llegó la hora de la cena. Nos fuimos al Bar San Gregorio para tomarnos la primera tapa, de lomo y queso. La que nos quedaba era el Bar Kaixo, y el bono se podía canjear también en el Museo o en el San Gregorio pero, ya que estábamos, queríamos visitarlos todos. El caso es que entramos y era un bar de copas, con un grupo de chavales al fondo, así que, como no somos muy bebedoras ni era nuestro ambiente, al final acabamos tomándonos otro frito de huevo (mmm, qué rico está) en el Museo.
Al día siguiente, nuestro tren salía pronto, así que solo dimos otro corto paseo por los lugares del centro antes de marcharnos de vuelta para Madrid. Acabé reventada, pero mereció la pena, porque el viaje fue de diez.


sábado, 27 de noviembre de 2021

Viaje a Italia 4: Milán

Viaje a Italia los días anteriores:

Milán: toda una sorpresa

Confieso que no esperaba mucho de Milán, por eso no me importó demasiado que los billetes de tren y avión que encontré no me dejaran ni un día completo en la ciudad. Me equivoqué, y diría que me faltó, al menos, un día extra. Me quedo por ver, aparte de algunas zonas más de paseo que me recomendaron, el cementerio monumental, el Castillo Sforzesco por dentro, el museo del novecento, el museo Da Vinci... Demasiadas cosas. Pero vamos por partes.
Debo decir que la estación de trenes de Milán me pareció alucinante, hasta el punto de que estuve un rato allí. Luego llegó una pequeña decepción cuando salí por la puerta y me encontré con una pelea de vendedores ambulantes y una ciudad repleta de rascacielos y conductores coléricos sin ningún encanto antiguo. 
Después, camino del hotel, me fui topando con algo más decimonónico y empecé a pensar que la ciudad, o parte de ella, tendría su encanto. Entonces me topé con la galería de Víctor Manuel II y todas las dudas desaparecieron. Al salir de las galerías también me encontré con la catedral de Milán, maravillosa, y con muchos otros puntos interesantes y bonitos. Así que todo apuntaba a que el día siguiente sería interesante.
Castillo Sforzesco, Catedral de Milán, Galerías de Victor Manuel, universidad de Milán
Castillo Sforzesco, Catedral de Milán, Galerías de Victor Manuel, universidad de Milán
Lo que sí hice fue un tour por la Milán monumental. Me levanté pronto para hacer la maleta, desayunar y dar una vuelta por el centro. Luego, con la maleta a cuestas (no sabía qué haría al finalizar el tour, así que ni pregunté en el hotel si habría consigna), me fui a la ruta guiada.
Nuestra guía era estupenda y se notaba que conocía a fondo la ciudad, que tiene más historia de lo que parece (el tour, de hecho, duró casi tres horas). Empezamos en la catedral, cuya historia nos fueron contando en varias etapas. También fuimos a una iglesia que estaba en el primer espacio consagrado de la ciudad, en el Imperio romano, que además tiene sarcófagos en lo alto. 
Luego, entramos en la universidad, que era un antiguo hospital con servicios gratuitos a los ciudadanos. También pasamos por la Iglesia de San Bernardino, que tiene una capilla decorada de forma muy tétrica... ¡Con huesos! Conocimos también distintos palacios y edificios públicos de distintas etapas de la ciudad, así como fuentes, leyendas... Hasta canciones. 
El tour finalizó frente a una escultura muy controvertida de Maurizio Cattelan que parece un corte de manga y está frente a la bolsa de Milán. Desde ahí, la guía nos dio indicaciones según nuestras preferencias.
Como me quedaban apenas dos horas y media en la ciudad, me recomendó subir al Castillo Sforzesco para luego pasear por el barrio y bajar en metro en la zona de los canales. Con comer tranquilamente, ver el castillo (por fuera, donde había una exposición de vehículos militares y varios carteles) y pasear por Breda ya se me echó el tiempo encima, así que bajé hasta la parada de bus que llevaba al aeropuerto y me despedí de la ciudad.
 

sábado, 20 de noviembre de 2021

Viaje a Italia 3: Verona

Viaje a Italia los días anteriores:

Una tarde en Verona

Como dije, andaba un poco preocupada porque me metí en el tren sin indicación alguna, pero no había de qué preocuparse porque nadie pasó a revisar los billetes, y en cuestión de una hora y media ya estaba en Verona, tras un viaje en tren bastante cansino porque una familia dio el coñazo todo el trayecto. 
El hotel Ark de Verona estaba bien, cerca de la estación y con las habitaciones que tiene que tener un hotel de 4 estrellas y un desayuno maravilloso. Al llegar, me dieron un mapa y me enseñaron cómo llegar a los sitios más destacados, así que me dirigí al centro, que está un poco apartado del hotel, eso sí. 
No tenía ningún plan, me habían anulado el tour y no había alternativas guiadas. Pero había oído que a 20 minutos del centro había un castillo con un mirador flipante y decidí ir a ver el atardecer allí. Era un poco pronto para el atardecer, así que decidí callejear un poco y a lo tonto me recorrí buena parte del casco histórico
Entre otras cosas, me encontré con la Arena, la casa de Julieta (piden certificado covid para entrar hasta la zona del balcón, más allá de eso no pasé porque me parece absurdo pagar por ver la casa de un personaje ficticio y no estaba claro que hubiera nada de interés ahí dentro, más allá de hacerse la foto en el balcón, para lo que necesitas tener a alguien que esté debajo para tirártela), el Castelvecchio y algunas iglesias destacadas en el mapa. 
Luego ya sí que subí al mirador del Castel San Pietro: la cuesta fue matadora, pero la vista lo merece. Me quedé un rato por allí hasta que me vi con fuerzas para emprender la bajada. Ya era bastante tarde, así que decidí ir tranquilamente hacia el hotel, al que llegué después de tomarme un helado que no era nada del otro mundo. Al menos, las calles estaban iluminadas y era difícil perderse.

Puente Castelvecchio, balcón de Julieta, atardecer desde castel san Pietro,   Palazzo della Ragione
Puente Castelvecchio, balcón de Julieta, atardecer desde castel san Pietro,   Palazzo della Ragione
Una mañana en Verona

Tenía un mapa lleno de localizaciones interesantes en Verona y una mañana larga para verlas todas, así que hice check out (me dejaron aparcar la maleta en el hotel) y me puse en marcha. Vi todo lo que me faltaba: la casa de Romeo y sus alrededores, el duomo, el teatro romano, el Palazzo della Ragione, un montón de iglesias, casas y palacios impresionantes, unos cuantos sarcófagos... 
Renuncié a entrar en la Arena porque leí varias reseñas que decían que no vale lo que cuesta, y menos si has estado en el Coliseo, que es el caso. Tampoco entré en la tumba de Julieta: es un museo que por alguna razón tiene un sarcófago que atribuyen al personaje, pero que necesiten eso como reclamo ya me da pistas de lo interesante que es el resto del contenido. 
Esto limitaba mis opciones de entretenimiento, pero por suerte, cuando a media mañana me encontré con que había visto todos los puntos del mapa (y casi todas las calles del centro), todavía me quedaba un sitio en el que meterme, el museo Castelvecchio. Primer punto a favor: es un castillo y puedes subir. Segundo punto a favor, es variado. Sí, casi todo son cuadros, pero también hay esculturas, armas y hasta una colección de campanas. Por 6€ no está mal, aunque no habría sobrado que hubiera carteles en inglés o al menos una audioguía. 
El caso es que salí a la hora de comer y decidí tomar algo más consistente que lo habitual, así que di con un local de pasta artesanal, Miscusi, y probé unos ravioli rellenos de calabaza con carbonara y pistacho que estaban de muerte. De postre, un helado de chocolate artesano en Grom. Mucho mejor que el de la noche anterior. Y con esto ya me había quedado sin tiempo, así que fui al hotel a recoger la maleta y me dirigí a la estación de tren para partir a la última ciudad del viaje: Milán.

Viaje a Italia el día siguiente:


sábado, 13 de noviembre de 2021

Viaje a Italia 2: Venecia monumental

Viaje a Italia el día anterior:

Tour por la Venecia Monumental

Dormir en mi habitación era casi como dormir dentro del campanario de una iglesia cercana. Por suerte las campanas se detenían a las doce de la noche, eso sí, a las siete de la mañana tenía el despertador. No se desayunaba hasta las ocho, y fue un desayuno bastante decente para lo que me esperaba. El caso es que, con el madrugón, me sobraba tiempo para llegar al tour, pero salí con mucho tiempo de margen para no perderme.
Sorprendentemente, llegué sin perderme demasiado y el guía, que ya estaba allí, me sugirió que me acercara en el rato que faltaba al Puente de la Academia, que tiene vistas preciosas. Ya había estado la noche anterior, durante mis vagabundeos, pero no se veía casi nada. 
El tour empezó en el Campo Santo Estéfano y era un recorrido por la zona más turística de la ciudad: la de San Marcos. A lo largo del mismo nos hablaron de los orígenes de la ciudad y la República, de cómo se hicieron con el monopolio de la ruta de la seda, de los carnavales o de los mejores lugares para comer. 
Visitamos todos los lugares emblemáticos, como el puente Rialto, el teatro Fenice y, por supuesto, la plaza San Marcos, que tiene una gran belleza en ella y sus alrededores. Allí finalizamos el recorrido a eso de las doce del mediodía. 

Vistas desde el puente de la Academia, puente de los Suspiros, puente Rialto, basílica de san Marcos y Palacio Ducal
Vistas desde el puente de la Academia, puente de los Suspiros, puente Rialto, basílica de san Marcos y Palacio Ducal
Basílica de San Marcos y Palacio Ducal por dentro

Como era pronto para comer, me puse a la cola de la basílica. 3€. Una hora, más o menos, aunque hay que tener en cuenta que todavía hay poco turismo y además era temporada baja. El interior era muy bonito, casi agobiaba tanto oro. Bizantino, por supuesto, dado que casi todo venía del saqueo de Constantinopla. Acercarse al altar o subir implicaba un gasto extra que no estaba dispuesta a asumir, pero aún así eché un buen rato en el sitio. 
Después fui a comer a una pizzería que nos había recomendado el guía, Rossopomodoro, me perdí para volver al hotel a lavarme los dientes y acabé otra vez en el Palacio Ducal, que no tenía casi cola. Eso sí que era casi un milagro, así que renuncié a volver al hotel y allá que me quedé. Apenas esperé. 
La entrada cuesta 25€ y la audioguía 5 más. Esta última me la podía haber ahorrado porque era un tostón. Pero bueno, el Palacio por dentro era una maravilla. El equivalente a cualquier Palacio Real, en realidad. También se atravesaba el Puente de los Suspiros por dentro para llegar a la cárcel, donde tienes un recorrido pequeño. 
La putada es que la entrada te permite visitar también otros museos, pero dichos museos cierran a las cuatro y abren a las once. Eran las 4:10 cuando llegué al primero, así que no me dejaron entrar. Al día siguiente en mi tren salía casi pegado a la hora de apertura de los museos, así que lamentablemente no pude aprovechar la entrada y me quedé con las ganas. 

Últimos paseos por Venecia

Pero bueno, con los museos cerrados ¿qué podía hacer en Venecia? Eso le pregunté a la señora de la oficina de turismo, que básicamente me invitó a pasear o a meterme en alguno de los buses acuáticos para visitar algunas de las islitas. 
Así que en pasear se me fue la tarde, encontrando de camino la librería más maravillosa y extraña que he encontrado nunca: Acqua Alta. No solo está llena de gatetes, sino que además los libros los tienen que tener en balsas y góndolas porque, cuando se inunda, hay que protegerlos. También tienen una escalera hecha de libros desde la que te puedes asomar a un canal. Y muchos marcapáginas y monerías literarias a los que no pude resistirme.
Otra cosa que visité con calma fue el Puente Rialto, donde vi atardecer. Y no tardé mucho más en volver al hotel, ya que empezaba a estar oscuro y, para qué engañarnos, me dolían los pies. 
Solo me quedaba una mañana en Venecia y esa también quise aprovecharla al máximo. Como la campana de la iglesia me despertó implacable a las 7, aproveché esa hora hasta que abría el desayuno para acabar de hacer la maleta y dejarlo todo listo. 
Luego, desayuné y salí a la plaza de san Marco (a esas horas, maravillosamente vacía) para hacer un último intento de entrar en la biblioteca, aunque fuera, pero no, había que pasar por el museo sí o sí, y eso hasta las once no abría. Así que me limité a pasear por la zona hasta que llegó la hora del check out. 
Cerrado el periplo del hotel, me encaminé directamente a la estación. Tenía tiempo de sobra, pero esa zona no la había explorado y quería tomármelo con calma. El camino a la estación casi no parece Venecia: es una calle ancha y sin apenas recovecos y puentes. Los souvenirs en esa zona, por cierto, son más baratos.
A pesar de todo llegué a la estación pronto, así que seguí el canal hasta el puente de Calatrava, un horror resbaladizo salvo en una pequeña zona central, y di unas cuantas vueltas por la zona antes de meterme en el tren. Los asientos no estaban numerados y mi ticket no entraba en la máquina, así que entré sin más, sin saber si lo estaba haciendo mal... Pero eso es otra historia, que contaré en próximas entradas.

El viaje a Italia los días siguientes



sábado, 6 de noviembre de 2021

Viaje a Italia 1: Venecia surrealista y desconocida

¡Cuánto tiempo sin viajar al extranjero! Pero ya tocaba y, tras mucho pensarlo, decidí retomarlo donde lo dejé. Venecia iba a ser mi destino antes de que la rotura de pierna de mi madre y el Covid se pusieran en mi camino, así que decidí aprovechar que todavía no cobraban entrada y que era temporada baja para visitarla con calma. Como se me hacía poco, añadí un par de paradas más al viaje: Verona y Milán. Y también cerré la semana en Pamplona, pero estoy adelantándome: de todo hablaré en próximas entradas.

La loca, surrealista y caótica Venecia: un primer contacto con la ciudad.

Llegué a Venecia a las 11:30 de la mañana y en el avión nos habían hecho rellenar un formulario que tendríamos que entregar a la policía a la llegada, o al menos eso nos dijeron. El caso es que nadie nos pidió nada, ni tuvimos que enseñar el pasaporte covid ni el DNI en ningún sitio, así que pregunté dónde estaba la policía para entregar el formulario y me pusieron frente a una cola inmensa. Tan larga era la cola que tuvieron que abrir los puestos en otro lado y allá que me mandaron. Total, que yo esperando ahí más de 10 minutos y, cuando consigo llegar a un punto de check, van y me dicen que estoy en la cola de embarque. Una mujer muy amable me señaló la salida, así que me fui del aeropuerto sin entregar el dichoso formulario. 
Luego tocaba coger un transporte hacia Venecia. Tenías la opción de ir en autobús por muy poco dinero o ir en un barco que te permitía ver la ciudad desde otro punto de vista sin gastarse un pastizal en una góndola, aunque seguía siendo bastante caro: 15 €. Y yo, tan contenta, me cojo el barco sin pensar que tengo tendencia a marearme allá dónde voy.
Las casi dos horas de barquito fueron casi una tortura del mareo que tenía, por suerte no vomité. La verdad es que las vistas son bastante bonitas siempre y cuando elijas el lado correcto del barco (derecha), que fue el caso. Ahora, ¿merece la pena gastarse 15 € en eso? Dado lo mal que lo pasé con el mareo, no soy la mejor persona para responderos.
Luego, llegue a Venecia y la primera impresión fue genial, ya que mi bajada fue en la plaza San Marcos, que es espectacular. El problema fue llegar a mi hotel, porque Google no es muy certero en esta ciudad. Básicamente, siempre te dice que estás como dos calles más allá de donde estás y, como la ciudad es un maldito laberinto, es imposible llegar a destino. 

El hotel Diana de Venecia: entre la película de humor y la de miedo

Di más vueltas que un tonto hasta que finalmente me metí en un bar de un edificio que, según Google, era mi hotel. El camarero debía de estar acostumbrado porque, muy majo él, me acompañó hasta la puerta de mi hotel (no precisamente cerca ni en ese edificio), donde me soltó una frase desconcertante: el Hotel Diana es este pero tienes que hacer check-in en el hotel de enfrente.
Pensé que a lo mejor era que su español no era muy bueno, pero no. ¿Habéis visto esas películas americanas de comedia surrealista en la que estoy todos los viajes sale raro, los hoteles son cutres...? ¡Pues tienen una base real! Fui a entrar en el Diana y el recepcionista me hizo gestos para que entrar en el otro. Y es que resulta que ambos hoteles comparten al mismo recepcionista, que entre muchas otras cosas también ayuda con los desayunos. 
Al margen de esto, la situación fue como un poco de película de terror. El recepcionista tenía toda la pinta de mayordomo maligno, y soltó algunas frases bastante siniestras, aunque creo que su intención era ligar conmigo, antes de mandarme a mi habitación. Por el ascensor al tercer piso y subiendo las escaleras estrechísimas al cuarto accedí a ella. Llego y me encuentro con que no hay ducha. Luego resulta que sí que hay ducha pero está integrada dentro del baño, sin diferenciación, lo cual quiere decir que, si quieres ducharte, luego vas a estar paseándote por un baño encharcado para hacer pis o lavarte las manos. Y no, el desagüe no traga bien, lo comprobé. Del colchón de la cama mejor ni hablamos, al igual que de la almohada. Desayuno en el hotel de enfrente. Y, como no hay un recepcionista fijo, dan a todo el mundo el código de la alarma para entrar en el hotel. Sobra decir que coloqué la mesita de noche delante de la puerta, como hice en París, aunque en este caso con más motivo todavía.
Todo esto sin perder de vista que supuestamente el hotel era de 4 estrellas. Me descojoné porque eran solo dos días, pero si hubieran sido más... lo habría pasado mal.  
Venecia desde el barco y varias escenas que me encontré durante mis vagabundeos

Un tour por la Venecia desconocida

En fin, entre unas cosas y otras, apenas me dio tiempo a comer un sandwich antes de salir corriendo hacia el tour que tenía previsto para esa tarde. ¿He dicho ya que Venecia es un laberinto? Pues me perdí y tuve que correr como un cuarto de hora para llegar a tiempo. 
El tour no era el que había contratado inicialmente, ese me lo anularon. Mi alternativa fue un tour en inglés por la Venecia desconocida. Un grupo chulo y variopinto, con un inglés, una colombiana, dos alemanas, dos Indios (cada uno de una punta de India, no iban juntos) y una egipcia, aparte de servidora. El guía la verdad es que lo hizo bien, recorrimos la Judería y sitios que no suelen estar en los recorridos típicos.
También nos hizo cruzar el canal en góndola. Bueno, nos dijo que era una góndola, pero era un traghetto. Costaba 2€, excesivo para los escasos dos minutos de trayecto (creo que nos timaron, porque buscándolo en sitios oficiales pone precios mucho más bajos), además, ya estaba de barquitos y mareos un poco cansada... Pero quedaba feo decir que no, que yo daba la vuelta por los puentes mientras el resto del grupo iba en el traghetto.
El tipo también buscó sacarnos los cuartos de más formas. Nos llevó a hacer una pausa para el café a la terraza de unos amigos suyos y al acabar nos llevó a cenar al restaurante de otros amigos suyos. Pero bueno el caso es que el recorrido moló y aprendimos bastante. Me había gastado más de lo que tenía previsto en el día con el traghetto y demás, así que le di los acostumbrados 10€ convencida de que tendría que haberle dado mucho menos.
Luego la odisea fue de otro tipo. Laberinto y de noche. La verdad es que hay calles que, si no te iluminas con el móvil, no ves un pimiento. Así que tuve que equilibrar el camino que daba Google mal con que pasara por sitios con una visibilidad más o menos normal. Lo conseguí, claro, y de camino me tope con una tienda de máscaras artesanales. Me flipan las máscaras venecianas. Y ya sabéis que, si tengo que elegir un souvenir, siempre artesanía. 
Entré en la tienda y le dije al hombre que mi tope eran 60 €. La verdad es que se portó: me hizo precio con las dos máscaras que compré (descontándome casi 20€), además de explicarme el proceso de elaboración y qué tipos había. Además, tuvo santa paciencia conmigo, porque iba pidiendo opiniones pero tenía que salir cada dos por tres de su tienda, que no tenía cobertura.
Y con mis máscaras llegué al hotel y, tras darme un agua como pude sin abrir la ducha y encharcar el suelo, me fui a dormir. 

Los siguientes días del viaje a Italia


sábado, 30 de octubre de 2021

Viaje a Galicia: Pontevedra por libre (2)

El viaje a Galicia los días anteriores: 

Vuelta a Pontevedra

El tour había acabado y en el hotel había ya poco que hacer. Mi tren salía de Pontevedra a media tarde, así que el plan más lógico era volver a la ciudad y ver lo que me faltaba, aunque fuera con todo el equipaje a cuestas (cinco kilos de mochila principal, más la mochila secundaria, más el agua... parecía una peregrina ^^). Así pues, desayuné y esperé el autobús, junto con otros viajeros que también volvían a casa más tarde.
Tenía bastante claro lo que había visto y lo que me faltaba por ver, pero de todas formas pasé por la oficina de turismo, donde confirmaron mis sospechas. Mi plan era plantarme en el Museo Provincial de Pontevedra, verlo con calma, y luego comer en el Mercado de Abastos y acercarme a la Isla de las Esculturas. Así que me despedí de los otros viajeros, que no habían visitado la ciudad tranquilamente, y me metí en el Museo Provincial.

Museo Provincial de Pontevedra

Fue un alivio que no se pudiera entrar con mochilas y que pudiera dejar la impedimenta en la consigna para visitar el museo con tranquilidad. El lugar está organizado en varias salas, con dos edificios conectados y siguiendo un orden cronológico pero diferenciando la parte artística de la parte arqueológica-histórica. Hay bastantes espacios de descanso y buenas vistas, además, todo tiene carteles explicativos, aunque algunos solo están en gallego, si bien se entienden bien. También había una exposición temporal de Pop-ups que era una pasada.
Parecía más pequeño de lo que es en realidad, así que estuve más tiempo del previsto, sobrepasando las dos horas. Lo bueno es que justo en ese rato se puso a llover, así que fue muy oportuno. Podría haberme quedado un poco más, pero la última parte era más de arte moderno (que no me va demasiado) y el hambre apretaba, así que fui un poco más rápido en esa zona.
Viaje a Galicia: vistas desde el Museo Provincial de Pontevedra y escultura de la Isla de las esculturas
Vistas desde el Museo Provincial de Pontevedra y escultura de la Isla de las esculturas

Salí en plena hora de la comida, así que todos los lugares para comer estaban hasta arriba, incluyendo el Mercado de Abastos. Por suerte, en casi todas las panaderías tienen empanadas, así que compré una para comer y otra para cenar (llegaba tardísimo a casa) y comí tranquilamente antes de ir a la Isla de las Esculturas.

Isla de las Esculturas

Allí estaban esperándome los viajeros de los que me había despedido y recorrimos el sitio juntos. Es un parque donde hay una serie de obras de arte (que a mí me parecieron las típicas decoraciones de cualquier parque) integradas en el paisaje. Tan integradas que algunas no las percibes si no sabes que están por ahí gracias al mapa. El caso es que el paseo es bonito, pero tampoco encontré nada espectacular y, si vas a Pontevedra, te recomendaría que lo dejaras para el final, porque no pasa nada si te lo pierdes.
Y con esto y el camino de vuelta a la estación de tren se acabó el viaje (con un helado por el camino), así que me volví a despedir de los otros viajeros y me fui a esperar al tren. Ni siquiera hubo control de acceso, podría haber comprado el queso en Santiago...

 

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martes, 26 de octubre de 2021

Relato: La oficina de al lado

Hoy mezclo dos consignas del reto: debe desarrollarse en una oficina muy aburrida y debe contener astronauta, galaxia, nubes, armario y uvas.

La oficina de al lado

Fermín trabajaba en una oficina aburrida desde hacía ya más de una década. Sus funciones eran tediosas, así que estaba siempre con la cabeza en las nubes, imaginando que era un astronauta y recorría la galaxia en busca de aventuras. Era imprescindible entretenerse con la imaginación, porque lo más emocionante que había ocurrido en diez años fue cuando un compañero se quedó encerrado en el armario de materiales.
Cuando la oficina de al lado fue ocupada por una start-up donde todos parecían contentos y el descanso de media mañana era una auténtica fiesta en la que compartían uvas en invierno y mandarinas en verano, cortesía de la empresa para que los empleados tuvieran una vida más saludable, la envidia comenzó a corroerle. Él quería eso, ¿por qué tenía que trabajar en una oficina tan aburrida? 
Empezó a considerar un cambio, a tantear el mercado laboral e incluso a apuntarse a algún que otro proceso de selección de empresas que parecían tan divertidas como la de sus vecinos. Y entonces los de al lado quebraron.
-Mucho jijijaja, mucho "somos guays", pero al final estaba claro que nos íbamos a hundir -oyó decir a uno de sus exvecinos, cargado con una caja con sus cosas, en el ascensor.
-Mira, casi lo prefiero -respondió su compañero, en la misma situación-. Uno no puede estar contento todo el rato, y menos con esa mierda de horario y todas esas horas extra que había que echar para demostrar tu compromiso con un proyecto que hacía aguas desde el inicio. Por no hablar de que las posibilidades de crecimiento que vendían eran una patraña.
Esa misma tarde, llamaron a Fermín de una start-up en la que había buscado trabajo para decirle que el puesto era suyo. Le hablaron de lo molones que eran, de que el proyecto era muy emocionante y de que a lo mejor tenía que trabajar más horas al principio cobrando menos de lo que merecía, pero que en cuanto crecieran él sería de los primeros en ascender y disfrutar de las mieles del éxito. 
Fermín rechazó el trabajo y, al día siguiente, volvió a su aburrida oficina con sus aburridos compañeros. Vale que no pasara nada emocionante, pero la estabilidad y un horario de ocho horas sin extras y con un sueldo razonable no tenían precio. Además, para combatir el tedio tenía una poderosa herramienta: la imaginación. Así que, ¿para qué arriesgarse?

https://deborahfmunoz.com/mis-obras/ 
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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

sábado, 23 de octubre de 2021

Viaje a Galicia: Santiago de Compostela y playa

El viaje a Galicia los días anteriores: 

Visita a Santiago de Compostela

El último día del tour, tocaba visitar Santiago de Compostela, punto final de los peregrinos que hacen el Camino de Santiago, ya que están allí los restos del apóstol. El camino, por cierto, está muy presente en toda Galicia (y estoy deseando hacerlo, a ver cuándo consigo planearlo sin que surjan mil imprevistos que me obliguen a posponerlo).
Justo antes de visitar la ciudad, disfrutamos de una degustación de productos típicos (chorizo, queso de tetilla, tarta de Santiago y otros dulces). Estaba rico, especialmente el queso y la tarta, pero he llegado a un punto en que no me arriesgo a que me confisquen el queso en el control de seguridad, como pasó en el aeropuerto de París. La tarta de Santiago me sale riquísima, así que tampoco la compré...
La visita a Santiago empezó con un tour a pie por los puntos más relevantes (casi todos cerca de la Catedral y la Plaza del Obradoiro): el parador, el rectorado, edificios universitarios, museos... En el tour también nos hablaron de la comida, ya que luego teníamos mucho tiempo libre, aunque yo opté por no ir a restaurantes y así tener más tiempo para visitar la ciudad.
Cuando acabó el tour a pie, lo primero que hice fue ir al mercado de abastos para verlo y comprar mi comida (una empanada gallega que sabía a gloria), tras lo cual salí disparada para una exposición de platería enfrente de la catedral. Llegué con tiempo justo para verla antes de que me echaran y vagabundeé un poco por el centro.
Durante el paseo, me topé con una oficina de información turística. Allí me recomendaron visitar el Parque de la Alameda, donde había unas vistas espectaculares y una estatua dedicada a Rosalía de Castro, entre otras. 
Viaje a Galicia: Vistas de la catedral desde la Alameda y la plaza del Obradoiro, Plaza de Cervantes, Catedral desde Plaza da Quintana, Monasterio de San Martiño Pinario y Plaza de la Platería
Vistas de la catedral desde la Alameda y la plaza del Obradoiro, Plaza de Cervantes, Catedral desde Plaza da Quintana, Monasterio de San Martiño Pinario y Plaza de la Platería

Luego, volví a la plaza del Obradoiro (con un gran ambiente, siempre con peregrinos celebrando su llegada y algún gaitero amenizando) para desde allí seguir dando vueltas por el centro (los museos estaban cerrados a esas horas), que es muy bonito, hasta la hora de volver al hotel.

¡A la playa! 

Con eso de que al día siguiente se tenían que levantar a las tres de la mañana para emprender el viaje de regreso (uno de los muchos motivos por los que contraté el transporte por mi cuenta), nos plantamos en el hotel muy pronto. No tenía ganas de meterme en la habitación y tendría tiempo de sobra para hacer la maleta al día siguiente entre el desayuno y la llegada del autobús a Pontevedra, así que yo y otras dos viajeras decidimos ir a una playa cercana al hotel.
Hay dos caminos para llegar y una paisana, antigua mariscadora, nos aconsejó ir por uno a la ida y por otro a la vuelta. ¡Un gran consejo! Uno de los caminos estaba repleto de viñedos, el otro era un precioso bosque, y así disfrutamos de ambos. Volvimos con el tiempo justo para ducharnos antes de la cena y me despedí de todos los que se iban tan temprano, no sin antes asegurarme de que no me despertaban a horas intempestivas (sirvió de poco porque las paredes eran de papel y escuché decenas de despertadores al unísono a esa hora).
Viaje a Galicia: Viñedos de camino a la playa, playa y vuelta en el bosque
Viñedos de camino a la playa, playa y vuelta en el bosque

El último día del viaje...

 

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martes, 19 de octubre de 2021

Relato: El misterio del sapo Zamora

Hoy tocaba lanzar los dados y esto es lo que salió:
 

El misterio del sapo Zamora

Dados que lancé para hacer el relato de fantasía El misterio del sapo Zamora
El mundo mágico quedó conmocionado cuando uno de sus miembros más eminentes, el Comisario Zamora, fue convertido en sapo. Los hechizos de transformación eran complejos y muy complicados, además de irreversibles salvo que lo deseara el lanzador del hechizo. Además, casi nadie era capaz de hacerlos, y los pocos que sí podían tenían coartada para ese día. Así pues, había un mago desconocido convirtiendo a la gente en sapo y la comunidad estaba al borde del pánico.
El despacho donde estaba el Comisario Zamora, o más bien el sapo Zamora, se había precintado. El lugar de trabajo de un hombre tan poderoso sin duda estaba plagado de trampas mágicas, así que solo hubo un voluntario para entrar y desactivar las trampas antes de que entrara el resto del equipo. 
El valiente era Valle, que entró en el despacho armado solo con un maletín, una lupa y su habilidad mágica. Sus compañeros cerraron la puerta a cal y canto y se dispusieron a esperar con paciencia las dos horas de rigor que habían pactado. Si no salía antes de ese tiempo, tenían que dar por hecho que Valle había caído en una de las trampas mágicas y las cosas se complicarían todavía más.
No tuvieron que esperar tanto, sin embargo. Valle salió apenas quince minutos después.
-Despacho despejado, muchachos. Aunque tampoco hay mucho que hacer: nada más entrar, he tenido claro lo que ha pasado -les dijo.
Los demás también lo tuvieron claro nada más entrar. Sobre la mesa del escritorio, estaba el sapo Zamora junto a una serie de papeles que explicaban cómo hacer el hechizo en cuestión y cómo ligarlo a una trampa mágica. Frente al escritorio, apoyado en la pared, un espejo reluciente con la marca de un hechizo que había rebotado en él.
-El muy idiota intentó que el espejo contuviera la trampa, pero el hechizo para montarla le salió mal y, en vez de absorber el conjuro cambiaformas, rebotó en él -dedujeron en voz alta los investigadores. 
Valle asintió y el caso se cerró rápidamente, para tranquilidad de la población, que acabó por premiar al valiente investigador, impresionada por su habilidad al haber desactivado las trampas tan rápido. ¿Y qué mejor premio que el puesto vacante de comisario?
En cuanto ocupó su nuevo despacho, donde puso un terrarium para alojar al sapo Zamora, Valle volvió a colocar todas las trampas y sonrió al anfibio.
-Espero que estés cómodo, porque ahí pasarás el resto de tu vida -le dijo al excomisario. Pero no porque el hechizo fuera irreversible al haberlo lanzado la misma persona que lo recibió, como todos pensaban, sino porque Valle, el verdadero lanzador, que lo había aprendido a escondidas, no estaba dispuesto a hacerlo. 
Y es que, cuando entró en el despacho para desactivar las trampas, no tuvo que hacer eso; ya se había dedicado a eliminarlas, poco a poco, durante los meses previos. Lo que hizo en ese cuarto de hora había sido preparar el escenario para confundir a todo el mundo: solo había tenido que sacar de su maletín con doble fondo extraplanar un espejo en el que había rebotado un hechizo inofensivo y los papeles con los apuntes del supuesto hechizo fallido. 

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