Super que la muerte venía a por mí. No sé cómo, pero lo supe. Así que pensé en cómo podía llevárseme y me di cuenta de que mi casa era un peligro. Eliminé todos los elementos potencialmente dañinos, limé los bordes afilados de los muebles y me encargué de que los enchufes fueran seguros. Luego me di cuenta de que, si salía al exterior, la muerte podría hallarme y por eso me quedé en mi entonces seguro hogar y encargué todo lo que necesitaba por internet. Pero aun no estaba seguro, porque familiares y amigos seguían viniendo a visitarme y existía la posibilidad de que alguno de ellos me asesinara. Así que les eché a todos y no dejé entrar a nadie más, ni siquiera para las comidas más importantes del año, como la de Navidad. Por desgracia, al alejarles de mí propicié mi propia muerte… porque me atraganté y no había nadie cerca para ayudarme.