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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

martes, 26 de enero de 2021

Luz eterna, un relato de fantasía

Portada del relato corto de fantasía Luz eterna
Tenían que mantener una vela encendida frente al espejo siempre, solo con eso ya me tenían contento, ¿de veras era tanto trabajo para una familia entera de brujas poderosas agradecer a su demonio guardián su dedicación con ese pequeño gesto? Pues sí, debía de serlo, porque quisieron ahorrarse la molestia sustituyendo la vela por una bombilla, para que tuviera luz eterna. ¡Luz eterna! ¿Quién quiere esa tontería? Yo lo que quería era ver la llama tililar, es lo único que me sosiega. ¡Podría pasarme eones embelesado! ¿Es que tilila una bombilla? No, simplemente da una luz continua tan fea como irritante. Y yo, irritado, soy peligroso. 
Hice que explotara la bombilla, pero las muy tontas no captaron la advertencia. La sustituyeron a toda prisa, preocupadas, sí, pero no lo suficiente como para volver a colocar la vela en su sitio. Mi irritación aumentó aún más. Y ya he dicho que yo, irritado, soy peligroso. Salí del espejo y di rienda suelta a mi ira. Solo detuve la masacre cuando una de las brujas, con buen tino, encendió una vela frente a mí. Esa preciosa llama me tranquilizó y no tardaron en devolverme al espejo, frente al cual dejaron la vela. 
A lo mejor me pasé un poco. Ahora, solo quedan vivas la mitad de mis brujas y eso me apena un poco pero, ¿sabéis qué? Al menos tengo la certeza de que no volverán a poner una bombilla frente a mi espejo y podré seguir disfrutando eternamente de los bailes de mi llama.     

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martes, 19 de enero de 2021

Relato romántico: Artimañas

Hoy tocaba hacer un relato que contuviera la frase "¿Me estás espiando?" y la palabra "peregrino"

 Artimañas

Lolo estaba muy agobiado: cada vez tenía más trabajo en la oficina y, para colmo, tenía que hacerle todos los recados a su madre, Maripaz, que se había roto una cadera. Además, no paraba de cruzarse con esa mujer preciosa e irritante que parecía querer llevarse los mismos artículos que él allá donde fuese.
El colmo de los colmos fue cuando ella se encaró con él frente a toda la tienda de mascotas, donde había tenido que ir a comprar una marca muy específica de golosinas para el gato de su madre, y le dijo en voz alta:
-¿Me estás espiando?
Un pensamiento peregrino cruzó su mente: «Quizás la que me espía es ella. Pero no», se corrigió, «una mujer así no necesita recurrir a artimañas para llamar la atención de nadie»
-Como si no tuviera otra cosa que hacer -respondió, a la defensiva. Ella parecía tener ganas de guerra y Lolo no tenía tiempo para esas cosas, así que se dio media vuelta, dejándola plantada en medio del pasillo, y se marchó tras pagar las dichosas chucherías del gato.
Un rato después, en el hospital, cuando ya casi estaba a punto de acabar el horario de visitas, Lolo se desplomó en el sillón del acompañante y le comentó a Maripaz la escena que había estado a punto de montarle esa loca. Justo cuando su madre comenzaba a decir que seguramente era un malentendido, la loca irrumpió en la habitación.
-¡Me he olvidado las llaves de tu apartamento y tengo que dar de comer a tu gato! -le dijo a su madre, la anciana de la cama de al lado de Maripaz-. No te vas a creer el día que llevo, hay un loco que parece seguirme a todas partes y... ¡tú! -exclamó, tensa, cuando vio a Lolo.
Él también se puso en tensión, pero apenas unos segundos después la verdad pasó por la mente de ambos, que se giraron airados hacia sus respectivas madres.
-¡No me lo puedo creer! -exclamaron al unísono.
-Ay, hijo -dijo Maripaz-, es que siempre veníais a vernos en horarios distintos y nunca coincidíais, pero sois tal para cual y pensamos...
Esta vez, los hijos hicieron frente común contra sus madres, cansados de que intervinieran en sus vidas para buscarles parejas que no necesitaban, pero fueron interrumpidos por una enfermera que les avisó de que el horario de visitas había acabado. Abandonaron juntos la habitación y, una vez en el ascensor, ambos suspiraron, agotados, al unísono.
-Esta hay que devolvérsela -dijo la mujer entonces-. Por cierto, soy Ana -añadió, y le tendió la mano.
-Lolo -respondió él, estrechándosela-. ¿Tienes algo pensado?
-Nada de momento... ¿Has cenado? ¿Tomamos algo en el bar que hay ahí enfrente y le damos una vuelta?
Lolo, aunque estaba agotado, aceptó y no tardó en descubrir que Ana y él eran, de verdad, tal para cual. Ella pensó lo mismo y ambos empezaron a salir, eso sí, sin contárselo a sus madres, que siguieron sufriendo, durante meses, por la soltería de sus hijos. Al menos, hasta que decidieron irse a vivir juntos y ya no pudieron ocultarlo más, lo que hizo que las conspiradoras no sintieran que habían recibido ninguna lección. Más bien al contrario: después de todo, habían logrado su objetivo, así que se sentían casi obligadas a seguir interviniendo en las vidas de sus hijos. Próximo objetivo: nietos.


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martes, 12 de enero de 2021

Relato: El encargo

Otro lanzamiento de dados del que ha salido este relato:

El encargo

Dados con los que hice el relato corto El encargo
El príncipe Eduardo tenía envidia de las muchas cualidades de su hermanastro, Rodrigo, que siempre le hacía quedar como un mediocre, así que dio muchas monedas de oro a Nin para que le matara. 
El problema era que Rodrigo no era tan fácil de matar, pues lo que se decía de sus cualidades era cierto. Cuando gastó muchas de sus monedas en sobornar a los marineros de su barco para que se amotinaran y le lanzaran por la borda en medio del mar, nadó durante horas sin desfallecer hasta alcanzar la orilla. Tuvo que gastar unas cuantas monedas más en silenciar a los marineros, que habían asegurado que cayó del barco en plena tempestad. No podía arriesgarse a que confesaran la verdad cuando les interrogaran.
Luego contrató a unos matones para que le asaltaran en plena calle, pero Rodrigo se enfrentó a ellos con su espada y les derrotó. Los compinches de los asesinos pensaron que Nin les había tendido una trampa y este tuvo que gastar unas cuantas monedas más en protegerse de ellos. Al calmarse la situación, hizo unos cuantos intentos más, que solo sirvieron para vaciar su bolsa y para convencerle de que Rodrigo era invencible.
Sin embargo, la invencibilidad de su presa y su bolsa casi vacía no eran excusa para que Nin no cumpliera el encargo y Eduardo cada vez más impaciente, amenazó con matarle si no cumplía el encargo. Así pues, Nin hizo lo único que se le ocurrió para salir del atolladero: gastar todo el dinero que le quedaba... en asesinar a Eduardo. 
Esta vez, todo salió a pedir de boca y Nin, aunque igual de empobrecido que cuando había empezado todo, pudo relajarse por fin. No obstante, no tuvo en cuenta que Rodrigo, ahora príncipe heredero, removería cielo y tierra para descubrir quién era el artífice del asesinato
Nin no tuvo ninguna posibilidad y, aunque dijo en el juicio que había matado a Eduardo porque este quería obligarle a matar a Rodrigo, el nuevo heredero no le concedió la amnistía. El pueblo no se lo habría permitido y, además, sabía que solo había hecho eso porque no había conseguido acabar con él en primer lugar. Por otro lado, Rodrigo había estado pensando en cómo deshacerse del inútil de su hermano sin que le salpicara y ese idiota le había ahorrado el esfuerzo, así que le concedió el regalo de una muerte rápida y privada en vez de la larga sesión de tortura en la plaza que reclamaba todo el mundo. 

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