Un nuevo reto story cubes, este es el vídeo en el que lanzo los dados...
Sigue a @DeborahFMu
Luna llena en el palacio de las montañas
Después de años de intrigas y engaños, Golkan había logrado su
objetivo: ser rey. Era una suerte que el único que se interponía en su
camino, Youthran, hubiera aguantado solo un mes y poco en el trono antes
de abdicar, nadie sabía por qué. A Golkan tampoco le importaba, y se
había asegurado de que no cambiaba de idea clavándole un cuchillo por la
espalda en un callejón oscuro.
Ahora que era rey, tenía todas
las riquezas del reino a su disposición y más poder que nadie. Sus
únicas obligaciones eran firmar los decretos de sus ministros y
consejeros y pasar las noches de luna llena a solas en el palacio de las
montañas, una tradición estúpida pero que no le suponía ningún
esfuerzo. Y allí estaba en esos instantes, despidiendo a su séquito a la
par que fingía prepararse para la meditación.
Este palacio es encantador, pensó Gorkan mientras miraba el
espectacular atardecer entre las cumbres. No sé por qué mis antecesores en el
cargo ponían caras tan largas cuando tenían que venir.
Lo que no sabía Gorkan, pero que estaba a punto
de descubrir, era que los espíritus que moraban en las montañas
despertaban con la luna llena e iban a palacio a pedirle cuentas al rey
de turno. Los reyes justos y buenos que habían accedido al trono de
forma legítima, simplemente pasaban la noche en vela, escuchando sus
consejos. Los reyes injustos, o los que no merecían serlo, eran
asediados por los lamentos de las criaturas.
Gorkan creyó
volverse loco de pánico durante esa larguísima noche y regresó a la
capital con la firme intención de eliminar esa dichosa ley que le
obligaba a pasar las noches de luna llena a solas en el palacio. No
obstante, era la única ley que no podía tocar, y la única tradición que
se veía obligado a cumplir: si no lo hacía, el pueblo, que ya había
soportado bastante en los últimos tiempos, se alzaría contra él.
La
ansiedad invadió a Gorkan con creciente fuerza conforme se acercaba la
siguiente luna llena y, el día de antes de otra fatídica noche entre
fantasmas, agotadas sus esperanzas de librarse, abdicó. Nadie entendió
el porqué, y a nadie le importó menos que al nuevo rey, que se aseguró
de que no cambiaba de idea envenenándole durante el banquete de su
coronación. El ciclo se repetía.
