Un nuevo relato con una palabra olvidada. En esta ocasión elegí quedo. Significado: quieto.
Rapiña
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Palabra diseñada por @avence |
Parece mentira que todo haya ocurrido aquí, en este bosque tan hermoso que parece sacado de un cuento de hadas. El lugar ahora está maldito, sin duda, pero yo estoy desesperada. Encuentro al primero, quedo y cubierto de sangre. Por las flechas que sobresalen de su espalda, sin duda intentó escapar y no lo logró pero, ¿qué me importa a mí? «Deja de elucubrar y ponte a trabajar», me digo.
Intento no mirar mientras registro el cadáver a conciencia en busca de comida, de monedas, de cualquier cosa. No tiene mucho, un cuchillo, un mendrugo de pan y unas buenas botas, pero para mí es un mundo. Me como el pan con ansia, guardo el cuchillo y me calzo las botas. Me quedan grandes, pero sin duda es mejor que ir descalza.
Cuando acabo con él, sin una nueva mirada, sigo avanzando. Entonces llego al campo de batalla y me doy cuenta de la magnitud de lo ocurrido. Debe de haber cientos de muertos. Yo soy la primera en llegar, pero el hambre y la desesperación sin duda atraerán a muchos más, así que más me vale seleccionar primero los cuerpos con más probabilidad de darme un buen botín.
Busco el brillo de las armaduras: si tenían dinero para comprarlas, sin duda podían permitirse otros lujos. Por supuesto, apenas hay dos o tres que la tengan: es más difícil hacer caer a los que están bien protegidos. Pero debo empezar por ellos y mis plegarias se ven escuchadas, ya que pronto puedo llenar mi estómago con carne de verdad, sustituyo mis nuevas botas por otras de más calidad y me hago con un pequeño saco de monedas, alguna joya, una buena capa y un par de dagas que sin duda valen una fortuna.
Luego continúo con mi rapiña de los cuerpos de alrededor hasta que ya no puedo cargar con más cosas y me dirijo de vuelta a la cueva para descargar mi botín. No tardo en volver al campo de batalla. Con lo que he conseguido ya tengo para pasar varios inviernos, pero calculo que el resto de saqueadores tardarán al menos un día en llegar y debo aprovechar la oportunidad.
Es en la tercera vez que vuelvo cuando le veo moverse. Me da un buen susto, pero si está ahí tirado no debe de tener muchas fuerzas para levantarse y salir de aquí. No me veo con fuerzas para registrarle y quitarle sus pertenencias estando aún vivo, y de todas formas hay muchos cadáveres a los que aún no he desvalijado, así que me dispongo a pasar de largo cuando él abre los ojos.
Su mirada me detiene. Esos ojos son los que me persiguen en mis sueños desde hace meses. «Olvídale», me digo a mí misma. Pero mi cuerpo no hace caso a mi razón y antes de querer darme cuenta estoy cargando con él, de vuelta a la cueva, y curándole las heridas. Cuando acabo, me dispongo a salir, pero el eco me trae voces y me doy cuenta de que he desperdiciado mi oportunidad de hacerme con más provisiones. No obstante, él vuelve a despertar y me doy cuenta de que he hecho lo correcto: en sus ojos veo mi destino.
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