Hoy tocaba hacer un relato con la consigna: "Haz una historia que suceda íntegra bajo el subsuelo".
Hora de salir
Hacía años que deseaba ver qué había en la superficie, pero su padre, siempre vigilante, se lo había impedido dándole numerosas razones a lo largo de los años. El clima era extremo, lo que hacía imposible la supervivencia. La contaminación y el infierno nuclear la habían hecho inhabitable. Los aliens mataban a toda forma de vida que se asomara. Los otros humanos le esclavizarían en cuanto saliera.
Nunca supo cuál de las muchas razones para no subir era la real; puede que ninguna lo fuera. Y ahora su padre ya no estaba, ya que un día había cerrado los ojos y no había vuelto a abrirlos. Tenía dos opciones: subir y arriesgarse a cualquier cosa que pudiera haber ahí arriba o quedarse ahí eternamente, con la única compañía de un cadáver. Así que era hora de salir.
Lo preparó todo a conciencia y se dispuso a poner, por fin, el pie en el exterior. Pero no llegó a subir ni la mitad de los escalones; un ataque de pánico le paralizó en el sitio. Se dispuso a bajar, pero la opresiva semioscuridad del bunker y el bulto del que fue su padre, que comenzaba a descomponerse, también le impidieron seguir bajando. Así que se quedó allí, paralizado, durante tiempo indefinido.
Cuando empezó a apretar el hambre, se sentó en el escalón y abrió su mochila. Al ver el contenido, se dio cuenta de que había otra opción. Acabar con todo le daba menos miedo que salir o que quedarse, así que tomó el cuchillo y se lo clavó bien hondo en el corazón.
El brujo había renunciado a todo por su magia. A sus bienes, a sus seres queridos, a su propia identidad. Los hechizos que practicaba siempre suponían un riesgo, así que siempre estaba al borde de perder la cordura o su propia vida. Estaba tan hundido en la magia, tan necesitado de ella, que se sentía dispuesto a perder incluso eso con tal de conseguir un poco más de poder o conocimiento.
Por eso odió tanto a Brontak. Practicaba la magia oscura, pero no parecía que hubiera renunciado a nada. Era el hermano del rey y aun así había logrado mantener su condición de nigromante en secreto. Estaba tan confiado de que no perdería nada que hasta estaba reuniendo un ejército de brujos y renegados a espaldas de los que confiaban en él para traicionarles de la forma más vil y hacerse con el control del país. También parecía tener un control casi total de los hechizos que realizaba, a pesar de lo complejos y peligrosos que eran.
El brujo consideró traicionarle, aunque solo fuera por la envidia que le daba ese personaje que lo tenía todo tan fácil cuando a él el poder le había costado tanto. Le daba igual si para ello renunciaba a su escondite y le prendían a él también por practicar magia prohibida. Pero hasta en eso Brontak parecía llevarle la delantera, porque nada más pensarlo le habló de lo que habría que hacer para derrocar a los magos y a su magia benigna.
Cada brujo tenía sus secretos y acceder a nuevos conocimientos a través de otros de su calaña era algo muy complicado. Pero, si para hacer hechizos conjuntos tenían que conectar sus mentes, mientras durara el trance los secretos de los demás quedarían expuestos... incluyendo los de Brontak.
Por eso calló y esperó órdenes. Como todos. Porque sí, había muchos más brujos ocultos en Diltania de los que nadie hubiera creído posible. Y, cuando llegó el momento de atacar a los magos, todos conectados en un mismo hechizo conjunto, no hubo quien les parara. Que sacaran algo de los demás, sin embargo, era otro cantar. Todos habían estado tan preocupados de robar de las mentes de los otros que no habían pensado en que sus propias mentes quedarían expuestas. Y, según el autocontrol que tuviera cada uno, dejaban más o menos cosas al descubierto.
Aun así, consiguió los suficientes secretos como para saber que merecía la pena, como todos los demás, lo que le aseguraba a Brontak su lealtad incuestionable. A ninguno le importó que los magos pronto se reorganizaran y contraatacaran llevándose a muchos de los suyos por delante; aunque con tantas bajas los brujos quedaron al borde de la extinción, se llevaron por delante a todos los magos. Además, los que quedaron seguirían acumulando poder y secretos de las mentes de sus iguales con cada hechizo conjunto.
Pero la derrota definitiva de los magos trajo consigo una consecuencia: que ya no hacía falta realizar tantos conjuros grupales y, cuando había que hacerlos, no necesitaban a tantos en el círculo, por lo que muchos se quedaban fuera.
Entonces, el brujo comenzó a cuestionarse su lealtad. Ya no tenía que esconderse para practicar su magia, pero eso no significaba que tuviera que servir a quien lo hizo posible, tanto menos si le odiaba. Además, con todo lo que había aprendido, se daba por satisfecho, al menos durante unos años. Así pues, se desligó por completo del nigromante y con ello firmó su sentencia de muerte.
Quedaban pocos brujos, pero a Brontak no le interesaban aquellos que no se pondrían a su disposición cuando los necesitara; solo aquellos lo suficientemente ambiciosos como para permanecer a su lado con tal de tener la oportunidad de volver a vislumbrar algún secreto de valor en su mente si volvía a elegirles para hacer uno de sus grandes conjuros. Todos los demás eran elementos que se podían volver en su contra y, además, su falta de ambición y su conformismo daban pistas de su mediocridad. Así que, como él también descubría secretos nuevos de las mentes de sus súbditos cuando hacían el hechizo conjunto, solo dejaría vivos a los que pudieran tener los más jugosos.
Mis padres cumplen años muy seguido y, como hicimos el año pasado en Sepúlveda, decidimos hacerles un regalo conjunto: escapada con comilona. Mi madre siempre ha hablado de lo mucho que le gustaría visitar La Granja de San Ildefonso, así que ese fue el destino elegido. La verdad es que ni el sitio nos impresionó ni la comida fue espectacular, pero bueno, no se puede decir que no lo intentáramos.
Que no me malinterprete nadie. Es bonito. Pero el sitio ni está tan bien cuidado como debería más allá del palacio ni tiene nada especial que no puedas encontrar en otros palacios o jardines. El principal reclamo son las fuentes pero, como os contaré más adelante, ni siquiera eso está bien montado para que el turista disfrute de la experiencia.
Teníamos entradas compradas para las 11:15, así que nada más llegar fuimos directos al Palacio. No pillamos audioguía porque nos dijeron que las fuentes se encendían a las 12 y debíamos darnos prisa. Nos dio tiempo de sobra: aunque es bonito, me atrevo a afirmar que, de todos los Reales Sitios que he visitado en España, es el menos llamativo, aunque tenga alguna sala o pieza curiosa.
Palacio de La Granja de San Ildefonso (la fuente frente a él NO se enciende) y dos de las fuentes
La salida de palacio daba a una fuente monumental y, a falta de señalización, todos los que íbamos saliendo del edificio hicimos lo mismo: esperar a que la dichosa fuente se encendiera. A eso de las 12:10 renunciamos. En internet tampoco es que sea fácil localizar la información, dimos vueltas como tontos hasta dar con las fuentes que se encendían, que estaban en la otra punta. No solo no se encienden todas: solo son unas pocas y por muy poco tiempo, lo que obliga a que la gente se apelotone como borregos en el matadero para ver el espectáculo. Por supuesto, solo llegamos a ver dos encendidas. Aunque, para qué engañarnos, los chorros son tan potentes que la fuente apenas se ve y me gustaron más apagadas (y sin tanta gente alrededor).
Comimos en la taberna El Pelón. Debo decir que era nuestra tercera opción, porque los otros dos restaurantes que miramos no tenían mesa para ese día. Este es un restaurante de batalla: te atienden bien pero la comida es mediocre y se nota que ha sido recalentada y que los ingredientes no son de calidad.
Después de comer fuimos a la Real Fábrica de Cristales de la Granja... pero cierran a las 15:30, así que nos quedamos con las ganas. Luego dimos una vuelta por el pueblo buscando los puntos de interés del mapa (iglesias, ayuntamiento, mercado...), solo para encontrar que muchas veces estábamos delante del edificio en cuestión y que destacaba tan poco que no llamaba la atención. A propósito, muchos de los edificios tienen un decorado de trampantojo tan mal pintado que no engaña a nadie.
Vamos que, aunque estuvo bien sacar de casa a mis padres y pasar el día juntos, no acabó de gustarnos el plan
Había que hacer Un relato con comienzo, galaxia y hacha...
Unos pasajeros que traerán problemas
Un viaje por la galaxia era un buen comienzo para su carrera como piloto espacial. Pero cuando vio que los miembros del pasaje eran un diplomático de una tribu bárbara que no se separaba de su hacha ceremonial, una cambiaformas que hacía de guardaespaldas de este y un androide parlanchín, supo que habría problemas.
Estuvo todo el viaje obsesionado; esos locos le daban muy mala espina. Estaba convencido de que el diplomático no era tal cosa, sino un fugitivo. ¿Cómo si no iba a tener a semejante guardaespaldas? Intentó que el androide charlatán le aclarara las cosas, pero sorprendentemente se volvía de lo más hermético cuando se trataba de hablar de sus acompañantes.
Al final, decidió no arriesgarse y, cuando pararon a aprovisionarse en un planeta de servicio, se disculpó con ellos y les buscó una nave alternativa a la suya para que les llevara a su destino. El trío protestó, pero se mantuvo firme y por fin se libró de ellos.
Entonces, y solo entonces, empezaron sus problemas, porque la nave en la que les había hecho subirse pertenecía a unos contrabandistas que aprovecharon para secuestrar a su tripulación y pedir un rescate astronómico. Cuando lo cobraron y liberaron al trío, desaparecieron, pero había un cómplice claro al que podían seguir el rastro: el piloto que les había hecho abandonar su nave y les había metido de lleno en la trampa.
El diplomático no era simplemente un diplomático: era un tipo de lo más influyente, que no paró hasta que el capitán perdió no solo su rango y su nave, sino también su libertad. Y él, desde la cárcel, no podía más que repetirse, una y otra vez, que había sabido desde el primer momento que le traerían problemas.
Nuevo lanzamiento de dados para hacer un relato corto...
Una gesta sin igual
Tenía que correr. No. Tenía que volar para entregar el mensaje al general a tiempo. Si no, cruzarían la frontera y no habría nada que hacer para atraparlos. Pero él era el mejor mensajero y, cuando los soldados que hacían guardia le avistaron, había llevado a cabo una gesta sin igual, atravesando incluso una tormenta de nieve sin reducir la marcha aunque apenas tenía ropa para protegerse de la tempestad.
Así pues, se sintió de lo más satisfecho cuando, tras entregar el sobre cerrado, le dieron ropa de abrigo, unas buenas botas y hasta una bufanda para que su cuerpo se recuperara de su hazaña en el lugar más cercano al fuego de la hoguera central del campamento.
El general, sin embargo, no estaba tan satisfecho. Lo había planeado todo al detalle con su esposa y el amante de esta: debían fugarse en el momento en que él estuviera en un lugar tan remoto que, cuando le llegara el aviso, ya hubieran huido del país, o estuvieran tan cerca de la frontera que ya no se pudiera hacer nada. Así, podría repudiarla sin problemas y casarse con la mujer a la que amaba mientras ella vivía feliz con su hombre al otro lado de la frontera.
Ahora que había sido avisado, sin embargo, eso ya no era posible. Se esperaría de él que hiciera todo lo necesario para salvar su honor, es decir, debía comenzar una carrera frenética hacia la frontera para interceptarles y matarlos a ambos como venganza. A no ser que no hubiera recibido el mensaje a tiempo...
Salió de su tienda con aire enfadado y le dijo a uno de sus hombres:
-¿Dónde está ese estúpido mensajero? Me ha entregado un sobre vacío.
Inmediatamente fueron a buscarle y el mensajero se presentó, desconcertado, en la tienda del general. El sobre pesaba y dentro debía de haber, al menos, un par de papeles. No tenía sentido. Por suerte, memorizaba sus mensajes al detalle antes de empezar a correr, por si perdía el sobre, así que se lo recitó y el general le lanzó una mirada grave:
-¿Le has contado esto a alguien más del campamento?
-Por supuesto que no, señor, he hecho voto de respetar la priva... -No pudo continuar porque el general había tomado los dos extremos de la bufanda y empezado a apretar. Ni siquiera tuvo oportunidad de ofrecer resistencia; estaba demasiado débil y él era demasiado fuerte.
-¡Guardias! -gritó el general cuando yació muerto en el suelo. Al entrar estos, les explicó que apenas había empezado a recitar su mensaje cuando se había caído al suelo, desmayado y sin pulso.
Sus hombres hicieron pobres intentos de reanimarle, sin esperanza alguna.
-Dijo que había venido corriendo desde la capital. Corriendo. Sin detenerse durante un día y medio, y con este tiempo -se excusó uno de sus guardias al ver que nada se podía hacer-. Ningún cuerpo aguanta eso.
-Maldito sea, podría haber aguantado vivo hasta darme el mensaje, antes de colapsar. Un sobre vacío de poco me sirve para averiguar qué diablos pasa, solo balbució algo sobre mi mujer antes de caer redondo. ¡Hay que ver lo que son capaces de hacer algunos para complacer a una dama hermosa! Y seguro que es alguna tontería que se le ha ocurrido...
Los guardias rieron con él y no dudaron ni un segundo a la hora de seguir sus órdenes: enterrar al mensajero en las afueras del campamento y mandar un mensajero a la capital para ver qué le pasaba a su mujer. El general suspiró aliviado cuando se quedó solo. Era una pena haber tenido que matar a un hombre como ese, capaz de hacer una hazaña semejante. Pero la vida de un desconocido no valía tanto como la de dos personas a las que tenía cariño, así que dejó la culpa a un lado y siguió con sus asuntos.
Atienza no es, ni de lejos, tan conocido como Sigüenza, a pesar de ser uno de los pueblos más bonitos de España y de ser lugar de paso de varias rutas turísticas del interior: la Ruta del Cid, la Ruta del Quijote y el Camino de Santiago. Suerte de tener un amigo de la zona que me habla de esta clase de pueblos no tan conocidos y me tienta para ir a conocerlos.
Como siempre, la primera parada fue la oficina de Turismo, que está en la Posada del Cordón, llamada así porque tiene una talla muy característica en su entrada. Nos dijeron que (vaya mala pata) dos de las iglesias reconvertidas en museos estaban cerradas ese día. También que habría una visita guiada por 4€ en un rato, así que nos dimos una vuelta y, cuando llegó la hora, nos apuntamos.
La ruta recorría el centro histórico pasando por las localizaciones de los tres arcos de entrada a la segunda muralla cuya ubicación se conoce. Empezamos en la plaza de España con la historia de los comuneros, pasamos por el Arco Arrebatacapas hasta la Plaza del Trigo, donde está la Iglesia de San Juan y, señalando varios hitos como los escudos heráldicos de las fachadas y los fragmentos de las tres murallas que se veían desde distintos puntos, llegamos hasta el Arco de la Vírgen. Después, subimos hasta la Iglesia de la Santísima Trinidad, cerca de la cual se localizaba el tercer arco, y allí finalizó la visita.
Plaza del Trigo y Castillo de Atienza con la Iglesia de Santa María
Quedaba poco para la comida, así que dejamos la iglesia (que tiene museo por 2€) para el final y subimos hasta lo que queda del castillo. No es mucho lo que se conserva, pero se puede subir a lo más alto y las vistas son alucinantes, además, hay una iglesia al lado.
Luego comimos, de maravilla, en el restaurante Casa Encarna y bajamos a ver varias de las iglesias por fuera, como las de San Gil y San Bartolomé, y la última parada fue la Iglesia de la Santísima Trinidad, donde están las Santas Espinas, que según la tradición pertenecieron a la corona que llevó Cristo durante la pasión, y que fueron regaladas a la población en el siglo XVI.
Era la Fiesta de las Santas Espinas y, justo cuando fuimos por la tarde, son desveladas en el altar, que queda iluminado. Me pareció muy interesante. También estaban preparando la chocolatada y el árbol del que colgarían unas roscas que se subastarían al día siguiente.
No nos quedamos porque ya se hacía tarde, así que cogimos el coche hasta la última parada del día, que quedaba de paso: las salinas de Imón, que fueron muy importantes en su tiempo, aunque están abandonadas. Después de un breve descanso contemplando el lugar, volvimos a Madrid envueltos en un espectacular atardecer, cansados pero satisfechos.
Hoy he mezclado dos consignas del reto: "Un relato con espectro, puerta e iridiscencia" y "Escribe un cuento sin usar la letra «y».". Aun así, ha salido un microrrelato muy, muy corto...
La luz
Esa iridiscencia que sale de detrás de la puerta me atrae como un imán, pero me resisto a su influjo con todas mis fuerzas. Sé que en cuanto la abra para cruzar el umbral todo habrá acabado. Cualquier espectro sabe que, si vas hacia la luz, abandonas definitivamente este mundo. Como me aterroriza lo que pueda haber al otro lado, por más que la luz me acose, me quedaré aquí. Nadie me ve, nadie me escucha. Pero es mi casa.