Esto es lo que me ha salido de las cartas Fatum esta vez:
Una artificiera cuyo origen es un bosque y su trasfondo es un fantasma. Es aprendiz de una hechicera e hija de un cazador de sangre. Su marca del pasado es la separación de un halfling y la mueve su amor por un mago.
Aquí, me he encontrado con varios problemas. De entrada, no sé qué es un cazador de sangre. Por lo que veo en internet, salen en un juego de rol, pero no tengo mucho contexto, así que he decidido que un cazador de sangre es aquel que hace magia con su sangre, sin más.
Lo de que el trasfondo sea un fantasma tampoco lo tengo claro, pero creo que lo he solucionado bien. Y, como estaba enrevesándose mucho, me detuve en la superficie sin poner más cartas en el tapete
Un cuerpo mecánico
Dalek fue uno de los cientos de miles que murieron en la guerra. Sin embargo, era un mago tan poderoso, y su amor por Enya era tan fuerte, que volvió como fantasma e incluso pudo acompañar a todos los exiliados cuando tuvieron que abandonar el planeta.
Enya había consagrado su larga vida a devolverle un cuerpo a su amado. Su padre era mago de sangre y había heredado su longevidad, pero esa clase de magia no servía de nada para resucitar a un muerto, y ningún sacerdote aceptaba gastar una onza de magia en darle cuerpo a un fantasma, más bien al contrario: los benignos intentaban que siguiera su camino espiritual y los malignos trataban de esclavizarlo.
Pero no se sumió en la desesperación porque se acordaba de su medio hermano halfling y de los ingenios mecánicos que construía tantos años atrás, antes de que su gente apareciera por el bosque para reclamarle y les separaran para siempre. Si él había sido capaz de hacer esas maravillas en Cazbengol, en este nuevo mundo donde la tecnología podía dar lugar a auténticos portentos Enya podría crear una máquina capaz de albergar el espíritu de Dalek, cada vez más frustrado y enfadado con su situación, y con ella por no ser capaz de solucionarla.
Por eso, se comprometió como aprendiz de una maga y se convirtió en una gran artificiera, aplicando los conocimientos que le entregaba su maestra con cuentagotas para mejorar sus creaciones. Gracias a esa mezcla, pronto se hizo un nombre y sus criaturas mecánicas estaban muy cotizadas por bandas de incursores y mercenarios, a los que se las vendía siempre que cumplieran la condición de usarse en contra de los humanos que habían destruido su mundo.
Dalek se enfadaba mucho con ella por esa decisión, porque con los recursos de las Empresas Religiosas podrían alcanzar antes sus objetivos. La machacaba continuamente con el tema, pero Enya se mantenía firme. Había líneas que no estaba dispuesta a traspasar, ni siquiera por amor. Espiar y robar tecnología a otros, sin embargo, no era algo tan malo, así que, tras mucho insistir Dalek, se dejó convencer para intentar otras vías.
Hacía tiempo que había empezado a oír rumores de una banda, los Incursores de la Noche, que usaban artefactos mecánicos propios para sus misiones. Unos artefactos que podían estar animados por la chispa de la vida. Tenían entre sus miembros a una humana con poderes incatalogables y también a dos clérigos, pero si de verdad lo habían logrado, ella podría encontrar la forma de adaptar esa tecnología a la magia convencional.
Así pues, se puso en contacto con su artificiero y mecánico, un enano también muy reconocido en el mundillo, y concertó con ellos una falsa visita comercial a su base, con la intención de hablar de negocios y, entre tanto, robar sus planos y documentos para copiar sus diseños. No obstante, cuando llegó a la entrada del recinto, el enano, una humana y un semielfo armados hasta los dientes, además del elfo más siniestro que había visto jamás, salieron a recibirla.
—No acepto liches en mi territorio, por muy poco poderosos que sean —dijo el elfo.
—No soy ningún lich —respondió ella desconcertada. Cuando el elfo alzó una ceja y dirigió su mirada hacia Dalek, normalmente invisible a los ojos de todos, comprendió—: No es ningún lich. Es un fantasma. Antes de nuestra huida de Cazbengol era un mago muy poderoso, así que quedó atrapado en forma de fantasma cuando murió en la guerra.
—Es un lich. Llevas su filacteria colgada al cuello —se puso firme el elfo. Ella llevó la mano al colgante que su amado le había regalado poco antes de la batalla, desconcertada por la afirmación, pero no notaba en él ninguna magia—. No podrás pasar a no ser que la dejes en la caja de seguridad de la entrada, que anula todo su poder y le mantendrá fuera de nuestra casa.
Enya iba a protestar indignada, pero el fantasma de Dalek se inclinó para susurrarle al oído:
—Hazles caso.
—Pero tú no eres...
—Puede que hiciera mis pinitos con la nigromancia durante un tiempo. Pero abandoné ese camino y mi magia era arcana, nunca pensé que eso me convertiría en un lich. Necesitamos que entres y consigas lo que hemos venido a buscar. Confío en ti.
Enya suspiró y miró con sospecha al elfo, que se había puesto a discutir en voz baja con el enano, la humana y el semielfo.
—No le hará daño, ¿verdad?
—Solo le mantendrá confinado hasta que vuelvas a abrir la caja.
La artificiera aceptó las condiciones, se desprendió del colgante y entró, dispuesta a darlo todo para convencerles de la utilidad de sus inventos y el potencial de que pasara unos días en su base para mejorar las creaciones de todos. Allí, en la sala principal, conoció al resto de la banda.
—Seamos claros, tú lo que has venido a hacer aquí es a robarnos nuestra tecnología —gruñó el enano—. Y todo por un lich. Y yo que, por lo que había oído decir de ti, pensaba que eras un genio. No eres más que una idiota.
—No es un lich, al menos, no voluntariamente —repitió las palabras de su amado—. Hizo sus pinitos con la nigromancia pero lo dejó y no esperaba...
—Un nigromante que ha llegado a atar su alma a una filacteria no ha hecho pinitos. Ha dedicado años de estudio para lograrlo —la interrumpió el elfo—. Solo logran atar su alma a la piedra los más poderosos, aunque, por lo que veo, su cuerpo quedó destruido de algún modo y no es lo bastante fuerte como para salir y rematerializarse con suficiente energía como para interactuar con su entorno. Ni para poseer tu cuerpo, como seguramente fue su intención inicial. Qué mala pata para él haber dado la piedra como prenda de amor a una tonta con principios y un alma fuerte. No podía decirte lo que era realmente ni darte instrucciones para que realizaras algunos de los rituales oscuros que se necesitan para darle más autonomía, pero seguro que ha intentado convencerte de que hagas cosas que no deberías...
Enya fue a negarlo, pero acudieron a su mente las innumerables veces que había dejado caer sugerencias que estaban muy lejos de la ética, cómo la había machacado para que colaborara con quienes habían destruido su mundo, cómo la había convencido de que robar tecnología no era tan malo si era por una buena causa.
—Sombra tiene razón. Y la pregunta de verdad es, si no te hubiera mentido, ¿tanta importancia tendría que no tenga un cuerpo, si de todas formas estáis juntos? —intervino una elfa que a todas luces era una sacerdotisa. Lanzó una mirada cómplice al elfo siniestro antes de seguir hablando—. Aparte, incluso aunque pudiera entrar dentro de una máquina, no podría sentir ni podría tocarte sin miedo a hacerte daño. Tampoco sería capaz de hacer magia arcana, esta depende de la energía vital.
Enya no supo qué decir, pero quería creer que se equivocaban, que Dalek no le había mentido, que había habido algún error.
—Ya veo que no te acabas de convencer —dijo el semielfo—. Tienes fe en que nos equivocamos. Démosle un voto de confianza...
***
Horas después, Enya se acercó furtivamente a la caja de seguridad donde estaba guardado el colgante y lo sacó. De inmediato, Dalek apareció y exigió saber lo que había pasado.
—Tenemos que darnos prisa. Les he dado un somnífero. Intentaron convencerme de que eres un nigromante y de que tus intereses son malignos, les hice creer que me lo tragaba y fueron tan tontos que me enseñaron cómo funcionaba todo. Es un androide, Dalek. Un cuerpo muerto que guía a un caparazón robótico. El nigromante mete un fantasma en el cuerpo y este se activa. He pensado que podríamos ponerle el colgante y a lo mejor tú puedes entrar en el cuerpo de alguna forma.
—¡Es brillante, Enya! Pero no podemos dejar cabos sueltos. Cuando les robemos el androide, vendrán a por nosotros, tendremos que defendernos... o atacar antes.
Si había alguna duda, la insinuación de que había que matar a los incursores para evitar que recuperaran lo que era suyo era suficiente para que Enya abriera los ojos. No obstante, era tarde para echarse atrás
—Ya pensaremos en eso si todo funciona. Ahora vamos, hay que darse prisa.
Corrieron a través de la base hasta llegar a la sala donde el androide descansaba, inerte en su plataforma. Allí, Enya pasó el colgante por el cuello de la criatura y de inmediato pareció cobrar vida. La artificiera dio un paso atrás, pero no tuvo tiempo de reaccionar cuando el androide la golpeó con fuerza, mandándola a la otra punta de la habitación.
—Vaya, ¿te he hecho daño, amor? —rió Dalek—. No queremos que te pase nada, necesitaré a alguien que se encargue de las reparaciones de esta maravilla. Aunque, bien pensado, puedo encontrar mecánicos en cualquier Empresa Religiosa. No te preocupes, será rápido. Tengo una banda entera de incursores de la que...
No llegó a decir nada más, porque Sombra y el resto de incursores entraron en la sala. El débil lich no era rival para el elfo, y mucho menos estando este secundado por dos sacerdotes. Ni siquiera hizo falta que activaran los mecanismos de seguridad del androide, el alma de Dalek fue expulsada del cuerpo sin problemas y la filacteria quedó hecha añicos en un suspiro.
Las humanas ayudaron a Enya a levantarse, aunque el dolor de su alma era mayor que cualquier dolor físico.
—Quería matarme... Tantos años perdidos por una mentira.
—Todos nos equivocamos y, si lo hacemos, mejor que sea por amor, no por odio —le dijo la sacerdotisa elfa. Algo en su tono le decía que ella también había cometido errores que pesaban en su alma.
—Además, esos años no están perdidos si finalmente les sacas partido. Y tú se lo has sacado. Has aprendido a hacer artefactos increíbles que ayudan a nuestra gente a defenderse de nuestros agresores. Para mí, sería un honor aprender de ti y enseñarte cuanto sé para llevar nuestra lucha a un nuevo nivel —le ofreció el enano.
—Pero no tiene que ser ahora —bufó la humana con pinta de hacker, fulminando con la mirada al enano—. Roca es un desconsiderado. Estás herida y destrozada anímicamente. Necesitarás tomarte tu tiempo. Puedes quedarte con nosotros, descansando, el tiempo que haga falta. Y luego, haz lo que consideres.
Enya agradeció la oferta, pero necesitaba soledad y pensar en lo ocurrido con tranquilidad. Así pues, volvió a su laboratorio, lo desmanteló por completo para mandárselo a los Incursores de la Noche y luego se despidió de su maestra de magia. Necesitaba una dosis de bosque, aunque no fuera aquel en el que nació, para aclarar sus ideas y reconectar consigo misma. Luego, los dioses sabían.
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