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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

martes, 22 de febrero de 2022

Relato: La misión

Portada del relato corto ciberpunk La misión
La misión era sencilla: interceptar el convoy en uno de los pasillos entre territorios de distintas compañías, acabar con la escolta y saquear todo lo que llevara de valor. La misión era tan sencilla que Dangel, el líder de los Mercenarios del Mediodía, sabía que había gato encerrado. 
A su hacker le costó un poco, pero no tardó en averiguar que la empresa que les había contratado tenía tratos frecuentes con sus principales rivales, los Mercenarios del Martillo. A Dangel no le costó entender lo que pasaba: esta vez, los Mercenarios del Martillo habían decidido no cobrarse alguna de sus misiones en créditos, sino en cabezas: las de sus competidores.
Pero a ese juego podían jugar dos bandas. Contactó con uno de los clientes que les pagaban a plazos y les ofreció un trato irrechazable: les perdonaría todo lo que les quedaba por pagar si contrataban a los Mercenarios del Martillo para que hicieran la misma misión que les habían encargado a los Mercenarios del Mediodía. Solo tuvieron que adaptar el dossier a la imagen de marca de la empresa para que los muy pardillos mordieran el anzuelo. 
El día de la misión, los Mercenarios del Mediodía se desplegaron por la zona lo bastante lejos como para que sus enemigos no les detectaran pero lo bastante cerca como para ver lo que ocurría e intervenir si se daba el caso. Los Mercenarios del Martillo eran buenos: incluso sabiendo dónde iban a montar su emboscada, costaba percibirles. Tampoco les detectó el convoy que tenían que asaltar, con cuya escolta acabaron en seguida. Cuando abrieron los transportes para saquearlos, sin embargo, no encontraron bienes que saquear, sino una bomba que acabó con ellos en un suspiro.
Dangel, que había esperado una batalla cuando aparecieran drones o cualquier otro tipo de enemigos, bajó su arma e hizo una señal a los suyos para que se replegaran. Su intención había sido hacerse con algún chip o con las armas de última tecnología que portaran sus enemigos, pero lo que llevaran estaba irremediablemente perdido, fundido por el calor de la explosión. 
No obstante, todavía estaban a tiempo de ir a la guarida de los Mercenarios del Martillo y hacerse con todo su material. Después de todo, de todos sus miembros, ahora solo quedaba el hacker, al que habían incorporado hacía poco y a quien podían aprovechar para reclutar. O mejor no: si no había sido capaz de descubrir que era una trampa, o al menos de sentir una mínima sospecha, no merecía formar parte de los Mercenarios del Mediodía, la mejor banda de mercenarios de la zona.

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sábado, 19 de febrero de 2022

Viaje a la Comunidad Valenciana: Peñíscola

El viaje los días anteriores: 

Cómo llegar a Peñíscola

La excursión del día, Peñíscola, fue la única que seguía en pie porque el de la agencia de viajes me lió y me contrató los trenes para hacerlo por mi cuenta. Tampoco habría hecho falta, porque hay trenes regionales frecuentes por menos de cinco euros y se pueden pillar los billetes en el momento. 
Cuando llegué a casa me encontré con que no era tan fácil como meterse en un tren y que la estación de Peñíscola no está en Peñíscola... Sino que hay que pillar un bus que pasa solo en horas muy concretas, y que Google Maps no contempla, sino que hay que averiguar cuál es en Autos Mediterráneo.
Consejo número uno para viajar a Peñíscola: si no vas a pillar un taxi, organiza los trenes en función del bus y no al revés. Tuve que esperar casi una hora a que llegara el autobús y sin tener claro que fuera a pasar... no había nada en los alrededores, así que me dediqué a hacer pasillos de esgrima. Seguro que los cuatro que pasaron por allí en ese rato pensaron que estaba loca.
El bus, cuando llegó, me dejó en Peñíscola en media hora, más o menos y costaba 1,25€. 

Qué ver en Peñíscola

Casa de las conchas y castillo de Peñíscola
Casa de las conchas y castillo de Peñíscola
Y, por supuesto, lo primero que hice fue visitar el castillo del Papa Luna. Allí, por solo 5€, puedes echar una mañana si te descargas la audioguía y ves todos los recursos audiovisuales (que tienen el volumen un poco alto). Hablan un poco de los templarios, pero sobre todo del Papa Luna, que hizo del castillo su residencia mientras luchaba por los derechos de su papado. Un tipo fascinante con una historia increíble. Y un castillo que ha vivido muchas cosas.
Con la entrada al castillo también puedes entrar en los jardines y al Parque de Artillería, lamentablemente, esta última estaba en reformas y no se podía acceder. Así que me di una vuelta por el centro, donde hay carteles cerca de los puntos de interés: la casa de las conchas, el bufador y algunas parroquias. Aun así, antes de la hora de comer ya estaba segura de haber visto todo y fui a la oficina de Turismo para asegurarme. Me lo confirmaron.
Casco histórico de Peñíscola
Otro problema de ir a un sitio como este en temporada baja y entre semana es encontrar un sitio de comer donde no te sablen por comida de baja calidad. No hubo suerte. Mi recomendación es que te lleves un bocata y te ahorres la búsqueda y el sablazo.
Después de comer fui a la playa y al estanque, luego paseé por todo el pueblo antes de coger el bus de vuelta a la estación. Llegué con tanta antelación que me dejaron coger el tren anterior, muy majos. Y con esto doy por finalizada la crónica del viaje, porque, como ya comenté cuando hablé de Castellón, no vi nada que no hubiera visto ya.

 
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martes, 15 de febrero de 2022

Relato: Un gato contra el fin del mundo

La consigna de hoy es Escribe un relato en clave de humor sobre un villano que intenta planear el fin del mundo, pero su gato no le deja. A ver qué sale.

Un gato contra el fin del mundo

 ¡Qué poco faltaba para el fin del mundo! Su plan ya estaba en la recta final, solo faltaban dos detalles cruciales para que todo saliera bien: revisar el código malicioso que iba a lanzar, que haría saltar por los aires la infraestructura web de los gobiernos de todo el mundo, y organizar a los colaboradores para que soltaran los supervirus en puntos estratégicos de las grandes urbes justo en medio del caos informático... Y él, él en el centro de todo, que tenía...
-¡Miau!
... que concentrarse en su objetivo y...
-¡Miau!
... dirigir al mundo a su destrucción...
-¡MIAU!
Después de darle de comer al gato, claro. No tardó mucho en hacerlo y pronto se quedó tranquilo. Bueno, no tanto, porque ahora quería jugar con él y no pararía hasta conseguirlo. Toda la reunión con sus colaboradores la pasó con el gato maullando, mordiéndole, arañándole y poniéndose delante de la cámara para que dejara de mirar a la pantalla y le mirara a él. Aun así, consiguió acabar la reunión, eso sí, perdiendo un poco de credibilidad ante los terroristas. Pero poco importaba, porque el plan se pondría en marcha en cuanto él les mandara las instrucciones definitivas por correo.
Jugó con el gato un rato hasta que este se cansó y se durmió en sus piernas. No era muy cómodo trabajar así, pero pudo acabar todo: las instrucciones que debía mandar a cada colaborador y el virus informático que sembraría el caos, enviado desde una cuenta de correo oficial de las Naciones Unidas cuyo propietario no había sido lo bastante cauteloso como para mantener su contraseña a buen recaudo. 
Ya casi estaba, pero tenía que ir al baño antes de hacer una última revisión y ponerlo todo en marcha. El gato seguía encima de él, así que no le quedó más remedio que despertarle y marcharse corriendo a hacer aguas menores, impaciente por acabar cuanto antes y poder enviarlo todo. 
Tenía tanta prisa que olvidó bloquear el ordenador y, cuando regresó, el gato estaba encima del teclado.
-Nonononono... -dijo desesperado-. Espero que no haya sido nada. 
Pero sí que había sido. Porque, a base de caminar por encima del teclado, el gato había mandado el virus a los colaboradores y las instrucciones de su plan a los gobiernos de todas las naciones. Intentó arreglarlo, claro, pero ya no había nada que hacer: el fin del mundo se le había escapado de las manos. Se sentó en el suelo, deprimido y derrotado. El gato se acercó y comenzó a restregarse contra él. Quiso ignorarle y apartarle, pero era tan suave y estaba tan mimoso que finalmente lo abrazó y enterró su rostro en su pelaje. No podía enfadarse con él.  

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sábado, 12 de febrero de 2022

Viaje a la Comunidad Valenciana: Castellón de la Plana

El viaje los días anteriores: 

Castellón en un día:

Amanecí en Castellón sin saber muy bien que es lo que iba a hacer en el día. En Internet no daban muchos planes, salvo que te fueras de la ciudad. Así que fui al punto de información turística para que me informara. Me dieron un plano en el que me enseñaron qué era lo más importante del centro y una hoja de papel en la que venían los monumentos y museos más importantes, la mayoría de los cuales estaban cerca de la Plaza Mayor, que era dónde estaba la oficina de información turística junto a la concatedral de Santa María, el Mercado Central, el ayuntamiento y el Campanario El Fadrí. 
Castellón: Teatro Principal, Campanario El Fadrí y vistas desde arriba del Mercado central, Concatedral de Santa María
Teatro Principal, Campanario El Fadrí y vistas desde arriba del Mercado central, Concatedral de Santa María
Lo primero que hice fue subir al campanario El Fadrí, en el que confirmé que no estoy nada en forma. Allí arriba, pude comprobar el casco histórico de Castellón se limitaba a un área muy pequeña. Después entre en la Concatedral de Santa María, tras lo cual me fui al parque Ribalta, donde había señalizado donde había un cenador y cerca estaba la plaza de toros. También vi el edificio de Correos y bajé a la Puerta del Sol, muy lejos de la de Madrid, y al teatro principal. 
Faro y puerto de Castellón
Faro y puerto de Castellón
Llegada ese punto, ya había cubierto prácticamente todo lo que me habían señalado en el mapa, así que decidí aventurarme hasta la playa en transporte público. Es un recorrido que no recomiendo hacer de otra forma, porque ni hay vistas ni me parecen del todo seguros según qué cruces. Primero vi el pequeño faro y el puerto deportivo, tras lo cual me fui a pasear por la playa y por un barrio que calificaban como de mucha personalidad. Imaginé que tendría el encanto de un pueblo de pescadores, pero resultó que era una urbanización de playa corriente. 
Volví a meterme en el autobús y me encaminé hacia el Museo de Bellas Artes. Tiene un poco de todo, aunque en la parte de bellas artes no tienen casi carteles explicativos. Lo que más me gustó, de hecho, fue la parte del sótano en la que había una especie de exposición sobre arqueología y tecnología en la antigüedad, con varios escenarios montados. También había una exposición de títeres, pero estaba en Valenciano sin traducir. 
La última parada del día fue el museo etnológico dónde también había varios escenarios y colecciones de objetos de uso común entre la población de hacía unos siglos. Para cuando salí ya era noche cerrada y no quedaban museos abiertos (aunque de los que había en la hoja vi casi todos, salvo el refugio antiaéreo y alguna cosilla más), así que di por finalizada la jornada.
Al día siguiente tocaba ir a Peñíscola, pero al siguiente me quedaba una mañana más en Castellón, aunque no logré ver nada nuevo.

El viaje el día siguiente:


 
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martes, 8 de febrero de 2022

Relato: Un héroe local

Un nuevo lanzamiento de dados para hacer un relatillo.

Un héroe local

Dados con los que me inspiré para hacer el relato; una vela, un caballo y una viga rota
Los bandoleros montaron su base en el almacén antes de cometer su golpe en el banco local justo cuando Pippo se disponía a finalizar su jornada. Por suerte, era un chico ágil y se pudo subir a las vigas del techo antes de que le alcanzaran. Empezó a gritar, en un intento de que alguien del pueblo lo escuchara y se percatara de lo que ocurría, pero habían elegido bien su escondrijo: estaba demasiado alejado del centro del pueblo y era improbable que nadie pasara cerca de allí.
Aun así, Pippo no se rindió y, como los bandoleros no podían permitirse llamar la atención disparando, mandaron a uno de ellos a perseguirle por el techo. El joven se aprovechó de que apenas tenían la iluminación de una vela y de que conocía el terreno para llevarle a una zona donde las vigas, bastante carcomidas, no pudieron soportar el peso del criminal. 
Aprovechó el alboroto que había generado la caída para escabullirse hasta la puerta, donde tuvo el tiempo justo de abrirla, colarse por la rendija y cerrar con el candado antes de que ellos llegaran hasta ahí. Aun así, no ganaba mucho tiempo: era un cerrojo enclenque, porque no había mucho que robar y su patrón no pensaba gastar mucho más en proteger lo que había dentro.
Pero Pippo no se achantó: se subió al caballo más dócil y luego desató y espantó a los demás, tras lo cual acudió al centro del pueblo para dar el aviso. Cuando los pueblerinos llegaron al almacén, tal y como había sospechado Pippo, ya no quedaba nada más que un bandolero con el cuello roto sobre una viga partida. No obstante, sin caballos, los demás no habían podido ir muy lejos, así que se organizó una partida de búsqueda con la que cazaron a toda la banda uno a uno.
A Pippo no le tocó mucho de la recompensa, repartida a partes iguales por todos los participantes en la búsqueda, pero se convirtió en todo un héroe local. Gracias a su astucia y a su valor, magnificados cuando contaba la historia, se había atrapado a todos esos delincuentes peligrosos, así que la gente le estaba profundamente agradecida.
Cuando otra banda de delincuentes se instaló en la zona, todos acudieron a él y Pippo, que había prosperado a base de favores, no supo decir que no sin quedar fatal. Así pues, propuso que tendieran una trampa a los hombres y, por algún milagro, su plan funcionó. Como era el principal artífice de la trampa, esta vez se llevó buena parte de la recompensa y se convirtió en un hombre rico. 
Esta vez, sin embargo, no se quedó en el pueblo para disfrutar las mieles de su celebridad. Sabía que vendrían otras bandas, que volverían a acudir a él para librarse de ellas y que la suerte no tardaría en acabarse. Así pues, tomó todo su dinero y se marchó a una ciudad lejana, lejos del territorio hostil donde se instaló y contó sus batallitas a todo el que quisiera escucharle. 
Ya estaba bien entrado en años cuando se encontró con el libro que contaba sus hazañas. Curioso, localizó al autor, que solo pudo decirle que se había inspirado en una historia de un pueblo de la frontera y que el héroe había muerto a manos de la familia de uno de los bandoleros, que había jurado venganza. Pippo estuvo a punto de corregirle y de explicarle la verdad, pero entonces se lo pensó mejor. La historia tenía parte de verdad y parte de exageración, así que, por si acaso había de verdad algún familiar de los delincuentes a los que atrapó buscando venganza, mejor quedarse en el anonimato y no volver a contar sus hazañas a nadie más.

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sábado, 5 de febrero de 2022

Viaje a la Comunidad Valenciana: Valencia y sus museos

El viaje el día anterior: 

Una ruta por los museos y espacios culturales de Valencia:

Ayuntamiento de Valencia: una de las salas interiores e iluminación nocturna
Ayuntamiento: una de las salas interiores e iluminación nocturna
Por suerte, Valencia tiene suficientes planes gratuitos o baratos para cubrir un día extra. Lo primero que hice fue comerme un chocolate con buñuelos en un sitio que nos recomendó el guía del tour. Luego, empezó la ruta que había improvisado el día anterior:
Primero, me dirigí al Ayuntamiento, un edificio precioso... ¡Al que se puede pasar gratis! Hay un recorrido por las salas importantes, te puedes asomar al balcón y hasta encuentras un pequeño museo.
Mercado central de Valencia
Mercado central de Valencia
Después fui al mercado central, otra maravilla arquitectónica que no ha sucumbido a la moderna tradición de convertirse en un gastromercado. Merece mucho la pena entrar, pero ¡ojo! Solo abre por las mañanas, tenlo en cuenta para la visita. Allí caí en la tentación de comprar unas fresas para picar y una tarta de queso que tenía una pinta soberbia (rica, aunque mejorable en la base).
La siguiente parada fue la Lonja de la seda, donde también me dejaron entrar gratis. Opté por no pillar la audioguía y fue un acierto porque hay vídeos explicativos por todas partes que te dan toda la información necesaria. El edificio es maravilloso, merece mucho la pena.
Lonja de la Seda de Valencia
Lonja de la Seda de Valencia
Después entré a la Real basílica de la Virgen de los Desamparados, pasé por los baños del Almirante antes de meterme en el Museo Arqueológico de la Almoina, donde, además del museo, se conservan restos arqueológicos de todas las culturas presentes en Valencia. A ambos sitios entré gratis también.
Luego hice una pausa para comer (con bastante buena calidad precio) y  volví al hotel a por mi maleta antes de encaminarme (dando un pequeño rodeo para ver, aunque fuera por fuera, la Ciudad de las Artes y las ciencias, el Oceanográphic... no entré porque es carísimo y además hay que dedicarle un día completo), a través del parque del cauce del río Túria, a mi última parada: el Museo de Historia militar. Tiene una ingente cantidad de piezas, pero es un poco casposo y le falta una narrativa que lo haga más divulgativo e interesante, pero no está mal.
Y, sin ganas de perder el tren, ya desde ahí me fui a la estación, donde llegué con demasiada antelación.

El viaje los días siguientes: 

 
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Viajes y aventuras de Déborah F. Muñoz

miércoles, 2 de febrero de 2022

Relato policíaco: El sillón desaparecido

Hoy tocaba escribir un relato policíaco que empiece con “No veía a nadie más. Creí que estaba sola”. Y esto es lo que ha salido.

 El sillón desaparecido

No veía a nadie más. Creí que estaba sola, por eso empecé a registrar de nuevo el despacho del muerto, porque mi nuevo compañero tendría toda la experiencia del mundo, pero estaba claro que no se encontraba en su mejor momento. Así fue como me encontró, con las manos en la masa, cuando ya casi había terminado de hacer el segundo registro. 
Empezó a recriminarme mi actitud. Pero yo no me achanté y empecé a recriminarle la suya. Finalmente, se plantó y dijo:
-A ver, entonces, listilla. ¿Qué es lo que se me ha pasado por alto y que tú has encontrado después de cuestionar la calidad de mi registro?
Ahí me había pillado. En ese segundo registro no había encontrado nada que mi compañero no hubiera catalogado. Pero no iba a dejar que ganara la discusión, así que empecé a improvisar:
-No he encontrado otras pistas, pero tienes que reconocer... que todo el despacho es sospechoso. -Alzó una ceja y seguí improvisando, aunque él sabía perfectamente que era eso lo que estaba haciendo y eso me dio más rabia-. Venga ya, tanto lujo, mesa de caoba, con vistas que dominan la ciudad, primeras ediciones en los estantes... ¿Y esa mierda de silla de oficina, que no es mejor que las que tenemos en comisaría?
Entonces me detuve al darme cuenta de que realmente era un detalle importante. Él pareció pensar lo mismo, porque salió en busca de la secretaria, que se había negado a entrar en el despacho y lloraba desconsolada en su mesa desde que llegó a la oficina y se enteró de la noticia, para preguntar por la dichosa silla. Por supuesto, ella no la había visto en su vida; ahí normalmente había un sillón con ruedas. Un sillón muy particular que, tirando del hilo, encontramos en un punto limpio. 
Las manchas de sangre y las muestras de adn nos permitieron hacernos una idea de lo que había pasado. El asesino se reunió con nuestro muerto en su despacho a altas horas de la noche, se enfadó con él y le mató. Usó el sillón para sacar el cadáver del despacho, el verdadero escenario del crimen y no el solar en el que lo encontramos medio enterrado. Luego, como un mueble tan caro hubiera resultado muy llamativo en ese lugar, lo llevó un par de calles más allá y lo dejó al lado de los contenedores.
Se tomó muchas molestias, incluso volvió al despacho, limpió la escena del crimen de toda huella y sustituyó el sillón por una silla de otro despacho que encontró abierto en el complejo de oficinas para que no diera demasiado el cante. Por suerte, con el sillón del que se había deshecho y con las cámaras de seguridad no había sido tan meticuloso y pudimos atar cabos.
Cuando cerramos el caso, sin embargo, no me permití recordarle a mi compañero que todo había sido gracias a mí. Él me había calado y yo, una vez que le vi en acción, tras darle esa pista crucial, tengo que reconocer que era todo un sabueso. Quién sabe, quizás no hacíamos tan mal equipo después de todo.

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