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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

martes, 26 de abril de 2022

Relato: El Guerrero de las Sombras

Portada del relato de fantasía El guerrero de las sombras
Grecal había trabajado toda su vida para perfeccionar su esgrima fuera del mundo militar y convertirse en un maestro. Su gran habilidad le dio la oportunidad de codearse con nobles, militares y altos funcionarios del rey Rhus, lo que a su vez le permitió captar alumnos para su escuela y llevar una vida holgada sin dar cuentas a nadie. 
Cuando Brontak dio su golpe y se hizo con el poder, lo perdió todo: los pocos nobles que sobrevivieron huyeron, y todos los espadachines hábiles que no les habían acompañado en su exilio fueron obligados a entrar al servicio del nigromante si no querían morir. Grecal nunca se había rebajado a servir a nadie, era un hombre libre y no estaba a las órdenes de nadie. Por eso, también rechazó unirse a los rebeldes que estaban preparando un contraataque y se convirtió en un proscrito solitario.
No era que no simpatizara con los rebeldes, sino que ayudaba a su causa y se vengaba de Brontak por todo lo que había perdido a su manera: acabando, uno por uno, con los espadachines que se habían vendido a ese advenedizo.
Pronto, a pesar de que mantuvo su anonimato, comenzó a hacerse un nombre en Diltan: el Guerrero de las Sombras no dejaba a ningún guerrero de Brontak con vida, y los brujos pusieron todo su empeño en localizarle. Tuvo entonces que bajar un poco el ritmo, pero, cuando los brujos y los magos se enfrentaron en una batalla final que acabó con casi todos los miembros de ambos bandos, volvió a las andadas.
No debió haberse confiado, porque pronto le tendieron una trampa. Buscó un callejón estrecho para tener que enfrentarse a la docena de soldados que le había acorralado y se llevó a muchos por delante, pero entonces el brujo entró en escena y supo que estaba perdido. 
Al hechicero no le importó llevarse por delante a sus propios hombres; lanzó un hechizo de fuego al ambiente sin importarle que los de su bando estuvieran allí. Grecal fue el que salió mejor parado; los otros soldados se llevaron la peor parte y su capa larga y su sombrero de ala ancha absorbieron parte del impacto del hechizo. Pero el brujo seguía ahí y comenzó a entonar otra letanía que quedó interrumpida por un gorgoteo cuando un grupo de rebeldes entró en escena y le pillaron por sorpresa.
-Ha ido por poco, ¿verdad? -dijo uno de ellos. Grecal le reconoció. Era Drag Udhin, uno de los nobles que habían huido el día en que Brontak atacó el palacio. Siempre se habían llevado bien, a pesar de la diferencia de clases.
-Podría haber salido de esta -respondió Grecal, sin embargo. Ya sabía lo que le iban a proponer: que entrara en su ejército rebelde y comandara a algunos hombres en una lucha que no podían ganar.
-Sé lo que estás pensando, y no va por ahí la propuesta. No podemos vencer. Brontak se ha quedado sin brujos, pero nosotros apenas tenemos magos y él sigue teniendo todo ese poder que somos incapaces de combatir. Controla lo que queda del ejército, tiene apoyo de los kulitíes y ahora mismo nuestros hombres no son suficientes, ni están lo bastante preparados, para afrontar un ataque. Pero sí que podemos escondernos y prepararnos para contraatacar a largo plazo. Y, para eso, necesitaremos a los mejores enseñantes. Así que eso es lo que proponemos: que vuelvas a ser un maestro libre enseñando lo que se te da mejor, solo que en nuestro Refugio.
Grecal se lo pensó poco. Sabía que tarde o temprano le tenderían otra emboscada y que esa vez los rebeldes no estarían por ahí para ayudarle. La perspectiva de unirse a ellos, no para luchar en batallas perdidas sino para enseñar, era bastante buena.
-Con una condición -dijo, sin embargo. Drag alzó una ceja, interrogante-. Que me permitáis escaparme, de vez en cuando, para aterrorizar a esos cabrones cuando se sientan más confiados. El Guerrero de las Sombras no puede desaparecer.
-Al contrario. Es todo un símbolo. Pero atacarás con todas las seguridades, y con nosotros cubriéndote las espaldas. Los dioses saben que muchos se unirán a nuestra causa cuando sepan que el Guerrero de las Sombras se ha unido a los Roalk y que sigue siendo el azote de Brontak.
Grecal esbozó una media sonrisa; le gustaba que los rebeldes tuvieran un nombre, significaba que empezaban a tener entidad propia y que se estaban organizando mejor que hasta el momento. Así pues, extendió la mano y cerraron el trato

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martes, 19 de abril de 2022

Relato: Somos nuestros disfraces

Hoy tocaba hacer un relato con la consigna: Tus protagonistas estaban en una fiesta de Carnaval y de pronto se han convertido en sus disfraces.

 Somos nuestros disfraces

Lo de convertirse cada cual en lo que se disfrazaba hubiera sido maravilloso de no ser porque también se veían obligados a actuar como el personaje al que habían emulado. Así, atrapados en su propio cuerpo, se veían obligados a hacer lo que no deseaban: el grupo de enfermeras sexies comenzó a actuar como si estuviera en una película porno, las princesas entraron en pánico y se desmayaron, el ladrón desvalijó a todo el que tenía alrededor, el Sombrerero Loco se agenció una taza de té y comenzó a reírse a carcajadas sin poder parar, y la pareja de trogloditas no entendía cuanto les rodeaba y se quedaron en un rincón, atacando a quien se acercara. 
Para colmo, los que iban de objetos inanimados habían alcanzado una inmovilidad preocupante, y un comecocos se estaba comiendo a un grupo de gente que había tenido la genial idea de vestirse de frutas. El remate fue cuando el asesino siniestro comenzó una matanza; habría sido suficiente con que los que iban de policías intervinieran, pero el superhéroe tenía que dar el espectáculo y no controlaba sus poderes, así que la casa acabó destrozada, derrumbándose una sección sobre las enfermeras.
Ana se maldijo a sí misma por ser tan idiota. Todo había sido idea suya y había prohibido las brujas y personajes mágicos en la fiesta para ser la única con poderes, convencida de que el encantamiento no la afectaría. Pero sí que le había afectado y ahora, disfrazada de animadora, daba saltos estúpidos mientras todo se iba al garete.
No se dio cuenta del verdadero alcance de su broma hasta que el hechizo perdió fuerza y todos recuperaron el control de sus cuerpos. De los disfrazados de fruta solo quedaba una masa sanguinolenta, y el comecocos se quitó la vida, incapaz de soportar lo que había hecho. Los que el asesino había matado antes de que le matara a su vez el superhéroe tampoco se levantaron, al igual que las enfermeras, aplastadas por el derrumbe, y el propio superhéroe, que perdió su poder en pleno vuelo y se partió el cuello en la caída.
Ana se planteó llamar para pedir ayuda, pero sabía que su condena por lo que había hecho sería una vida entera encerrada en una prisión de contención mágica por convertirse en una bruja oscura, aunque sus intenciones iniciales no fueran malas. Así pues, antes de que nadie pudiera escapar, lanzó un hechizo de sueño sobre todos e incendió lo que quedaba de su hogar. Si alguien investigaba, acabarían comprendiendo lo ocurrido, pero la casa estaba alejada y nadie se enteraría de la tragedia en horas. Entre eso y lo que tardaran los investigadores paranormales en darse cuenta de que había magia de por medio, ganaría tiempo suficiente para huir y localizar a los brujos oscuros. Seguramente la aceptarían: tenía una excelente carta de presentación. 

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martes, 5 de abril de 2022

Relato: Un mozo ignorante atrapado en una nave

Nuevo lanzamiento de dados:
 

Un mozo ignorante atrapado en una nave

Dados para hacer el relato Un mozo ignorante atrapado en una nave
El capitán, muerto. El piloto, muerto. El resto de miembros de la tripulación capaces de manejar la nave, muertos. Así que ahí estaba, atrapado en una nave frente a una estrella cualquiera del espacio exterior. 
Había contactado con otras naves, pidiendo ayuda, pero todos se negaban a desviarse de su camino por ayudarle: ni el cargamento de la nave ni él, un simple mozo, valían el riesgo de contagiarse de lo que quiera que hubiera matado a todos los demás. 
Había sido tonto al explicar lo que había pasado, sabía que se había condenado por eso: aunque estaba claro que la enfermedad que había acabado con los otros no le había afectado y tenía provisiones de sobra para aguantar una larga cuarentena, tarde o temprano se quedaría sin comida, o sin oxígeno, o simplemente la soledad le volvería loco y acabaría suicidándose.
Aun así, algo en su interior se rebelaba. Si no había muerto, tenía que ser por algún motivo. Así que debía encontrar una forma de salir de ahí y todas las que se le ocurrían pasaban por dejar de ser un mozo ignorante y aprender a manejar la dichosa nave. Por suerte, los ordenadores a los que no tenía acceso restringido no guardaban solo material de entretenimiento, sino que también incluían todo tipo de manuales y libros técnicos.
Poco a poco, aprendió para qué servían las diferentes válvulas, cómo hacerse con el control de los sistemas internos y cómo fijar rumbos y aterrizar. Hizo todo tipo de pruebas hasta que le cogió el tranquillo. Luego, fue tan simple como alejarse de ese sistema, en el que todos sabían la historia de su nave maldita, y buscar uno de esos planetas de tránsito frecuentados por gente fuera de la ley, donde nadie le pediría su identificación, en la que había quedado marcado que era el posible portador de una enfermedad desconocida.
Nada más poner pie en ese planeta, la criatura que había tomado posesión de su cuerpo empezó a distribuir su semilla entre todos los seres que se cruzaban en su camino. Mataría a casi todos, pero los supervivientes serían a su vez portadores de su raza. El único riesgo era que las autoridades reaccionaran rápido y confinaran el planeta, así que sembró en su portador la idea de que, ahora que tenía una nave a su disposición, era el momento de conocer otros planetas. Tantos como fuera posible antes de que alguien se diera cuenta de quién era el origen del rastro de destrucción.

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