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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

martes, 14 de diciembre de 2021

Relato: El nigromante

Último relato del año, uno ilustrado. Además, me encuentro con que la ilustracíon me ponía a huevo usar otra de las consignas del reto 1: "Escribe un relato que ocurra en luna nueva y que este hecho tenga consecuencias para la trama". Así que ahí va:

El nigromante

Portada del relato corto El nigromante
El nigromante había esperado pacientemente hasta la luna nueva para pronunciar el terrible hechizo del pergamino secreto que había llegado a sus manos y con el que por fin se vengaría de su enemigo Tonhesd. Cuando la luna dejaba de brillar era cuando más poderosa se volvía su magia, y para lanzar con éxito ese conjuro necesitaría todo el poder que pudiera conseguir.
Así pues, acudió al cementerio con su báculo y comenzó a recitar las palabras de poder con una sonrisa en el rostro al imaginar lo mucho que sufriría Tonhesd cuando él y toda su estirpe se convirtieran en muertos vivientes atados a su voluntad. Habían pasado tantos años que sin duda se habría confiado y habría olvidado la afrenta, así que la sorpresa haría su venganza más dulce.
Pero, justo cuando iba por la mitad, el cielo se iluminó con la luz de varias lunas llenas, con lo que su poder comenzó a menguar a gran velocidad. El nigromante no podía dejar el encantamiento a medias, so pena de recibirlo sobre sí mismo, así que siguió pronunciándolo, desesperado, mientras entregaba toda su magia y, cuando esta se acabó, su propio aliento vital. Apenas le quedaban un par de frases cuando se le acabó incluso eso.
Esa luz mágica que contenía el brillo de tres lunas llenas siguió brillando sobre el cadáver del nigromante mientras Tonhesd se acercaba a él y le daba una patada, despectivo. Hacía años que sabía que quería vengarse de él y ya no podía seguir viviendo con la incertidumbre de cuándo le atacaría. Así pues, lo había organizado todo para que ese pergamino secreto cayera en sus manos y para que un mago lanzara el hechizo lunar sobre el cementerio esa noche, a sabiendas de que el nigromante no aguantaría la tentación de aprovechar la luna nueva.
Tonhesd quemó el cadáver de su enemigo allí mismo y volvió a casa, donde por fin podría descansar tranquilo. No se fijó en que el báculo del nigromante había quedado olvidado en el suelo ni se dio cuenta de que, cuando el hechizo lunar se acabó, la gema del centro, alimentada por la oscuridad de la luna nueva, comenzó a emitir un brillo sombrío. Solo hacía falta que algún incauto que pasara por allí tocara el objeto para que el espíritu del nigromante lo poseyera. Cuando eso ocurriera, su venganza sobre Tonhesd sería aún más terrible que la que había preparado para esa noche.

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martes, 7 de diciembre de 2021

Relato: Soltando lastre

En teoría, es el último relato que escribo este año basándome en el reto 1 de la entrada de retos literarios que publiqué en diciembre 2020. Ya anticipé que no acabaría todos los relatos (aunque me he quedado más cerca de lo esperado), así que los que faltan serán los primeros del nuevo reto para el año que viene. Aunque, quién sabe, quizás también incluya alguna de las consignas en el último relato del año, que será uno ilustrado.
Para este, voy a quedarme con las consignas: "Escribe un relato en que aparezcan dos personajes sentados en un puente y añade las palabras luna, cumpleaños y cueva", "Escribe un relato que contenga las palabras Balneario, cuesta, fotógrafo, monólogo y tierra"  y "Haz un relato en el que se intercale una cuenta atrás desde diez".

Soltando lastre

Diez. El colgante en forma de luna que me regaló por mi cumpleaños. Al agua.
Nueve. La piedrecita que encontré en la cueva en la que me pidió la mano. Al agua.
Ocho. El álbum con la sesión que nos hizo un fotógrafo amigo suyo antes de la boda. Al fuego.
Siete. Las invitaciones que eligió, tan feas que cuesta mirarlas. Al fuego.
Seis. La copia del menú del catering. Al fuego.
Cinco. Los folletos del balneario en el que hicimos la despedida de soltera. Al fuego.
Cuatro. El puñado de tierra de la playa paradisiaca donde celebramos la luna de miel. Al agua.
Tres. Una copia del monólogo que hizo riéndose de los problemas de nuestra relación. Al fuego.
Dos. El dossier del detective privado demostrando sus infidelidades. Al fuego.
Uno. La notificación de que por fin estábamos divorciados. Al fuego.
Cero. Las cenizas de todo. Al agua.
Me siento liberada e intercambio una sonrisa con el hombre maravilloso que se sienta a mi lado en el puente. Él también ha ido lanzando, al fuego y al agua, los restos de su antigua vida. Ahora que hemos liberado todo ese lastre, es el momento de volver a empezar. Saca el anillo de compromiso y me lo pone en el dedo. Le beso para sellar nuestra promesa sin palabras de que nuestra relación no será igual que las que dejamos atrás. Luego, nos levantamos y abandonamos el puente, con rumbo a nuestra nueva vida.

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sábado, 4 de diciembre de 2021

Escapada a Pamplona

El viaje a Pamplona fue una sorpresa. Recordaréis que hace un tiempo hice la reseña de Ocho velas, una novela divertida y original que me encantó. Pues bien, había una frase oculta en el libro y un sorteo de este pedazo de viaje entre los acertantes. Y fui la afortunada ganadora, aunque casi lo pierdo porque el mensaje se me fue a spam. ¡Y además coincidía con el viaje a Italia! Por suerte, cuando lo comenté con el autor pudimos retrasarlo un día y no tuve que renunciar al premio. Así que llegué de Milán a la una de la noche y a las nueve estaba en un Alvia rumbo a Pamplona
Llegamos a eso de las 13.30 y, tras pasar por el hotel Tres Reyes (maravilloso en todos los aspectos: desde las habitaciones hasta el desayuno), Jon Ander, el autor, nos dio los vales para el restaurante y la ruta de pinchos (todos los locales son escenarios de la novela) que también estaban incluidos en el premio. 
Luego buscamos un lugar donde comer en la Plaza del Ayuntamiento y nos fuimos al museo de Navarra, también escenario de la novela, en el que teníamos una visita guiada. Nuestra guía era estupenda, nos contó muchas cosas sobre la historia de Navarra, sobre  el museo y sobre algunas piezas destacadas del mismo. Resultó interesantísimo, descubriendo muchas cosas en algunas piezas que en principio no llaman la atención pero que tienen grandes secretos. También especulamos con el fantasma del museo, que en el libro se llama Juancho y tiene un papel importante. Preguntando a los guardias de seguridad, uno nos habló, de segunda mano, de un par de fenómenos inexplicables. 
Cuando acabamos en el museo, Jon Ander nos acompañó para enseñarnos la ciudad. Vimos todos los puntos importantes de Pamplona: el lugar de donde salen los toros de los sanfermines y su recorrido; la catedral, en la que entramos; una zona más medieval y diferente del resto de edificios del centro; la zona de tapas; la plaza de toros y la estatua a los sanfermines; el monumento a los fueros; la Plaza del Castillo... 
También conocimos algunos lugares de la novela, como un casino privado donde se desarrolla una fiesta y el callejón de la Jacoba, y hablamos de la novela y libros en general. Finalizamos la jornada cenando en el Pasaje de la Jacoba, que parece un bar de copas pero abajo tiene restaurante. Nos trataron de maravilla y la comida era deliciosa, así que fue un gran cierre de jornada.
Plaza del ayuntamiento, museo de Navarra, Plaza del Rey, Muralla
Plaza del ayuntamiento, museo de Navarra, Plaza del Castillo, Muralla
 A la mañana siguiente, empezamos por los parques. Visitamos primero los Jardines de la Taconera, donde tienen fosos con animales de granja (gallinas, ocas, pavos reales...) y supuestamente también había ciervos, aunque no vimos ninguno, así que deduzco que los han llevado a otro lugar más adecuado. 
Luego visitamos la ciudadela, en cuyo centro hay varias edificaciones que se utilizan como casa cultural, con exposiciones de arte moderno. Había gente grabando un cortometraje y te hacían esperar para atravesar varias zonas, pero lo vimos bastante rápido. Aun así, ya empezaba a acercarse la hora de comer y ese día la comida y la cena eran a base de tapas, así que volvimos al centro. 
Primero fuimos al emblemático Café Iruña, relacionado con Hemingway (Pamplona debe su fama mundial al autor de Fiesta, un libro que ya reseñé en el blog y no me gustó). El sitio es espectacular, merecería la pena ir solo por la decoración, y allí tomamos una tapa de queso y cebolla caramelizada. Luego nos tomamos un espectacular frito de huevo en el bar Museo, un calabacín relleno en el bar Txoco y una tapa de lomo con bacon y salsa agridulce en el bar Kiosco. Para entonces ya estábamos rodando y nos dejamos las dos tapas que nos quedaban para cenar.
Bajamos la comida subiendo hasta el Portal de Francia y caminando por la ronda del Obispo Barbazán hasta el Fortín de San Bartolomé. Luego visitamos el Parque de la Media Luna (muy pequeño) y bajamos hasta la plaza de la Libertad para finalmente subir por la avenida Carlos III (la zona pija, según el de la oficina de atención turística) y volvimos al centro. No podíamos quedarnos tampoco sin visitar la Iglesia de San Fermín, que por cierto no es el patrón de la ciudad. 
Y ya con esto llegó la hora de la cena. Nos fuimos al Bar San Gregorio para tomarnos la primera tapa, de lomo y queso. La que nos quedaba era el Bar Kaixo, y el bono se podía canjear también en el Museo o en el San Gregorio pero, ya que estábamos, queríamos visitarlos todos. El caso es que entramos y era un bar de copas, con un grupo de chavales al fondo, así que, como no somos muy bebedoras ni era nuestro ambiente, al final acabamos tomándonos otro frito de huevo (mmm, qué rico está) en el Museo.
Al día siguiente, nuestro tren salía pronto, así que solo dimos otro corto paseo por los lugares del centro antes de marcharnos de vuelta para Madrid. Acabé reventada, pero mereció la pena, porque el viaje fue de diez.


martes, 30 de noviembre de 2021

Relato: Dones envenenados

Un nuevo lanzamiento de dados. Esta vez decidí hacer una especie de cuento moderno. 

Dones envenenados

Dados que inspiraron el relato de fantasía Dones envenenados
Érase una vez un hada de los deseos llamada Lavanda que tenía un sueño: ser la más poderosa de entre todas sus hermanas. Para eso, tenía que hacer felices a muchos humanos y decidió ponerse en marcha. 
Escogió a su primer protegido al azar y, tras un par de días observándole, Lavanda pensó que era una tarea sencillísima. El chico se pasó todo el fin de semana jugando al tenis con su padre y una de las noches se dedicó a mirar por su telescopio, que apuntaba a la casa de enfrente.
Con eso, decidió que ya tenía toda la información que necesitaba y decidió concederle un don: ganaría todos los torneos, con lo que se convertiría en un famoso tenista profesional y, gracias a eso, la vecina de enfrente se enamorara de él. Hecho eso, se desentendió de él y se dedicó a sus asuntos. Tenía que hacer felices a muchos otros protegidos para ser más poderosa.
Pero los años pasaron y, mientras sus hermanas florecían, Lavanda empezó a perder sus poderes. ¿Cómo era posible, si había otorgado más dones y deseos que nadie? La situación se volvió tan preocupante que se puso a investigar, pero no sacó nada en claro. Su primer protegido era ahora un tenista famoso y estaba casado con su antigua vecina, y todos los que habían ido tras él habían logrado, gracias a lo que ella les había otorgado, fama, riqueza o prestigio.
Lavanda empezó entonces a sospechar de sus hermanas y las denunció a la Reina, convencida de que esas envidiosas habían encontrado la forma de robarle su poder. Pero la Reina solo tuvo que observar con un poco de atención para ver que Lavanda no había hecho bien su trabajo.
-Todos los dones que has otorgado han hecho más infelices a tus protegidos -afirmó. 
Lavanda protestó con energía, pero la Reina la llevó frente a su primer protegido. Acababa de ganar un partido y su esposa había hecho una fiesta para celebrarlo.
-¿Ves? -dijo Lavanda-. Lo tiene todo.
-¿Lo tiene? -preguntó la Reina. En ese momento, el tenista suspiró con tristeza y miró con anhelo el cielo nocturno. Siempre había soñado con ser astrónomo, pero su padre había visto en él un filón al verle jugar al tenis y le había machacado desde pequeño para que llegara a ser una estrella. Ahora era famoso y tenía mucho dinero, sí, pero también muy poco tiempo para mirar las estrellas y una vida vacía junto a una mujer que solo le quería por interés (y a la que nunca había espiado con su telescopio; la estrella polar estaba en la misma dirección que su casa).
Ese fue solo el primero de muchos protegidos a los que los dones de Lavanda habían apartado de sus verdaderas vocaciones para conducirles a unas vidas superficiales e infelices. Pero el hada no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer:
-¡Qué sabrán esos ingratos! Merecen pasar el resto de su vida arrastrándose en el fango, por no disfrutar de lo que les he dado.
Con ese estallido, tan impropio de un hada de los deseos, Lavanda perdió el poco poder que le quedaba y se desvaneció. La Reina lloró por la pérdida de su hija; era su responsabilidad no haberla vigilado más de cerca. Pero pronto se recompuso. Había mucho que hacer si quería reparar tantos años de dones envenenados: se encargaría ella misma de ese asunto. Empezaría por ese tenista tan infeliz; era hora de que una lesión truncara su carrera y acabara con su matrimonio interesado, lo que le permitiría replantear qué haría el resto de su vida.

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sábado, 27 de noviembre de 2021

Viaje a Italia 4: Milán

Viaje a Italia los días anteriores:

Milán: toda una sorpresa

Confieso que no esperaba mucho de Milán, por eso no me importó demasiado que los billetes de tren y avión que encontré no me dejaran ni un día completo en la ciudad. Me equivoqué, y diría que me faltó, al menos, un día extra. Me quedo por ver, aparte de algunas zonas más de paseo que me recomendaron, el cementerio monumental, el Castillo Sforzesco por dentro, el museo del novecento, el museo Da Vinci... Demasiadas cosas. Pero vamos por partes.
Debo decir que la estación de trenes de Milán me pareció alucinante, hasta el punto de que estuve un rato allí. Luego llegó una pequeña decepción cuando salí por la puerta y me encontré con una pelea de vendedores ambulantes y una ciudad repleta de rascacielos y conductores coléricos sin ningún encanto antiguo. 
Después, camino del hotel, me fui topando con algo más decimonónico y empecé a pensar que la ciudad, o parte de ella, tendría su encanto. Entonces me topé con la galería de Víctor Manuel II y todas las dudas desaparecieron. Al salir de las galerías también me encontré con la catedral de Milán, maravillosa, y con muchos otros puntos interesantes y bonitos. Así que todo apuntaba a que el día siguiente sería interesante.
Castillo Sforzesco, Catedral de Milán, Galerías de Victor Manuel, universidad de Milán
Castillo Sforzesco, Catedral de Milán, Galerías de Victor Manuel, universidad de Milán
Lo que sí hice fue un tour por la Milán monumental. Me levanté pronto para hacer la maleta, desayunar y dar una vuelta por el centro. Luego, con la maleta a cuestas (no sabía qué haría al finalizar el tour, así que ni pregunté en el hotel si habría consigna), me fui a la ruta guiada.
Nuestra guía era estupenda y se notaba que conocía a fondo la ciudad, que tiene más historia de lo que parece (el tour, de hecho, duró casi tres horas). Empezamos en la catedral, cuya historia nos fueron contando en varias etapas. También fuimos a una iglesia que estaba en el primer espacio consagrado de la ciudad, en el Imperio romano, que además tiene sarcófagos en lo alto. 
Luego, entramos en la universidad, que era un antiguo hospital con servicios gratuitos a los ciudadanos. También pasamos por la Iglesia de San Bernardino, que tiene una capilla decorada de forma muy tétrica... ¡Con huesos! Conocimos también distintos palacios y edificios públicos de distintas etapas de la ciudad, así como fuentes, leyendas... Hasta canciones. 
El tour finalizó frente a una escultura muy controvertida de Maurizio Cattelan que parece un corte de manga y está frente a la bolsa de Milán. Desde ahí, la guía nos dio indicaciones según nuestras preferencias.
Como me quedaban apenas dos horas y media en la ciudad, me recomendó subir al Castillo Sforzesco para luego pasear por el barrio y bajar en metro en la zona de los canales. Con comer tranquilamente, ver el castillo (por fuera, donde había una exposición de vehículos militares y varios carteles) y pasear por Breda ya se me echó el tiempo encima, así que bajé hasta la parada de bus que llevaba al aeropuerto y me despedí de la ciudad.
 

martes, 23 de noviembre de 2021

Relato de fantasía: La venganza es un plato dulce

Hoy voy a mezclar otras dos consignas: "Usa un narrador en segunda persona para la historia de un personaje que ha sido maldito" y "Utiliza las palabras “bombona”, “afilador” y “revuelta” en tu relato"

 La venganza es un plato dulce

Tú fuiste el culpable de todo. Con esos aires de hombre comprometido con la causa y tu lema de que la venganza es un plato dulce, siempre poniendo a punto tu espada con un afilador, nos hiciste creer que realmente te importaba la revuelta. Pero lo único que te importaba era sembrar el caos y, mientras nosotros nos enfrentábamos a ellos en la puerta principal del castillo, tú te colabas en la cocina y hacías estallar una bombona. ¿Qué conseguiste con eso, salvo matar a inocentes de la servidumbre y que el mago aprovechara la energía mágica que generaron esas muertes para lanzarnos una maldición a todos los que estábamos dando la cara?
Ahora, nuestra vida es dolor, un dolor que se vuelve insufrible cuando no hacemos lo que el mago nos ordena. Pero esta vez es diferente. El mago no nos lo ha ordenado, pero torturarte nos produce placer, incluso por encima de ese dolor que no nos abandona. Va a ser verdad eso que decías de que la venganza es un plato dulce.

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sábado, 20 de noviembre de 2021

Viaje a Italia 3: Verona

Viaje a Italia los días anteriores:

Una tarde en Verona

Como dije, andaba un poco preocupada porque me metí en el tren sin indicación alguna, pero no había de qué preocuparse porque nadie pasó a revisar los billetes, y en cuestión de una hora y media ya estaba en Verona, tras un viaje en tren bastante cansino porque una familia dio el coñazo todo el trayecto. 
El hotel Ark de Verona estaba bien, cerca de la estación y con las habitaciones que tiene que tener un hotel de 4 estrellas y un desayuno maravilloso. Al llegar, me dieron un mapa y me enseñaron cómo llegar a los sitios más destacados, así que me dirigí al centro, que está un poco apartado del hotel, eso sí. 
No tenía ningún plan, me habían anulado el tour y no había alternativas guiadas. Pero había oído que a 20 minutos del centro había un castillo con un mirador flipante y decidí ir a ver el atardecer allí. Era un poco pronto para el atardecer, así que decidí callejear un poco y a lo tonto me recorrí buena parte del casco histórico
Entre otras cosas, me encontré con la Arena, la casa de Julieta (piden certificado covid para entrar hasta la zona del balcón, más allá de eso no pasé porque me parece absurdo pagar por ver la casa de un personaje ficticio y no estaba claro que hubiera nada de interés ahí dentro, más allá de hacerse la foto en el balcón, para lo que necesitas tener a alguien que esté debajo para tirártela), el Castelvecchio y algunas iglesias destacadas en el mapa. 
Luego ya sí que subí al mirador del Castel San Pietro: la cuesta fue matadora, pero la vista lo merece. Me quedé un rato por allí hasta que me vi con fuerzas para emprender la bajada. Ya era bastante tarde, así que decidí ir tranquilamente hacia el hotel, al que llegué después de tomarme un helado que no era nada del otro mundo. Al menos, las calles estaban iluminadas y era difícil perderse.

Puente Castelvecchio, balcón de Julieta, atardecer desde castel san Pietro,   Palazzo della Ragione
Puente Castelvecchio, balcón de Julieta, atardecer desde castel san Pietro,   Palazzo della Ragione
Una mañana en Verona

Tenía un mapa lleno de localizaciones interesantes en Verona y una mañana larga para verlas todas, así que hice check out (me dejaron aparcar la maleta en el hotel) y me puse en marcha. Vi todo lo que me faltaba: la casa de Romeo y sus alrededores, el duomo, el teatro romano, el Palazzo della Ragione, un montón de iglesias, casas y palacios impresionantes, unos cuantos sarcófagos... 
Renuncié a entrar en la Arena porque leí varias reseñas que decían que no vale lo que cuesta, y menos si has estado en el Coliseo, que es el caso. Tampoco entré en la tumba de Julieta: es un museo que por alguna razón tiene un sarcófago que atribuyen al personaje, pero que necesiten eso como reclamo ya me da pistas de lo interesante que es el resto del contenido. 
Esto limitaba mis opciones de entretenimiento, pero por suerte, cuando a media mañana me encontré con que había visto todos los puntos del mapa (y casi todas las calles del centro), todavía me quedaba un sitio en el que meterme, el museo Castelvecchio. Primer punto a favor: es un castillo y puedes subir. Segundo punto a favor, es variado. Sí, casi todo son cuadros, pero también hay esculturas, armas y hasta una colección de campanas. Por 6€ no está mal, aunque no habría sobrado que hubiera carteles en inglés o al menos una audioguía. 
El caso es que salí a la hora de comer y decidí tomar algo más consistente que lo habitual, así que di con un local de pasta artesanal, Miscusi, y probé unos ravioli rellenos de calabaza con carbonara y pistacho que estaban de muerte. De postre, un helado de chocolate artesano en Grom. Mucho mejor que el de la noche anterior. Y con esto ya me había quedado sin tiempo, así que fui al hotel a recoger la maleta y me dirigí a la estación de tren para partir a la última ciudad del viaje: Milán.

Viaje a Italia el día siguiente:


sábado, 13 de noviembre de 2021

Viaje a Italia 2: Venecia monumental

Viaje a Italia el día anterior:

Tour por la Venecia Monumental

Dormir en mi habitación era casi como dormir dentro del campanario de una iglesia cercana. Por suerte las campanas se detenían a las doce de la noche, eso sí, a las siete de la mañana tenía el despertador. No se desayunaba hasta las ocho, y fue un desayuno bastante decente para lo que me esperaba. El caso es que, con el madrugón, me sobraba tiempo para llegar al tour, pero salí con mucho tiempo de margen para no perderme.
Sorprendentemente, llegué sin perderme demasiado y el guía, que ya estaba allí, me sugirió que me acercara en el rato que faltaba al Puente de la Academia, que tiene vistas preciosas. Ya había estado la noche anterior, durante mis vagabundeos, pero no se veía casi nada. 
El tour empezó en el Campo Santo Estéfano y era un recorrido por la zona más turística de la ciudad: la de San Marcos. A lo largo del mismo nos hablaron de los orígenes de la ciudad y la República, de cómo se hicieron con el monopolio de la ruta de la seda, de los carnavales o de los mejores lugares para comer. 
Visitamos todos los lugares emblemáticos, como el puente Rialto, el teatro Fenice y, por supuesto, la plaza San Marcos, que tiene una gran belleza en ella y sus alrededores. Allí finalizamos el recorrido a eso de las doce del mediodía. 

Vistas desde el puente de la Academia, puente de los Suspiros, puente Rialto, basílica de san Marcos y Palacio Ducal
Vistas desde el puente de la Academia, puente de los Suspiros, puente Rialto, basílica de san Marcos y Palacio Ducal
Basílica de San Marcos y Palacio Ducal por dentro

Como era pronto para comer, me puse a la cola de la basílica. 3€. Una hora, más o menos, aunque hay que tener en cuenta que todavía hay poco turismo y además era temporada baja. El interior era muy bonito, casi agobiaba tanto oro. Bizantino, por supuesto, dado que casi todo venía del saqueo de Constantinopla. Acercarse al altar o subir implicaba un gasto extra que no estaba dispuesta a asumir, pero aún así eché un buen rato en el sitio. 
Después fui a comer a una pizzería que nos había recomendado el guía, Rossopomodoro, me perdí para volver al hotel a lavarme los dientes y acabé otra vez en el Palacio Ducal, que no tenía casi cola. Eso sí que era casi un milagro, así que renuncié a volver al hotel y allá que me quedé. Apenas esperé. 
La entrada cuesta 25€ y la audioguía 5 más. Esta última me la podía haber ahorrado porque era un tostón. Pero bueno, el Palacio por dentro era una maravilla. El equivalente a cualquier Palacio Real, en realidad. También se atravesaba el Puente de los Suspiros por dentro para llegar a la cárcel, donde tienes un recorrido pequeño. 
La putada es que la entrada te permite visitar también otros museos, pero dichos museos cierran a las cuatro y abren a las once. Eran las 4:10 cuando llegué al primero, así que no me dejaron entrar. Al día siguiente en mi tren salía casi pegado a la hora de apertura de los museos, así que lamentablemente no pude aprovechar la entrada y me quedé con las ganas. 

Últimos paseos por Venecia

Pero bueno, con los museos cerrados ¿qué podía hacer en Venecia? Eso le pregunté a la señora de la oficina de turismo, que básicamente me invitó a pasear o a meterme en alguno de los buses acuáticos para visitar algunas de las islitas. 
Así que en pasear se me fue la tarde, encontrando de camino la librería más maravillosa y extraña que he encontrado nunca: Acqua Alta. No solo está llena de gatetes, sino que además los libros los tienen que tener en balsas y góndolas porque, cuando se inunda, hay que protegerlos. También tienen una escalera hecha de libros desde la que te puedes asomar a un canal. Y muchos marcapáginas y monerías literarias a los que no pude resistirme.
Otra cosa que visité con calma fue el Puente Rialto, donde vi atardecer. Y no tardé mucho más en volver al hotel, ya que empezaba a estar oscuro y, para qué engañarnos, me dolían los pies. 
Solo me quedaba una mañana en Venecia y esa también quise aprovecharla al máximo. Como la campana de la iglesia me despertó implacable a las 7, aproveché esa hora hasta que abría el desayuno para acabar de hacer la maleta y dejarlo todo listo. 
Luego, desayuné y salí a la plaza de san Marco (a esas horas, maravillosamente vacía) para hacer un último intento de entrar en la biblioteca, aunque fuera, pero no, había que pasar por el museo sí o sí, y eso hasta las once no abría. Así que me limité a pasear por la zona hasta que llegó la hora del check out. 
Cerrado el periplo del hotel, me encaminé directamente a la estación. Tenía tiempo de sobra, pero esa zona no la había explorado y quería tomármelo con calma. El camino a la estación casi no parece Venecia: es una calle ancha y sin apenas recovecos y puentes. Los souvenirs en esa zona, por cierto, son más baratos.
A pesar de todo llegué a la estación pronto, así que seguí el canal hasta el puente de Calatrava, un horror resbaladizo salvo en una pequeña zona central, y di unas cuantas vueltas por la zona antes de meterme en el tren. Los asientos no estaban numerados y mi ticket no entraba en la máquina, así que entré sin más, sin saber si lo estaba haciendo mal... Pero eso es otra historia, que contaré en próximas entradas.

El viaje a Italia los días siguientes