Tocaba hacer un relato con la consigna "Crea una historia que involucre un volcán o cataclismo". Y esto es lo que salió:
La erupción
Se acomodó en su barca mientras miraba, satisfecho, cómo la tierra se sacudía, las cenizas lo cubrían todo y el pánico cundía en todo el pueblo. Había percibido las señales antes que nadie y se lo había advertido a todos pero ¿quién iba a hacer caso a un loco sin techo? Se habían burlado de él y le habían despreciado cuando anunció lo que estaba por llegar. Pues bien, ahora el loco sin techo estaba ahí, en su barca, riéndose de los que llegaban a la playa y se encontraban con que todas las embarcaciones estaban bajo el agua. Él mismo se había encargado de hundirlas cuando se puso tan insistente con sus predicciones catastrofistas que decidieron echarle del pueblo.
Disfrutó de lo lindo durante todo el día, justo fuera del alcance de los mejores nadadores pero lo bastante cerca como para ver sus caras de desesperación. Estaba deseando que la tierra escupiera su fuego; sería un espectáculo sublime.
No llegó a verlo, sin embargo. La nube piroclástica que soltó el volcán le mató en segundos, como a todos los demás. Ni siquiera le dio tiempo a pensar que, si no se hubiera quedado a regodearse, hubiera sido el único superviviente.
El guerrero que había contratado el rey para proteger a la princesa tenía una pinta soberbia. Con su rostro de herencia élfica, sus ojos tan claros que parecían blancos y su inmensa espada de runas, sin duda era la clase de hombre con el que todas las mujeres soñaban. Y eso era precisamente lo que buscaba el rey, que su niña se interesara por alguien y dejara su estado de soltería. Los cortesanos no llamaban su atención, pero se había dado cuenta de que sus ojos sí que se detenían en los hombres de armas, así que bien valía la pena el intento.
La princesa, sin embargo, no cedió a sus encantos como el resto de las damas de la corte. Mientras que las demás solo veían sus bellos rasgos, ella reparó en que sus brazos no eran lo bastante musculosos y en que su pose al empuñar la espada estaba basada en la fachada y no en la practicidad. Y es que entendía bastante de esas cosas, porque sus ojos se detenían en los hombres de armas no por los hombres, sino por las armas.
Por eso, cuando él escuchó ruidos sospechosos en su cuarto y entró sin llamar, la princesa, que se estaba disfrazando de muchacho de clase baja para escaparse del palacio y pasar un buen rato en los barrios bajos, le dio una terrible paliza que le dejó inconsciente.
-Lo que te decía. Un tirillas pretencioso, pura fachada -le dijo a su dama de compañía y amante, que la iba a acompañar en sus correrías nocturnas. Luego, cogió la espada, tan liviana como inútil en el combate, y sonrió-. Pero tanto postureo me da una idea...
Días después, tras haber expulsado de la corte al inútil guerrero con rostro élfico, que había sido incapaz de evitar que secuestraran a la dama de compañía de su hija en sus aposentos, el rey hizo un nuevo intento. Esta vez, el guerrero era de fiar. Había rescatado a la dama, que había mandado una carta alabando su habilidad, aunque no le acompañaba porque quería recuperarse de la terrible experiencia.
Este joven, de facciones sin reminiscencias élficas pero tan hermosas que parecían femeninas, sí que pareció llamar la atención de su hija, que no tardó en enamorarse de él y aceptar su mano. Pronto, intercambiaron sus votos ante los dioses y, solo cuando el matrimonio ya era algo irrompible y contaba con la aprobación divina, la joven dama de compañía se deshizo de su disfraz.
Y así fue como el pequeño reino se hizo famoso por tener dos reinas, aunque esa pequeña anécdota no tardó en perder peso en favor de las hazañas bélicas que protagonizaron, convirtiendo un pequeño reino en un imperio que hoy dura ya más de cien años.
El relato de hoy tenía que tener sirenas, un clavo y magia.
El mapa del capitán
El mapa que colgaba de un clavo en el camarote del capitán, mostrando un conjunto de islas marcado con un enorme círculo rojo, siempre le había fascinado. Estaba convencido de que el capitán era un antiguo pirata, de modo que ese mapa solo podía ser la ubicación del botín que se había agenciado durante esos años de delincuencia. Así pues, convenció a todos para que se amotinaran y, cuando el capitán fue lanzado por la borda, se apresuraron a hacerse con él.
Ninguno de los tripulantes sabía leer las anotaciones del papel, pero muchos reconocieron la forma de algunas costas y entre todos dedujeron la ubicación del círculo rojo. Rodeaba islas no muy grandes y, si había un tesoro en ellas, no sería difícil encontrarlo mandando exploradores. Además, no querían compartir su botín con nadie más, y tendrían que hacerlo si buscaban en cualquier puerto a algún tipo que supiera leer las indicaciones que no eran capaces de descifrar.
Su avaricia les costó caro, porque navegaron hasta allí directamente, sin saber que el círculo rojo señalaba el territorio de influencia de las sirenas, que había que evitar a toda costa, tal y como indicaba el texto. Así pues, nada más acercarse, fueron atrapados por el influjo de su magia y las crueles criaturas pudieron por fin, después de tantos años sin presas, darse un festín de carne humana.
Nuevo lanzamiento de dados para hacer un relato corto:
La predicción por un planeta
Lo tenía todo. Prácticamente podía decirse que poseía la mitad de los planetas de la galaxia, tenía decenas de miles de seguidores y todos los hombres y mujeres de cualquier raza humana o extraterrestre que se le antojara meter en su cama estaban más que dispuestos a complacerla. Pero se aburría.
Por eso, cuando esa raza de diminutos seres triangulares, nativos de un pequeño planeta que acababa de comprar, aparecieron para hacerle una oferta, le hicieron gracia y decidió recibirles; para entretenerse.
Los hombrecillos le ofrecieron comprar de nuevo sus tierras a cambio de una predicción de su chamán que podría salvar su futuro. El planeta, que había parecido muy prometedor, era una inversión fallida y solo le traía gastos, así que, una vez más y por entretenerse, aceptó la oferta. Le divertía que dijeran que necesitaba ser salvada y le interesaba saber qué se habían inventado sobre su futuro.
No obstante, cuando fue hasta ese planeta desolado, el chamán solo le dijo que, en su próximo viaje, debía torcer su camino si no quería acabar mal. No amplió su información, ni le dijo lo que iba a pasar y, con su solemnidad, a ese hombrecillo bigotudo todos sus comentarios despectivos y burlones le resbalaban. En definitiva, no le dio ningún juego. Y eso la cabreó mucho, porque sintió que había regalado un planeta a cambio de ninguna diversión.
-Te has reído de mí. Busca a tu abogado, líder de pacotilla. Cuando acabe con vosotros desearéis no haber nacido -amenazó al chamán. Este se limitó a dedicarle una media sonrisa antes de decir:
-Solo si tuerces tu camino en tu próximo viaje. Si no, no te dará tiempo a acabar con nadie más.
Se marchó de ahí, airada, y se dedicó a disfrutar de los placeres de su poder hasta su próximo viaje comercial para inspeccionar un cinturón de asteroides en venta cuyas rocas podrían ser bastante rentables. Fue un viaje agotador; había demasiadas. Ninguna parecía valer el esfuerzo y decidió visitar una más antes de marcharse, así que pidió a su guía que le dijera cuál es la más prometedora.
-Esa que tenemos delante podría tener los materiales que buscas. Aunque, si viramos un poco el rumbo de la nave y nos adentramos un poco más, podremos...
-Déjalo, quiero irme a casa -le cortó, y ordenó-: Todo recto.
En esa roca no encontró tampoco los recursos que buscaba, pero un microorganismo, que había estado siglos en hibernación hasta que entró en contacto con el calor que desprendió la nave al aterrizar, la encontró a ella. Nadie, en todos sus planetas, pudo ayudarla a frenar la enfermedad que le provocó y que la consumió poco a poco. Desesperó tanto que incluso contactó con los hombrecillos triangulares, que se limitaron a mandarle un mensaje: