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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

domingo, 7 de septiembre de 2014

Terral: orígenes: Encuentro

Sí, ya sé. Tengo abandonada a Terral. Pero tengo muchos relatos hechos, que conste. Es que no tengo tiempo para programar las entradas de este blog.
Para los que todavía no sepáis quién es este personaje, aquí tenéis enlaces a otros relatos y a su ficha:

 Encuentro
 
Terral se movía con soltura por los tejados de los barrios bajos mientras seguía a su sospechoso, que no tenía ni idea de lo que se le venía encima. Para ser una ciudad dominada por los sacerdotes del bien, tenía un número bastante alto de individuos despreciables. Terral, tras su primer soplo, que había conducido a la detención de un mago siniestro y la liberación de varios esclavos mentales, se había convertido en la intermediaria oficial del templo.
Por supuesto, ni siquiera su amigo Norval sabía la verdad: que ella no era la intermediaria, sino la fuente directa, capaz de detectar la magia oscura gracias a su naturaleza de semisúcubo y los largos años pasados entre miembros del culto de los demonios. Una vez instaurada esa mentira, no era complicado mantenerla, lo que facilitaba sus pequeñas incursiones en el submundo y sus desapariciones en los días en que la luna estaba en su punto álgido, en las que notaba revolverse a su parte maligna con cada vez más intensidad, por lo que prefería alejarse de la ciudad para evitar que sus potentes defensas detectaran algo anómalo.
Salvo por ese pequeño detalle, al que no paraba de buscar solución, todo iba bastante bien. Ya había cazado a varios criminales e incluso conseguía ingresos extra sin perjudicar con eso a su verdadero trabajo en la tienda de magia, lo que no impedía que su jefe gruñera por sus extraños horarios y sus idas y venidas.
Esa noche, estaba a punto de ser conducida a un lupanar donde se traficaba con opio y componentes mágicos prohibidos. No obstante, un movimiento furtivo en uno de los tejados cercanos le pareció sospechoso y decidió dejar su misión por el momento. Prefería prevenir que meterse en una trampa, de modo que dio un rodeo para comprobar que realmente la seguían y se dirigió al sitio ideal para cazar a quien quiera que intentara cazarla.
Como cualquier persona conocedora de los ardides del submundo, nada más comenzar a moverse por él había empezado a prepararse para cualquier circunstancias. Esa preparación incluía un par de guaridas, varios lugares donde tender trampas a posibles adversarios y muchos escondites para armas, cuerdas y material de ataque y defensa de todo tipo. Se dirigió a uno de esos últimos y recogió varios materiales para acercarse finalmente a un callejón sin salida donde lo preparó todo antes de esconderse entre las sombras.
Tal y como esperaba, su perseguidor apareció al cabo de pocos minutos y calló de lleno en la trampa, quedando enredado sin remedio en una maraña de hilo de pescar. Terral se acercó y con un rápido movimiento registró y desarmó al desdichado, que no paraba de revolverse sin lograr otra cosa que enredarse aún más. Luego cortó algunas de sus ataduras y se lo llevó a un lugar donde no les molestaran. Cuando finalmente estuvo segura de que nadie metería en sus asuntos, se dispuso a interrogar a su prisionero, sólo para darse cuenta de que ya le conocía.
—¿Cinco mil tres? —preguntó. Al reacción del hombre le confirmó sus sospechas. Se trataba de uno de sus antiguos esclavos, de los que más tiempo llevaban con ella. Dado que los sacerdotes del mal no tenían interés en aprenderse sus nombres los numeraban, y Terral nunca se había atrevido a preguntarles por su verdaderas identidades. Era poco probable que se los dieran voluntariamente, de todos modos, porque los nombres tenían poder—. Será mejor que expliques qué estás haciendo aquí y por qué me seguías —como única respuesta recibió una mirada impasible—. Podemos hacerlo por las buenas o por las malas.
—Ambos sabemos que, a no ser que las cosas hayan cambiado mucho las cosas, hacerlo por las malas no significa nada —gruñó él con resentimiento.
—Insolente —se enfadó Terral, sabiendo que tenía razón y que eso le daba ventaja—. ¿Acaso has huido y vienes a vengarte? No eres muy listo si vienes a por mí habiendo tantos otros que son culpables realmente. Bien sabes que arriesgué mucho por vosotros, especialmente por Cinco mil treinta y por ti —intentó comprender sus motivos en voz alta. Una reacción al oír el nombre de su compañera, que había pertenecido a otra sacerdotisa a manos de la cual había estado a punto de morir numerosas veces hasta que, haciendo caso a las súplicas de Cinco mil tres había fingido encapricharse de ella y se la había arrebatado, le dio la pista—. Han amenazado a Cinco mil treinta si no lo haces.
—Lo siento — él asintió—. La matarán si no he vuelto pasado mañana con tu cabeza o al menos localización.
—No lo sientas. No es como si tuvieras la más remota posibilidad de volver con cualquiera de las dos cosas —respondió ella, ofendida por su traición. No obstante, su expresión de dolor la ablandó—. Sin embargo, es posible que te ayude.
—No podrías, ni siquiera tú. Han traído dos docenas de sacerdotes y magos preparados para capturarte.
—¿Quién ha dicho que yo vaya a enfrentarme a ellos? Casualmente conozco a unos tipos que están dispuestos a cualquier cosa con tal de limpiar el país de clérigos y sacerdotes malvados.
***
El plan de Terral salió a la perfección. Condujo a Cinco mil tres ante Norval, tras explicarle que debía omitir toda alusión a su verdadera naturaleza y a la misión que le había llevado a la ciudad. Por suerte, él comprendió que cualquier referencia de ese tipo no sólo sería el final de la semisúcubo, sino que supondría el fracaso y un retraso inevitable en cualquier rescate que se pudiera plantear, por lo que fingió haber huido en busca de ayuda. Apenas un par de horas después un pequeño ejército se encaminó al campamento enemigo.
Terral se mantuvo en la retaguardia en todo momento y se las arregló para que evitaran al esclavo participar activamente en la lucha. De este modo no sólo protegía a la prisionera, si es que seguía viva, sino que no se confirmaría su presencia en la ciudad en caso de que alguien escapara.
No escapó nadie, sin embargo. Por la poca potencia de sus hechizos, Terral imaginó que eran posibles incorporaciones y que no tenían mucho poder más allá de su superioridad numérica, de modo que no le extrañó que, al ser derrotados, todos cayeron fulminados antes de que pudieran interrogarles.
Eso la alivió y le preocupó al mismo tiempo. Por un lado, eso suponía que su secreto estaba relativamente a salvo. Por otro, la querían viva (si no, no hubieran enviado a un simple esclavo a localizarla y se habrían limitado a filtrar la información para que los sacerdotes del bien hicieran el trabajo sucio) y no habían perdido la esperanza de recuperarla y utilizarla para cuales fueran sus siniestros planes. Eso significaba que lo volverían a intentar y que no se olvidarían fácilmente de ella, tal y como había esperado.
Estaba tan perdida en sus pensamientos que ni siquiera se dio cuenta de que Cinco mil treinta estaba viva y se abrazaba con fuerza a su compañero justo ante sus narices.
—Me encanta cuando todo sale bien —dijo Norval sonriente—. ¿Por qué frunces el ceño de esa forma?
—¿No ha sobrevivido ninguno?
—No. Ni siquiera quien les lideraba.
—¿Y eso no te parece preocupante? Esa gente tiene un gran instinto de autoconservación. ¿Qué puede ser tan importante como para que sacrifiquen sus vidas de esa forma?
—¿A dónde quieres llegar?
—A que, sea lo que sea lo que tramaban, no lo han terminado. Y si es lo bastante importante para merecer ese sacrificio por mantener el secreto, volverán.
—Me encargaré de que aumenten el número de patrullas por la zona —Terral asintio y Norval dudó antes de continuar—. Sabes mucho para no haber tenido contacto directo con los cultos malignos —ella se tensó. Norval nunca había hecho preguntas directas sobre su pasado y anticipaba una que no podía responder sin una sonora mentira—. ¿Fuiste su prisionera?
—No habríamos sobrevivido a nuestra esclavitud sin ella —intervino Cinco mil tres ambiguamente, salvándola de contestar.
—Es un tema del que prefiero no hablar —Terral adoptó una pose distante—. Si no me necesitáis más, volveré a casa.
—Pero... ¡Espera! ¡Lo siento! —gritó el sacerdote inútilmente, porque ella ya se había perdido entre los árboles.
***
Días después, Terral se afanaba por eliminar del mostrador los resultados de la torpeza de uno de sus clientes. Aunque su jefe había estado presente, en ese momento se comportaba como si la culpa hubiera sido culpa suya y gruñía por lo bajo. La semisúcubo, que sabía que protestar era el deporte favorito del mago, le ignoraba y no hizo el menor amago de girarse cuando entraron nuevos clientes.
—Hola —la voz de la mujer la hizo volverse y buscar una vía de escape, pero estaba completamente expuesta, lo cual hizo que Cinco mil tres y Cinco mil treinta intercambiaran una mirada y una media sonrisa—. Sigues sintiéndote incómoda cuando alguien se te acerca con la obvia intención de darte las gracias, a pesar de que las circunstancias no son ni de lejos las mismas.
—Bueno, si lo sabéis no entiendo el porqué de vuestra insistencia —empezó a farfullar Terral sin dejar de limpiar—. Cada uno que siga su camino y en paz.
—En realidad, tenemos una excusa para venir aquí. Buscamos trabajo.
—¡Esto es lo último! ¿Es que se creen esos sacerdotes que pueden colocarme a todos sus refugiados? ¡Ésta todavía no ha cometido el error garrafal que la mandará a la calle!
—En realidad... no nos referíamos a usted. Sino a ella. Queremos desenmascarar a los criminales de esta ciudad ¿Podemos hablar de ello en un sitio más tranquilo?
—¡Desde luego que no! No acaba su jornada hasta dentro de una hora. Hasta entonces, ¡largo!
Una hora después, Terral se debatía entre salir y encontrarse con los dos ex esclavos o encerrarse en su habitación hasta que desistieran y decidieran marcharse. Kareilos eliminó su dilema obligándola a reunirse con ellos porque tener a dos personas a su puerta pasando frío le hacía quedar mal.
Malhumorada, les condujo a una taberna cercana en la que sabía que tendrían privacidad.
—Yo trabajo sola.
—Sólo porque tienes un secreto que no quieres que nadie descubra. Pero nosotros ya lo conocemos, así que no tienes de qué preocuparte.
—Sí, si pierdo dos tercios de mis beneficios por compartir un trabajo que bien puedo hacer sola.
—Si trabajamos juntos, trabajarás tres veces más rápido y no tendrás que preocuparte por los beneficios.
—Me parece que te sobrevaloras en exceso, Cinco mil tres. Y a ella también.
—Me parece que no. Ambos éramos excelentes guerreros antes de que nos capturaran. Y, por cierto, no nos hemos presentado formalmente todavía. Soy Adiadne. Y él es Vael.
—Ya. Sigue sin convencerme.
—Sólo tienes que ponernos a prueba. No tienes nada que perder, y sí mucho que ganar.
—El sueldo no será suficiente para nada.
—No nos tenemos que preocupar por eso.
Terral suspiró, dándose cuenta de que la pareja no iba a ceder.
—De acuerdo. El otro día, antes de que me interrumpieras, estaba siguiendo a un tipo... —les resumió brevemente sus sospechas y lo que esperaba de ellos. Por sus preguntas y sus sugerencias, se dio cuenta de que no mentían y que estaban capacitados para el trabajo. Ya no trabajaría sola. Aunque no estaba segura de que le agradara la idea.

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2 comentarios:

  1. Genial relato, aunque yo soy de las que se pirran por los diálogos abundantes. Gracias por el aporte. Besitos

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    1. Yo también soy más de diálogos, pero algunas veces el relato no se presta XD

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