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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

martes, 14 de diciembre de 2021

Relato: El nigromante

Último relato del año, uno ilustrado. Además, me encuentro con que la ilustracíon me ponía a huevo usar otra de las consignas del reto 1: "Escribe un relato que ocurra en luna nueva y que este hecho tenga consecuencias para la trama". Así que ahí va:

El nigromante

Portada del relato corto El nigromante
El nigromante había esperado pacientemente hasta la luna nueva para pronunciar el terrible hechizo del pergamino secreto que había llegado a sus manos y con el que por fin se vengaría de su enemigo Tonhesd. Cuando la luna dejaba de brillar era cuando más poderosa se volvía su magia, y para lanzar con éxito ese conjuro necesitaría todo el poder que pudiera conseguir.
Así pues, acudió al cementerio con su báculo y comenzó a recitar las palabras de poder con una sonrisa en el rostro al imaginar lo mucho que sufriría Tonhesd cuando él y toda su estirpe se convirtieran en muertos vivientes atados a su voluntad. Habían pasado tantos años que sin duda se habría confiado y habría olvidado la afrenta, así que la sorpresa haría su venganza más dulce.
Pero, justo cuando iba por la mitad, el cielo se iluminó con la luz de varias lunas llenas, con lo que su poder comenzó a menguar a gran velocidad. El nigromante no podía dejar el encantamiento a medias, so pena de recibirlo sobre sí mismo, así que siguió pronunciándolo, desesperado, mientras entregaba toda su magia y, cuando esta se acabó, su propio aliento vital. Apenas le quedaban un par de frases cuando se le acabó incluso eso.
Esa luz mágica que contenía el brillo de tres lunas llenas siguió brillando sobre el cadáver del nigromante mientras Tonhesd se acercaba a él y le daba una patada, despectivo. Hacía años que sabía que quería vengarse de él y ya no podía seguir viviendo con la incertidumbre de cuándo le atacaría. Así pues, lo había organizado todo para que ese pergamino secreto cayera en sus manos y para que un mago lanzara el hechizo lunar sobre el cementerio esa noche, a sabiendas de que el nigromante no aguantaría la tentación de aprovechar la luna nueva.
Tonhesd quemó el cadáver de su enemigo allí mismo y volvió a casa, donde por fin podría descansar tranquilo. No se fijó en que el báculo del nigromante había quedado olvidado en el suelo ni se dio cuenta de que, cuando el hechizo lunar se acabó, la gema del centro, alimentada por la oscuridad de la luna nueva, comenzó a emitir un brillo sombrío. Solo hacía falta que algún incauto que pasara por allí tocara el objeto para que el espíritu del nigromante lo poseyera. Cuando eso ocurriera, su venganza sobre Tonhesd sería aún más terrible que la que había preparado para esa noche.

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martes, 7 de diciembre de 2021

Relato: Soltando lastre

En teoría, es el último relato que escribo este año basándome en el reto 1 de la entrada de retos literarios que publiqué en diciembre 2020. Ya anticipé que no acabaría todos los relatos (aunque me he quedado más cerca de lo esperado), así que los que faltan serán los primeros del nuevo reto para el año que viene. Aunque, quién sabe, quizás también incluya alguna de las consignas en el último relato del año, que será uno ilustrado.
Para este, voy a quedarme con las consignas: "Escribe un relato en que aparezcan dos personajes sentados en un puente y añade las palabras luna, cumpleaños y cueva", "Escribe un relato que contenga las palabras Balneario, cuesta, fotógrafo, monólogo y tierra"  y "Haz un relato en el que se intercale una cuenta atrás desde diez".

Soltando lastre

Diez. El colgante en forma de luna que me regaló por mi cumpleaños. Al agua.
Nueve. La piedrecita que encontré en la cueva en la que me pidió la mano. Al agua.
Ocho. El álbum con la sesión que nos hizo un fotógrafo amigo suyo antes de la boda. Al fuego.
Siete. Las invitaciones que eligió, tan feas que cuesta mirarlas. Al fuego.
Seis. La copia del menú del catering. Al fuego.
Cinco. Los folletos del balneario en el que hicimos la despedida de soltera. Al fuego.
Cuatro. El puñado de tierra de la playa paradisiaca donde celebramos la luna de miel. Al agua.
Tres. Una copia del monólogo que hizo riéndose de los problemas de nuestra relación. Al fuego.
Dos. El dossier del detective privado demostrando sus infidelidades. Al fuego.
Uno. La notificación de que por fin estábamos divorciados. Al fuego.
Cero. Las cenizas de todo. Al agua.
Me siento liberada e intercambio una sonrisa con el hombre maravilloso que se sienta a mi lado en el puente. Él también ha ido lanzando, al fuego y al agua, los restos de su antigua vida. Ahora que hemos liberado todo ese lastre, es el momento de volver a empezar. Saca el anillo de compromiso y me lo pone en el dedo. Le beso para sellar nuestra promesa sin palabras de que nuestra relación no será igual que las que dejamos atrás. Luego, nos levantamos y abandonamos el puente, con rumbo a nuestra nueva vida.

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sábado, 4 de diciembre de 2021

Escapada a Pamplona

El viaje a Pamplona fue una sorpresa. Recordaréis que hace un tiempo hice la reseña de Ocho velas, una novela divertida y original que me encantó. Pues bien, había una frase oculta en el libro y un sorteo de este pedazo de viaje entre los acertantes. Y fui la afortunada ganadora, aunque casi lo pierdo porque el mensaje se me fue a spam. ¡Y además coincidía con el viaje a Italia! Por suerte, cuando lo comenté con el autor pudimos retrasarlo un día y no tuve que renunciar al premio. Así que llegué de Milán a la una de la noche y a las nueve estaba en un Alvia rumbo a Pamplona
Llegamos a eso de las 13.30 y, tras pasar por el hotel Tres Reyes (maravilloso en todos los aspectos: desde las habitaciones hasta el desayuno), Jon Ander, el autor, nos dio los vales para el restaurante y la ruta de pinchos (todos los locales son escenarios de la novela) que también estaban incluidos en el premio. 
Luego buscamos un lugar donde comer en la Plaza del Ayuntamiento y nos fuimos al museo de Navarra, también escenario de la novela, en el que teníamos una visita guiada. Nuestra guía era estupenda, nos contó muchas cosas sobre la historia de Navarra, sobre  el museo y sobre algunas piezas destacadas del mismo. Resultó interesantísimo, descubriendo muchas cosas en algunas piezas que en principio no llaman la atención pero que tienen grandes secretos. También especulamos con el fantasma del museo, que en el libro se llama Juancho y tiene un papel importante. Preguntando a los guardias de seguridad, uno nos habló, de segunda mano, de un par de fenómenos inexplicables. 
Cuando acabamos en el museo, Jon Ander nos acompañó para enseñarnos la ciudad. Vimos todos los puntos importantes de Pamplona: el lugar de donde salen los toros de los sanfermines y su recorrido; la catedral, en la que entramos; una zona más medieval y diferente del resto de edificios del centro; la zona de tapas; la plaza de toros y la estatua a los sanfermines; el monumento a los fueros; la Plaza del Castillo... 
También conocimos algunos lugares de la novela, como un casino privado donde se desarrolla una fiesta y el callejón de la Jacoba, y hablamos de la novela y libros en general. Finalizamos la jornada cenando en el Pasaje de la Jacoba, que parece un bar de copas pero abajo tiene restaurante. Nos trataron de maravilla y la comida era deliciosa, así que fue un gran cierre de jornada.
Plaza del ayuntamiento, museo de Navarra, Plaza del Rey, Muralla
Plaza del ayuntamiento, museo de Navarra, Plaza del Castillo, Muralla
 A la mañana siguiente, empezamos por los parques. Visitamos primero los Jardines de la Taconera, donde tienen fosos con animales de granja (gallinas, ocas, pavos reales...) y supuestamente también había ciervos, aunque no vimos ninguno, así que deduzco que los han llevado a otro lugar más adecuado. 
Luego visitamos la ciudadela, en cuyo centro hay varias edificaciones que se utilizan como casa cultural, con exposiciones de arte moderno. Había gente grabando un cortometraje y te hacían esperar para atravesar varias zonas, pero lo vimos bastante rápido. Aun así, ya empezaba a acercarse la hora de comer y ese día la comida y la cena eran a base de tapas, así que volvimos al centro. 
Primero fuimos al emblemático Café Iruña, relacionado con Hemingway (Pamplona debe su fama mundial al autor de Fiesta, un libro que ya reseñé en el blog y no me gustó). El sitio es espectacular, merecería la pena ir solo por la decoración, y allí tomamos una tapa de queso y cebolla caramelizada. Luego nos tomamos un espectacular frito de huevo en el bar Museo, un calabacín relleno en el bar Txoco y una tapa de lomo con bacon y salsa agridulce en el bar Kiosco. Para entonces ya estábamos rodando y nos dejamos las dos tapas que nos quedaban para cenar.
Bajamos la comida subiendo hasta el Portal de Francia y caminando por la ronda del Obispo Barbazán hasta el Fortín de San Bartolomé. Luego visitamos el Parque de la Media Luna (muy pequeño) y bajamos hasta la plaza de la Libertad para finalmente subir por la avenida Carlos III (la zona pija, según el de la oficina de atención turística) y volvimos al centro. No podíamos quedarnos tampoco sin visitar la Iglesia de San Fermín, que por cierto no es el patrón de la ciudad. 
Y ya con esto llegó la hora de la cena. Nos fuimos al Bar San Gregorio para tomarnos la primera tapa, de lomo y queso. La que nos quedaba era el Bar Kaixo, y el bono se podía canjear también en el Museo o en el San Gregorio pero, ya que estábamos, queríamos visitarlos todos. El caso es que entramos y era un bar de copas, con un grupo de chavales al fondo, así que, como no somos muy bebedoras ni era nuestro ambiente, al final acabamos tomándonos otro frito de huevo (mmm, qué rico está) en el Museo.
Al día siguiente, nuestro tren salía pronto, así que solo dimos otro corto paseo por los lugares del centro antes de marcharnos de vuelta para Madrid. Acabé reventada, pero mereció la pena, porque el viaje fue de diez.