Para los que todavía no sepáis quién es este personaje, aquí tenéis enlaces a otros relatos y a su ficha:
- Ficha de personaje
- Terral
- Terral: orígenes: concepción
- Terral: orígenes: infancia
- Terral: orígenes: entrenamiento
- Terral: orígenes: adolescencia
- Terral: orígenes: misión
- Terral: orígenes: sospecha
Encuentro
Terral se movía con
soltura por los tejados de los barrios bajos mientras seguía a su
sospechoso, que no tenía ni idea de lo que se le venía encima. Para
ser una ciudad dominada por los sacerdotes del bien, tenía un número
bastante alto de individuos despreciables. Terral, tras su primer
soplo, que había conducido a la detención de un mago siniestro y la
liberación de varios esclavos mentales, se había convertido en la
intermediaria oficial del templo.
Por supuesto, ni siquiera
su amigo Norval sabía la verdad: que ella no era la intermediaria,
sino la fuente directa, capaz de detectar la magia oscura gracias a
su naturaleza de semisúcubo y los largos años pasados entre
miembros del culto de los demonios. Una vez instaurada esa mentira,
no era complicado mantenerla, lo que facilitaba sus pequeñas
incursiones en el submundo y sus desapariciones en los días en que
la luna estaba en su punto álgido, en las que notaba revolverse a su
parte maligna con cada vez más intensidad, por lo que prefería
alejarse de la ciudad para evitar que sus potentes defensas
detectaran algo anómalo.
Salvo por ese pequeño
detalle, al que no paraba de buscar solución, todo iba bastante
bien. Ya había cazado a varios criminales e incluso conseguía
ingresos extra sin perjudicar con eso a su verdadero trabajo en la
tienda de magia, lo que no impedía que su jefe gruñera por sus
extraños horarios y sus idas y venidas.
Esa noche, estaba a punto
de ser conducida a un lupanar donde se traficaba con opio y
componentes mágicos prohibidos. No obstante, un movimiento furtivo
en uno de los tejados cercanos le pareció sospechoso y decidió
dejar su misión por el momento. Prefería prevenir que meterse en
una trampa, de modo que dio un rodeo para comprobar que realmente la
seguían y se dirigió al sitio ideal para cazar a quien quiera que
intentara cazarla.
Como cualquier persona
conocedora de los ardides del submundo, nada más comenzar a moverse
por él había empezado a prepararse para cualquier circunstancias.
Esa preparación incluía un par de guaridas, varios lugares donde
tender trampas a posibles adversarios y muchos escondites para armas,
cuerdas y material de ataque y defensa de todo tipo. Se dirigió a
uno de esos últimos y recogió varios materiales para acercarse
finalmente a un callejón sin salida donde lo preparó todo antes de
esconderse entre las sombras.
Tal y como esperaba, su
perseguidor apareció al cabo de pocos minutos y calló de lleno en
la trampa, quedando enredado sin remedio en una maraña de hilo de
pescar. Terral se acercó y con un rápido movimiento registró y
desarmó al desdichado, que no paraba de revolverse sin lograr otra
cosa que enredarse aún más. Luego cortó algunas de sus ataduras y
se lo llevó a un lugar donde no les molestaran. Cuando finalmente
estuvo segura de que nadie metería en sus asuntos, se dispuso a
interrogar a su prisionero, sólo para darse cuenta de que ya le
conocía.
—¿Cinco mil tres?
—preguntó. Al reacción del hombre le confirmó sus sospechas. Se
trataba de uno de sus antiguos esclavos, de los que más tiempo
llevaban con ella. Dado que los sacerdotes del mal no tenían interés
en aprenderse sus nombres los numeraban, y Terral nunca se había
atrevido a preguntarles por su verdaderas identidades. Era poco
probable que se los dieran voluntariamente, de todos modos, porque
los nombres tenían poder—. Será mejor que expliques qué estás
haciendo aquí y por qué me seguías —como única respuesta
recibió una mirada impasible—. Podemos hacerlo por las buenas o
por las malas.
—Ambos sabemos que, a
no ser que las cosas hayan cambiado mucho las cosas, hacerlo por las
malas no significa nada —gruñó él con resentimiento.
—Insolente —se enfadó
Terral, sabiendo que tenía razón y que eso le daba ventaja—.
¿Acaso has huido y vienes a vengarte? No eres muy listo si vienes a
por mí habiendo tantos otros que son culpables realmente. Bien sabes
que arriesgué mucho por vosotros, especialmente por Cinco mil
treinta y por ti —intentó comprender sus motivos en voz alta. Una
reacción al oír el nombre de su compañera, que había pertenecido
a otra sacerdotisa a manos de la cual había estado a punto de morir
numerosas veces hasta que, haciendo caso a las súplicas de Cinco mil
tres había fingido encapricharse de ella y se la había arrebatado,
le dio la pista—. Han amenazado a Cinco mil treinta si no lo haces.
—Lo siento — él
asintió—. La matarán si no he vuelto pasado mañana con tu cabeza
o al menos localización.
—No lo sientas. No es
como si tuvieras la más remota posibilidad de volver con cualquiera
de las dos cosas —respondió ella, ofendida por su traición. No
obstante, su expresión de dolor la ablandó—. Sin embargo, es
posible que te ayude.
—No podrías, ni
siquiera tú. Han traído dos docenas de sacerdotes y magos
preparados para capturarte.
—¿Quién ha dicho que
yo vaya a enfrentarme a ellos? Casualmente conozco a unos tipos que
están dispuestos a cualquier cosa con tal de limpiar el país de
clérigos y sacerdotes malvados.
***
El plan de Terral salió
a la perfección. Condujo a Cinco mil tres ante Norval, tras
explicarle que debía omitir toda alusión a su verdadera naturaleza
y a la misión que le había llevado a la ciudad. Por suerte, él
comprendió que cualquier referencia de ese tipo no sólo sería el
final de la semisúcubo, sino que supondría el fracaso y un retraso
inevitable en cualquier rescate que se pudiera plantear, por lo que
fingió haber huido en busca de ayuda. Apenas un par de horas después
un pequeño ejército se encaminó al campamento enemigo.
Terral se mantuvo en la
retaguardia en todo momento y se las arregló para que evitaran al
esclavo participar activamente en la lucha. De este modo no sólo
protegía a la prisionera, si es que seguía viva, sino que no se
confirmaría su presencia en la ciudad en caso de que alguien
escapara.
No escapó nadie, sin
embargo. Por la poca potencia de sus hechizos, Terral imaginó que
eran posibles incorporaciones y que no tenían mucho poder más allá
de su superioridad numérica, de modo que no le extrañó que, al ser
derrotados, todos cayeron fulminados antes de que pudieran
interrogarles.
Eso la alivió y le
preocupó al mismo tiempo. Por un lado, eso suponía que su secreto
estaba relativamente a salvo. Por otro, la querían viva (si no, no
hubieran enviado a un simple esclavo a localizarla y se habrían
limitado a filtrar la información para que los sacerdotes del bien
hicieran el trabajo sucio) y no habían perdido la esperanza de
recuperarla y utilizarla para cuales fueran sus siniestros planes.
Eso significaba que lo volverían a intentar y que no se olvidarían
fácilmente de ella, tal y como había esperado.
Estaba tan perdida en sus
pensamientos que ni siquiera se dio cuenta de que Cinco mil treinta
estaba viva y se abrazaba con fuerza a su compañero justo ante sus
narices.
—Me encanta cuando todo
sale bien —dijo Norval sonriente—. ¿Por qué frunces el ceño
de esa forma?
—¿No ha sobrevivido
ninguno?
—No. Ni siquiera quien
les lideraba.
—¿Y eso no te parece
preocupante? Esa gente tiene un gran instinto de autoconservación.
¿Qué puede ser tan importante como para que sacrifiquen sus vidas
de esa forma?
—¿A dónde quieres
llegar?
—A que, sea lo que sea
lo que tramaban, no lo han terminado. Y si es lo bastante importante
para merecer ese sacrificio por mantener el secreto, volverán.
—Me encargaré de que
aumenten el número de patrullas por la zona —Terral asintio y
Norval dudó antes de continuar—. Sabes mucho para no haber tenido
contacto directo con los cultos malignos —ella se tensó. Norval
nunca había hecho preguntas directas sobre su pasado y anticipaba
una que no podía responder sin una sonora mentira—. ¿Fuiste su
prisionera?
—No habríamos
sobrevivido a nuestra esclavitud sin ella —intervino Cinco mil tres
ambiguamente, salvándola de contestar.
—Es un tema del que
prefiero no hablar —Terral adoptó una pose distante—. Si no me
necesitáis más, volveré a casa.
—Pero... ¡Espera! ¡Lo
siento! —gritó el sacerdote inútilmente, porque ella ya se había
perdido entre los árboles.
***
Días después, Terral se
afanaba por eliminar del mostrador los resultados de la torpeza de
uno de sus clientes. Aunque su jefe había estado presente, en ese
momento se comportaba como si la culpa hubiera sido culpa suya y
gruñía por lo bajo. La semisúcubo, que sabía que protestar era el
deporte favorito del mago, le ignoraba y no hizo el menor amago de
girarse cuando entraron nuevos clientes.
—Hola —la voz de la
mujer la hizo volverse y buscar una vía de escape, pero estaba
completamente expuesta, lo cual hizo que Cinco mil tres y Cinco mil
treinta intercambiaran una mirada y una media sonrisa—. Sigues
sintiéndote incómoda cuando alguien se te acerca con la obvia
intención de darte las gracias, a pesar de que las circunstancias no
son ni de lejos las mismas.
—Bueno, si lo sabéis
no entiendo el porqué de vuestra insistencia —empezó a farfullar
Terral sin dejar de limpiar—. Cada uno que siga su camino y en paz.
—En realidad, tenemos
una excusa para venir aquí. Buscamos trabajo.
—¡Esto es lo último!
¿Es que se creen esos sacerdotes que pueden colocarme a todos sus
refugiados? ¡Ésta todavía no ha cometido el error garrafal que la
mandará a la calle!
—En realidad... no nos
referíamos a usted. Sino a ella. Queremos desenmascarar a los
criminales de esta ciudad ¿Podemos hablar de ello en un sitio más
tranquilo?
—¡Desde luego que no!
No acaba su jornada hasta dentro de una hora. Hasta entonces, ¡largo!
Una hora después, Terral
se debatía entre salir y encontrarse con los dos ex esclavos o
encerrarse en su habitación hasta que desistieran y decidieran
marcharse. Kareilos eliminó su dilema obligándola a reunirse con
ellos porque tener a dos personas a su puerta pasando frío le hacía
quedar mal.
Malhumorada, les condujo
a una taberna cercana en la que sabía que tendrían privacidad.
—Yo trabajo sola.
—Sólo porque tienes un
secreto que no quieres que nadie descubra. Pero nosotros ya lo
conocemos, así que no tienes de qué preocuparte.
—Sí, si pierdo dos
tercios de mis beneficios por compartir un trabajo que bien puedo
hacer sola.
—Si trabajamos juntos,
trabajarás tres veces más rápido y no tendrás que preocuparte por
los beneficios.
—Me parece que te
sobrevaloras en exceso, Cinco mil tres. Y a ella también.
—Me parece que no.
Ambos éramos excelentes guerreros antes de que nos capturaran. Y,
por cierto, no nos hemos presentado formalmente todavía. Soy
Adiadne. Y él es Vael.
—Ya. Sigue sin
convencerme.
—Sólo tienes que
ponernos a prueba. No tienes nada que perder, y sí mucho que ganar.
—El sueldo no será
suficiente para nada.
—No nos tenemos que
preocupar por eso.
Terral suspiró, dándose
cuenta de que la pareja no iba a ceder.
—De acuerdo. El otro
día, antes de que me interrumpieras, estaba siguiendo a un tipo...
—les resumió brevemente sus sospechas y lo que esperaba de ellos.
Por sus preguntas y sus sugerencias, se dio cuenta de que no mentían
y que estaban capacitados para el trabajo. Ya no trabajaría sola.
Aunque no estaba segura de que le agradara la idea.
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Todas las historias y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Genial relato, aunque yo soy de las que se pirran por los diálogos abundantes. Gracias por el aporte. Besitos
ResponderEliminarYo también soy más de diálogos, pero algunas veces el relato no se presta XD
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