Este es mi proyecto para Comienza una historia. Esta vez había un montón de frases (en negrita) que había que combinar para hacer un relato. No estaba muy inspirada y las frases no tenían nada que ver, así que he hecho este relato, un tanto extraño.
Tarde de aburrimiento
Juan enciende el
televisor, después de comer. No tiene ganas de nada y la caja tonta
es su mejor opción para pasar la tarde.
Soñaba con alas de
papel, con aquello que le permitiera volar hacia el cielo y poder
sentir el viento de la libertad en su rostro.
―La publicidad de
compresas cada vez es más surrealista -dice para sí mismo,
cambiando de canal.
―Señorita, no me
traiga la cuenta porque no tengo dinero para pagarla; en todo caso,
si lo desea, puede usted avisar a la policía -el
viejo se quedó mirando a la camarera.
Ella tenia el
cuchillo en la mano, y al mirarse al espejo contempló una imagen que
le agradaba, nunca pensó que podía llegar a sentirse así.
Consideró la posibilidad de hacer pagar al individuo con sangre y
obtener su vendetta. Pero no, se dijo. Ahí, en medio de su lugar de
trabajo, no podía dejarse llevar por sus pasiones. Si iba
a ponerse sentimental, mejor sería que se apartase de los
cuchillos...
Vuelve
a cambiar de canal. Ya ha visto la película, que no para de contarte
los pensamientos íntimos de la camarera psicópata. El viejo,
sorprendentemente, ya que es quien lo desencadena todo con su
afirmación de que no iba a pagarle, no es asesinado. Un pestiño.
―Algunas veces
oigo voces en mi cabeza, sonidos que provienen de ningún lado;
sombras de un corazón oscurecido, trasformado ahora en piedra
―dice el actor, caracterizado del periodo romántico,
haciendo aspavientos sobre el escenario.
Lo que faltaba, una obra
de teatro mal grabada. Cambia de canal de nuevo.
―La ventana
cerrada, la puerta de cristales rotas y los libros perdidos en el
fango del jardín no eran evidencia suficiente para
pedir la orden de alejamiento. Alec se había puesto furioso
cuando corté con él y por eso todo estaba patas arriba. Pero volví
a sentir la fuerte tensión en mi espalda. Alguien me vigilaba.
Entonces supe que los destrozos de la casa serían el menor de mis
problemas, que él me acosaría desde las sombras día tras día
hasta que, cuando ya no pudiera soportarlo más, volvería a entrar y
acabaría conmigo.
―Estás paranoica,
Shanon. Sabes que Alec se ha marchado del pueblo y nunca te pondría
la mano encima. Nadie te vigila y no puedes pedir una orden de
alejamiento a tu ex-novio porque tirara tus cosas por la ventana.
Cambia de canal. Otra
película mala de sobremesa. No soporta ese suspense barato, ni le
hace falta quedarse a verla para averiguar que el tal Alec
efectivamente la vigilaba y la pobre mujer lo va a pasar mal. Sigue
cambiando de canal hasta que vuelve al inicio. Desesperado, abre por
una página al azar uno de los libros de su mujer.
Sentía su corazón
golpearle con fuerza contra el pecho, a duras penas podía contener
el sollozo que le estrangulaba la garganta. Algunas veces sólo podía
pensar en la manera de borrar sus besos, y es que sollozar después
de estar entre sus brazos, se había vuelto algo habitual.
Al
día siguiente volvieron a verse en una fiesta y, aunque se había
prometido, como siempre, dejar esa relación que la estaba
destruyendo, supo que estaba perdida. Contener la
pasión que la embargaba no era difícil, pero sabía que en cuanto
se quedaran a solas se avalanzaría sobre él. Es inútil,
―pensó―. Siempre es igual. Su
cuerpo caliente envuelve el mío que, frágil y helado, acepta su
calidez y se envuelve en ella. Es inevitable, es el
destino
Demonios ¿qué clase de
cosas leía Ariadna, tan recatada siempre? En su vida se hubiera
imaginado que su esposa fuera aficionada a las novelas románticas.
Ahora entendía por qué tenía forrados todos los libros. Pero fue
peor cuando una hoja suelta cayó al suelo.
Sabes complacer
todos mis deseos ―dijo Adriana, mientras se subía lentamente las
bragas.
Es extraño ―pensó,
mientras se miraban ambas semidesnudas en la penumbra de la
habitación de aquél hotelucho―, hubiera jurado hasta hoy que yo
era ciento por ciento heterosexual...
En ese momento, Juan dejó
de leer y devolvió la hoja y el libro a su sitio. ¿Ariadna había
practicado sexo con otra mujer en un hotelucho?
No, está escrito en
tercera persona, ―pensó―. Seguro que
es una fantasía. Me pregunto si querrá llevarla a cabo... conmigo
también, por supuesto.
Rápidamente desechó la
idea. No obstante, ya estaba con la mosca tras la oreja. Ariadna
tenía fantasías eróticas con otras mujeres. Ojalá hubiera dejado
la película de la camarera asesina y no hubiera cogido ese maldito
libro.
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Todas las historias y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.