Escribe una historia en la que el protagonista es un cadáver que habla, pero no se puede mover.
Las batallitas de la momia
El nigromante estaba buscando los secretos de mis ancestros, así que vino al museo y me trajo de vuelta al mundo de los vivos para obligarme a contárselos. Solo me dejó abrir la boca, no fuera que le atacara o intentara escapar, y me interrogó durante largas horas hasta que el guarda de seguridad decidió pasar por aquí y él escapó, dejándome así, atrapado.
Pronto tuve a un equipo de científicos intentando decidir qué hacer conmigo. Primero pensaron en hacerme todo tipo de pruebas, pero se arriesgaban a destruirme y se dieron cuenta de que yo era una mina de información que les ayudaría a comprender todo aquello de lo que los restos de mi civilización no han dejado constancia.
Me enseñaban objetos y les decía para qué servían, me reía cuando me contaban algunas de las cosas que habían deducido erróneamente, les señalaba puntos en los mapas y les contaba mi vida y mis batallitas. Todo un poco adornado, sí, pero ¿acaso no es lo mismo que hacían y siguen haciendo los ancianos cuando narran su historia?
Me encantaba hablar con ellos, que me enseñaran cómo era ahora el mundo. Había muchas cosas que no me gustaban y hubiera preferido no saber, pero aceptaba cada píldora de información que me daban agradecido, no fuera que dejaran de contarme más. Y es que necesitaba charlar; las largas horas en las que estaban durmiendo, o de vacaciones, me desesperaban.
Poco a poco, me empecé a quedar sin historias y notaba cómo se iban cansando de hablarme del mundo. Cada vez aparecían menos por el almacén, así que, desesperado por mantener su atención, acabé por contarles algunas de las cosas que el nigromante quería saber.
Con el almacén repleto de momias, ellos pensaron que para qué tener una sola mina de información si podían tener cientos. Así que buscaron al nigromante y le ofrecieron un canje: los secretos de mis ancestros a cambio de reanimar a más de los míos.
Aceptó el trato, por supuesto, y reanimó a muchos a cambio de esa información. Cuando la tuvo, ya no necesitó ni a los científicos ni a las momias, así que a ellos les mató y a nosotros nos dejó aquí, abandonados, mientras usaba su nuevo poder para someter a los mortales a su dominio.
Me siento mal por haber sido tan bocazas, pero estoy muerto e inmovilizado, y me sentía solo. Por otro lado, fueron ellos quienes decidieron tomar esa decisión tan estúpida y desagradecida a pesar de mis advertencias. Pensándolo bien, qué más da que se destruya este extraño mundo moderno; guardaba el secreto para proteger lo que amaba, y todo cuanto amaba hace milenios que desapareció. Además, en el fondo me vino bien. Ahora ya tengo con quién hablar a todas horas.
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