Ya sé que estáis deseando ver qué tal me fue por Rusia, pero ¡necesito algo más de tiempo para organizar fotos y demás! Además, me faltaba contaros la visita a Torrelaguna.
Como dije en la entrada sobre la Escapada a Patones, la visita fue decepcionante y tomamos el camino de regreso cabreadas y hambrientas. Pero al pasar por Torrelaguna se me encendió la bombilla: se veía que tenía bastante encanto y que era un pueblo de verdad, no uno artificial, así que era probable que hubiera pan (y del bueno).
Como dije en la entrada sobre la Escapada a Patones, la visita fue decepcionante y tomamos el camino de regreso cabreadas y hambrientas. Pero al pasar por Torrelaguna se me encendió la bombilla: se veía que tenía bastante encanto y que era un pueblo de verdad, no uno artificial, así que era probable que hubiera pan (y del bueno).
Así pues, decidimos aparcar el coche e ir en busca de una panadería. Un viejecito, de los que habitan los pueblos de toda la vida, nos recomendó una que, además, tenía dulces artesanales que estaban de muerte (luego, cuando volvimos a pasar, se interesó por si la habíamos encontrado). Y por fin podíamos comer.
Lo hicimos en un pequeño parquecillo, los jardines del Palacio de Salinas, donde hay un busto del cardenal Cisneros (que era del pueblo) y una escultura bastante moderna de homenaje al matrimonio de San Isidro y Santa María, y a su hijo, San Illán. Además, Google nos indicó que había cerca otros lugares de interés, como el arco de San Bartolomé, la fuente del Coso o los edificios de la Plaza Mayor (el ayuntamiento o Antiguo Pósito, un almacén de grano fundado por Cisneros, la preciosa iglesia de Santa María Magdalena, el convento de las Hermanas Franciscanas o la Cruz de Cisneros).
Plaza Mayor de Torrelaguna |
Vamos, que vimos en media hora más de lo que habíamos visto en Patones. Y todo mucho más auténtico. El resto de cosas del pueblo estaban más alejadas y ya íbamos cansadas, así que lo dejamos para otra ocasión, pero vamos, que Torrelaguna sí que me pareció un lugar para volver.