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miércoles, 5 de junio de 2024

Viaje a Austria: Salzburgo

El viaje otros días:
Bratislava 
 
La siguiente excursión en Austria fue a Salzburgo, una ciudad que me hacía especial ilusión por la Fortaleza de Hohensalzburg, que finalmente no pude visitar por lo mal que estaban calculados los tiempos de la excursión. La ciudad fue la decepción del viaje. Es una paliza ir hasta allí, y había que hacer dos pausas. La guía nos dijo que en la segunda iban a dar un pequeño rodeo para que viéramos el lago Wolfgang, un paraje muy bonito, aunque a mí me sonó más bien a una excusa para que le diéramos propina al final.
Llegamos a Salzburgo casi a mediodía y la verdad es que el centro de la ciudad, aunque es bonito, me dejó bastante fría. Vimos una calle emblemática repleta de carteles antiguos, la plaza principal, la casa natal de Mozart, varios puntos donde se rodó la película Sonrisas y lágrimas, iglesias por fuera…
vistas de Salzburgo
Acabamos al pie del castillo. Se podía pedir un funicular que entraba con la entrada básica de quince euros y pico. El problema era que no salían las cuentas. Eran la una y medía y teníamos que estar en el autobús antes de las 4. El autobús estaba a algo más de media hora del sitio y supuestamente la visita al castillo duraba como mínimo una hora y media (énfasis en el "como mínimo"). Teniendo todo esto en cuenta, comer y mear era casi inviable si te arriesgabas a subir.
Intenté tomar el camino de en medio y subir al castillo andando para ver aunque fuera el exterior. Sin embargo, ni siquiera eres capaz de acercarte porque cuando estás a punto de empezar a vislumbrarlo tienes que pagar la entrada. Vamos, que me pegué la paliza para nada porque seguían sin salir las cuentas. Eso sí, las fotos bonitas se hacen desde lo alto. Al menos conseguí una panorámica decente.
Encima, me confundí y me planté en la parada del autobús una hora antes de tiempo. No habría podido visitar el castillo de todas formas (habría sido necesaria por lo menos una hora más de tiempo libre para poder verlo con un mínimo de tranquilidad), pero por lo menos no habría ido tan corriendo.
En ese rato aproveché para visitar una pequeña plaza donde hay un montón de esculturas de enanos, bastante feos pero originales.
Y después de esto ya sé que tuve que volver al autobús, donde me esperaba un larguísimo trayecto de vuelta. 
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