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Templos Tennoji y Kaneiji |
Luego intenté llegar al
templo Kaneiji, pero me perdí y, tras largo rato vagando por un interminable
cementerio, encontré el
templo Tennoji, que también estaba bastante bien y resultaba bonito, con sus estatuas en el jardín. Tras la visita, traté de salir de ahí y otra vez a vagar por el cementerio, donde vi la (sosa)
tumba de los Tokugawa y por fin logré dar con el dichoso templo de Kaneiji. Este no tenía muchas cosas destacables, al menos comparado con los otros dos.
Tras eso, me metí al
Museo Nacional de Tokio, que está muy chulo. La entrada cuesta 620 yenes y tienen una sección sobre Asia en general y otra, muchísimo más extensa, sobre Japón, que muestra todo tipo de objetos interesantes. También hay una parte con los tesoros de Japón, que es la menos interesante, a mi parecer. Por desgracia, lo tuve que visitar todo en modo acelerado, porque había muchísimas cosas que ver y hacer en ese último día.
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La plaza cuca de Ikebukuro |
Tras abandonar el museo fui a la zona de
Ikebukuro, el otro reducto friki de Tokio. Yo y mis esperanzas de encontrar mis tesoros frikis a un precio razonable. No hubo manera y, salvo una plaza muy cuca, tampoco es que hubiera nada interesante que ver en el barrio, bien podía haberme quedado en el museo o haber ido antes a
Shibuya, mi última parada, ya que así hubiera podido visitar el santuario Meiji. O quizás no, porque he descubierto que en invierno cierra ¡a las 4 de la tarde! Malo es que un santuario cierre pero... ¡tan pronto! Es indignante.
Pero bueno, vamos por orden. Decepcionada por Ikebukuro, me fui para Shibuya (llena de cruces a varias alturas que hicieron complicado que me orientara a la primera) y seguí una miniruta que nos había recomendado Yasushi en los días anteriores, subiendo hasta
omotesando, donde hay una gigantesca (y carísima) tienda de souvenirs y girando hacia
la calle más rosa-adolescente que he visto en mi vida. Digna de verse, en serio. Además, allí me encontré una gran tienda de todo a 100 yenes (108 con impuestos) que tenía de todo y aproveché para hacer las últimas compras.
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El famoso cruce de Shibuya desde el Starbucks |
Luego llegué a la puerta cerrada que daba al parque del
santuario Meiji y allí fue cuando todo el cansancio, el resfriado y un tirón que me había dado pero que no había notado hasta entonces se organizaron para atacarme todos a la vez. No obstante, todavía quedaba una larga bajada a
Shibuya, hasta el famoso cruce, donde había quedado para cenar una hora y cuarto después. Sin embargo, a mitad de camino se puso a llover y, tras encontrar una red wifi, sugerí que comiéramos por la zona del hotel, porque esperar una hora bajo la lluvia y con el trancazo que tenía no era muy buena idea. Así pues, tras ver el famoso cruce y llegar hasta la
estatua de Hachiko, cogí el metro y di por finalizada mi visita a Tokio (y a Japón) con la esperanza de poder volver algún día.
Me tocó levantarme a las 5, que ni desayuno había a esas horas, y tuve que tomarlo a toda prisa antes de que vinieran a recogerme, ya que el restaurante abría minutos antes de esa hora.
La vuelta la hice con British airways, que tiene un sistema de entretenimiento mucho mejor que el de finnair (tienen más películas de estreno a elegir: me vi cinco de ellas) pero cuyos asientos son los más incómodos del mundo. La comida no estuvo mal: primero ternera con patatas y tarta de fresa de postre y antes de aterrizar macarrones con un muffin de chocolate de postre. La conexión fue bien porque aterrizamos con cierto adelanto y el vuelo de Londres a Madrid lo pasé durmiendo porque el dichoso jet lag me estaba matando. Tres días después, que es cuando estoy escribiendo esto, sigo agotada y a pesar de haber dormido como doce horas se me siguen cerrando los ojos. Espero que se me pase pronto, aunque he leído que el jet lag se puede alargar hasta dos semanas.
Por cierto, estoy intentando que me validen las millas de vuelo y es una odisea, ya os contaré, al final creo que iré a darle el coñazo al de la agencia de viajes para que me ayude con el tema...
Extra tips y curiosidades
El transporte público, en general, está complicado debido a que las estaciones están escritas con kanji, salvo en algunas paradas del metro de Tokio, que salen también en romaji. Recomiendo que descubras cómo se escribe en kanji el nombre de las estaciones donde te moverás.
También es buena idea, si no tienes wifi, descargar Japan free wifi. Así, si te pierdes, buscas un punto de acceso y google maps te ayuda a situarte. City maps to go también resulta útil, aunque no funcione la localización.
No olvides que hay que ponerse en el lado izquierdo de las escaleras mecánicas, salvo en Osaka, que es el derecho.
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