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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

miércoles, 20 de marzo de 2024

Relato: Un amor virtual

La consigna de este mes es: Plantea cómo sería una historia de amor que suceda dentro de un videojuego. Ha salido algo raro, porque no quería que los personajes salieran de él en ningún momento... pero hay gente para todo, así que sigue siendo creíble ^^.

Un amor virtual

Ambos eran jugadores solitarios, pero esa misión era para dos jugadores y tenían que completarla, así que el juego les asignó como compañeros de manera aleatoria. No obstante, pronto se dieron cuenta de que estaban hechos para ser pareja: las habilidades de sus avatares se complementaban, su manera de jugar también. Además, mientras conversaban averiguaron que siempre se conectaban sobre esa hora, así que decidieron hacer tándem. 
A lo largo de las distintas aventuras que vivieron juntos, se dieron cuenta de que tenían mucho en común. Ella había escogido un personaje masculino para ser completamente distinta, él había escogido un personaje femenino para ser completamente distinto. Ambos trabajaban desde casa porque no les gustaba demasiado tratar con gente. Veían las mismas series, leían los mismos libros.
Pronto, descartaron la posibilidad de conocerse en persona. Lo más probable era que la realidad lo estropeara todo, eran demasiado especialitos para convivir en pareja. Pero empezaron a pasar más horas conectados, para charlar o, simplemente, para ver juntos la misma serie, con el ordenador abierto para poder comentarla según la veían. El sexo virtual no era muy sexy, así que también veían porno juntos de vez en cuando, para mantener la llama encendida.
Los espacios públicos del juego en los que se reunían tenían un ruido de fondo muy molesto, así que compraron un terreno virtual entre los dos y, con el dinero que iban ganando en las misiones, construyeron una casa ideal para sus avatares, donde pasaban la mayor parte del tiempo. Poco después, durante un evento del juego por el día de San Valentín, dieron el sí quiero.
Pasaron los años en esa rutina virtual en la que compartían todas sus horas juntos sin estar físicamente presentes, hasta que el juego anunció su cierre. Nuevamente se abrió la posibilidad de conocerse en persona, o al menos de encontrar otra forma de estar en contacto; nuevamente la descartaron y se mudaron a otro juego. Allí las cosas se torcieron un poco. La dinámica del nuevo juego era distinta, y el cambio de avatares no les favorecía, pero superaron el bache y siguieron adelante con su relación.
Cuando él sufrió un derrame cerebral, casi dos décadas después, ella estaba con él y reaccionaron a tiempo para llamar a la ambulancia. La angustia fue inmensa. No sabía el verdadero nombre de su marido, ni tenía su teléfono, ni su dirección, y en el hospital era improbable que se pudiera conectar, si es que estaba bien. Pero siguió adelante con la esperanza de que lo estuviera.
Meses después, por fin su avatar volvió a conectarse, pero no era él, sino el abogado que, acorde a las instrucciones del testamento, contactaba con ella por esa vía porque era la única para decirle que le había legado cuanto tenía. 
Al entrar en el apartamento del que fue su gran amor, supo que habrían encajado tan bien físicamente como de forma virtual y que habían sido unos estúpidos aterrorizados. No volvió a jugar, ni a ese, ni a ningún otro juego. No quería volver a sentir algo tan real.
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miércoles, 13 de marzo de 2024

Escapada a Alcázar de San Juan con el tren del Quijote

 Una vez más, me apunté a uno de los trenes temáticos de Renfe, en este caso, el tren del Quijote, que iba a Alcázar de San Juan, muy cerca de Campo de Criptana.
Tras un poco de caos en Chamartín porque nuestro tren no aparecía en la señalización, nos subimos y aproximadamente dos horas después llegamos a la estación. Allí conocimos la Antigua Fonda de la Estación, donde la alcaldesa nos dio un discurso de bienvenida y vimos los azulejos temáticos del Quijote. Luego nos metimos en el autobús para llegar a nuestro primer destino: el conjunto Palacial del Gran Prior. Mi grupo subió primero a la Torre del Gran Prior. Subirla es matadora, aunque las vistas no están mal. Las plantas están musealizadas, pero no dio mucho tiempo a detenerse a leer carteles o ver vídeos. Luego fuimos a un pequeño museo que hay enfrente donde hay algunos resquicios arqueológicos, nada especialmente reseñable, y, como el otro grupo aún no había bajado de la torre, aprovechamos para ver la iglesia, también resto del conjunto palacial, aunque no demasiado espectacular.
Torre del Gran Prior y molinos por la noche
Torre del Gran Prior y molinos por la noche

Después fuimos a una cooperativa de vinos que se especializan en la venta a granel y empezó la cata de dos vinos de granel y dos vinos de botella. Yo no bebo y, aunque era curioso, esa visita me sobró, especialmente cuando se alargó más de la cuenta y pisó la hora de la comida. El pueblo no está preparado para recibir tanto turista, así que además de empezar a buscar un sitio tarde, resultó complicado encontrar un hueco. La mañana fue un poco decepcionante, vamos.
La tarde estuvo mejor, empezamos en el Museo Casa del Hidalgo, que tiene pocas piezas, pero está muy bien montado y articulado para conocer la vida de los hidalgos de forma interactiva. Luego, de camino al autobús, entramos en la Iglesia y convento de San Francisco, y esta sí me pareció más interesante. Finalizamos la visita con un ascenso nocturno a los cuatro molinos de viento, en uno de los cuales pudimos entrar para ver cómo funcionaban. Volvimos un poco raspados al tren, por suerte, era todo para nosotros y nos esperó.
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miércoles, 6 de marzo de 2024

Relato: Esa estúpida rivalidad

Otra vez he echado las cartas Fatum, aunque esta vez, en vez de para crear un personaje, para el planteamiento de la línea argumental. Esto es lo que significan las cartas: Desencadenante: la Rivalidad. Sucede en una montaña. La razón es dar ayuda. Aliado: una druida. Enemigo, una semielfa. La meta final, la caída.

Esa estúpida rivalidad

cartas que lancé para el relato Esa estúpida rivalidad
Gad tenía que reconocer una cosa: no habría aceptado esa misión para hacer caer al misterioso Rey de la Montaña de no haber sido por culpa de esa dichosa semielfa que siempre pretendía ser mejor que él. Pero esa estúpida rivalidad que dominaba a ambos les había llevado a competir también en ser elegidos para intentar esa misión suicida. 
Nada más ofrecerse Aura a ayudar al pueblo de la ladera, él también había tenido que hacerlo para no quedarse atrás, aunque sabía que la misión era más apropiada para las habilidades de ella y que, aun así, ninguno de los dos tenía demasiadas posibilidades de completarla con éxito. 
Pero no podía permitirse que el Consejo eligiera a la semielfa, eso habría hecho que de alguna forma ganara, así que había movido todos los hilos para que le asignaran la misión. Incluso, cuando parecía que las deliberaciones se inclinaban en su contra, echó mano de su último recurso: el favor que le debía su amiga y aliada, Danna, una druida con mucha influencia entre su gente.
Al final, había logrado su objetivo, pero ahora, a medio camino de la cumbre, tras llevar horas avanzando penosamente por un camino tortuoso plagado de enemigos que le emboscaban a cada paso, su sensación de triunfo se había esfumado y solo quedaba el pesimismo. Por muchos amuletos que le hubieran dado Danna y el Consejo, su única posibilidad de triunfar había sido el factor sorpresa y, desde que emprendió la marcha montaña arriba, supo que le estaban esperando.
No obstante, no podía echarse atrás, antes la muerte. Que era lo que tendría, probablemente. Así que siguió avanzando, cada vez más cansado, cada vez más herido por los inevitables combates y por las trampas que no conseguía detectar a tiempo. Pero, por alguna clase de milagro, llegó a la cima, dominada por el castillo del Rey de la Montaña. Y allí se confirmó cuál sería su inevitable final.
Frente al castillo, un ejército de bandoleros. Frente al ejército, Aura.
-Tú no te rindes, ¿verdad? El plan era sencillo, me elegían a mí porque YO era la más apropiada para la misión. Y yo venía, licenciaba a mis hombres, que de todas formas ya no van a conseguir muchas más riquezas saqueando ese pueblo miserable, y volvía convertida en toda una heroína por derrotar al Rey de la Montaña. Pero no, tú tenías que maniobrar para ser el elegido. Así que nada, aquí tienes a tu archienemiga, al frente de un pequeño ejército. Te invito a que intentes derrotarme.
Gad sabía que no tenía ninguna posibilidad. Debió de intentar huir, pero el odio le cegó. Hiciera lo que hiciera, ella ganaba. Salvo que la matara.
-Esa estúpida rivalidad... -murmuró antes de echar mano a su arco.
No llegó a tensarlo, varias flechas le atravesaron en cuanto hizo amago de agarrarlo.
-Imbécil -fue lo último que escuchó antes de que la muerte se lo llevara.
Aura se quedó mirando a su enemigo caído, insatisfecha. Vencerle no tenía gracia si no podía restregárselo. Sin embargo, no había tenido más opción, así que se tragó su frustración, licenció a sus hombres y volvió a escondidas a casa, a la espera de que, tras no volver su elegido en un tiempo prudencial, la llamaran a ella para que intentara llevar a cabo la misión.
La detuvieron nada más llegar al pueblo. Nunca imaginó que uno de los muchos amuletos que había dado el Consejo a Gad pudiera ser un kolgat. Ese hechizo grababa todo cuanto ocurría al portador, pero solo almacenaba cinco minutos. Cuando el portador moría, esos cinco minutos eran enviados a un espejo de visión. El Consejo había pensado que, si ocurría lo peor, eso ayudaría al siguiente campeón que mandaran a no cometer los mismos errores. En cambio, les había servido para descubrir esa traición.
-Esa estúpida rivalidad... -fueron también las últimas palabras de Aura, tras escuchar su sentencia y ser decapitada.
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