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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

sábado, 14 de agosto de 2010

Neutral enamorado

Todo el mundo conoce a los ángeles y los demonios, aquellos seres que luchan eternamente para que al fin se imponga o el bien o el mal. Pero lo que pocos saben es que hay otro tipo de seres. Seres que decidieron no participar en la guerra y se dedicaron a observar de forma neutral a ambos bandos, con el fin de elegir cuando llegara el momento. Y así se les llamaba. Los neutrales.
Uno de ellos era Gauden. De aspecto joven, con hermosos ojos azules y pelo castaño claro, parecía no tener más de veinte años, aunque en realidad tenía unos cuantos miles de años.
Su existencia se limitaba a contemplar. Contemplar a ángeles, demonios y humanos, para decidir. Muchos de los suyos ya habían elegido bando, y pocos eran ya los que mantenían su neutralidad. Vivía una existencia vacía, sin objetivos, viviendo como si fuera un humano más. Un simple humano más, que viajaba de un lado a otro buscando algo que llenara su vacío.
La lectura de libros era también una de sus ocupaciones, pues éstos eran un concentrado de todo lo bueno y lo malo de la vida. Pero muchos de los conceptos se le escapaban de las manos. Como el amor. Había intentado experimentarlo en numerosas ocasiones, todo en vano. Tampoco había logrado experimentar el odio, la otra gran sensación que movía el mundo. No tenía motivos para odiar, y por ello no odiaba. ¿Cómo decidir, cuando no había experimentado aun las dos emociones que más movían a los humanos a hacer el bien y el mal?
Así se desarrollaba su vida, buscando el amor y el odio, y tantas otras sensaciones derivadas de ellas. La alegría, la tristeza, la esperanza… todas las emociones de las que hablaban los libros.
Y un día todo cambió. Un día, por fin, comenzó a experimentar lo que buscaba. Porque ese día se enamoró.
Cuando la vio todo se detuvo para él. No era un ángel, aunque su alma irradiaba una belleza muy especial. Pero cuando la vio estaba muriendo. Y sintió terror. No podía ir al cielo sin elegir, y para elegir tenía que experimentar. Pero la primera vez que tenía una posibilidad de experimentar en 4000 años, el alma de la mujer que le podía enseñar a amar se iba a marchar a aquel lugar donde no podía seguirla. Así que hizo lo que no debía hacer, aunque tenía que hacerlo. La salvó. Y así es como comenzó su nueva vida, su nueva historia. Infligiendo una norma. Traer un alma de vuelta cuando le había llegado su hora. Pero ¿Qué importancia tenía eso comparado con la oportunidad de sentir?

Después de salvar a Jasmine (porque así se llamaba, lo había visto en su alma al salvarla) se planteó qué hacer a continuación. Ella ya lo había visto, sabía quién era, que él era el que la había salvado. Además, su naturaleza angélica había quedado revelada al salvarla de la muerte, por lo que su disfraz de mortal ya no servía. No le convenía, pues, que ella volviera a verle, porque ella no le amaría por cómo era su alma, sino por su verdadera forma. Pues era sabido por todos que cuando un humano veía la verdadera forma de un ser angelical quedaba prendado de ésta de modo que solo podía liberarla su amor verdadero. Y no estaba seguro de ser el amor verdadero de Jasmine, aunque estaba convencido de que ella era el suyo.

Había sido un milagro, coincidían todos. Nadie habría sobrevivido a semejante accidente sin la intervención divina. Qué le iban a decir a ella, que había visto a su salvador. Un ángel. No podía ser otra cosa. Nunca había creído en los ángeles, ni había creído en Dios. Ahora Dios era una duda y los ángeles una certeza. ¡Tan hermoso! Había visto a través de su máscara mortal, y ahora buscaba con afán ese rostro entre todos con los que se cruzaba. Pero él no aparecía. Finalmente, tras meses de búsqueda, renunció a encontrar a su ángel guardián, preguntándose si no había sido más que un sueño. Porque era en sus sueños donde aun veía con nitidez esa hermosura… y su carcasa humana. Lo que no sabía era que su ángel aun la vigilaba de cerca.
Aun habiendo renunciado a encontrarle, buscaba con afán respuestas de su vuelta a la vida. Todas las semanas acudía a la biblioteca a buscar libros sobre ese tema y se los llevaba a casa, donde se quedaba hasta altas horas de la noche buscando información.
Fue en una de esas noches cuando todo quedó en la más completa oscuridad. Sintió entonces una presencia en la habitación, y agarró un objeto contundente con el que defenderse del intruso.
-No temas, no te haré daño –dijo una voz dulce como la miel. –Sólo quiero hablarte.
-Hablarme… ¿De qué? –preguntó desconfiada. La voz era amistosa, pero ¿A quién pertenecía? ¿Cómo había entrado en su casa?
-Hablarte… y conocerte. Porque te amo desde la primera vez que te vi. Por favor, no me rechaces, déjame conocerte.
-Esto es surrealista. No lo entiendo. ¿Quién eres?
Jasmine apartó su mano cuando él intentó coger la suya. Era un loco, un maniático. Pero su voz… su voz era tan hermosa, que no lograba reaccionar como debería en ese caso.
-Escúchame, por favor, solo escucha. Estuviste a punto de morir, y yo la vi en ese momento, vi tu alma, y te amé al instante. Ahora necesito conocerte, necesito sentir. Sólo te pido que hablemos, nada más.
-Viste mi alma, te enamoraste de mi y quieres hablar ¡Eso no tiene sentido! ¡Enciende la luz y muéstrate! No hablaré contigo en la oscuridad, y es posible que con luz tampoco.
-No puedes verme, no lo entiendes. Tendrás que confiar en mí, como Cupido se lo pidió a Psique. Entiendo que sea algo brusco para ti que te pida esto un desconocido al que no puedes ver, te daré tiempo. Por favor, decídete.
La luz volvió de repente y no había nadie a su alrededor. Por un momento, se preguntó si no habría sido todo un sueño… pero entonces vio la flor. Una violeta reposaba sobre su almohada, y sobre ella una nota que decía
Volveré si pronuncias mi nombre en la oscuridad.
Tu enamorado Cupido.
¿Cupido y Psique? Era una de sus historias favoritas. Él solo se le aparecía en la oscuridad, y ella era feliz hasta que, finalmente, sus hermanas la convencieron de que su marido podía ser un monstruo y ella decidió encender la luz para comprobarlo… para encontrarse con que había traicionado la confianza del dios del amor, su marido, que se marchó. ¿Qué pretendía su extraño visitante identificándose con Cupido? ¿Por qué se ocultaba en la oscuridad como el dios? Había dicho que había visto su alma. ¿Sería su ángel guardián? Pero se preguntaba si los ángeles podían amar, y tampoco tenía sentido que se ocultara si lo era, porque ella ya le había visto… y no le podía olvidar.
La primera noche no pronunció su nombre. No tuvo valor. Y él no apareció. Pero la noche siguiente, tras pasar varias horas en vela, no pudo aplacar su curiosidad.
- ¿Cupido? –susurró a la oscuridad de la noche. Al principio no ocurrió nada, pero, cuando volvió a intentar dormir pensando que era una estúpida, él apareció.
-Tú me llamas y yo acudo, como te prometí. No sabes cuánto me alegro de que hayas tomado esa decisión.
-Dijiste que querías hablar. ¿De qué?
-De ti, de tus gustos, de tus opiniones, de todo. Quiero saberlo todo de ti, quiero conocerte. Quiero entender por qué me enamoró tu alma.
-¿Quién eres?
-Soy Cupido.
-No lo eres. ¿Ni siquiera me dirás tu nombre?
-No puedo, por favor, no me lo pidas.
-Me pides que confíe en ti, pero te refugias en la oscuridad, y eres tu quien no confía en mí. ¿Por qué no te atreves a mostrarte?
-Tengo poderosas razones.
-Dime una.
-Tú le viste, y ahora le buscas. Adoras lo que viste, lo sé porque yo también lo vi. No puedo igualarle en su magnificencia, necesito que me ames por cómo soy, pero si me ves, solo verás a quien no es tan perfecto como tu salvador.
-Tú también le viste, entonces ¿No fue un sueño? ¿Existe de veras? ¿Qué sabes de él?
-Sé que es un sueño, que es inalcanzable, que no le olvidarás hasta que no ames. Sé que quiero ser aquel que te haga olvidarlo.
-¿Cómo olvidarlo, aunque ame?
-Déjame ayudarte a hacerlo.
-No estoy segura de querer olvidar.
-Entonces nada me retiene aquí. Si cambias de idea, sabes que acudiré. Siempre acudiré a ti.
Su presencia se desvaneció de la habitación del mismo modo que lo hizo la primera vez. Y ella se sintió sola sin su presencia. Dos noches más pasaron, aunque ella deseaba llamarle. ¿Quién era él para exigirle esa confianza ciega? ¿Quién para pedirle que olvidara algo tan hermoso? Hasta que ya no soportó más, y volvió a pronunciar su nombre.

No quería olvidar, y eso le atormentaba. ¿Cómo saber si ella podía llegar a amarle, si no podía quitarle de la cabeza su imagen angélica? Podía mostrarle quien era en realidad, pero eso no significaría nada. Porque ella solo le amaría como amaría cualquier hombre a un ser de naturaleza angélica al vislumbrar su verdadera forma.
Al principio había pensado que la idea de Cupido le serviría para llegar hasta ella, pero ella era demasiado escéptica, demasiado desconfiada. No la culpaba por ello. Lo entendía. Pero no le había vuelto a llamar por esa desconfianza. ¡Qué feliz le había hecho su susurro vacilante la noche que le llamó! La felicidad era un extraño sentimiento, tan absurdo e incontrolable como maravilloso. También experimentaba melancolía. Era dulce y desagradable al mismo tiempo. ¡Era tan hermoso sentir!
Pronto sintió una presencia maligna cercana. Poniéndose alerta, pues siempre tenía que ser así con los demonios, esperó hasta que ésta hablara.
-Un maravilloso trabajo este que has hecho. Nadie se esperaba que un neutral arrebatara un alma a Dios de ese modo. Les has causado muchos problemas, enhorabuena. Se te recibirá con honores ahí abajo.
-No he tomado aun mi decisión –dijo con sequedad. El demonio le miró intensamente durante un buen rato.
-Interesante –dijo al fin. Comenzó a desvanecerse poco a poco, pero antes de hacerlo del todo añadió – De todos modos, ya tienes un pie dentro del infierno.
Meditando ese extraño encuentro fue cuando escuchó de nuevo su nombre ficticio.
“Cupido”, había pronunciado ella, esta vez sin vacilación. Y él acudió presuroso a su llamada.

Como había pasado la primera vez, no acudió al instante, sino cuando ella empezaba a impacientarse. Parecía que lo hacía a propósito, pero no estaba segura. Finalmente, su voz susurró a su espalda.
-Aquí me tienes, como te aseguré. Me alegra que hayas decidido intentar olvidar
-No voy a intentar olvidar.
-¿Por qué me has llamado entonces? –dijo la voz con tono desconsolado.
-Porque me intrigas. Yo también quiero hablar y saber de ti.
-No puedo revelarte quien soy.
-No te lo he pedido esta vez. Sólo te he dicho que quiero conocerte. Y que te permitiré que intentes hacerme olvidar, aunque no lo lograrás de modo alguno.
-No pido más que lo que puedes ofrecerme, así que me conformo.
-Hablemos, pues –dijo ella con una sonrisa.
Y hablaron durante horas, esa noche, y todas las siguientes. Y él se fue acercando poco a poco a ella, con respeto a sus reacciones, con paciencia. Primero un roce, más adelante una caricia, un abrazo. Y ella le iba abriendo su corazón cada vez más hasta que al fin olvidó a su salvador. Ahora a quien no olvidaba, a quien extrañaba en la luz era a su Cupido. Y buscaba la oscuridad, porque allí era donde le encontraba a él.
Gauden iba revelando su identidad poco a poco a Jasmine. Primero su nombre, luego leves pistas, hasta que al fin decidió revelarle toda la verdad, mostrarse a ella sin oscuridad. Y ella comprendió entonces el porqué de tanto misterio, feliz de que lo hubiera hecho.

El tiempo pasaba, y la relación se hacía fuerte. Pero una sombra se cernía sobre su felicidad. El hecho de que ella no debería seguir viviendo había destrozado el equilibrio armónico del que se componía el mundo. Los ángeles, e incluso algunos demonios, deseaban reinstaurarlo. Y solamente existía un modo de recuperarlo.
No necesitaron más que mandar un arcángel para hacer el trabajo. Aunque fuerte, Gauden no tenía suficiente poder como para oponérsele. No pudo protegerla, no pudo salvarla. No pudo más que comprobar, impotente, cómo se llevaban a su amada a donde debía estar desde hacía tiempo. Y fue entonces cuando Gauden experimentó el odio. Un odio tan brutal, tan intenso, que no deseaba otra cosa que matar a todos los ángeles, para vengarse así de lo que le habían hecho.

Final alternativo 1
- Ya te dije que tenías un pie en el infierno. –dijo el demonio que se le había aparecido anteriormente. Gauden le miró con desprecio, pero sabía que tenía razón. Odiaba a los ángeles… y eso le convertía en demonio.

Final alternativo 2
- Ya te dije que tenías un pie en el infierno. –dijo el demonio que se le había aparecido anteriormente. Gauden le miró con desprecio. Odiaba a los ángeles… y eso le convertía en demonio… pero solo en teoría. Aun odiando a los ángeles, podía elegir. Elegir ser un demonio y vengarse de lo que habían hecho. O elegir ser un ángel, y así poder ir al cielo y reunirse con Jasmine. No se lo pensó dos veces. Jasmine le esperaba.