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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

lunes, 27 de diciembre de 2010

Relato de fantasía: Bendito demonio

Este es el proyecto de adictos a la escritura del mes de diciembre, la idea era retorcer a un monstruo, en este caso un demonio.

Bendito demonio

Eran las doce de la noche y a la tasca le quedaban varias horas hasta echar el cierre. Aunque solo había dos clientes jugando a las cartas, que ocupaban una mesa del fondo, un constante consumo de bebidas alcohólicas por parte de los dos especímenes hacía que el tabernero sonriera con satisfacción, aunque interiormente estaba estupefacto por la cantidad de alcohol que estaban metiendo en su organismo. No se hubiera sorprendido tanto (o mejor dicho, se hubiera sorprendido por otro motivo distinto) si hubiera podido ver la verdadera forma de estos: eran un ángel y un demonio.
Extraña bastante el hecho de que dos seres tan opuestos como esos estén juntos en el bar, aunque, pensándolo bien, esas dos criaturas nacieron y crecieron juntas y convivieron durante muchos siglos en armonía hasta el día de la rebelión. Sería imposible que ninguno de ellos conservara su amistad con los que a partir de entonces eran sus opuestos.
—Ah, Isrefel, otra vez pierdes dijo el demonio con voz etílica.
—Sí, Asbeel, y esa buena racha tuya comienza a ser sospechosa –respondió Isrefel, más borracho, si cabe, que su compañero demoníaco.
—¿Es que acaso me llamas tramposo? preguntó Asbeel con un tono pretendidamente inocente que no engañó a su amigo celestial.
—Evidentemente, ya que eres un demonio. Como te pille, te vas a enterar de lo que es bueno amenazó Isrefel, acabando su frase con un hipido. El demonio estalló en carcajadas y no paró hasta al cabo de un rato.
¡Pero vamos, amigo! ¿De veras te crees que voy a ser tan tonto para dejar que me pilles? dijo el demonio borracho, aun riendo, mientras daba un fuerte golpe en la espalda de su colega. Por desgracia para él, el brusco movimiento hizo que las cartas que tenía escondidas en su túnica cayeran desparramadas por el suelo. Ahora fue el turno de Isrefel, que comenzó a reírse aun más estruendosamente que Asbeel momentos antes, mientras éste le miraba ligeramente desconcertado. Cuando finalmente se calmó, el ángel le miró con fingida seriedad y dijo:
—Ya te dije que te ibas a enterar y ahora te voy a castigar por arruinarme mediante el juego sucio.
—¡Ja! ¿Y qué vas a hacerme, maldecirme? preguntó el demonio. 
—Ya verás, ya verás respondió Isrefel con una mirada pícara que hizo a Asbeel estremecerse involuntariamente, disimulándolo con una nueva carcajada.
Acabada la partida, las dos criaturas dejaron el dinero en la mesa y se marcharon tambaleándose del local, rumbo a algún lugar donde no hubiera humanos para poder extender sus alas y volver a sus hogares.
***
Asbeel se levantó resacoso e intentó matar el martilleo de su cabeza con una buena dosis de alcohol. Luego, se preparó para salir al mundo para cometer diabluras, con una sonrisa en la boca.
Nada más llegar al mundo humano, se encontró con una mujer que corría por la calle tan cargada de papeles que apenas podía ver por dónde iba. Pensando que no se lo podían poner más fácil, hizo tropezar a la mujer, cuyos papeles salieron volando por una fuerte racha de viento que empezó en el momento oportuno. La pobre mujer, medio llorando, corrió a por ellos y empezó a recogerlos desesperada porque llegaba tarde a una importante reunión. No había empezado Asbeel a regodearse por su angustia cuando esta cesó de repente. Miró de nuevo a su víctima y la encontró sonriendo tontamente a un hombre que se había agachado a ayudarla en su tarea. Gruñendo por lo bajo, el demonio se dio cuenta de esos dos eran almas gemelas y que por su culpa se habían encontrado, convirtiendo una situación dulcemente odiosa en una odiosamente dulce.
Malhumorado, Asbeel se alejó de la repelente escena de un amor incipiente lo más deprisa que pudo y encontró a su siguiente víctima: un hombre que pasaba justo debajo de una maceta. No podía (ni en realidad quería) resistir la tentación e hizo caer la planta en la cabeza del individuo, que quedó inconsciente en el suelo. No obstante, al mirarlo más fijamente, se dio cuenta de que su víctima tenía una navaja en la mano… y no tardó en deducir que acababa de evitar que atracara a una débil ancianita que paró inmediatamente a socorrerle. Cuando el atracador despertó y se vio ayudado por la que iba a ser víctima de su robo, se sintió arrepentido y se prometió a sí mismo encontrar un trabajo digno.
Gritando de rabia, se alejó de la escena y llegó a una calle secundaria por la que circulaba un coche a mayor velocidad de la permitida. Colérico, hizo que el conductor perdiera el control y estampara su coche contra un bar convenientemente situado en la esquina. Cuál fue su sorpresa cuando llegó la policía y reconoció en el conductor a un criminal peligroso en busca y captura que, de no haber sido capturado, habría seguido cometiendo atrocidades allá donde pasara.
Bueno, no todo está perdido, se consoló. Al dueño del establecimiento le he arruinado.
Pero, cuando apareció el propietario, se dio cuenta de que no podía estar más equivocado. El hombre estaba a punto de suicidarse porque estaba arruinado cuando recibió la llamada, y ahora suspiraba aliviado, porque con el dinero que le daría el seguro por los destrozos del local podría pagar las facturas y empezar de nuevo.
No entendía nada. ¿Cómo era posible? ¡Maldición! La solución le llegó a la mente cuando rememoró la noche anterior.
—Ya te dije que te ibas a enterar y ahora te voy a castigar por arruinarme mediante el juego sucio.
—¡Ja! ¿Y qué vas a hacerme, maldecirme?
—Ya verás, ya verás.
¡Condenado ángel! No le había maldecido, ¡le había bendecido!
—¡ISREFEL! ¡Ya verás cuando te pille! —gritó con la mirada puesta en el cielo. Casi pudo oír las carcajadas de su amigo, allá arriba.

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