Un mes más, toca publicar el proyecto de Adictos a la escritura. A los que todavía no he comentado del mes pasado, pediros perdón y deciros que estoy en ello... En diciembre empiezan a finalizar los cinco cursos online en los que estoy inscrita (sí, soy muy burra... no volveré a apuntarme a tantos a la vez), así que supongo que iré más rápido a la hora de leer los proyectos de este mes (y los del anterior).
Pero bueno, al tema. Este mes la cosa trataba de intercambiar el sexo con el protagonista. Así que mi protagonista tenía que ser hombre. Ya lo había hecho antes, pero ahora no se me ocurría nada. Pero una noticia en el periódico sobre las pocas mujeres directivas en el mundo empresarial (algo que me tocará sufrir si consigo un trabajo como Dios manda) iluminó la bombilla. ¿Y cuando es el hombre el que vive en un mundo en el que tanto los salarios como las oportunidades son mejores si eres mujer? (no hay muchos casos así, de modo que adelanto que es modelo).
Un hombre en un mundo de mujeres
Ser hombre no es tan fácil como lo
pintan. Al menos, no para un modelo heterosexual, padre de tres hijos
y orgullosamente casado con una maravillosa abogada. De entrada, me
veo asediado tanto por gays como por mujeres hetero que tienen la
esperanza de que no sea gay. Hace tiempo que descubrí que decir que
estoy casado no les sirve de freno. Para colmo, por muy bueno que sea,
nunca me pagarán tanto como a las modelos femeninas. Y tenemos que
soportar auténticas torturas, como hoy. ¿A qué idiota se le
ocurrió hacer una sesión de fotos de bañadores en pleno invierno
con los modelos sentados en un trono de hielo? ¿Nos hemos vuelto
locos? Estoy deseando llegar a casa y acurrucarme bajo una manta
junto a mi mujer y los niños. Luego, cuando se acuesten, descargaré todas mis penas haciéndole el amor a mi media naranja.
—¡Menos mal que estás aquí!
—exclama ella cuando abro la puerta—. Creí que no llegabas.
En vez de recibirme con uno de sus
sensuales besos, me arrastra al dormitorio, donde un esmoquin me
espera extendido sobre la cama. Maldición, me había olvidado de esa
horrible cena de abogados.
—¿Es realmente imprescindible que
vaya? No te imaginas qué día.
—¿Que si es imprescindible? Claro
que lo es. Tres veces se han alargado tus sesiones de fotos y me has
dejado tirada. ¡Van a pensar que estamos separados! No puedo volver
a aparecer sola tras decir que voy contigo. Necesito que todo salga
bien y me apoyes. ¿Tienes idea de lo difícil que es ser mujer en un
mundo de hombres?
No pienso responder a eso. Claro que lo
comprendo, porque estoy en su misma situación, cosa que comprende
sólo cuando le interesa, que generalmente es cuando no está
enfadada ni intentando convencerme de que si no voy con ella a una
cena nunca la harán socia. Lo cual es absurdo, porque es muy buena
en su trabajo y de todas formas esos viejos payasos sólo me quieren
en sus fiestas para mofarse de mí y lanzarle indirectas a ella. Curioso, si un abogado se casa con una
modelo es un héroe, pero si una abogada se casa con un modelo es de
risa.
—De acuerdo. No tardo nada —suspiro
y se me escapa un estornudo. Lógico, dado que he pasado seis horas
sentado en un trono de hielo con la única protección de un bañador
diminuto y cortos descansos envuelto en mantas térmicas.
—¿Te estás intentando escaquear
fingiendo un resfriado?
—No. Tengo un resfriado, pero no me
estoy escaqueando.
Me mira poco convencida y me mete
prisa. Apenas me da tiempo a saludar a los niños y, antes de darme
cuenta, estoy rodeado de abogados, sin parar de moquear. Aguando
estoicamente sus puyas, incluso cuando empiezo a ver doble,
seguramente por la fiebre.
—¿Contenta? —le pregunto cuando
por fin podemos irnos.
—Sí. Aunque podrías haber puesto
mejor cara.
—Ya. Lamentablemente no soy actor.
Será mejor que conduzcas tú.
—¿Con estos tacones? —no
respondo—. ¿Sabes?, si pensabas beber podías haberlo dicho y me
hubiera traído unos zapatos bajos.
—No estoy bebido. Pero veo doble —un
estornudo enfatiza la indirecta y, por fin, se da cuenta de que no
estoy fingiendo.
—Pero cariño, ¡estás malo de
verdad! Venga, vamos a casa. Te prepararé algo caliente mientras me
cuentas qué te han hecho esta vez para dejarte hecho un guiñapo en
menos de veinticuatro horas.
Sonrío débilmente. Por fin. Cuando se
le mete algo entre ceja y ceja es mejor pasar por el aro, pero ahora
que se siente culpable sé que va a ser toda atenciones y mimos el fin de semana. Sólo espero que se me pase pronto para poder
disfrutar de sus atenciones sin la interferencia de la fiebre.
----------------------------------------------------
Todas las historias y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.