Este es mi proyecto de Adictos a la escritura de este mes (este mes intentaré leer y comentar todos los relatos... últimamente solo tengo tiempo para leerlos). Se trata de que un personaje literario conocido interrumpa una escena con otro tipo de personajes. Me ha costado llegar a la página, pero al final ha salido justita.
Jurisdicción
Los cazadores de hombres lobo se estaban quedando helados en su escondite, pero era necesario si querían sorprender a sus presas en el arroyo, cuando se acercaran a beber agua tras su festín. Lo sentían por las víctimas, pero no pensaban arriesgarse a enfrentarse con una manada de bestias hambrientas. Pero ahora, por fin, acabarían con ellos y la zona volvería a estar despejada de hombres lobo... por un tiempo.
Cuando por fin oyeron ruidos acercándose, sonrieron y se prepararon para atacar, pero una figura se lanzó contra ellos a toda velocidad desde un punto inesperado. Tras un ataque inicial realmente potente, los dos cazadores se las arreglaron para cambiar las tornas y reducirle.
—Eh, Mike, esto no es un maldito hombre lobo —protestó uno de ellos, de nombre Fred.
—Por supuesto que no soy una de esas apestosas criaturas. Soy Drácula.
—Sí, ya —rió Mike—. Seguro.
La criatura mostró sus colmillos e intentó hipnotizarles para que le soltaran y le facilitaran el acceso a su cuello, pero no tuvo éxito: los cazadores de hombres lobo, que estaban entre los más poderosos de entre todos los cazadores de monstruos, eran inmunes a ese tipo de chorradas, y menos cuando las realizaba un vampiro de poca monta.
—¿Qué hacemos con él? —preguntó Fred.
—Bah, suéltale. Dice que es Drácula, pero no es más que un chupasangres menor. No merece la pena cabrear a nuestros colegas cazavampiros solo para quitárnoslo de encima y no tenemos tiempo para esto; nuestras presas están a punto de llegar.
—Malditos humanos, ¡luchad conmigo o morid! —gritó Drácula, frustrado.
—Escucha, vampi —le dijo Mike, perdida ya la paciencia—. Si tantas ganas tienes de morir, vete al cementerio. Allí rondan los cazavampiros, es con ellos con quienes tendremos problemas si te matamos sin permiso.
Drácula intentó explicarles la verdad. Había leído la versión tergiversada de su historia, escrita por un tal Bram Stroker, y entendía que esos humanos no le tomaran en serio. Pero lo que en realidad había ocurrido era que ese horrible van Helsing había aprovechado el vínculo que había creado con Mina, su última víctima, para robarle los poderes. El viejo ahora controlaba a los cazavampiros y los lanzaba contra él y contra el resto de vampiros que no se plegaban a sus deseos, por eso Drácula atacaba a todos los cazadores que encontraba, pero estos dos eran especialmente poderosos.
—Vale, Draculín, lo que tú digas —le siguió la corriente Fred—. Aunque eso fuera cierto, no es nuestra jurisdicción y a quienes tendrías que contárselo es a los cazavampiros que intentan matarte cada vez que te encuentran. A nosotros déjanos en paz, que estamos trabajando.
Justo entonces escucharon a un lobo muy cerca, llamando a su manada y avisándoles de la trampa: les había oído hablar con el vampiro.
—Cagüen todo, ¡toda la noche pasando frío y el puto vampiro nos fastidia la trampa! —Mike se giró para darle dos yoyas al supuesto Drácula, pero había desaparecido—. ¿Dónde coño está? ¡Que me lo cargo!
—Ha salido disparado en cuanto ha escuchado al lobo —explicó Fred—, no me ha dado tiempo a reaccionar.
—Sí, ya —rió Mike—. Seguro.
La criatura mostró sus colmillos e intentó hipnotizarles para que le soltaran y le facilitaran el acceso a su cuello, pero no tuvo éxito: los cazadores de hombres lobo, que estaban entre los más poderosos de entre todos los cazadores de monstruos, eran inmunes a ese tipo de chorradas, y menos cuando las realizaba un vampiro de poca monta.
—¿Qué hacemos con él? —preguntó Fred.
—Bah, suéltale. Dice que es Drácula, pero no es más que un chupasangres menor. No merece la pena cabrear a nuestros colegas cazavampiros solo para quitárnoslo de encima y no tenemos tiempo para esto; nuestras presas están a punto de llegar.
—Malditos humanos, ¡luchad conmigo o morid! —gritó Drácula, frustrado.
—Escucha, vampi —le dijo Mike, perdida ya la paciencia—. Si tantas ganas tienes de morir, vete al cementerio. Allí rondan los cazavampiros, es con ellos con quienes tendremos problemas si te matamos sin permiso.
Drácula intentó explicarles la verdad. Había leído la versión tergiversada de su historia, escrita por un tal Bram Stroker, y entendía que esos humanos no le tomaran en serio. Pero lo que en realidad había ocurrido era que ese horrible van Helsing había aprovechado el vínculo que había creado con Mina, su última víctima, para robarle los poderes. El viejo ahora controlaba a los cazavampiros y los lanzaba contra él y contra el resto de vampiros que no se plegaban a sus deseos, por eso Drácula atacaba a todos los cazadores que encontraba, pero estos dos eran especialmente poderosos.
—Vale, Draculín, lo que tú digas —le siguió la corriente Fred—. Aunque eso fuera cierto, no es nuestra jurisdicción y a quienes tendrías que contárselo es a los cazavampiros que intentan matarte cada vez que te encuentran. A nosotros déjanos en paz, que estamos trabajando.
Justo entonces escucharon a un lobo muy cerca, llamando a su manada y avisándoles de la trampa: les había oído hablar con el vampiro.
—Cagüen todo, ¡toda la noche pasando frío y el puto vampiro nos fastidia la trampa! —Mike se giró para darle dos yoyas al supuesto Drácula, pero había desaparecido—. ¿Dónde coño está? ¡Que me lo cargo!
—Ha salido disparado en cuanto ha escuchado al lobo —explicó Fred—, no me ha dado tiempo a reaccionar.
—Estoy harto de monstruitos intentando llamar la atención —suspiró Mike—. Pero qué le vamos a hacer. Intentamos seguir a los lobos un rato y luego nos pasamos por el cementerio. Los cazavampiros nos deben una caña. Si hicieran bien su trabajo y no estuvieran tan preocupados por el intrusismo profesional, no habríamos perdido una noche de trabajo.
Sigue a @DeborahFMu